martes, 21 de octubre de 2008

ALGO PASO ENTRE NOSOTROS

Era mi primer clase de cine y estaba llegando tarde. Atravesé el pabellón sorprendido al enterarme que los colegios primarios tienen una doble vida: se convierten en centros culturales cuando cae el sol. Despacito, abrí la puerta del aula, incliné la cabeza frente al profesor como pidiendo disculpas y seguí derecho a buscarme un lugar entre las gradas. Eran unas gradas de madera, bien largas y con cinco escalones para sentarse. Encontré mi lugar en el cuarto escalón, dejé a un lado el morral y recién ahí me tranquilicé.

El profesor estaba parado allá abajo, hablando de algún plano secuencia delante de un pizarrón verde. Era un pibe joven que me cayó simpático. Claro que lo que más me intrigaba eran mis nuevos compañeritos. Siendo mi primera vez en un centro cultural, era un misterio saber si me encontraba rodeado de jóvenes hippies, yuppies arrepentidos o viejos buscando una manera de matar el tiempo antes de que el tiempo los matara a ellos. De eso dependía una pequeña, pero importante, parte del interés del curso: minitas.

Miré hacia mi derecha para estudiar el panorama y me topé con dos ojos clavados en los míos. Venían de allá al fondo y me obligaron a desviar la mirada inmediatamente. En ese segundo llegué a ver una sonrisa y unos cuántos rulos, pero ahora sólo podía ver al profesor diciendo algo del plano americano. Si mi piel fuera otra, tendría los cachetes enrojecidos. Me alegré de no ser tan evdiente.

Entonces el profesor agarró una tiza y escribió en el pizarrón: ALGO PASO ENTRE NOSOTROS. Dijo que había una cámara a disposición y que teníamos que dividirnos en dos grupos y salir a filmar por turnos un corto sin editar con ese título.
-En sus marcas, listos, ya!

Me tocó en el grupo de ella, claro. Ella, yo y otros cuatro muchachos.
-Ya sé -dijo uno-, un tipo está sentado en este piano tocando, no? Pero entonces viene alguien de atrás y lo empieza a ahorcar, y mientras él se ahoga sigue tocando cada vez más fuerte, no? Porque en realidad el que lo ahorca es él mismo, porque el tipo es esquizofrénico, entendés? Y mientras le cae sangre por el cuello se mojan las teclas del piano de rojo y el asesino se ve en el espejo y se da cuenta que es él mismo...
-Bueno bueno, pero cómo hacemos para filmar eso? -dije yo-. No tenemos sangre y cómo mostramos que él es el mismo. Es medio complicado, no te parece?
-Hagan lo que quieran -se enojó. Tenía unos borcegos grandotes, el ceño fruncido y un tic nervioso en el ojo izquierdo. Se corrió a un lado, frustrado, y encendió un cigarrillo. Mi parte esquizofrénica me dijo a mí mismo que me callara la boca.

Hubo otras ideas, pero ninguna convencía. El otro grupo ya estaba filmando y pronto nos traerían la cámara para que en diez minutos resolviésemos el asunto. Algo había que hacer. Por eso largué todo sin pensarlo:
-Y si hacemos esto? Un chico sentado en las gradas mientras el profesor da clases. El chico mira a la derecha para ver a una chica y descubre que ella ya lo estaba mirando desde antes. El chico, cagón, no puede sostener la mirada y se va al mazo: Algo pasó entre nosotros.

Por supuesto que todos coincidieron en que era fácil de hacer y que ella debía hacer de ella (era la única chica) y yo de yo (era el de la idea).
Plano 1: yo sentado mirando al frente, de pronto miro hacia la derecha.
Plano 2: ella mirandome fijo a los ojos.
Plano 3: el gil pone cara de sorprendido y corre la vista hacia el piso.
Listo el pollo. Tasa a tasa cada uno a su casa.

Pasaron seis meses hasta que hablé del tema con ella en el encuentro de fin del curso. En todo ese tiempo no intercambiamos más que un par de palabras.
Claro que se acordaba, cómo no se iba a acordar. Y por supuesto que se había dado cuenta; fue muy evidente. Esa noche encontré la manera de invitarla a salir, porque siempre pensé que la historia que debía contarles a mis nietos sobre cómo conocí a la mujer de mi vida tenía que ser parecida a esta.

Fuimos a una plaza de barrio norte a tomar un helado en un día de verano. Hablábamos de cine, la pasábamos bien, hasta que en un momento se largó una leve llovizna. Nos sorprendió, porque el día era perfecto, y nos dimos cuenta de que fuera de la plaza no llovía. Era una nube pasajera que estaba justo arriba nuestro, como si fuéramos ese dibujo animado del personaje pesimista al que lo sigue una nube que le llueve sólo a él porque todo le sale mal. Yo lo tomé como una señal: las cosas estaban saliendo muy bien. Era el momento de la película en que él aprovecha y le da el primer beso. Entonces le dije:
-Es el momento de la película en que la pareja perfecta se da el primer beso.
Y acerqué la cabeza.

Pero no siempre la vida es como en las películas.

Y sin embargo no puedo evitar seguir con la esperanza de que la mía sí lo sea. Por eso estoy atento a las señales, y cuando tropiezo con una buena historia, presto atención. No sea cosa de perderme a la mujer de mi vida.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Una chica asi dijo...

ayy, que lindo. me encantó mucho. muchísimo.

mEy! dijo...

Harás supirar a unas cuantas con esta historia, eh.