lunes, 5 de diciembre de 2011

NUESTRA PRIMERA VEZ

Levanté la vista y vi a una señora con anteojos. Me paré para darle el asiento. Estaba adelante y cualquier señora con anteojos y más de tres arrugas merece ese lugar más que yo. También por ansioso. Quería estar parado, ya que solo faltaban siete paradas para la mía.
-Es por vieja o tengo cara de cansada? - me pregunto al aceptar el gesto.
-Tengo ganas de esta parado. No tiene nada que ver con vos -le dije.

Se sentó y le preguntó a la señora que estaba a su lado:
-Usted cree que es por vieja o por cansada?
Se pusieron a hablar como dos viejas del vecindario. No llegaba a escuchar, pero me dio alegría vivir en una ciudad donde uno puede sentarse y hablar con el de al lado de cualquier cosa sin mayores introducciones. Podemos dialogar entre desconocidos sin que resulte un acontecimiento histórico.

Entonces lo vimos. Por primera vez. El paso a nivel de Monroe, recién inaugurado, hambriento, listo para deglutirnos. Creo que solté un gritito.
-Qué emoción, es mi primera vez -le dije a una médica parada a mi lado, a punto de tocar timbre.
-La mía también -confesó-, me muero de ganas.
-Hace como cinco años que lo están haciendo.
-Al fin este hijo de puta hace algo -dijo una cuarentona con pelo fuxia sentada cerca nuestro.
-No, es desde hace un año nomás. Empezaron en diciembre pasado -dijo otra señora. Macrista, suponemos.

Empezamos el descenso. Me sentí como un niño ante la bajada de la montaña rusa.
-Debe ser la primera vez de todos nosotros -dije, pensando que era cierto.
Repasé las caras y nos vi a todos contentos. De ahora en más, nuestra vida será más sencilla.

Pasamos por el túnel con los ojos bien abiertos, observando las menecitas y al muchacho que nos miraba desde arriba, como un muñeco del tren fantasma. Lo disfrutamos enormemente. Algunos reíamos.

Al pasar se bajó la médica.
A las tres paradas me bajé yo.

No necesito recordar a nadie de ese viaje, pero me gusta pensar que todavía están allá afuera, que son parte de mi ciudad.

No hay comentarios: