sábado, 6 de noviembre de 2010

TURISTA EN MI CIUDAD

Cada tanto fumamos uno que pega de verdad. Así estábamos, esperando el tren a las once de la noche en la estación de Vicente López. En pantalones cortos y camiseta de fútbol.

Pasan tres muchachos en jeans, gorro viscera y botines de fútbol cinco hablando y riendo con una tonada del interior.
-¿Sabés qué me pasa a veces cuando me drogo?
-Qué buena forma de empezar una frase.
-Me siento turista. Como si estuviéramos de vacaciones en una estación de tren en Salta, despreocupados por tener que llegar a algún lado. Mirando a un perro viejo, estudiando el comportamiento de la gente que pasa. Me da la sensación que si camináramos una cuadra hacia cualquier lado podemos encontrar una aventura. ¿No te pasa?
-A veces. Pero en tu lugar no me pasaría ahora mismo. ¿No dijiste que viviste más de veinte años en Vicente López?
-Por eso. Podría caminar por las mismas calles y en una de esas me encuentro a mí mismo jugando a la pelota en medio de la calle. ¡AUTO! Y correrme hasta el cordón en la misma posición para seguir enloquecido apenas pase.
-Con la pepa sí me pasa. Siempre soy extranjero con la pepa. No importa dónde esté.
Nos reímos compartiendo con la mirada dos recuerdos distintos pero exactamente iguales.

El tren no venía. Una señora llegó decidida para ir a cierta parte y al vernos nos preguntó por Avenida Libertador. Le indiqué que fuera hacia el lado contrario con la seguridad de saber dónde estaba parado y a dónde pretendía ir. Me volvi filosófico en un segundo. Suele sucederme.

-A veces me gustaría conformarme con tener un laburito que no demande demasiado. Cumplir horario y luego disfrutar del resto del tiempo. Pero uno pretende cierta cosa de sí mismo. Y eso requiere el esfuerzo de intentar convertirse en esa cosa, con el riesgo de fracasar y resignarse a ser otra. Y hay que ver si con el tiempo uno puede dejar de lamentarse por lo que no fue, y aceptar lo que es con alegría. ¿A vos no te pasa? ¿No te gustaría hacer algo con humor?
-Sí, pero pienso hacerlo en mi tiempo libre.
-¿Y tiene su encanto ser visitador médico?
-No es la alegría de vivir, pero qué se yo. Conocés ciertos personajes. Es como ser defensor. Elegís el puesto para ser titular, porque sino no jugás más de quince minutos. Y después le vas buscando el gustito. Te encariñás con tirarte al piso, putear al nueve y, cada tanto, salir jugando. Encontrás la manera de divertirte... pero en el fondo todos queremos jugar de diez.

Hay risas que uno las hace sonar fuerte porque la gracia llega más profundo, aunque no resulte natural la carcajada. Los dos nos reímos un rato de esa manera. Es como escribir jajajaja cuando algo te hizo reír solo frente a la computadora, con la diferencia que al escribirlo ya se siente falso. Nadie se ríe y escribe al mismo tiempo. Son acciones incompatibles. Por eso no me sale el jajaja. Trato de poner jjj en todo caso, para no ser antipático, pero me cuesta. En vivo es más fácil. La chispa de la risa emerge, y solo hay que darle un empujoncito.

Llegó el tren. Nos pusimos de pie para encaminarnos hacia ese colectivo de estímulos que suele encontrarse ahí dentro cuando te sentís turista. Él se acomodó y yo me senté enfrente suyo.

-Yo voy a seguir luchando para ganarme el puesto. La pregunta es si en algún momento voy a tener la tranquilidad de ser el diez, o estoy eligiendo la lucha eterna.

No supo responderme. El tren arrancó.

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