martes, 22 de enero de 2013

HISTORIAS EXTRAORDINARIAS –SEGUNDA PARTE

Él y Chocho caminaban por una de las callecitas de tierra de Mar Azul. Habían logrado salir del bosque encantador junto con el Hombre Invisible que, arrepentido, también se divorció del Príncipe para ser LIBRE.
Los colores seguían estando. Por todos lados. Y ellos andaban con una liviandad similar a la que se conseguía con aquellas novedosas zapatillas Reebok del Pump it up.

En el camino se les cruzó un hombre. Con una rienda. Atada a un pony. Un pony de cabeza gacha. Con los ojos entrecerrados. Como si no hubiera dormido bien. Y arriba suyo, una niña. Feliz.
Él se sintió identificado con el animal. Estaba… sensible. Y entendía un poco mejor que siempre la verdadera naturaleza del asunto.
-Pobrecito el pony… -se lamentó.
-Por?
-Y… es mucho mejor ser caballo.
Ellos estallaron en risas. Pero él creía que era la pura verdad.
A veces, ser petiso, era contraproducente.

Un par de cuadras más adelante se encontraron con Invalid Man y sus Chicas Superpoderosas. Tenían todo muy organizado. Pocahontas sostenía un paraguas grande y, cuando Invalid Man fumaba, todas se agolpaban ahí dentro. Él exhalaba el humo -que quedaba retenido en el techo del paraguas- y ellas aspiraban el aire como cachorritos compitiendo por alcanzar un pedazo de la teta de mamá. Habían inventado la Pecera* Móvil.
Además, Experienced Girl llevaba dos parlantes portátiles conectados a su iPod en los bolsillos de su saco. Ella daba vueltas alrededor del paraguas pasando música de Pink Floyd con sonido surround, y agregaba efectos de burbuja de agua hechos artesanalmente con su boca. Una maravilla psicodélica.
Tenían la pecera. Tenían el estereo. Era como un auto sin auto. ¡El Auto Invisible!
Él se dio vuelta para preguntarle, pero el Hombre Invisible aseguró que suyo no era.
*Pecera: lugar cerrado donde el humo no escapa y se va tragando en cuotas.

Pasaron por la casa antes de ir hacia la playa. Él buscaba algo en el jardín trasero, pero no recordaba qué. Pocahontas estaba en una situación parecida.
-Di tantas vueltas a la casa que ya perdí la cuenta –contó ella.
-¿Hacemos una vuelta más en carrera de marcha?
-¿Sin correr?
-Sin correr.
Empezó a caminar más rápido, pero dándole cierta ventaja. Pocahontas iba primera cuando atravesaron el jardín delantero, pero él le pisaba los talones. Se dio cuenta de lo divertido que resulta ver a alguien esforzándose por correr lo más rápido que puede sin poder correr. Llegó un punto en que para ella fue inevitable hacer trampa, por la desesperación. Al final él le ganó corriendo, aunque ya se había perdido el espíritu de la competencia.
De todas maneras, siempre era mejor ganar.

Cuando llegaron a la puerta de entrada, todos los hombres estaban listos. Faltaban las mujeres. Pocahontas trajo el paraguas, aunque ya no llovía.
-No lleves paraguas. Los hombres no llevan paraguas. Los hombres se mojan.
-Pero yo no soy hombre.
-¿Para qué llevás el paraguas?
-Por si acaso.
-Por si acaso es de putos.
-Tampoco soy puto.
-¿Querés o no querés ser uno de nosotros?
Ella lo pensó un segundo.
-Quiero -dijo.
-¡Entonces compórtate como un hombre caracho! ¡Dejá el paraguas!
De alguna manera la convencieron.
-Además –agregó él-, nuestra pócima es anticlimática. No importa el tiempo que haga, ella todo lo puede. Es antilluvia. Como si fuera un campo de fuerza que crece en la capa externa de la piel. El agua rebota.
Nadie dijo nada, pero él sintió que estaban de acuerdo.

Ya estaban todos afuera de la casa distribuidos en la calle de tierra. Pero faltaba uno. En la espera, Difusa se divertía haciendo el Periscopio. Consistía en poner las dos manos una delante de la otra, como si fuera un periscopio. Dejando un agujero en el medio y poniendo el ojo en el agujero de entrada, las cosas se ven más grandes. Con todo detalle. Al enfocar toda la atención en ese agujerito pequeño que queda, lo demás pierde sentido y la imagen se ve nítida.
Él lo hizo y comprobó la mentira con la que venden el largavistas. Con las manos también se pueden ver granitos a kilómetros de distancia. Y los que están al lado de uno se ven más lejos, a otra distancia.
Cuando enfocó hacia Difusa, vio por su periscopio que ella lo estaba viendo a unos veinte metros de distancia desde su propio periscopio. Primero pensó que propio periscopio sonaba muy divertido. Después, comenzó la guerra de las miradas.
Desde las ranuras se veían a la perfección. Ella reía allá a lo lejos.
-¡Dejá de verme vos! –grito él.
No le gustaba sentirse observado, pero Difusa no abandonaba. ¿Quién soportaría más?
-¡Basta che! ¡Dejame en paz! –le gritó otra vez.
Esto le estaba afectando. Se sentía encerrado en su ranura, y atravesado por el agujero de enfrente. Decidió perder para no perder la cabeza.

El camino hacia la playa era en bajada. Las chicas iban más adelante, brincando como niñas, bien bien alto. Eran como duendecillas. ¿Dónde estaría duendecilla? ¿Seguría en el bosque con Guitarrista y el Príncipe?
Cuando las alcanzaron, escucharon a Experienced Girl adelantando el futuro:
-Cuando lleguemos a la playa vamos a dar vueltas y vueltas y vueltas y vueltas hasta caer en la arena.

Apenas llegaron a la playa, se dieron cuenta de que estaban divididos en dos grupos: los Coloridos y los Apagados.
Difusa era líder de los Coloridos: con su vestido verde vivo se había transformado en la Chica Fosforescente. Chocho parecía el líder de los Apagados, por su ropa gris y tez morena. Pero había algo raro en el medio. Una Voz llegaba flotando de alguna parte y no la podían distinguir.
--------------------Y entonces el Hombre Invisible se reveló como hombre invisible-------------------------------------------
La Voz dijo estar ahí. Dijo ser parte de ellos, pero de ninguno de los dos grupos. Todos quedaron patidifusos (Chica Fosforescente e Invalid Man más que nadie).
La Voz se describió a sí misma para que pudieran verla. Ellos inclinaron los ojos para seguir su descripción, y casi se mueren del susto cuando lo encontraron.
Estaba ahí, entre todos. Vestido de cepia, con remera de cielo nublado, piel de arena mojada y ni un pelo en su cabeza. Perfectamente camuflado: ¡El Hombre Invisible!
Cada tanto lo perdían, claro. Y él se hacía visible haciendo mortales y rondós fli flás. Coloridos y Apagados charlaban en ronda, de pronto sentían una brisa y de un vistazo les llegaba la imagen pasajera de las volteretas del Hombre Invisible, que se quería hacer ver. Era mágico.

Difusa estaba decidida a encontrar el lugar para hacer el fogón. Lo habían escrito en la arena, con signos de exclamación (¡Es acá!) cuando ellos estaban en el bosque encantador. La lluvia seguramente habría borrado la inscripción.
-¡No! –dijo Dufusa-. Si hasta lo subrayamos.
Entonces Experienced Girl salió corriendo hacia la orilla. Difusa la siguió y los demás se quedaron viéndolas a lo lejos como daban vueltas y vueltas y vueltas y vueltas hasta caer a la arena. Les salió perfecto. Lógico, lo tenían planificado.
-Qué cosa las mujeres, eh. Son otra raza.
-Siempre te sorprenden, siempre es algo nuevo –dijo Invalid Man.
Se dieron cuenta que Pocahontas estaba con ellos.
-¿Y vos qué hacés acá? Alguien que le suelte la correa a esta chica, che.
Todos se fijaron pero nadie la tenía atada. El Hombre Invisible juró que no tenía una correa transparente.
-No traje paraguas –dijo ella-. Ya soy una de los hombres.
-Si llegás a hablar de esto te enterramos.
-Ya hicimos tu tumba. Es justo debajo de un inscripción que dice ¡Es acá!
-Está subrayada.
Ella pareció entender la sugerencia. Era importante que esa pregunta eterna (¿de qué hablan los hombres cuando no están con las mujeres?) nunca encontrara su respuesta.

-El piso es el mejor lugar de todos –dijeron las chicas al volver.
Todos miraron la arena, pero no le vieron nada especial. En su vistazo alrededor, él vio pasar una ráfaga de una mortal atrás del Hombre Invisible. Cuando lo quiso felicitar, ya no estaba. Entonces quiso comprobar si era cierto lo que decían las chicas del piso y decidió llegar a él con la técnica de las medialunas infinitas.
Apuntando a la orilla arrancó su secuencia de medialunas continuadas, una detrás de otra. Llegó a contar veinte hasta que perdió la cuenta junto con la vista y el sentido común. Ya nada era común. El cielo estaba nublado y todo lo demás también: sus manos, el piso, su respiración. No sabía qué era arriba, abajo o al costado. Y cuando finalmente se desplomó, sintió caer hacia arriba.
Desde ahí abajo (o arriba, no estaba seguro) todo giraba y él no sabía si lo que se movía eran sus ojos, el mundo, su cabeza -al estilo exorcista- o su inconsciente. Le pareció que el movimiento era en el sentido de las agujas del reloj, pero también podía ser en el sentido que se repartían las cartas en una mano de poker. Quizás los dos sentidos coincidían (nunca estuvo seguro de cómo se reparten las cartas en el poker).
Hasta que en un momento, recuperó el foco. Y entendió todo.
Eran las nubes. Estaban tan tridimensionales. Crecían en capas de diversas formas y texturas, se apilaban unas sobre otras y parecían acercarse, envolverlo y llevárselo por partes.
Primero, su mente. Se le fue yendo de a poquito y él se dejó hacer.
Paradójicamente, mientras volaba entre las nubes, era su cuerpo el que hacía angelitos en la arena, muy despacito. En paz.
-El piso es el mejor lugar de todos –dijo al volver.

Cerca de la ronda, las tres chicas estaban acostadas en la arena como una Santa Trinidad. La cabeza de Pocahontas sobre el estómago de Difusa; la de Difusa sobre la panza de Experienced Girl, y la de ella sobre el ombligo de Pocahontas. Tan felices.
Invalid Man se maravilló con la escena y empezó a sacarles fotos con flash.
-Basta chicos –se quejó Experienced Girl-, flasheen con otra cosa.
Él giró la cabeza hacia la orilla y distinguió al Hombre Invisible sentado en silencio a unos metros de la Santa Trinidad. Estaba tan cepia como siempre, dibujando la situación a la distancia con lápiz en un cuadernito tipo sketchbook.
Él se sintió identificado con su distancia, porque cada tanto también acostumbraba a verse desde afuera. Solo que en vez de dibujar, escribía. Se alejaba un poco para que no lo vieran –por vergüenza-, y se mandaba mensajes de texto con palabras que ayudaran a recordar los momentos para luego salvarlos frente a la computadora.
Palabras como medialunas infinitas, propios periscopios o santa trinidad

Cuando la Santa Trinidad se disolvió, las chicas sintieron una urgencia de conectarse con la Rubia. La Rubia era primeriza en el universo psicodélico e, ingenua, se había encaminado en un viaje a Villa Gesell con el Misionero y Mr. Barrabrava. No los veían desde las cinco de la tarde, cuando todos brindaron con la pócima en cartoncito.
-Hay que llamar a la Rubia.
-Dónde está la Rubia?
-Llamá a la Rubia!
Invalid Man abrió el celular y marcó el teléfono.
–Quién quiere llamar a la Rubia? –respondió un eco cercano.
-La Rubia! –gritaron las tres. Y se abalanzaron corriendo hacia la oscuridad de la playa, hasta que la encontraron y le hicieron montonera de abrazos.

Todo llega en la vida. Sólo hay que saber esperar.
La diferencia es que, con la pócima, todo llega inmediatamente. Esa es su magia.

Con la Rubia, también llegaron el Misionero y Mr. Barrabrava junto con los demás.
También cayó la noche, definitivamente.
Y la secuela moría en trilogía.

2 comentarios:

Malena dijo...

sigo disfrutando de estas historias...
si...se que éstas historias existen...pero lejos de mi jaja...
aun me faltan años de busqueda de bosques y mares para que eso llegue..jaja

me rio mucho con esa narrativa extraordinaria para cosas que para otros serian irrelevates.. jeje

Firulo dijo...

Gracias male, como dice el relato: todo llega. También los bosques y mares y cuestiones irrelevantes que, a la distancia, son mucho más importantes.

beso