miércoles, 8 de julio de 2009

CASI PEÑA

Quedamos en la puerta del teatro a las ocho, pero yo llegué tarde por culpa de mi hermana. Siempre que llego tarde es por culpa de mi hermana. Ella, reina de la impuntualidad, me hizo esperar tantas veces a lo largo de la vida que programó mi inconciencia a demorarse a propósito para no ser nunca más aquel gil que mira el reloj frustrado parado en una esquina.

Llegué tarde y las puertas del teatro permanecieron cerradas. Ella estaba enojadísima. Y con razón. Espero no haberla programado para llegar tarde a todas sus próximas citas. Aunque empezar una reacción en cadena que elimine la existencia de relojes podría generar un mundo más relajado.
Pero también más argentino.
Mejor apostemos a la puntualidad. No conviene correr el riesgo.

Caminamos por la vereda hasta que se nos ocurriera qué hacer en vez del teatro. Ella iba a paso rápido, como escapándose. Me costaba alcanzarla y tuve que contarle chistes desde la espalda para que aflojara. Finalmente aminoró el paso. No creo que haya sido por mi comentario de que el ritmo lento de mis piernas cortas era una toma de postura frente a la velocidad imperante del mundo y que si ella se sumara a la idea en una de esas haríamos revolución.
Fue, más que nada, porque no tenía otra opción.

Ya caminando a la par hacia ninguna parte, como en las mejores citas, intercambiamos nuestras teorías del amor.
La mía era que comenzar una relación era como encender un fuego.
Y uno para lograrlo contaba con dos cosas:
-el material a quemarse (metáfora de la personalidad).
-el elemento encendedor (metáfora del atractivo físico).

Seguro, había rubios alemanes de uno ochenta que encendían relaciones al instante con su potente lanzafuegos; pero si su vanidad les daba una personalidad papel-de-diario entonces la cosa no duraba demasiado. Tampoco convenía ser de esas personas con enorme corazón de carbón, capaces de mantener las brasas vivas por siempre jamás si una mujer piadosa tuviera alguna vez la paciencia suficiente para esperar que encienda su fuego con dos míseras piedritas de náufrago en isla desierta.
Yo, a mi entender, contaba con unos fósforos, tres papeles de diarios enrollados y una personalidad madera de tronco de grosor medio.
No estaba mal.

Ella tenía una teoría del amor distinta.
Las relaciones son como las prendas de ropa:
Había algunos muchachos-fuxia capaces de generar fanatismo y necesidad urgente de tenerlos, aunque al poco tiempo pasaban de moda. Y estaban los pibes-remera-de-adolescencia que por alguna razón cuesta descartarlos. Cada tanto se los saca del ropero y se duerme con ellos puestos una vez más para recordarlos.

Por supuesto que la ropa extranjera siempre llama la atención por ser exótica y distinta, y las prendas clásicas de un color liso siempre funcionan pero a la larga aburren. Ella decía que le daba lástima cómo se vestía cierta gente, aunque por otra parte en el amor todo es subjetivo.
Con tal de cubrirse un poco.

Esa noche salvamos la cita. Sin embargo, a la larga la cosa no funcionó y quedamos amigos. Pero después ella se negó a atenderme el teléfono por imaginar que no la buscaba como amiga. Y yo odié tardar en entender, y la odié por no dejarme explicar.
Tuve que expulsarla de mi vida para que ella volviera como amiga.
Seis meses después.

Y ahora, con la muerte del puto lindo, los dos pensamos en todas esas veces en que pensamos ir a verlo y no fuimos. Esa noche fue la más cercana de todas. Nuestra noche Casi Peña.

La guardaré por siempre en mi colección de recuerdos, junto a ese abrazo largo y verdadero de primera cita con la imagen reciente en la cabeza de un padre desplomándose en la arena de una playa sin avisar y una nena alegre corriendo a tirársele encima sin entender.

Todavía sin entender.
Igual que yo.

6 comentarios:

Carozo de Palta dijo...

me encanta esto de las pruebas de vida.
tanto, que casi me lo afano para mi blog.

MQDLV dijo...

pucha, querido firulo, anda tan romántico estas veces. qué lindo que recuerde así, lindo, a un recuerdo a pesar de que siga sin entender. sin entender.
(ah, quiero ser silvia suller) besos!

Malena dijo...

me encantaron esas formas de ver las relaciones...la suya me hace acordar a la metafora de los fosforos de como agua para chocolate...

últimamente leerlo me pone un poco melancólica...

Firulo dijo...

Robe nomás, carozo, pero qué vendría a ser lo de la prueba de vida? Los recuerdos?

MQDLV, usted siempre fue un poco silvia suller. Basta con leerla.

Y male, no leas mi blog en días que no sean domingo. La melanco va bien con los domingos.

MQDLV dijo...

lo dice usted por mi magistral actuaciòn radial?

Malena dijo...

lo de su actuación radial va más allá de mi conocimiento mqdlv pero coincido...la melanco va bien con los domingos. jajaja