jueves, 14 de marzo de 2013

BLADE RUNNER

Tengo ganas de ver de nuevo esta película, después de leer la novela que la originó: ¿Sueñan los andorides con ovejas eléctricas? Hace tiempo quería leer algo de Philp K. Dick, porque muchas de las películas basadas en sus cuentos me gustaron: A Scanner Darkly, El vengador del futuro, Minority Report.

De lectura fácil y ágil, el libro está lleno de ideas novedosas que pasan de largo porque, ansioso por saber cómo sigue la historia, uno las asume como parte de ese mundo que el escritor supo inventar. Pero algunas oraciones aisladas de lo subrayado queda en claro el alto delirio e inventiva del autor.

1.
Tenemos que ahorrar para poder comprarnos una oveja de verdad que sustituya a la falsa eléctrica que tenemos en la azotea. Para eso llevo todos estos años esforzándome.

2.
-Estaba en una estado de ánimo 382, acababa de marcarlo.
-Marca el 888: el deseo de mirar televisión sin importar lo que pase alrededor.

3.
La fuerte fragancia de la felicidad emanaba aún de él, la sensación de ser, por primera vez en su torpe vida, útil.

4.
Digamos que ponemos el avestruz en un contrato de treinta meses a un interés muy bajo, del seis por ciento al mes.

5.
Se manifestó de nuevo cierto odio hacia su oveja eléctrica, a la que tenía que cuidar y de la que se ocupaba como si estuviera viva. "La tiranía de un objeto -pensó-.No sabe ni que existo". Como los androides carecía de la habilidad de apreciar la existencia de otro.

6.
Los falsos empiezan a parecerse demasiado a los verdaderos. ¿Qué me dice de esos circuitos que incluyen en los nuevos para que finjan enfermedades?

7.
La mayoría de los androides que conozco tienen mayor vitalidad y deseo de vivir que mi esposa.

8.
Lo que pasa con los conejos, señor, es que todo el mundo tiene uno. Me gustaría que ascendiera a la categoría de las cabras, un lugar al que creo que pertenece.

9.
Es la condición esencial de la vida verse requerido a traicionar la propia identidad. Es la maldición de la obra, la maldición que se alimenta de toda la vida. Hasta en el último rincón del universo.

10.
Me gustaría encargar kilo y medio de moscas artificiales que sean capaces de zumbar y volar de verdad, por favor.



lunes, 4 de marzo de 2013

CICATRICES

Tengo que pedirle disculpas a Juan José Saer, por no haberlo leído antes. Voy a seguir incursionando en él con insistencia, para redimirme. Al leer Cicatrices me dieron ganas de sentarme a escribir.
Acá dejo unas frases que quedaron rebotando de este gran libro:

1.
Hace un frío de la madona. Un frío del carajo hace. En la Antártida, en comparación, uno podría andar en pelotas lo más tranquilo. Es la locura. Aquí uno echa un gallo y cae un cachito de hielo sobre la vereda. Todo el mundo anda escupiendo escarcha. Antes de ayer, sin ir más lejos, un tipo que andaba por calle San Martín abrió la boca para saludar a un amigo que pasaba por la vereda de enfrente y no la pudo volver a cerrar porque se le llenó de escarcha. Tuvieron que aplicarle un soldador para que pudiese volver a cerrarla, porque el frío que le estaba entrando por la boca abierta había empezado a congelarle la sangre.

2.
Vi a mamá contemplándome desde la puerta del dormitorio. Me miraba sorprendida. Yo me había tomado más de media botella. Me puse de pie de un salto.
-Salud -le dije, alzando el vaso hacia ella y mandándome un trago.
Ella estuvo parpadeando durante unos segundos, inmóvil, mirándome de arriba a abajo. Después volvió a entrar en su dormitorio, dando un portazo, sin pagar la luz. Recién cuando estuvo adentro me di cuenta de que yo estaba completamente desnudo y con el pito parado.

3.
Mi padre era un hombre tan insignificante que la más pequeña hormiga del planeta que hubiese muerto en su lugar habría hecho notar más su ausencia que él. Era delgado, pero no demasiado delgado; callado, pero no muy callado; tenía buena letra, pero a veces le temblaba el pulso. No tenía ningún plato preferido, y si alguien le pedía su opinión sobre un asunto cualquiera, él invariablemente respondía: "Hay gente que entiende de eso. Yo no". Pero no había un gramo de humildad en su respuesta, sino absoluta convicción de que ésa era la verdad. De modo que cuando mi padre murió, el único cambio que hubo en mi casa fue que en el lugar que él ocupaba en la cama ahora había aire. Creo que esa fue la modificación más notoria que produjo en su vida: dar espacio. Dejar un espacio libre de un metro setenta y seis de estatura y cierto espesor, de modo que lo que él interrumpía con su cuerpo volviera a convertirse otra vez en sustancia respirable para el beneficio de la humanidad.

4.
Yo estaba jugando al póker desde la noche anterior a la vuelta de mi casa. va el dueño de casa a atender el timbre y vuelve diciéndome: Sergio, es tu abuelo. Le mando a decir que pase. Se inclina hacia mí y me dice al oído: Hijo, dice tu mujer que si no vas antes de media hora, se envenena. Dígale que se envenene, digo yo. Mi abuelo se va y vuelve treinta y cinco minutos después. Se inclina otra vez y me dice al oído: Hijo, se ha envenenado. De modo que pido permiso a la mesa para levantarme antes de la hora fijada, y voy a casa y la encuentro muerta.

5.
Mi corazón se sacudía más que los dados cuando yo agitaba el cubilete y lo volcaba sobre la mesa. No se puede apostar al caos. Y no porque no se pueda ganar, sino porque no es uno el que gana, sino el caos el que consiente.

6.
Había limpiado mi casa enteramente, salvo las manchas oscuras de los gallos pardos de mi abuelo, imborrables, cobrando la mísera suma de tres mil pesos mensuales, sin gastar un centavo durante dieciocho meses, y después me había dado todos sus ahorros para que yo los perdiera en dos horas. Me levanté y le di un beso en la frente.
Que Dios te bendiga, le dije. Que Dios bendiga cada uno de tus cabellos y te tenga en la gloria, por toda la eternidad.
Delicia se echó a reír y después dijo que se iba a dormir la siesta.

7.
Todos los vicios son solitarios. Todos los vicios necesitan de la soledad para ser ejercidos. Asaltan en soledad. Y al mismo tiempo, son también un pretexto para la soledad.

8.
Si uno sabe vaciar la mente del todo, y sobretodo no engañarse, y sentirse capaz de esperar, el pálpito llega.

9.
Le dije que todas las razones eran boludas para caer preso. Que si él se abstenía de sermonearme yo iba a soportar mejor el hecho de estar preso. Marquitos me dijo que yo tenía mala cara.
Perdí la buena al punto y banca, hace tiempo, dije yo.
Te confieso que no entiendo nada de tu vida, dijo Marquitos.

10.
Cuando un tipo no sabe qué hacer para hincharle las pelotas al prójimo, hay que recomendarle que se meta en la policía.


lunes, 28 de enero de 2013

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS -TERCERA PARTE

Se establecieron detrás de un médano y prepararon las bebidas. El Misionero se despachó con su especialidad: Fernet en balde metálico.
-Es la Gatorade del momento! –dijo él después de probarlo.
-Cómo la Gatorade del momento?
-Claro… Después del fútbol no hay nada mejor que la Gatorade. Nada. Es exactamente lo que necesitás. Y en este preciso momento, este Fernet es mi Gatorade.
Sin embargo, enseguida la Rubia se despachó con un Fernet Menta totalmente inesperado. Y aunque no era tan refrescante, el suyo era ADICTIVO.
Él probó y no lo pudo creer. Convidó para certificarlo y Chocho tampoco lo pudo creer. Cuando se lo dieron a Pocahontas, descubrieron su naturaleza adictiva.
Ella bajo ninguna circunstancia accedió a devolver el vaso. Primero intentaron con chistes, después con el policía bueno y malo, y por último con amenazas directas.
No hubo caso.
Decidió que Pocahontas sería una heroinómana con pésimo compañerismo, y la tachó de su lista de posibles amigos en caso de convertirse en junkie.

A lo lejos vieron luces raras. Había varios colores: amarillo, rojo, verde, azul. Estaba oscuro y por la distancia no se distinguían bien; pero descartaron la posibilidad de que fueran autos porque las luces se movían individualmente. Como si un grupo de extraterrestres bajara a la playa a explorar con linternas de colores.
Hicieron lo que suele hacerse cuando aterriza un plato volador: se quedaron mirando.
-Qué es eso?
-No, pero fuera de joda, qué es eso?
-En serio, qué es eso?
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se quejó José Paranoico.
Los más valientes empezaron a avanzar lentamente hacia las luces.
Adelante iba una línea formada por Difusa, Experienced Girl y la Rubia. Detrás, en la segunda línea, seguían él, Chocho y el Misionero.
-Las chicas adelante, como debe ser –dijo el Misionero.
-Y sí… imaginate si son extraterrestres. Es una buena táctica: les enviamos mujeres drogadas y contentas. Básicamente, lo mejor que tenemos. Si eso no les gusta, estamos perdidos.
Cuando llegaron, por supuesto, no vieron nada. Las luces habían desparecido.

Decidieron seguir camino y mudarse a la carpa inmensa de los cuatriciclos, en caso de que volviera a llover. Desde ahí también se veían luces raras. Era en la terraza de una casa cercana; salían chispas como si estuvieran haciendo un asado. Pero las chispas eran verdes. ¿Estaban asando a un humano? ¿Eran fuegos artificiales?
-Creo que ya se lo que es –dijo la Rubia, recién llegada a la carpa.
-Si es la del boliche de los bichos ya la pensamos –respondió Chocho.
Los misterios se acumulaban.

Una vez dentro de la carpa, todo lo externo resultaba sospechoso. Él, Chocho y Experienced Girl se quedaron un rato largo al borde del límite de la carpa mirando hacia la orilla. Veían a una figura difusa a unos diez metros de donde estaban parados; pero no era Difusa (ella estaba sentada con Invalid Man).
Los tres veían algo, no quedaban dudas.
-Es un fantasma.
-Es neblina concentrada.
-Es un voyeur.
-Es uno de nosotros que se pregunta si esas tres figuras son fantasmas, neblinas o voyeurs.
En silencio, también se preguntaban si lo estaban inventando.
-Basta, vamos los tres a ver qué es –dijo él-. La sugestión me está matando.
-No, no se puede. Hay que dejarlo ser sin preguntar. No podemos saber nunca –dijo Experienced Girl.
La película había cambiado de género. La última parte de la trilogía ya no era comedia existencialista, sino un thriller sobrenatural.

Para distraerse se quedaron charlando un rato sentados en ronda dentro de la carpa. Después de un tiempo notaron que hacía más de media hora que el Misionero estaba parado en un médano cercano. Lo podían ver desde ahí, pero no llegaban a vislumbrar qué estaba haciendo exactamente. Era imposible que se pasara tanto tiempo meando.
-Parece estar hablando por teléfono.
-Con quién? Tiene novia el Misionero?
-Le pasará algo?
-Para mí que está tirando facha al horizonte.
-Quizás es un espía de los extraterrestres, y está pasandoles nuestras coordenadas.
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se quejó José Paranoico, una vez más.
Esta vez él sí se animó a acercarse. Subió lentamente el médano y lo vio hablando muy concentrado por celular. Le llamó la atención y le preguntó con los dedos gordos si estaba todo Ok.
-Y? Qué le pasa? –le preguntaron a la vuelta.
-Todo bien, dice que ya viene. Está hablando con su contestador.
Todos ríeron, aunque era una de las imágenes más tristes que podían llegar a existir. Un hombre llamando a su contestador para contarse a sí mismo lo bien que la estaba pasando con los chicos y todos los detalles del viaje.
Desolador.

Difusa le hizo puchero a Invalid Man y, a pesar de que la arena todavía estaba mojada, Mr. Barrabrava, el Misionero y Siempre Voluntario se embanderaron en una travesía hacia ninguna parte en busca de troncos secos. Siempre Voluntario no se andaba con chiquitas: su primera aparición era una Misión Imposible.

Ya sin Mr. Barrabrava, los miedos se incrementaron. ¿Y ahora quién iba a defenderlos? Estaban desprotegidos. Cada vez que alguien salía de la carpa, ya sea a hacer pis o mirar el infinito, la película de suspenso volvía a empezar.
-Mirá, ves eso? –señaló él a una figura poco visible a la distancia.
-Si qué pasa?
-Esa es la Tercera Persona. Nadie sabe quién es. Puede ser Chocho meando. Pero también puede ser un asesino, un Alf o un fantasma.
La Tercera Persona empezó a acercarse muy lentamente hacia la carpa. Era una sombra, podía ser cualquier cosa.
-Ahí viene. Seguramente es Chocho, pero ahora una parte de tu respiración se paraliza y pregunta: y si no es Chocho? La sentís a la respiración quietita, preguntando?
La sombra estaba más cerca, ya no había tiempo de escapar.
-Sí –dijeron las chicas.
Chocho llegó y vio una serie de caras de espanto.
-Qué les pasa?
-Nada, que eras la Tercera Persona, pelotudo. Cómo no avisás? –se quejó Pocahontas.
-Chocho no tiene la culpa -lo defendió él-. En un rato voy a ir a hacer pis, y cuando vuelva la Tercera Persona voy a ser yo. Todos vamos a ser la Tercera Persona porque siempre hay alguien externo, al acecho. Y en la oscuridad la Tercera Persona es una incógnita. Hasta que en un momento ya nos vamos a relajer. Y, como ent oda película de terror, cuando eso pase, el que se acerque va a ser alguien inesperado.
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se hubiera quejado José Paranoico si estuviera con ellos. Pero la Tercera Persona en ese momento era justamente J.P.
Estaba arriba de un médano, mirando hacia el mar.
-Voy a hacerme Tercera Persona, ya vuelvo –dijo él, y fue hacia el médano.

José Paranoico estaba en paz, como un Hombre Mirando al Sudeste, pero con malla, sombrero de cowboy y anteojos de sol. Él lo copió y juntos fueron secuela: Hombres Mirando al Sudeste.
Hablaron del resentimiento que uno lleva a todos lados; esa especie de nube negra alrededor de la cabeza que oscurece los pensamientos dejándolos parcialmente nublados. Se dieron cuenta de que en ese momento la nube se había disipado por completo y decidieron recordar lo bien que se sentía no sentirla para tener por siempre la certeza de que era posible vivir sin ella.
El viento le volaba el flequillo. La luna ya se veía en el cielo y desde arriba del médano él se sentía como si todo lo que hubiera abajo, incluyendo el horizonte, fuera suyo.
-Qué cosa esto, no? –dijo -. Es una continuidad de momentos inolvidables.
-Lástima que en la práctica todo se pierde, hasta los momentos inolvidables –dijo J.P -Y más si vienen en continuado. Los aislados son más fáciles de recordar.
-A mí eso me desespera un poco. El dolor que siento cuando se escapa y se pierde un recuerdo… es como si YO fuera el que va desapareciendo de a poco. Creo que por eso me gusta escribir… para atraparlos.
-Es imposible. Aunque los atrapes igual se pierden. No es lo mismo.
-Yo creo que hay una forma de salvarlos. Sólo UNA, y es compartiéndo el momento con alguien. Porque en cada reencuentro los dos pueden recordarlo y revivirlo con sólo verse a los ojos. Y si lo revivís, ese momento sigue existiendo.
-Hasta que uno de los dos muera. Y después el último también se apague, como todo.
Se quedaron en silencio mirando al mar. Parecía que ese era exactamente el lugar para tener ese tipo de conversaciones.
J.P. miró abajo hacia la carpa, donde estaban los demás
-Fijate: nosotros ahora estamos como afuera. Somos los externos, los personajes secundarios.
Él iba a explicarle lo de la Tercera Persona, pero no dijo nada. Para qué, si ya lo había entendido todo.

Bajaron a ser Primeras Personas nuevamente. La ronda de Fernet seguía viva, y todos tuvieron conversaciones que no se recuerdan porque no fueron debidamente registradas. En una película, esta parte los mostraría riendo con música de fondo.

En eso vieron que desde la orilla, a lo lejos, llegaban tres nuevas Terceras Personas, pero aparentemente todos ellos estaban adentro de la carpa. ¿Sería Mr. Barrabrava y compañía? Pero si fueran ellos debían traer troncos y no precisamente del mar.
Nerviosos, todos se lamentaron de la ausencia de Mr. Barrabrava, garantía de seguridad, y de la maldita paradoja de que, cuando regresara Mr. Barrabrava, su regreso iba a ser tan terrorífico como este (si es que este no era efectivamente su regreso).
Las tres Terceras Personas ya estaban más cerca y no cabían dudas de que se dirigían hacia la carpa. Hacia ellos. Ya podían distinguir que venían con palos en las manos y pañuelos tapándoles las caras.
-Hola, quiénes son? –gritó Chocho asustado.
Las tres Terceras Personas no respondieron. Siguieron avanzando con sus palos y pañuelos, imparables, temibles. Sin Mr. Barrabrava ellos eran pan comido.
-Quiénes son? Misionero? Siempre Voluntario? –siguió Experienced Girl.
-Respondan por Dios!
-Dónde está Mr. Barrabrava? Dónde?
Ya estaban dentro del límite de la carpa. Todos se prepararon para lo peor. El más alto de los tres plantó su palo en la arena y se sacó el pañuelo, heróico.
-El Príncipe! –gritó él.
-Y Guitarrista… Duendecilla!
-Hijos de mil putas, por qué no respondieron?
-No los escuchábamos, por los pañuelos.
-Casi nos matan del susto, de dónde vienen con esos palos?
-Del bosque –respondió Duendecilla-, estuvimos todo el tiempo en el bosque. Salimos de ahí hace un ratito. Fue una travesía interminable.
Él se acercó y los abrazó a los tres.
-Bueno, pero lo lograron. Bienvenidos al final de la trilogía. Vamos a terminar con esto de la mejor manera.

Los invitaron a instalarse y tomar del Fernet-Gatorade (el Menta seguía sellado en las garras de Pocahontas). Brindaron e intercambiaron peripecias.
-Vimos unas luces de colores alienígenas –contó J.P.
-Nosotros también las vimos! –dijo Duendecilla-. Pero las vimos del otro lado. Eran seis o siete, de distintos colores… vinieron desde el bosque y fueron a la playa hasta el mar. Después volvieron al bosque y desaparecieron. Eran duendes!
-En serio?
-Duendecilla sabe, deben ser parientes.
-Basta, con eso no se jode –dijo J.P-, en serio eran duendes?
-En realidad no los vimos bien –explicó Guitarrista-, pero para nosotros era una Visita Guiada al Mar para Duendes.
-Ah, entonces no saben. Quizás eran los Hendicitos que querían ver el mar..
-Los qué?
-Nada, los Hendicitos… son de un chiste. No importa.
Una vez aclarados los asuntos incomprobables, se prepararon para lo que venía con buen ánimo. Todo estaba saliendo perfectamente.

Él fue a mear a los médanos y vio el milagro: Mr. Barrabrava avanzaba corriendo arrastrando un árbol entero!
Llevaba un tronco detrás de la cabeza agarrado con ambos brazos como Jesucristo, y de ese tronco salían sogas que se conectaban y ataban a una serie de ramas inmensas detrás de él. Era un hombre de fuerza sobrehumana demostrando su poder.
-Alabado sea Mr. Barrabrava! Y perdónanos tu crucifixión voluntaria...

Detrás de él venían Siempre Voluntario y el Misionero con más ramas. Llegaron con el último suspiro, apoyaron todo en la arena y se sentaron.
-Hacemos el fogón acá? –preguntó Chocho.
-No, vamos allá, donde escribimos “¡Es acá!” –dijo Difusa.
-Pero ahora ¡Es acá! es allá, y allá es acá. No tiene sentido.
-Pero lo habíamos subrayado!
Chocho se acerco a las ramas y notó que estaban mojadas.
-Me parece que esto no va a prender ni en pedo.
Después del esfuerzo, Misionero, Siempre Voluntario y Mr. Barrabrava quedaron mudos y sentados. El resto ya no dependía de ellos. La Misión Imposible estaba cumplida. ¿Qué más querían?
Chocho apiló las ramas de forma rudimentaria e intentó prender el fuego con ramas pequeñas y hojas sueltas.
Era imposible.
-Ya vuelvo –dijo, y salió a buscar alguna solución sin demasiada esperanza.

Los tres voluntarios eran testigos del fracaso del fogón. ¿Tanto esfuerzo sin sentido? El sonido de la desilusión es el silencio, y ellos lo estaban practicando.
Cuando alguien muere la gente suele callarse por un minuto, pero en la muerte del fogón el velatorio duró diez veces más. Fueron los primeros diez minutos tristes después de mucho, mucho tiempo.
La felicidad perfecta había sido contaminada, esa era la mayor tristeza.
Hasta que se escuchó un motor.

Nadie tuvo miedo esta vez (Mr. Barrabrava estaba de este lado de la cancha). El motor se oía cada vez más nítido, como una locomotora acercándose a una estación de tren. Y de pronto lo vieron: un cuatricilo iluminaba el velatorio.
Lo manejaba un desconocido, pero atrás suyo iba Chocho, más chocho que nunca, sonriendo con su gran boca chocha bien abierta, abrazado al conductor y agitando al viento un sombrero de cowboy. Fue la entrada estelar de su vida, y la estaba disfrutando como nadie. Chocho: el vaquero heróico. Chocho: el jinete cósmico a caballo del cuatriciclo, rescatando el fogón para limpiar la felicidad perfecta.
-¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
El desconocido del cuatriciclo trajo hojas y gasolina, y el fuego subió como un gran festejo. Sabio de perfil bajo, el desconocido supo ser héroe de incógnito y dejarle los flashes a Chocho. Todos le agradecieron, aunque el nunca supiera cuanto.

A la luz del fuego, los momentos inolvidables continuaron su continuidad.
La Rubia alzó al viento su molino de papel –regalo de Siempre Voluntario de camino a Gesell, para que no moleste- y sus hojas de plástico giraban rodando como si convocaran al pequeño extraterrestre de Mi Amigo Mac. Uiiiuuuu.
Invalid Man repartió las cartas imaginarias y él, Chocho y Experienced Girl jugaron un Chancho Inflado: el último que descubría los cachetes inflados perdía. Fueron las carcajadas más baratas que conocieron.
Después el cielo se abrió en un chasquido de dedos y subió el telón a toda su gama de estrellas. Él y Duendecilla bautizaron Perro Deprimido a un grupo de ellas, y se las guardaron para sí mismos junto con otros detalles que no deben escribirse.
Todo llegaba a su momento. Y ese momento siempre era ahora mismo.

Con el fogón aparecieron las chicas y chicos abstemios, sanos y salvos, entonando canciones de la infancia. Las cantaron de memoria, una tras de otra, con el mismo orden de los fogones del pasado.
Siempre Voluntario y su batucada propuso una canción de alabanza al sol, pero Guitarrista respondió con la canción antisol interpretada por el Polaco Albino amante del vodka y los días nublados.
Y el sol, con su silenciosa canción antipolacos, llegó para despedirlos.

Ya en la casa, él hizo lo posible para soñar, pero la pócima lo hacía imposible. Era como intentar dormir con las luces prendidas.
Finalmente decidió levantarse y bajar a escribir un poco.

Encontró una birome con forma de atrapa mariposas y se puso a cazar momentos. Uno por uno fueron cayendo. Y hasta encontró algunos recuerdos sin estrenar, como una reflexión que escribió sobre una película que todavía no había visto.
La película se llamaba Historias Extraordinarias; había leído sobre ella durante el último Bafici. Las críticas decían que la película iba a contracorriente del cine argentino solemne de historias mínimas, silenciosas, casi imperceptibles. Decía que era una épica de cuatro horas con historias infinitas que se iban contando e iban quedando en el camino para dejarle paso a las siguientes. Como una gran reivindicación de la ficción.
Pensó que la pócima era exactamente como la sinopsis de esa película. Que si se la toma con la gente adecuada, la vida se convierte en una ficción infinita de Historias Extraordinarias que van quedando en el camino.
Pensó que también era como volver a ser niños, porque en la infancia todo se ve con ojos nuevos y la imaginación es tan grande que se inventa ficciones en obras abandonadas, jardines traseros, sótanos, áticos e incluso habitaciones neutras.

Pensó todo eso y lo escribió justo antes de la palabra FINAL.

martes, 22 de enero de 2013

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS –SEGUNDA PARTE

Él y Chocho caminaban por una de las callecitas de tierra de Mar Azul. Habían logrado salir del bosque encantador junto con el Hombre Invisible que, arrepentido, también se divorció del Príncipe para ser LIBRE.
Los colores seguían estando. Por todos lados. Y ellos andaban con una liviandad similar a la que se conseguía con aquellas novedosas zapatillas Reebok del Pump it up.

En el camino se les cruzó un hombre. Con una rienda. Atada a un pony. Un pony de cabeza gacha. Con los ojos entrecerrados. Como si no hubiera dormido bien. Y arriba suyo, una niña. Feliz.
Él se sintió identificado con el animal. Estaba… sensible. Y entendía un poco mejor que siempre la verdadera naturaleza del asunto.
-Pobrecito el pony… -se lamentó.
-Por?
-Y… es mucho mejor ser caballo.
Ellos estallaron en risas. Pero él creía que era la pura verdad.
A veces, ser petiso, era contraproducente.

Un par de cuadras más adelante se encontraron con Invalid Man y sus Chicas Superpoderosas. Tenían todo muy organizado. Pocahontas sostenía un paraguas grande y, cuando Invalid Man fumaba, todas se agolpaban ahí dentro. Él exhalaba el humo -que quedaba retenido en el techo del paraguas- y ellas aspiraban el aire como cachorritos compitiendo por alcanzar un pedazo de la teta de mamá. Habían inventado la Pecera* Móvil.
Además, Experienced Girl llevaba dos parlantes portátiles conectados a su iPod en los bolsillos de su saco. Ella daba vueltas alrededor del paraguas pasando música de Pink Floyd con sonido surround, y agregaba efectos de burbuja de agua hechos artesanalmente con su boca. Una maravilla psicodélica.
Tenían la pecera. Tenían el estereo. Era como un auto sin auto. ¡El Auto Invisible!
Él se dio vuelta para preguntarle, pero el Hombre Invisible aseguró que suyo no era.
*Pecera: lugar cerrado donde el humo no escapa y se va tragando en cuotas.

Pasaron por la casa antes de ir hacia la playa. Él buscaba algo en el jardín trasero, pero no recordaba qué. Pocahontas estaba en una situación parecida.
-Di tantas vueltas a la casa que ya perdí la cuenta –contó ella.
-¿Hacemos una vuelta más en carrera de marcha?
-¿Sin correr?
-Sin correr.
Empezó a caminar más rápido, pero dándole cierta ventaja. Pocahontas iba primera cuando atravesaron el jardín delantero, pero él le pisaba los talones. Se dio cuenta de lo divertido que resulta ver a alguien esforzándose por correr lo más rápido que puede sin poder correr. Llegó un punto en que para ella fue inevitable hacer trampa, por la desesperación. Al final él le ganó corriendo, aunque ya se había perdido el espíritu de la competencia.
De todas maneras, siempre era mejor ganar.

Cuando llegaron a la puerta de entrada, todos los hombres estaban listos. Faltaban las mujeres. Pocahontas trajo el paraguas, aunque ya no llovía.
-No lleves paraguas. Los hombres no llevan paraguas. Los hombres se mojan.
-Pero yo no soy hombre.
-¿Para qué llevás el paraguas?
-Por si acaso.
-Por si acaso es de putos.
-Tampoco soy puto.
-¿Querés o no querés ser uno de nosotros?
Ella lo pensó un segundo.
-Quiero -dijo.
-¡Entonces compórtate como un hombre caracho! ¡Dejá el paraguas!
De alguna manera la convencieron.
-Además –agregó él-, nuestra pócima es anticlimática. No importa el tiempo que haga, ella todo lo puede. Es antilluvia. Como si fuera un campo de fuerza que crece en la capa externa de la piel. El agua rebota.
Nadie dijo nada, pero él sintió que estaban de acuerdo.

Ya estaban todos afuera de la casa distribuidos en la calle de tierra. Pero faltaba uno. En la espera, Difusa se divertía haciendo el Periscopio. Consistía en poner las dos manos una delante de la otra, como si fuera un periscopio. Dejando un agujero en el medio y poniendo el ojo en el agujero de entrada, las cosas se ven más grandes. Con todo detalle. Al enfocar toda la atención en ese agujerito pequeño que queda, lo demás pierde sentido y la imagen se ve nítida.
Él lo hizo y comprobó la mentira con la que venden el largavistas. Con las manos también se pueden ver granitos a kilómetros de distancia. Y los que están al lado de uno se ven más lejos, a otra distancia.
Cuando enfocó hacia Difusa, vio por su periscopio que ella lo estaba viendo a unos veinte metros de distancia desde su propio periscopio. Primero pensó que propio periscopio sonaba muy divertido. Después, comenzó la guerra de las miradas.
Desde las ranuras se veían a la perfección. Ella reía allá a lo lejos.
-¡Dejá de verme vos! –grito él.
No le gustaba sentirse observado, pero Difusa no abandonaba. ¿Quién soportaría más?
-¡Basta che! ¡Dejame en paz! –le gritó otra vez.
Esto le estaba afectando. Se sentía encerrado en su ranura, y atravesado por el agujero de enfrente. Decidió perder para no perder la cabeza.

El camino hacia la playa era en bajada. Las chicas iban más adelante, brincando como niñas, bien bien alto. Eran como duendecillas. ¿Dónde estaría duendecilla? ¿Seguría en el bosque con Guitarrista y el Príncipe?
Cuando las alcanzaron, escucharon a Experienced Girl adelantando el futuro:
-Cuando lleguemos a la playa vamos a dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas hasta caer en la arena.

Apenas llegaron a la playa, se dieron cuenta de que estaban divididos en dos grupos: los Coloridos y los Apagados.
Difusa era líder de los Coloridos: con su vestido verde vivo se había transformado en la Chica Fosforescente. Chocho parecía el líder de los Apagados, por su ropa gris y tez morena. Pero había algo raro en el medio. Una Voz llegaba flotando de alguna parte y no la podían distinguir.
--------------------Y entonces el Hombre Invisible se reveló como hombre invisible-------------------------------------------
La Voz dijo estar ahí. Dijo ser parte de ellos, pero de ninguno de los dos grupos. Todos quedaron patidifusos (Chica Fosforescente e Invalid Man más que nadie).
La Voz se describió a sí misma para que pudieran verla. Ellos inclinaron los ojos para seguir su descripción, y casi se mueren del susto cuando lo encontraron.
Estaba ahí, entre todos. Vestido de cepia, con remera de cielo nublado, piel de arena mojada y ni un pelo en su cabeza. Perfectamente camuflado: ¡El Hombre Invisible!
Cada tanto lo perdían, claro. Y él se hacía visible haciendo mortales y rondós fli flás. Coloridos y Apagados charlaban en ronda, de pronto sentían una brisa y de un vistazo les llegaba la imagen pasajera de las volteretas del Hombre Invisible, que se quería hacer ver. Era mágico.

Difusa estaba decidida a encontrar el lugar para hacer el fogón. Lo habían escrito en la arena, con signos de exclamación (¡Es acá!) cuando ellos estaban en el bosque encantador. La lluvia seguramente habría borrado la inscripción.
-¡No! –dijo Dufusa-. Si hasta lo subrayamos.
Entonces Experienced Girl salió corriendo hacia la orilla. Difusa la siguió y los demás se quedaron viéndolas a lo lejos como daban vueltas y vueltas y vueltas y vueltas hasta caer a la arena. Les salió perfecto. Lógico, lo tenían planificado.
-Qué cosa las mujeres, eh. Son otra raza.
-Siempre te sorprenden, siempre es algo nuevo –dijo Invalid Man.
Se dieron cuenta que Pocahontas estaba con ellos.
-¿Y vos qué hacés acá? Alguien que le suelte la correa a esta chica, che.
Todos se fijaron pero nadie la tenía atada. El Hombre Invisible juró que no tenía una correa transparente.
-No traje paraguas –dijo ella-. Ya soy una de los hombres.
-Si llegás a hablar de esto te enterramos.
-Ya hicimos tu tumba. Es justo debajo de un inscripción que dice ¡Es acá!
-Está subrayada.
Ella pareció entender la sugerencia. Era importante que esa pregunta eterna (¿de qué hablan los hombres cuando no están con las mujeres?) nunca encontrara su respuesta.

-El piso es el mejor lugar de todos –dijeron las chicas al volver.
Todos miraron la arena, pero no le vieron nada especial. En su vistazo alrededor, él vio pasar una ráfaga de una mortal atrás del Hombre Invisible. Cuando lo quiso felicitar, ya no estaba. Entonces quiso comprobar si era cierto lo que decían las chicas del piso y decidió llegar a él con la técnica de las medialunas infinitas.
Apuntando a la orilla arrancó su secuencia de medialunas continuadas, una detrás de otra. Llegó a contar veinte hasta que perdió la cuenta junto con la vista y el sentido común. Ya nada era común. El cielo estaba nublado y todo lo demás también: sus manos, el piso, su respiración. No sabía qué era arriba, abajo o al costado. Y cuando finalmente se desplomó, sintió caer hacia arriba.
Desde ahí abajo (o arriba, no estaba seguro) todo giraba y él no sabía si lo que se movía eran sus ojos, el mundo, su cabeza -al estilo exorcista- o su inconsciente. Le pareció que el movimiento era en el sentido de las agujas del reloj, pero también podía ser en el sentido que se repartían las cartas en una mano de poker. Quizás los dos sentidos coincidían (nunca estuvo seguro de cómo se reparten las cartas en el poker).
Hasta que en un momento, recuperó el foco. Y entendió todo.
Eran las nubes. Estaban tan tridimensionales. Crecían en capas de diversas formas y texturas, se apilaban unas sobre otras y parecían acercarse, envolverlo y llevárselo por partes.
Primero, su mente. Se le fue yendo de a poquito y él se dejó hacer.
Paradójicamente, mientras volaba entre las nubes, era su cuerpo el que hacía angelitos en la arena, muy despacito. En paz.
-El piso es el mejor lugar de todos –dijo al volver.

Cerca de la ronda, las tres chicas estaban acostadas en la arena como una Santa Trinidad. La cabeza de Pocahontas sobre el estómago de Difusa; la de Difusa sobre la panza de Experienced Girl, y la de ella sobre el ombligo de Pocahontas. Tan felices.
Invalid Man se maravilló con la escena y empezó a sacarles fotos con flash.
-Basta chicos –se quejó Experienced Girl-, flasheen con otra cosa.
Él giró la cabeza hacia la orilla y distinguió al Hombre Invisible sentado en silencio a unos metros de la Santa Trinidad. Estaba tan cepia como siempre, dibujando la situación a la distancia con lápiz en un cuadernito tipo sketchbook.
Él se sintió identificado con su distancia, porque cada tanto también acostumbraba a verse desde afuera. Solo que en vez de dibujar, escribía. Se alejaba un poco para que no lo vieran –por vergüenza-, y se mandaba mensajes de texto con palabras que ayudaran a recordar los momentos para luego salvarlos frente a la computadora.
Palabras como medialunas infinitas, propios periscopios o santa trinidad

Cuando la Santa Trinidad se disolvió, las chicas sintieron una urgencia de conectarse con la Rubia. La Rubia era primeriza en el universo psicodélico e, ingenua, se había encaminado en un viaje a Villa Gesell con el Misionero y Mr. Barrabrava. No los veían desde las cinco de la tarde, cuando todos brindaron con la pócima en cartoncito.
-Hay que llamar a la Rubia.
-Dónde está la Rubia?
-Llamá a la Rubia!
Invalid Man abrió el celular y marcó el teléfono.
–Quién quiere llamar a la Rubia? –respondió un eco cercano.
-La Rubia! –gritaron las tres. Y se abalanzaron corriendo hacia la oscuridad de la playa, hasta que la encontraron y le hicieron montonera de abrazos.

Todo llega en la vida. Sólo hay que saber esperar.
La diferencia es que, con la pócima, todo llega inmediatamente. Esa es su magia.

Con la Rubia, también llegaron el Misionero y Mr. Barrabrava junto con los demás.
También cayó la noche, definitivamente.
Y la secuela moría en trilogía.

domingo, 20 de enero de 2013

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS – PRIMERA PARTE

Eran muchos, más de quince. Todos tomaron su ración y se dispersaron. La aventura recién comenzaba.

Él se internó en el bosque junto al Chocho, la Duendecilla, el Guitarrista, el Hombre Invisible y el Príncipe (aunque todavía no se sabía que el Hombre Invisible era hombre invisible ni que el Príncipe era príncipe).
Era un bosque de piso anaranjado debajo de un cielo parcialmente nublado, con probabilidades de lloviznas.
-¿Nunca estuviste en un bosque de Arrayanes?
-No, ¿Cómo es?
-El bosque es naranja por los troncos de los árboles. Parece que es de los únicos bosques de Arrayanes que existen e el mundo; es una de esas razones por las que deberías estar orgulloso de ser argentino. ¿Te sentís orgulloso?
-No.
-Porque no fuiste. Cuando vayas, te vas a sentir. Dicen que ahí fue donde Walt Disney hizo Bambi. Siempre me lo imaginé sentado en el bosque con un caballete dibujando a los bambis que pasaban. Recién ahora me doy cuenta de que la imagen es ridícula.

Miró al piso para ver de cerca la causa del naranja. Era por los miles de residuos que caían de los árboles: especies de pajitas unidas con la forma de los huesitos de la buena suerte del pollo que se sostienen con el dedo chiquito para pedir deseos.
El viaje empezaba en un bosque con piso de deseos. Pensó que era buen augurio, y deseó únicamente que los deseos se cumplan.

Se le ocurrió que alguien una vez deseó con mucha gana que existiera en alguna parte un bosque de deseos; y el pobre todavía no se había enterado que su deseo ya se había cumplido del otro lado del mundo. Acá mismo.
El bosque era un secreto por dos razones:
a) La gente que pide deseos con residuos de árboles que tienen forma de huesito de pollo son minoría.
b) Los que piden deseos después se olvidan de fiscalizar su cumplimiento. Así es que nadie averigua qué métodos para pedir deseos son los que en realidad funcionan; y nadie toma a los verdaderos con la seriedad que se merecen.

Empezó a lloviznar a eso de las seis de la tarde. Habían caminado menos de una hora, pero él ya se sentía perdido. Era una costumbre suya desligarse de la ubicación siempre que estaba rodeado de gente. Creía que su función era la de generar conversaciones. La orientación le correspondía a otro.

La lluvia se hizo fuerte. Chocho sabía volver, pero los demás querían seguir. Había varios caminos por elegir.
----Y entonces El Príncipe empezó a erigirse como príncipe-----.
Caminaba delante de todos, marcando el camino con su buzo rojo agarrado únicamente de la capucha a su cabeza. Le colgaba como capa, con las mangas libres de brazos. Tenía la cara muy Daniel Day Lewis –según como le diera la luz- y un palo de bosque (hermano del alma) para reafirmarle los pasos. Era un líder romántico, soñador, lleno de buenos sentimientos. Lo veían brincar por el sendero y mirarlos cada tanto desde arriba de la ladera para señalarles el camino.

Chocho tenía la certeza de que su camino no los llevaría a ninguna parte o de que, al menos, no los llevaría a la playa, a donde querían llegar. Eso no importaba. Estaban contentos de poder seguir a un Príncipe.
Él nunca había visto a uno tan de cerca.
-Son como nosotros, pero distintos –pensó-. Eso se ve enseguida.

El Príncipe se detuvo frente al cementerio del automóvil. ¿Cómo habría llegado hasta el bosque?
El coche estaba destrozado a un costado del sendero, cubierto por ramas de un árbol caído. El Príncipe se acercó, chequeó que no hubiera sobrevivientes y luego lo golpeó con su palo en el capot, como si lo estuviera bautizando.
-Listo –dijo-, lo acabo de hacer arte.
-Si no fuera por el auto, diría que es una naturaleza muerta.
De pronto, un hombre bien flaco y largo, con barba también larga pasó por el camino a unos metros de ellos. Llevaba de su mano a una niña también flaca y larga larga.
-Shh –dijo el Príncipe agachandose-. Mirá, Duendecilla: fauna!
-Es un yeti! –se asustó él.
El yeti los vio y saludó con la mirada. Ellos sonrieron. Por suerte era un yeti bueno, como el de los Henderson.

Se sentaron sobre unos troncos. El Guitarrista pareció emocionarse. Miraba hacia arriba, a todos lados, y con los ojos llorosos se llevaba la mano al pecho, golpeándose el corazón.
-Vos y yo bosque… vos y yo… de corazón te lo digo eh.
-Si, no? El bosque es otra cosa.
-El bosque es una de las mejores cosas que hay en el mundo –dijo el Guitarrista-. Hay pocas cosas mejores que el bosque… y una de ellas son los ácidos.
Todo rieron. Lo gracioso es que era verdad, por supuesto.
-Además una vez que estás adentro del ecosistema te sentís parte. Como si pertenecieras.
El Príncipe asintió con toda su sabiduría:
-El bosque te envuelve. Pero también te puede llegar a encerrar, como aquellos bosques de las leyendas. Una vez que entrás no podés salir: quedaste atrapado.
-A mí me pasó una vez eso mismo –dijo él-. En un ascensor.

La lluvia se había agotado. O sea, ya no tenía gotas.¿Por qué uno está agotado cuando se siente cansado? Si transpira más.
Él se dio cuenta de esto, pero también se dio cuenta que el piso ahora era de arena. Y que el MEJOR MOMENTO es después de la lluvia. No existe un mejor clima.
Después de la lluvia las plantas despiertan con olores y colores. Después de la lluvia la arena es perfecta para hacer castillos. Después de la lluvia la naturaleza festeja, y si no te das cuenta, es porque no sabés ver. O porque no tomaste la pócima.
Le dieron ganas de hacer una canción que se llame Después de la lluvia, pero pensó que seguramente ya la habría hecho Tolkien, y desistió.

Finalmente El Príncipe los guió hasta el final del camino. La ladera subía, el piso era de arena, no quedaban dudas: del otro lado verían el mar. Subieron corriendo hasta arriba de todo como niños yendo hacia el arenero. Cuando llegaron, vieron que estaban rodeados de árboles por todos lados. El mar no se veía por ningún lado.
-Vení, subí vos también –le gritó el Príncipe a Duendecilla, que se había quedado abajo-. Vas a ver qué decepcionante que es… no te lo podés perder!

Él vio al Príncipe con su palo arriba de la ladera mirando hacia el bosque infinito. Sintió que estaba dentro del final sorpresivo de la primera entrega del Señor de los Anillos.Chocho sintió exactamente lo mismo. Ambos decidieron que era momento de separarse del Príncipe. Necesitaban hacer su propio camino.
Guitarrista, Duendecilla y el Hombre Invisible decidieron quedarse.
-Ya nos veremos en la tercera parte, dondequiera que sea –les dijeron.
Y se fueron. Hacia la secuela.

martes, 1 de enero de 2013

NADIE PERTENECE AQUÍ MÁS QUE TU

Esa sería la traducción a "No one belongs here more than you", el excelente libro de cuentos de la gran Miranda July, autora de "Yo, tú y todos los demás" y "El futuro", dos películas muy recomendables. Acá un link donde publicitó de manera muy original su libro: http://noonebelongsheremorethanyou.com/00025

Yo lo encontré en una reciente visita fatídica para ver a mi hermano y sus nuevos niños en Miami. Haberlo comprado es una de las cosas rescatables del viaje. Sólo ella es capaz de unir palabras tan dispersas como "ternura" y "perversión" con total naturalidad en cada uno de sus cuentos. La soledad es tal vez lo que más recorre las historias. Me gustaría traducir cada uno de ellos pero lamentablemente no tengo ganas. Sí les traduzco algunas frases, como siempre, especialmente para ustedes, quienes quieran que sean.

1.
Vicente tiene una esposa llamada Elena. Es griega y rubia. Teñida. Iba a ser amable y no mencionar que es teñida, pero realmente no creo que le importe que sepan. De hecho, creo que a ella le copa el look teñida, con las raíces negras. ¿Qué pasaría si fueramos amigas cercanas? Si le pidiera prestada ropa y ella dijera, "eso te queda mejor a vos, deberías quedártelo". ¿Qué pasaría si ella me llamara llorando y yo tuviera que ir a su casa y calmarla en la cocina, y Vicente tratara de entrar a la cocina y nosotros le dijésemos "¡Afuera, esto es charla de chicas!". Elena y yo nunca seríamos amigas cercanas porque yo soy la mitad de alta que ella. La gente tiende a relacionarse con los de su propio tamaño porque es más fácil para el cuello. A menos que estén involucrados románticamente, en cuyo caso la diferencia de tamaño es sexy. Significa: estoy dispuesto a recorrer la distancia por vos.

2.
Los Nuevos Hombres están aún más en contacto con sus sentimientos que las mujeres, los Nuevos Hombres lloran. Los Nuevos Hombres quieren tener hijos, quieren parir, así que a veces cuando lloran es porque no pueden hacerlo. Los Nuevos Hombres dan y dan y dan. Vicente es director de arte, y eso es muy Nuevo Hombre.

3.
No sabía mucho de epilepsia, pero me imaginaba más sacudones. Le moví el pelo de la cara. Puse mi mano debajo de su nariz y sentí los gentiles respiros. Apoyé mis labios en su oreja y le susurré: "no es tu culpa". Quizás esto era lo único que quisiera decirle a alguien, y que me lo digan.

4.
Cuando una ballena muere, cae al fondo del océano bien despacio en el transcurso de un día. Todos los otros peces la ven caer como una estatua inmensa, como un edificio, lentamente.

5.
Si hubiera un mapa del sistema solar, pero en lugar de estrellas mostrara a personas y sus grados de separación, mi estrella sería la que tendrías que tardar más años luz para llegar a la de él. Morirías tratando de llegar a él. Sólo podrías esperar que los nietos de tus nietos lleguen a él. Sus hijos serían todos hermosos y de la realeza y mis hijas mujeres de mediana edad trabajando para organizaciones sin fines de lucro. Venimos de largas dinastías de gente destinadas a no conocerse.

6.
Ese día cargué mi sueño a todos lados como un vaso lleno de agua, moviéndome despacio para no perder nada de él.

7.
¿Creés que posiblemente nunca más cojas en la vida? Cuando me dijiste que Carl te dejó, eso es lo primero que me vino a la mente: ella nunca más va a coger.

8.
El año pasado un chico me preguntó qué me hacía a mí la experta, y fui honesta con él. Le dije que tenía más miedo a los terremotos que nadie. Tenés que ser honesto con los niños. Le describí mi pesadilla recurrente de estar asfixiada entre escombros. él puso una mano en mi hombro y me dio una hoja de árbol que casi tenía la forma de un tiburón. Me dijo que era la mejor; me mostró otras de su colección, todas menos tiburonescas. La llevé a casa en mi cartera; la puse en la mesa de la cocina; la miré y me fui a dormir. Y después, a la mitad de la noche, me levanté y la tiré a la basura. Simplemente no tengo lugar en mi vida para una cosa así.

9.
Cuando mi hermana estaba en el college solía llevar a casa a chicos así. Me llamaba a la mañana siguiente:
-Podía verla en sus pantalones, estaba medio dura, pero ya se podía ver que era grande.
-Por favor detente ahora.
-Se la ató con una soga pequeña o algo así y me dijo que me tocara. ¿Alguna vez te dijeron eso? Tocate. Y cuando estaba toda húmeda el pendejo acabó en mi cara antes de metérmela. ¿Podés creerlo? Supongo que nunca antes había visto una conchita blanca.
Y entonces mi hermana hacía una pausa para escuchar el sonido de mi respiración en el teléfono. Ella podía esuchar que había acabado. Así que me decía adiós y yo le decía adiós y cortábamos. Siempre fue así entre nosotras. Siempre cuidó de mí de esta manera. Si pudiera matarla en silencio sin que nadie se enterara, lo haría.

10.
En la pesadilla recurrente todo ya se colapsó y yo estoy debajo. Gateando por días debajo de los escombros. Y mientras me arrastro me doy cuenta de que este fue el Gran Terremoto. El que movió al mundo y todo fue destruido. Pero esta no es la parte que da miedo. Esa parte siempre viene justo antes de despertar. Estoy arrastrándome, y de repente me acuerdo: el terremoto pasó hace años. Este dolor, esta muerte, es normal. Así es la vida. De hecho, me doy cuenta, nunca hubo un terremoto. La vida es simplemente así, rota, y estoy loca por esperar otra cosa.

11.
Este es el problema de mi vida, me apuro en todo, como si me persiguieran. Aún en las cosas cuyo objetivo es ser lentas, como tomarse un té relajante. Cuando tomo un té relajante, lo bebo como si fuera una competencia de quién puede tomar té relajante más rápido. O estoy en un jacuzzi con otra gente y estamos mirando a las estrellas, soy la primera en decir "esto es hermoso". Cuanto antes decís "esto es hermoso" más rápido podés decir "wow, me estoy sobrecalentando, voy a salir".

12.
Odiaba mi trabajo pero me gustaba que podía hacerlo. Solía pensar que era fragil pero no lo era. Era como de repente ser buena en deportes. Contaba largas historias que iban alrededor de mi concha mojada. Abría cada parte de mi cuerpo, les decía a los cientes que los extrañaba y estos clientes se hacían regulares y los regulares se convertían en acosadores.

13.
Theresa Lodeski era muy muy linda, pero tenía una gemela, Pauline, que era infinitamente más linda que ella. Si pusiéras las caras una al lado de la otra y buscaras las diferencias, parte por parte, no podrías encontrarlas. Pero todos sabían. La única razón para ver a Theresa era para chequear si era Pauline. Cuando no lo era, mirabas a otro lado. Cuando era, mirabas un rato más.

14.
Aprendimos a ser discretos. Ayudaba e hecho de que a nadie realmente le importaba nadie más que ellos mismos de todos modos. Se fijan para asegurarse que no estás matando a nadie, nadie que ellos conozcan, y vuelven a a lo que estaban diciendo sobre que piensan que pueden estar teniendo un breakthrough en su relación consigo mismos.

15.
Sentía hambre, la expresión corporal de la esperanza.

16.
Un buen contador haría contaduría en vez de contratar a otro contador un poco más barato y quedarse con la diferencia. Los contadores hacen esto todo el tiempo, y también los restaurantes hindúes. ¿Vegetales al wok? Buena elección. El mozo le da la orden al cocinero, el cocinero al delivery, el delivery corre una cuadra y pide vegetales al wok en el otro restaurante indio, el sucio, sólo delivery. Por eso es que los restaurantes caros tardan en traerte la comida. ¿Por qué alguien haría esto? Tomarse todo el trabajo de fingir ser un contador cuando es tanto más fácil no serlo. Creo que le dijo que era contador en su primera cita.

17.
Volví al trabajo al otro día por curiosidad, como la gente que regresa a sus pueblos después de la guerra para ver lo que quedó. La abrochadora estaba ahí, y estaba mi silla y mi escritorio, y él y su escritorio. Pero todo lo demás había desaparecido. Todas las cosas invisibles no estaban, y en su lugar sólo había un mal contador y su secretaria. Pensé en renunciar ahí mismo. Y en cortarme el pelo, y cortar su pelo, y mezclarlos y prenderlos fuego y después renunciar.

18.
En el octavo día del resto de mi vida me empecé a preguntar si esto realmente era el resto de mi vida o simplemente una continuación de la anterior.

19.
La gente pobre que gana la lotería no se transforma en rica. Se transforma en gente pobre que ganó la lotería.

20.
Todos los días se pedían disculpas sin palabras por no amarse como lo habían planeado.