Regreso al Ambassador para ver el principio de Pechuga, el corto de Tián. Creo que la pelea viene pareja. Patidifusa patea con fuerza, es cierto, pero el cine está en su salsa, es su festival, y eso se respira. Yo estoy bien dispuesto. Que el Universo disponga; trataré de aceptar los resultados con alegría. Para ser sincero, cruzo los dedos porque mi futuro sea cinematográfico. Será más difícil lograrlo, es cierto, pero si en una de esas funciona la satisfacción será mayor.
Espero no ser más petiso de lo que me siento. Tampoco sé cuánto hay que estirarse para alcanzar algo en este rubro. Si hay que ser tan alto, si no hay que ser tan lento, si hay que tener más talento. Muchos llegan sin altura, por suerte o contacto. No sé cómo soportan el vértigo de estar arriba siendo tan cortos. Otra cosa me inquieta: al ir subiendo el espacio será más estrecho. Habrá que alzar los codos para no caerse de la escalera y yo no soy mañoso para esas trampas. En la planta baja somos todos amigos. Quisiera que eso se mantenga.
Ahora vean esto. Luego de seis cortos desparejos, llega por fin la gallina de Tián a ocupar la pantalla. El corto es mejor de lo que pensaba porque pude pensarlo más de lo que lo había pensado y verdaderamente está bien pensado. Decisiones acertadas. El trabajo sonoro, imágenes conceptuales, la elección de un actor con tremendo parecido a su gallina, pues ella es una extensión de él mismo. Eso no debe haber sido fácil de encontrar. Un hombre parecido a su gallina. O una gallina parecida a su hombre. Todo muy prometedor. Pero entonces, justo en la mitad, Pechuga se prendió fuego.
La cinta se calcinó en el proyector, la pantalla devolvió una película hervida, hecha fuego y globitos. Todos nos llevamos las manos a la cabeza diciendo una misma cosa: ¡UH! Se prendieron las luces de la sala. Listo el pollo, quemada la gallina. ¿Qué estará pensando Tián? ¿Y yo? ¿Qué tendrá que ver esto conmigo? ¿Qué estará pensando el Universo? El cine llevado a cenizas. Un corto muerto. El Universo debe estar mirándome atentamente deseando que lea bien su mensaje. ¿Muerte al cine? ¿Muerte a Tián? ¿Mi miniserie está en malas manos? Esto no es bueno.
Giro la cabeza para buscar a Tián entre la gente y compadecerme ante su cara de espanto. No lo encuentro, pero la veo a Clara. ¡Clara! Hace años que no veo tu cara, Clara, pero justo la semana pasada te envié un mail para ver si tenías algún contacto en canal Siete por mi nueva miniserie. Mi padre me había comentado que ella se cogía a Tristán Bauer, o a un amigo de Tristán Bauer. En fin, que por su chongo estaba entongada con el canal. ¡Es una luz al final del túnel! Una luz Clarita.
Subo unos escalones hacia ella y la veo con su amiga Mariela y su hermana (Ana, me recuerdan). Las saludo y en un nanosegundo les cuento todas mis coincidencias para que me ayuden a descifrar los designios detrás de este nuevo hecho. De hecho, al verlas de cerca, recuerdo unas cuantas señales potentes en nuestro pasado en conjunto.
A ellas las conocí hace unos cinco años en la orilla de una playa con piedritas en el sur. Estábamos todos parados con las bolsas de dormir hasta las tetillas mirando al infinito. Congeniamos. Jugamos carreras de embolsados, hicimos series de medialunas continuadas hasta caer al piso, competimos a ver quién lograba contar más estrellas. Yo conté 214 y me aburrí. A la noche los fideos salieron pegados, los comimos directo de la olla y en el fogón Clara nos sorprendió con sus talentos:
1-Prender fuego la punta de una ramita diminuta; soplarla hasta apagarla y dejar el extremo naranja; mover la ramita con gran rapidez formando figuras efímeras en el aire.
2-Enfocar la linterna dentro de la carpa; poner sus manos delante de la luz; hacer figuras de sombras; contar historias a través de ellas.
Con Mariela compartimos otra cosa. Un silencio a las tres de la mañana, los dos sentados sobre un tronco. Yo de novio, ¿ella dispuesta? No sé. Todavía no lo sé. Esa noche dormí para cumplir cierta regla acerca de la infidelidad: considerarla si surge, pero no generarla. Mariela fue la primera. Tres años después dejé pasar la segunda. Otra chica, otro lugar, mismas circunstancias. Si el Universo habló a través de ellas, con el tiempo aprendí a escucharlo. Siempre que volví de esos viajes mis relaciones murieron (recuerden chicos: Verano Mata Relación) y yo quedé atragantado con lo que pudo haber sido. Dudo que haya un strike tres.
Ahora la coincidencia. Años después del regreso de ese viaje al sur me entero de que Clara es hija de uno de los muchachos. Mi viejo se junta religiosamente todos los sábados a comer en el restorán La Escondida con los muchachos. Luigi, Jorge, Guillermo, Claudio y él. Desde hace treinta años. Clara, parece ser, es hija de Guillermo. Recién hoy la reencuentro después de tanto tiempo y novedad. Y eso no es todo: cinco años antes de que yo conociera a Clara, mi hermano Sebastián había entablado amistad con Martín. También en el sur. Martín resultó ser hijo de Claudio, otro de los muchachos. No sólo eso: vivía a media cuadra de la que por ese entonces era nuestra casa de Vicente López. Ahora Clara y Mariela me cuentan que este año se mudaron a dos cuadras de esa misma casa. ¿De qué sirve todo esto? No sé. ¿Será para contarlo?
Luego de veinte minutos sin corto decidimos salir. Bajando los escalones la veo sentada a Cinthia, ex editora de Haciendo Cine, en la época que yo era redactor. La saludo y me cae la ficha acerca de Ana, hermana de Clara. La recuerdo. Ella me recordaba, lo vi en su mirada, y yo hice de cuenta que también, pero no. Ahora sí. Fue en una fiesta. Me acerqué a hablarle. Dije algo divertido, no me acuerdo qué, pero por algo ella me recordaba. Hasta que me contó que su novio era Esteban, el que pasaba música, al que yo también conocía de la revista. Hoy Esteban es el nuevo editor de Haciendo Cine y yo me siento importante.
Tantas señales. Será como los goles y las mujeres: las coincidencias también vienen en rachas. Una vez que uno les presta atención ellas toman confianza y se mandan en caída libre desde el cielo cual equipo de paracaidistas listos para formar figuras en el aire. ¿Qué figura estarán tratando de formar? ¿Será un zapato? ¿Será un espejo de mí mismo? ¿Será egocéntrico sentir que el Universo me tiene en la mira? Ya no importa tanto qué me quiere decir, bastante es que se decida a hablarme. Es como en los premios Oscar: es un honor estar nominado. Antes de que saquen el sobre con el nombre del ganador, Mariela, Clara, Ana y yo nos vamos a comer.
martes, 21 de diciembre de 2010
miércoles, 15 de diciembre de 2010
SEÑALES - PARTE 4
Ante la ausencia de Jovic decido bajar del tercer piso del cine Ambassador para ir a comer algo al shopping. A la salida emerge de un salto Tián entregándome un volante para la proyección de su corto en Historias Breves VI. Tián, uno de esos tipos queribles que se las arreglan para parecer desarreglados, es uno de los creativos de Nah!, la productora amiga que cree firmemente en mi otra miniserie y trata de venderla. Tián, me corrigieron, no es diminutivo de Sebastián sino de Cristian. A mí me había confundido el acento. El acento en la gramática del nombre. Tián no habla con un acento distintivo de Sebastianes. Tián lleva puesta una barba de náufrago en sus comienzos y esa ropa de superantihéroe que, como buen superhéroe, suele ser un mismo uniforme fácilmente reconocible, y, como buen antihéroe, el uniforme consiste en camisa a cuadros abierta con dos o tres pines enganchados a la altura del corazón, remera simpática colorida, pantalón marroncito y zapatillas de lona turquesa. Tián me cae bien.
Dice que mi miniserie ahora mismo está en Chile presentándose junto a otros proyectos de Nah! como la adaptación del Auto Fantástico a los tiempos modernos: el Celular Fantástico. Pinta bien. Subtexto del Universo: (cine sí). Le comento que vi el final de su corto –me colé a la función y llegué a ver solo la segunda mitad- y que, por lo que llegué a ver, me gustó. No tuve que mentir. Me dice que lo mire entero, insiste con el volante viste, y le prometo tratar. Total prometer tratar no significa nada. Es la promesa más fácil que hice en mi vida. Pero la dije con sinceridad. La próxima vez voy a tratar de prometer, que es más difícil.
Mientras le doy el primer bocado a mi hamburguesa en el shopping y trato de conectarme a internet y pregunto la clave del wifi y como papas fritas tibias y pienso en otras cinco o seis cosas, veo el cartel promocionando la hamburguesa de pollo de Mostaza y me ataca un flashback. En el flashback estoy en la productora Nah! y Tián me adelanta algo de su cortometraje. Lo protagoniza un tipo y su gallina.
-Viví ocho meses con la gallina para entrenarla.
-¿Sí? ¿Y cómo se llama?
-Pechuga.
-Si hay algo que no entiendo es la gente que prefiere pechuga. Quiero uno de esos por favor, ¿pero no lo tiene más seco, aburrido y con menos sabor? Gracias. Si no es por razones dietéticas, es inentendible.
Tián sonrió con la sonrisa de un comediante. Me sentí como un mago tratando de sorprender a otro mago. Esas cosas no se hacen.
-¿Y qué tal Pechuga como mascota? ¿Si la llamabas venía?
-Sí, esos trucos los aprendió. La iba a traer al estreno, pero la tuve que mandar al campo de mi tía un tiempo y se murió allá. La agarró un perro.
-Las gallinas nunca mueren de viejas. Como las ovejas y las vacas, esos animalitos nacen tontos para ser masticados. Son pan comido. Se merecen su suerte. Si se rebelaran un poco, despertaran un poco, me daría culpa. Pero no. Por eso no soy vegetariano.
De nuevo esa sonrisa de comediante. Tengo que dejar de hacer esto.
-Igual es una lástima. Me hubiera interesado saber si Pechuga te reconocía en el campo luego de unos meses sin verte. O si se resentía porque la abandonaras. A mí me pasó con mi perro bóxer, todavía no me perdona. Siempre me mira de reojo, deja que lo acaricien todos menos yo. Está muy dolido. Nunca le pude explicar bien. Los perros entienden todo, menos ese tipo de cosas. ¿Cómo le explico a un bóxer lo que es un monoambiente? Yo lo hice para que tenga una mejor calidad de vida, y él no me lo perdona. Para abrazarlo tengo que traerlo a la fuerza. No es lo mismo.
¿A que no adivinan como me miraba Tián en ese momento? No me acuerdo. Ahí terminaba el flashback. Algo pasó y el presente se hizo presente.
Chequeando mails (uno puede tener flashbacks y chequear mails mientras tanto; hoy en día uno puede hacer casi cualquier cosa y estar chequeando mails al mismo tiempo) encontré uno que me llamó soberanamente (?) la atención. De: Universo, Para: Ferito. Era un mail que venía esperando desde hacía seis meses. El Ministerio de Educación finalmente dio luz verde al proyecto En Cortos y en Diciembre seré uno de los sesenta capacitadores que viajarán a lo largo y ancho del país a convencer a chicos de que ellos también pueden hacer cortos. Claro que para lograr eso primero tengo que convencerme a mí mismo. Yo puedo, ellos pueden, nosotros podemos. ¿De verdad puedo? Sí, puedo. Creo. ¿Por qué? Sin dudas esta señal es favorable al cine. Y entonces me llega un mensaje de texto al celular que dice: “Vendimos 2600 pesos!”. Es la venta diaria más grande desde el año y medio que llevo manejando calzado. Léase manejar calzado como tener un comercio de zapatos. Yo no tengo auto ni revolver debajo del asiento. El Universo y sus contradicciones. El cine quiere. Y yo quiero que el cine pueda. Pero Patidifusa resiste.
Dice que mi miniserie ahora mismo está en Chile presentándose junto a otros proyectos de Nah! como la adaptación del Auto Fantástico a los tiempos modernos: el Celular Fantástico. Pinta bien. Subtexto del Universo: (cine sí). Le comento que vi el final de su corto –me colé a la función y llegué a ver solo la segunda mitad- y que, por lo que llegué a ver, me gustó. No tuve que mentir. Me dice que lo mire entero, insiste con el volante viste, y le prometo tratar. Total prometer tratar no significa nada. Es la promesa más fácil que hice en mi vida. Pero la dije con sinceridad. La próxima vez voy a tratar de prometer, que es más difícil.
Mientras le doy el primer bocado a mi hamburguesa en el shopping y trato de conectarme a internet y pregunto la clave del wifi y como papas fritas tibias y pienso en otras cinco o seis cosas, veo el cartel promocionando la hamburguesa de pollo de Mostaza y me ataca un flashback. En el flashback estoy en la productora Nah! y Tián me adelanta algo de su cortometraje. Lo protagoniza un tipo y su gallina.
-Viví ocho meses con la gallina para entrenarla.
-¿Sí? ¿Y cómo se llama?
-Pechuga.
-Si hay algo que no entiendo es la gente que prefiere pechuga. Quiero uno de esos por favor, ¿pero no lo tiene más seco, aburrido y con menos sabor? Gracias. Si no es por razones dietéticas, es inentendible.
Tián sonrió con la sonrisa de un comediante. Me sentí como un mago tratando de sorprender a otro mago. Esas cosas no se hacen.
-¿Y qué tal Pechuga como mascota? ¿Si la llamabas venía?
-Sí, esos trucos los aprendió. La iba a traer al estreno, pero la tuve que mandar al campo de mi tía un tiempo y se murió allá. La agarró un perro.
-Las gallinas nunca mueren de viejas. Como las ovejas y las vacas, esos animalitos nacen tontos para ser masticados. Son pan comido. Se merecen su suerte. Si se rebelaran un poco, despertaran un poco, me daría culpa. Pero no. Por eso no soy vegetariano.
De nuevo esa sonrisa de comediante. Tengo que dejar de hacer esto.
-Igual es una lástima. Me hubiera interesado saber si Pechuga te reconocía en el campo luego de unos meses sin verte. O si se resentía porque la abandonaras. A mí me pasó con mi perro bóxer, todavía no me perdona. Siempre me mira de reojo, deja que lo acaricien todos menos yo. Está muy dolido. Nunca le pude explicar bien. Los perros entienden todo, menos ese tipo de cosas. ¿Cómo le explico a un bóxer lo que es un monoambiente? Yo lo hice para que tenga una mejor calidad de vida, y él no me lo perdona. Para abrazarlo tengo que traerlo a la fuerza. No es lo mismo.
¿A que no adivinan como me miraba Tián en ese momento? No me acuerdo. Ahí terminaba el flashback. Algo pasó y el presente se hizo presente.
Chequeando mails (uno puede tener flashbacks y chequear mails mientras tanto; hoy en día uno puede hacer casi cualquier cosa y estar chequeando mails al mismo tiempo) encontré uno que me llamó soberanamente (?) la atención. De: Universo, Para: Ferito. Era un mail que venía esperando desde hacía seis meses. El Ministerio de Educación finalmente dio luz verde al proyecto En Cortos y en Diciembre seré uno de los sesenta capacitadores que viajarán a lo largo y ancho del país a convencer a chicos de que ellos también pueden hacer cortos. Claro que para lograr eso primero tengo que convencerme a mí mismo. Yo puedo, ellos pueden, nosotros podemos. ¿De verdad puedo? Sí, puedo. Creo. ¿Por qué? Sin dudas esta señal es favorable al cine. Y entonces me llega un mensaje de texto al celular que dice: “Vendimos 2600 pesos!”. Es la venta diaria más grande desde el año y medio que llevo manejando calzado. Léase manejar calzado como tener un comercio de zapatos. Yo no tengo auto ni revolver debajo del asiento. El Universo y sus contradicciones. El cine quiere. Y yo quiero que el cine pueda. Pero Patidifusa resiste.
lunes, 13 de diciembre de 2010
SEÑALES -PARTE 3
De vuelta de la playa regresé al cine Ambassador en busca de Jovic, el coautor de mi futura miniserie. A eso vine a Mar del Plata: a acompañarlo en la presentación de su corto fallido y desearle un muy feliz cumpleaños. Es hoy, pero él sigue sin aparecer. Espero su llegada desde hace tres días con el libro envuelto. El libro se titula Muñecas y trata de un solitario enfermizo que deposita su amor en muñecas inflables, pero no es indirecta. Jovic está mejor que un año atrás, cuando expuso en pantalla su corazón roto, catársis humorística y barba de náufrago. Las aventuras de Jovic, su primer corto, fue presentado con éxito en el festival pasado con el protagonismo absoluto de él mismo, de quién más, siempre con anteojos y hablando de usted. Jovic nunca sale de personaje. En algún momento de su vida delinió el personaje que quería ser y desde entonces lo fue. No descansa ni cuando va al baño. Quizás sufrió la gran Alfredo Alcón, que se metió tanto en la cabeza de su personaje para entenderlo e interpretarlo que luego tuvieron que pasar meses y trabajar barbaridad para lograr salir de él. Quizás.
Jovic filmó aquel corto en tono documental buscando ayuda de viejas, chinos y jóvenes desconocidos para que lo aconsejaran sobre el amor y cómo superar el final de su noviazgo con Hollie, la mujer que se negó a ser. Tuvo la inteligencia de reírse de sí mismo y se regaló un final esperanzador, cruzando la vía del tren para darle un chupetín a su nueva chica. No estoy seguro si eso fue realidad o ficción. Hoy, un año después, regresaría al festival con un segundo corto de la mano de la chica cuya ausencia había inspirado el primero. Probablemente. Ese era el plan, al menos. ¿Qué estará haciendo Jovic en este momento?
El hombre hace lo que puede, supongo. A un padre todo se le justifica. Llegar tarde, faltar a su propia presentación, no contestar el teléfono y él podría salir con:
-Tuve a la nena en casa, mamá no la pudo cuidar.
Contra eso no hay respuesta.
Pero cuando el Universo te está mirando todo tiene otro significado. Todavía me niego a tomar esto como una señal en contra de la miniserie porque, como suele ocurrir, lo último que escribimos es lo que más nos gusta. Necesito creer. Además, todos queremos un final feliz y esta era la oportunidad de Jovic de conseguirlo en la vida real. Mi relación con él, Universo de por medio, estaba en un segundo plano.
¿Volvería Jovic a Mar del Plata junto a Hollie? No hay retorno triunfal mayor que ese: filmar un corto con el corazón arruinado por una mujer y volver con ella del brazo un año después a caminar por la alfombra roja. Claro que él no estaba seguro de todo esto. Últimamente estaban yendo al cine seguido con Hollie. Charlaban y reían llevándose mejor que nunca sin besos de por medio. Cada vez que me contaba de sus reencuentros lo sentía como un niño en la parte baja de la pileta con un miedo terrible de avanzar hacia lo hondo. Igual se había jugado: ella era SU invitada al festival y Jovic ya había averiguado lo necesario para confirmar que la habitación del hotel que le cedía la organización del festival tuviera cama matrimonial. Estaba todo dado para el gran final feliz a la medianoche, cuando cumpliera treinta años. Menos él.
¿Dónde estaba él? ¿Y por qué no me contestaba el teléfono? Espero que mi libro de regalo no sea un presagio. Las muñecas inflables pueden ser divertidas al principio, pero con el tiempo deben hacerse algo monótonas. Y a la larga, por h o por b, la relación se terminaría pinchando. ¿Por qué por h o por b? ¿Por qué no por a o por b? ¿O por a o por z? ¿O por h o por ch? No se, che. Pero por J o por Vic yo abandonaba la espera. Mi día, mis señales, mis definiciones e indecisiones seguirían por otra parte.
Jovic filmó aquel corto en tono documental buscando ayuda de viejas, chinos y jóvenes desconocidos para que lo aconsejaran sobre el amor y cómo superar el final de su noviazgo con Hollie, la mujer que se negó a ser. Tuvo la inteligencia de reírse de sí mismo y se regaló un final esperanzador, cruzando la vía del tren para darle un chupetín a su nueva chica. No estoy seguro si eso fue realidad o ficción. Hoy, un año después, regresaría al festival con un segundo corto de la mano de la chica cuya ausencia había inspirado el primero. Probablemente. Ese era el plan, al menos. ¿Qué estará haciendo Jovic en este momento?
El hombre hace lo que puede, supongo. A un padre todo se le justifica. Llegar tarde, faltar a su propia presentación, no contestar el teléfono y él podría salir con:
-Tuve a la nena en casa, mamá no la pudo cuidar.
Contra eso no hay respuesta.
Pero cuando el Universo te está mirando todo tiene otro significado. Todavía me niego a tomar esto como una señal en contra de la miniserie porque, como suele ocurrir, lo último que escribimos es lo que más nos gusta. Necesito creer. Además, todos queremos un final feliz y esta era la oportunidad de Jovic de conseguirlo en la vida real. Mi relación con él, Universo de por medio, estaba en un segundo plano.
¿Volvería Jovic a Mar del Plata junto a Hollie? No hay retorno triunfal mayor que ese: filmar un corto con el corazón arruinado por una mujer y volver con ella del brazo un año después a caminar por la alfombra roja. Claro que él no estaba seguro de todo esto. Últimamente estaban yendo al cine seguido con Hollie. Charlaban y reían llevándose mejor que nunca sin besos de por medio. Cada vez que me contaba de sus reencuentros lo sentía como un niño en la parte baja de la pileta con un miedo terrible de avanzar hacia lo hondo. Igual se había jugado: ella era SU invitada al festival y Jovic ya había averiguado lo necesario para confirmar que la habitación del hotel que le cedía la organización del festival tuviera cama matrimonial. Estaba todo dado para el gran final feliz a la medianoche, cuando cumpliera treinta años. Menos él.
¿Dónde estaba él? ¿Y por qué no me contestaba el teléfono? Espero que mi libro de regalo no sea un presagio. Las muñecas inflables pueden ser divertidas al principio, pero con el tiempo deben hacerse algo monótonas. Y a la larga, por h o por b, la relación se terminaría pinchando. ¿Por qué por h o por b? ¿Por qué no por a o por b? ¿O por a o por z? ¿O por h o por ch? No se, che. Pero por J o por Vic yo abandonaba la espera. Mi día, mis señales, mis definiciones e indecisiones seguirían por otra parte.
jueves, 9 de diciembre de 2010
SEÑALES - PARTE 2
El director no aparecía y para no parecer un fan de la versión mejorada de Gloria Carrá caminé unos metros por la vereda y me encontré con mis amigos cinéfilos pasajeros. Verónica se había sentado al lado mío en una función de una película sobre Bukowski. Esa noche le pasé una colección de las películas de mi ciclo de cine con packaging artístico (Chivo: http://ojodepezdvds.tumblr.com/) diciéndole:
-Mirá, esta es mi excusa para conocer desconocidos.
Enseguida llegó su amigo Iván, uno de esos jovencitos frágiles que no deben exponerse a sol. No se qué edad tenía, pero parecía de menos. Ella le mostró mis películas y él le contó que se había enamorado de una chica en la cola del cine, que la había espiado hasta ver en qué sala se metía, que había averiguado a qué hora terminaba su película y que iría a buscarla a la salida. Entonces empezó la función y Bukowski subió a upa a una niña de catorce años en vestidito para sentirle las tetillas.
Eso fue anoche. Ahora Iván estaba nervioso con las manos en el bolsillo. Recién habían proyectado su corto: era uno de los que habían contribuido a mi ataque de mediocridad cinematográfica previa al llamado del Universo. Le dije que me habían gustado los títulos de apertura (eso era verdad) y me puse a hablar con su amigo para no mentirle el resto. El amigo, melena despeinada, ya había filmado su primer largo a los 20 añitos ganando una mención del Jurado en el último Bafici.
-¿Cómo se llama?
-Somos Nosotros.
-Me suena, me suena. Ah, no, la que me suena es Todos Mienten. Debe ser porque ambas tienen dos palabras. ¿De qué va?
-La hicimos acá en Mar del Plata en invierno. Amigos, skates, ciudad vacía. Esa onda.
-Ah, tipo Gus Van Sant.
-No.
-Ah.
Me dejé llevar por los jovencitos. Íbamos hacia el mar sin intenciones de pisar la arena. Eran cinco. Todos estudiantes de cine. Esperanzados, con proyectos y ganas de hacer. Yo prestaba atención a cada detalle. Una vez que el Universo te habla es necesario seguir escuchando; si uno le deja la oración por la mitad puede sacar conclusiones equivocadas y terminar vendiendo zapatos de tacón alto en lugar de usarlos o filmarlos. Todas cosas bien distintas. Debía prestar atención al menos hasta que terminase el día. Quizás los astros me estaban dando nuevas pistas en ese preciso momento y yo no las podía ver. ¿Era una señal estar rodeado de veinteañeros entusiasmados por el cine? ¿Ellos eran quién yo debía haber sido? ¿O quién yo ya no podría ser? Preferí pensar que si ellos podían, yo también. Pero luego llegamos al Meeting Point y no me dejaron entrar. No tenía la credencial del festival colgando alrededor del cuello.
Me senté en un escalón mirando hacia el mar, saqué mi cuaderno de cuentos dibujados (o dibujos escritos) y me puse a copiar el monumento al lobo marino.
Alrededor del dibujo escribí esto de corrido:
Una foca tiene un monumento
y yo no consigo salir en los diarios,
y es que tanto fue inventado
que solo quedan por crearse
granitos de arena,
eso que somos
y terminaremos siendo,
y sin embargo, con microscopio,
somos tanto más, que quizás,
valga la pena cantarle al viento
sin pensar quién esté escuchando,
pues al canto lo irá llevando
el viento como un secreto
que volará sin alas
y regresará un día
dentro de un desconocido
que dejará de serlo
mientras la foca o lobo marino
seguirá de piedra en su tarima
con el orgullo de ser estatua
y de permanecer intacta
para ser la foto de un turista
mientras jóvenes anarquistas
con pintura en aerosol
En ese momento tuve un Deja Vu y me detuve para recordarlo. En mi Deja Vu estaba escribiendo en un cuaderno mirando al mar. Me desconcentraba y abandonaba abruptamente el texto. Traté de recordar el contexto. ¿Había estado haciendo esto mismo en algún otro lugar? No. Entonces era un presagio. Dejé el texto como estaba, cerré el cuaderno y me pregunté si eso significaba algo más. ¿También tenía que dejar de escribir?
NO. El Universo puede hacer sugerencias, pero no tiene el poder de decidir por mí. Al menos en ese pequeño rubro yo soy más poderoso que el Universo. O esa quería creer, porque a fin de cuentas le hice caso. Tenía razón: no estaba inspirado. Estaba fumado. Y por cómo había pegado en ese momento convenía sentir antes que pensar. Así es que guardé el cuaderno en la mochila y fui caminando hacia la arena.
-Mirá, esta es mi excusa para conocer desconocidos.
Enseguida llegó su amigo Iván, uno de esos jovencitos frágiles que no deben exponerse a sol. No se qué edad tenía, pero parecía de menos. Ella le mostró mis películas y él le contó que se había enamorado de una chica en la cola del cine, que la había espiado hasta ver en qué sala se metía, que había averiguado a qué hora terminaba su película y que iría a buscarla a la salida. Entonces empezó la función y Bukowski subió a upa a una niña de catorce años en vestidito para sentirle las tetillas.
Eso fue anoche. Ahora Iván estaba nervioso con las manos en el bolsillo. Recién habían proyectado su corto: era uno de los que habían contribuido a mi ataque de mediocridad cinematográfica previa al llamado del Universo. Le dije que me habían gustado los títulos de apertura (eso era verdad) y me puse a hablar con su amigo para no mentirle el resto. El amigo, melena despeinada, ya había filmado su primer largo a los 20 añitos ganando una mención del Jurado en el último Bafici.
-¿Cómo se llama?
-Somos Nosotros.
-Me suena, me suena. Ah, no, la que me suena es Todos Mienten. Debe ser porque ambas tienen dos palabras. ¿De qué va?
-La hicimos acá en Mar del Plata en invierno. Amigos, skates, ciudad vacía. Esa onda.
-Ah, tipo Gus Van Sant.
-No.
-Ah.
Me dejé llevar por los jovencitos. Íbamos hacia el mar sin intenciones de pisar la arena. Eran cinco. Todos estudiantes de cine. Esperanzados, con proyectos y ganas de hacer. Yo prestaba atención a cada detalle. Una vez que el Universo te habla es necesario seguir escuchando; si uno le deja la oración por la mitad puede sacar conclusiones equivocadas y terminar vendiendo zapatos de tacón alto en lugar de usarlos o filmarlos. Todas cosas bien distintas. Debía prestar atención al menos hasta que terminase el día. Quizás los astros me estaban dando nuevas pistas en ese preciso momento y yo no las podía ver. ¿Era una señal estar rodeado de veinteañeros entusiasmados por el cine? ¿Ellos eran quién yo debía haber sido? ¿O quién yo ya no podría ser? Preferí pensar que si ellos podían, yo también. Pero luego llegamos al Meeting Point y no me dejaron entrar. No tenía la credencial del festival colgando alrededor del cuello.
Me senté en un escalón mirando hacia el mar, saqué mi cuaderno de cuentos dibujados (o dibujos escritos) y me puse a copiar el monumento al lobo marino.
Alrededor del dibujo escribí esto de corrido:
Una foca tiene un monumento
y yo no consigo salir en los diarios,
y es que tanto fue inventado
que solo quedan por crearse
granitos de arena,
eso que somos
y terminaremos siendo,
y sin embargo, con microscopio,
somos tanto más, que quizás,
valga la pena cantarle al viento
sin pensar quién esté escuchando,
pues al canto lo irá llevando
el viento como un secreto
que volará sin alas
y regresará un día
dentro de un desconocido
que dejará de serlo
mientras la foca o lobo marino
seguirá de piedra en su tarima
con el orgullo de ser estatua
y de permanecer intacta
para ser la foto de un turista
mientras jóvenes anarquistas
con pintura en aerosol
En ese momento tuve un Deja Vu y me detuve para recordarlo. En mi Deja Vu estaba escribiendo en un cuaderno mirando al mar. Me desconcentraba y abandonaba abruptamente el texto. Traté de recordar el contexto. ¿Había estado haciendo esto mismo en algún otro lugar? No. Entonces era un presagio. Dejé el texto como estaba, cerré el cuaderno y me pregunté si eso significaba algo más. ¿También tenía que dejar de escribir?
NO. El Universo puede hacer sugerencias, pero no tiene el poder de decidir por mí. Al menos en ese pequeño rubro yo soy más poderoso que el Universo. O esa quería creer, porque a fin de cuentas le hice caso. Tenía razón: no estaba inspirado. Estaba fumado. Y por cómo había pegado en ese momento convenía sentir antes que pensar. Así es que guardé el cuaderno en la mochila y fui caminando hacia la arena.
lunes, 29 de noviembre de 2010
SEÑALES - PARTE 1
Estaba viendo cortos argentinos en el Festival de Mar del Plata y me atacó la autocrítica. ¿Y si cuando haga un corto me sale como este? Ese, particularmente, no me gustaba. ¿Y si me sale peor y ni me doy cuenta?
Uno necesita, por lo menos, dos años de distancia para poder evaluar lo que hizo con cierta objetividad. En dos años puede pasar cualquier cosa. Se pierden cientos de oportunidades a cada semana; en especial si uno tarda en darse cuenta. Es imprescindible darse cuenta a tiempo, y para eso los más neuróticos elegimos la filosofía de la autoevaluación constante. No es una filosofía que recomiende, pues cuenta con grandes desventajas si uno disfruta de vivir en el presente. Uno de los efectos secundarios, por ejemplo, es tratar de seguir la trama de un corto y que la mente se te vaya, como un reflejo o un tic nervioso. Aunque el corto tampoco contribuya a mantenerla en el aquí y ahora, es una molestia fijar la vista en una pantalla sin que la mente te corresponda. Yo sentía como si padeciera de un repentino hipo cerebral. Veía los cortos y pensaba en mi futuro. Pero entonces el Universo me habló. Todavía estoy tratando de entender qué quiso decirme.
El Universo nos habla constantemente, incluyendo domingos y feriados, a través de señales. Nosotros lo ponemos en mute para no detenernos a cada paso -hay que seguir corriendo, el tiempo es tan poco y no queremos llegar tarde-; pero él, testarudo, insiste. Por lo general nos amparamos en las casualidades para seguir caminando y sin embargo, muy cada tanto, prestamos atención. Eso puede cambiarte la vida en un segundo. O volverte loco.
Yo vi un zapato. Estaba en la pantalla (era el primer plano del siguiente corto) y lo había hecho mi hermana. Al zapato, no al plano. Mi hermana diseña y hace zapatos, para eso respira, y yo este año abrí un local para que sus zapatos hagan feliz a la gente y la gente haga feliz a mi billetera. Yo, con mi billetera, trataré de hacer feliz a mis amigos y todos los que me conocen. Empezando por mí, que me conozco mejor que nadie. Pero eso todavía no sucedió, y hasta que mi billetera deje de sufrir, los zapatos se roban mi tiempo. Tiempo que podría gastar filmando cortos que, dos años después, serán buenos o malos. Mientras tanto alguien tiene que hacerlos; y yo no los estoy haciendo por los zapatos. Por eso me despertó mi curiosidad ese primer plano de un zapato Patidifusa (ésa es la marca, búsquenla y vacíen sus bolsillos en ella) justo en el climax de mi autocrítica. Estaba dispuesto a tomarlo como un Deja Vu y dejarlo ir, pero entonces vi otro zapato. Patidifusa. Y luego otros cuatro. Y luego un muchacho sentado en uno de los locales de mi hermana justo antes de que aparezca el título del cortometraje: "Pies".
Sobresaltado, miré a ambos lados sin poder creerlo. Casi codeo a mi vecino espectador para explicarle mi sorpresa, pero era una explicación muy larga y no llegaba a verle la expresión de la cara. ¿El Universo también le había hablado a él? ¿O me hablaba solo a mí? ¿Eso me hacía especial? ¿Era el preferido del Universo dentro de esa sala de cine? No. El Universo le habla a todos todo el tiempo. Yo no soy especial. Menos si lo que me estaba diciendo era que deje el cine y me dedique a los zapatos. ¿O no? Porque los zapatos estaban dentro de la pantalla. ¿La pantalla era el marco del mensaje, el medio del mensaje o formaba parte del mensaje? ¿Tenía que filmar zapatos? Sí. La conclusión era clara: Tenía que filmar zapatos.
Salí de la sala entusiasmadísimo. Yo no le era indiferente al Universo. Todo tenía un sentido. El Universo me conocía, había seguido mi trayectoria, y quería que filmara zapatos. O que dejara el cine y me haga comerciante, eso no estaba claro. Vi a la protagonista de Pies fuera del cine -una chica preciosa, posiblemente Gloria Carrá o una versión más joven y mejorada de Gloria Carrá- y le dije canchero que yo era el hermano de la autora de los zapatos que aparecían detrás de su cabeza en el corto. ¿Ella conocía a Patidifusa? No, eso era cuestión del director. Le expliqué en resumen mi encuentro íntimo con el Universo y me prometió que apenas viera al director me lo señalaría. Él me ayudaría a atar cabos sueltos.
Uno necesita, por lo menos, dos años de distancia para poder evaluar lo que hizo con cierta objetividad. En dos años puede pasar cualquier cosa. Se pierden cientos de oportunidades a cada semana; en especial si uno tarda en darse cuenta. Es imprescindible darse cuenta a tiempo, y para eso los más neuróticos elegimos la filosofía de la autoevaluación constante. No es una filosofía que recomiende, pues cuenta con grandes desventajas si uno disfruta de vivir en el presente. Uno de los efectos secundarios, por ejemplo, es tratar de seguir la trama de un corto y que la mente se te vaya, como un reflejo o un tic nervioso. Aunque el corto tampoco contribuya a mantenerla en el aquí y ahora, es una molestia fijar la vista en una pantalla sin que la mente te corresponda. Yo sentía como si padeciera de un repentino hipo cerebral. Veía los cortos y pensaba en mi futuro. Pero entonces el Universo me habló. Todavía estoy tratando de entender qué quiso decirme.
El Universo nos habla constantemente, incluyendo domingos y feriados, a través de señales. Nosotros lo ponemos en mute para no detenernos a cada paso -hay que seguir corriendo, el tiempo es tan poco y no queremos llegar tarde-; pero él, testarudo, insiste. Por lo general nos amparamos en las casualidades para seguir caminando y sin embargo, muy cada tanto, prestamos atención. Eso puede cambiarte la vida en un segundo. O volverte loco.
Yo vi un zapato. Estaba en la pantalla (era el primer plano del siguiente corto) y lo había hecho mi hermana. Al zapato, no al plano. Mi hermana diseña y hace zapatos, para eso respira, y yo este año abrí un local para que sus zapatos hagan feliz a la gente y la gente haga feliz a mi billetera. Yo, con mi billetera, trataré de hacer feliz a mis amigos y todos los que me conocen. Empezando por mí, que me conozco mejor que nadie. Pero eso todavía no sucedió, y hasta que mi billetera deje de sufrir, los zapatos se roban mi tiempo. Tiempo que podría gastar filmando cortos que, dos años después, serán buenos o malos. Mientras tanto alguien tiene que hacerlos; y yo no los estoy haciendo por los zapatos. Por eso me despertó mi curiosidad ese primer plano de un zapato Patidifusa (ésa es la marca, búsquenla y vacíen sus bolsillos en ella) justo en el climax de mi autocrítica. Estaba dispuesto a tomarlo como un Deja Vu y dejarlo ir, pero entonces vi otro zapato. Patidifusa. Y luego otros cuatro. Y luego un muchacho sentado en uno de los locales de mi hermana justo antes de que aparezca el título del cortometraje: "Pies".
Sobresaltado, miré a ambos lados sin poder creerlo. Casi codeo a mi vecino espectador para explicarle mi sorpresa, pero era una explicación muy larga y no llegaba a verle la expresión de la cara. ¿El Universo también le había hablado a él? ¿O me hablaba solo a mí? ¿Eso me hacía especial? ¿Era el preferido del Universo dentro de esa sala de cine? No. El Universo le habla a todos todo el tiempo. Yo no soy especial. Menos si lo que me estaba diciendo era que deje el cine y me dedique a los zapatos. ¿O no? Porque los zapatos estaban dentro de la pantalla. ¿La pantalla era el marco del mensaje, el medio del mensaje o formaba parte del mensaje? ¿Tenía que filmar zapatos? Sí. La conclusión era clara: Tenía que filmar zapatos.
Salí de la sala entusiasmadísimo. Yo no le era indiferente al Universo. Todo tenía un sentido. El Universo me conocía, había seguido mi trayectoria, y quería que filmara zapatos. O que dejara el cine y me haga comerciante, eso no estaba claro. Vi a la protagonista de Pies fuera del cine -una chica preciosa, posiblemente Gloria Carrá o una versión más joven y mejorada de Gloria Carrá- y le dije canchero que yo era el hermano de la autora de los zapatos que aparecían detrás de su cabeza en el corto. ¿Ella conocía a Patidifusa? No, eso era cuestión del director. Le expliqué en resumen mi encuentro íntimo con el Universo y me prometió que apenas viera al director me lo señalaría. Él me ayudaría a atar cabos sueltos.
domingo, 14 de noviembre de 2010
THE PALERMO MANIFESTO
Gran libro de Esteban Schmidt, colaborador de la Rolling Stone. Les dejo unas cuantas frases, otras tantas quedaron afuera, y me las tomo a Mar del Plata.
1.
"La esperanza es un sentimiento demencial, y como la desilusión no mata, el ciclo de ilusión desencanto puede repetirse al infinito"
2.
"Un radical podía dormir, pero no recordar los sueños. Muchos problemas para imaginar. (...) Un radical no construía una balsa ni con palitos de helado. Poca fábrica en el cuero un radical".
3.
"Dios sabe que, si algo valiera la pena en serio, no estaríamos tan dedicados a nosotros mismos".
4.
"Así estamos, entonces. Apretados entre todo lo que no se puede hacer y todo lo que no se puede aguantar, solo nos quedan los deportes y el arte".
5.
"En Caballito, donde arrancó nuestro sueño de salvación de la patria, los chicos todavía recogen el Sugus que se les cayó al suelo, sin el papelito, y se lo meten en la boca. Y lo chupan para sacarle todo el jugo y no se han muerto. (...) Y si los nenes piden helado, compañeros, los padres no le compran. Y si la abuela se muere les dicen: Vestite, la abuela se murió".
6.
"¿Cómo es que deseamos ser uruguayos? Seguramente, el complejo de tenerlo todo, pero no tener ganas de hacer algo con eso".
7.
"Los uruguayos creen que tienen que temer a los argentinos y odiarlos por agrandados, por cancheros, cosas así, pero esta gente es cortona, evidentemente. ¿Sabés, uruguayo, desde dónde habla un croata? Desde un cohete, loco. Están completamente dados vueltas de ego. Se consideran superbananas y, que sepamos, los croatas no llegaron a la luna, no descubrieron la vacuna contra la polio. Quien entre a Wikipedia y escriba Croacia en el search, verá que el sistema le devuelve: quilombo, quilombo, quilombo".
8.
"Y si en una universidad privada pagás las cuotas, se te conceden casi todos los deseos. Un día los argentinos van a tener que hablar de esto, si queda alguien con quien hablar".
9.
"En cuanto se reconoce al famoso se lo niega y el segundo extra que duró el reconocimiento y que el famoso detectó, se lo compensa dedicando, a la vista de todos, un segundo igual a mirar al repartidor de Coca que entró por la puerta de servicio, para que el famoso vea que vos mirás así y que no lo reconocés una mierda, porque sería admitir que mirás televisión y que tenés una idea formada sobre él, y mirar televisión es una desgracia. Todos lo sabemos".
10.
"Los chinos son compañeros prácticos. Por eso no perdonan los centavos. Demuestran que el tremendo sacrificio de la migración y el horario animal de atención valen cada moneda, ni una menos".
11.
"Nosotros vimos sobreactuación absoluta en el macrismo (...) porque la gente rica y de derecha no festeja tanto. Brindan con una sonrisa, unas palmadas, for he´s a jolly good fellow, compañeros. Es gente que gana todos los días. Ganar es el tipo de cosas que le suelen pasar. Lo que se veía era un disparate absoluto: treinta chetos haciendo un pogo descontrolado sobre un escenario (...) por haberle ganado a unos tipos que en términos materialistas históricos han sido y serán siempre sus empleados. No da. No se festeja ganarle a la servidumbre".
12.
"Todos los argentinos nos merecemos un barco (...) Todos queremos tener lo mismo, y solo cien tipos lo pueden tener. La puta que los parió a esos cien".
13.
"A lo mejor lo que más nos irrita de los demás es lo que menos podemos ver en nosotros mismos".
1.
"La esperanza es un sentimiento demencial, y como la desilusión no mata, el ciclo de ilusión desencanto puede repetirse al infinito"
2.
"Un radical podía dormir, pero no recordar los sueños. Muchos problemas para imaginar. (...) Un radical no construía una balsa ni con palitos de helado. Poca fábrica en el cuero un radical".
3.
"Dios sabe que, si algo valiera la pena en serio, no estaríamos tan dedicados a nosotros mismos".
4.
"Así estamos, entonces. Apretados entre todo lo que no se puede hacer y todo lo que no se puede aguantar, solo nos quedan los deportes y el arte".
5.
"En Caballito, donde arrancó nuestro sueño de salvación de la patria, los chicos todavía recogen el Sugus que se les cayó al suelo, sin el papelito, y se lo meten en la boca. Y lo chupan para sacarle todo el jugo y no se han muerto. (...) Y si los nenes piden helado, compañeros, los padres no le compran. Y si la abuela se muere les dicen: Vestite, la abuela se murió".
6.
"¿Cómo es que deseamos ser uruguayos? Seguramente, el complejo de tenerlo todo, pero no tener ganas de hacer algo con eso".
7.
"Los uruguayos creen que tienen que temer a los argentinos y odiarlos por agrandados, por cancheros, cosas así, pero esta gente es cortona, evidentemente. ¿Sabés, uruguayo, desde dónde habla un croata? Desde un cohete, loco. Están completamente dados vueltas de ego. Se consideran superbananas y, que sepamos, los croatas no llegaron a la luna, no descubrieron la vacuna contra la polio. Quien entre a Wikipedia y escriba Croacia en el search, verá que el sistema le devuelve: quilombo, quilombo, quilombo".
8.
"Y si en una universidad privada pagás las cuotas, se te conceden casi todos los deseos. Un día los argentinos van a tener que hablar de esto, si queda alguien con quien hablar".
9.
"En cuanto se reconoce al famoso se lo niega y el segundo extra que duró el reconocimiento y que el famoso detectó, se lo compensa dedicando, a la vista de todos, un segundo igual a mirar al repartidor de Coca que entró por la puerta de servicio, para que el famoso vea que vos mirás así y que no lo reconocés una mierda, porque sería admitir que mirás televisión y que tenés una idea formada sobre él, y mirar televisión es una desgracia. Todos lo sabemos".
10.
"Los chinos son compañeros prácticos. Por eso no perdonan los centavos. Demuestran que el tremendo sacrificio de la migración y el horario animal de atención valen cada moneda, ni una menos".
11.
"Nosotros vimos sobreactuación absoluta en el macrismo (...) porque la gente rica y de derecha no festeja tanto. Brindan con una sonrisa, unas palmadas, for he´s a jolly good fellow, compañeros. Es gente que gana todos los días. Ganar es el tipo de cosas que le suelen pasar. Lo que se veía era un disparate absoluto: treinta chetos haciendo un pogo descontrolado sobre un escenario (...) por haberle ganado a unos tipos que en términos materialistas históricos han sido y serán siempre sus empleados. No da. No se festeja ganarle a la servidumbre".
12.
"Todos los argentinos nos merecemos un barco (...) Todos queremos tener lo mismo, y solo cien tipos lo pueden tener. La puta que los parió a esos cien".
13.
"A lo mejor lo que más nos irrita de los demás es lo que menos podemos ver en nosotros mismos".
sábado, 6 de noviembre de 2010
TURISTA EN MI CIUDAD
Cada tanto fumamos uno que pega de verdad. Así estábamos, esperando el tren a las once de la noche en la estación de Vicente López. En pantalones cortos y camiseta de fútbol.
Pasan tres muchachos en jeans, gorro viscera y botines de fútbol cinco hablando y riendo con una tonada del interior.
-¿Sabés qué me pasa a veces cuando me drogo?
-Qué buena forma de empezar una frase.
-Me siento turista. Como si estuviéramos de vacaciones en una estación de tren en Salta, despreocupados por tener que llegar a algún lado. Mirando a un perro viejo, estudiando el comportamiento de la gente que pasa. Me da la sensación que si camináramos una cuadra hacia cualquier lado podemos encontrar una aventura. ¿No te pasa?
-A veces. Pero en tu lugar no me pasaría ahora mismo. ¿No dijiste que viviste más de veinte años en Vicente López?
-Por eso. Podría caminar por las mismas calles y en una de esas me encuentro a mí mismo jugando a la pelota en medio de la calle. ¡AUTO! Y correrme hasta el cordón en la misma posición para seguir enloquecido apenas pase.
-Con la pepa sí me pasa. Siempre soy extranjero con la pepa. No importa dónde esté.
Nos reímos compartiendo con la mirada dos recuerdos distintos pero exactamente iguales.
El tren no venía. Una señora llegó decidida para ir a cierta parte y al vernos nos preguntó por Avenida Libertador. Le indiqué que fuera hacia el lado contrario con la seguridad de saber dónde estaba parado y a dónde pretendía ir. Me volvi filosófico en un segundo. Suele sucederme.
-A veces me gustaría conformarme con tener un laburito que no demande demasiado. Cumplir horario y luego disfrutar del resto del tiempo. Pero uno pretende cierta cosa de sí mismo. Y eso requiere el esfuerzo de intentar convertirse en esa cosa, con el riesgo de fracasar y resignarse a ser otra. Y hay que ver si con el tiempo uno puede dejar de lamentarse por lo que no fue, y aceptar lo que es con alegría. ¿A vos no te pasa? ¿No te gustaría hacer algo con humor?
-Sí, pero pienso hacerlo en mi tiempo libre.
-¿Y tiene su encanto ser visitador médico?
-No es la alegría de vivir, pero qué se yo. Conocés ciertos personajes. Es como ser defensor. Elegís el puesto para ser titular, porque sino no jugás más de quince minutos. Y después le vas buscando el gustito. Te encariñás con tirarte al piso, putear al nueve y, cada tanto, salir jugando. Encontrás la manera de divertirte... pero en el fondo todos queremos jugar de diez.
Hay risas que uno las hace sonar fuerte porque la gracia llega más profundo, aunque no resulte natural la carcajada. Los dos nos reímos un rato de esa manera. Es como escribir jajajaja cuando algo te hizo reír solo frente a la computadora, con la diferencia que al escribirlo ya se siente falso. Nadie se ríe y escribe al mismo tiempo. Son acciones incompatibles. Por eso no me sale el jajaja. Trato de poner jjj en todo caso, para no ser antipático, pero me cuesta. En vivo es más fácil. La chispa de la risa emerge, y solo hay que darle un empujoncito.
Llegó el tren. Nos pusimos de pie para encaminarnos hacia ese colectivo de estímulos que suele encontrarse ahí dentro cuando te sentís turista. Él se acomodó y yo me senté enfrente suyo.
-Yo voy a seguir luchando para ganarme el puesto. La pregunta es si en algún momento voy a tener la tranquilidad de ser el diez, o estoy eligiendo la lucha eterna.
No supo responderme. El tren arrancó.
Pasan tres muchachos en jeans, gorro viscera y botines de fútbol cinco hablando y riendo con una tonada del interior.
-¿Sabés qué me pasa a veces cuando me drogo?
-Qué buena forma de empezar una frase.
-Me siento turista. Como si estuviéramos de vacaciones en una estación de tren en Salta, despreocupados por tener que llegar a algún lado. Mirando a un perro viejo, estudiando el comportamiento de la gente que pasa. Me da la sensación que si camináramos una cuadra hacia cualquier lado podemos encontrar una aventura. ¿No te pasa?
-A veces. Pero en tu lugar no me pasaría ahora mismo. ¿No dijiste que viviste más de veinte años en Vicente López?
-Por eso. Podría caminar por las mismas calles y en una de esas me encuentro a mí mismo jugando a la pelota en medio de la calle. ¡AUTO! Y correrme hasta el cordón en la misma posición para seguir enloquecido apenas pase.
-Con la pepa sí me pasa. Siempre soy extranjero con la pepa. No importa dónde esté.
Nos reímos compartiendo con la mirada dos recuerdos distintos pero exactamente iguales.
El tren no venía. Una señora llegó decidida para ir a cierta parte y al vernos nos preguntó por Avenida Libertador. Le indiqué que fuera hacia el lado contrario con la seguridad de saber dónde estaba parado y a dónde pretendía ir. Me volvi filosófico en un segundo. Suele sucederme.
-A veces me gustaría conformarme con tener un laburito que no demande demasiado. Cumplir horario y luego disfrutar del resto del tiempo. Pero uno pretende cierta cosa de sí mismo. Y eso requiere el esfuerzo de intentar convertirse en esa cosa, con el riesgo de fracasar y resignarse a ser otra. Y hay que ver si con el tiempo uno puede dejar de lamentarse por lo que no fue, y aceptar lo que es con alegría. ¿A vos no te pasa? ¿No te gustaría hacer algo con humor?
-Sí, pero pienso hacerlo en mi tiempo libre.
-¿Y tiene su encanto ser visitador médico?
-No es la alegría de vivir, pero qué se yo. Conocés ciertos personajes. Es como ser defensor. Elegís el puesto para ser titular, porque sino no jugás más de quince minutos. Y después le vas buscando el gustito. Te encariñás con tirarte al piso, putear al nueve y, cada tanto, salir jugando. Encontrás la manera de divertirte... pero en el fondo todos queremos jugar de diez.
Hay risas que uno las hace sonar fuerte porque la gracia llega más profundo, aunque no resulte natural la carcajada. Los dos nos reímos un rato de esa manera. Es como escribir jajajaja cuando algo te hizo reír solo frente a la computadora, con la diferencia que al escribirlo ya se siente falso. Nadie se ríe y escribe al mismo tiempo. Son acciones incompatibles. Por eso no me sale el jajaja. Trato de poner jjj en todo caso, para no ser antipático, pero me cuesta. En vivo es más fácil. La chispa de la risa emerge, y solo hay que darle un empujoncito.
Llegó el tren. Nos pusimos de pie para encaminarnos hacia ese colectivo de estímulos que suele encontrarse ahí dentro cuando te sentís turista. Él se acomodó y yo me senté enfrente suyo.
-Yo voy a seguir luchando para ganarme el puesto. La pregunta es si en algún momento voy a tener la tranquilidad de ser el diez, o estoy eligiendo la lucha eterna.
No supo responderme. El tren arrancó.
jueves, 28 de octubre de 2010
UNA BICI DE DOS PISOS
Tiene una bici de dos pisos. En la planta baja están las ruedas, en el primer piso los pedales y en el segundo el asiento.
¿Cómo se sube uno a esta cosa?
-Es como subirse a un caballo –simplifica Juan Manuel.
Lo dice como si fuera fácil. Me da verguenza admitirlo, pero siempre que subí a un caballo necesité la ayuda del hombre que los alquila. Y si bien el caballo es menos obediente que la bici, si uno le suelta las riendas este rara vez se cae de costado.
-Pensá en los pedales como si fueran los estribos.
-¿Y cómo hacés para bajar si querés frenar en un semáforo?
-Desmontás y listo. Como con un caballo.
Juan Manuel me cae bien. Hace un rato compró cinco películas de mi ciclo de cine. Se quedó después de la función para charlar y, dato importante, al comprar la entrada tuvo la delicadeza de pagarme justo. Casi le doy un abrazo. La última vez que había venido, hace casi un año, vino a ver Koyaniskaatsi, lo que indica que es cinéfilo y humanitario. Eso de todas maneras ya se intuía por su vestimenta:
1-Lleva puesto los anteojos que usaría Rodolfo Walsh.
2-Su pelo, alegremente desordenado, le recorre la nuca hasta el final.
3-Usa camisa a cuadros y gorro de lana del tipo Jacques Coustau*.
4-Usa borcegos. ¿O zapatillas de lona topper? No recuerdo, pero ambas sugieren cierta conciencia social. Aunque los borcegos pueden significar lo opuesto.
*
A Jacques Coustau lo aprecio mucho más desde que vi a Steve Zisou, su alter ego, en la película de Wes Anderson. Siempre me sorprendí que ese hombre tan agudo en reflexiones usara una camisa azul, gorrito de lana rojo y se dedicara a salvar ballenas. Algunas de sus pensamientos meditados en medio del océano:
-Un egoísta es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estas muriendo de ganas de hablarle de ti.
-La juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere.
-La moda muere joven.
-Los espejos deberían pensárselo dos veces antes de devolver una imagen.
-Sentir antes de comprender.
Más tarde aprendí que Cocteau es también poeta, pintor, coreógrafo, y, en general, otra persona distinta.
-¿Cuántas veces te la diste? ¿Me mostrás tus cicatrices?
-Es curioso –dice Juan Manuel-, casi la totalidad de las personas que se acercan a preguntarme sobre mi bici se centran en sus complicaciones. Solo uno empezó preguntándome qué se siente manejándola. Creo que tiene que ver con que la gente en general tiende a pensar en los conflictos como punto de partida. Piensan en el no antes que el sí. ¿Viste que muchos dicen que no a principio de cada oración casi por instinto? ¿Vamos a Brazil? No, me encanta Brasil! ¿Dónde compraste esa remera? No, no sabés cuánto me salió... ¿Te gusta mi bici? No, está buena en serio che.
¿Ya dije que Juan Manuel me cae bien? Tiene un pito de árbitro colgándole del cuello. No confundirse con un pene de árbitro, ese sería un collar de barrabrava. Este es un silbato. ¿Para qué? Para que el tráfico lo respete. Cuando lo quieren encerrar, le impiden el paso o hacen maniobras que lo complican, él prrriiii!. Los conductores se imaginan un policía, se contienen de hacer cualquier maldad que pueda ser penada por la ley y Juan Manuel sigue pedaleando, observando todo desde la altura de un chofer de colectivo.
-Es una experiencia increíble. En especial en la ruta. Este verano me voy de viaje al norte.
Le saca el candado y caminamos juntos hacia la esquina. Juan Manuel tiene el brazo bien en alto para llegar al manubrio y arrastrarla. Es como si sacara a pasear a una jirafa. Me da una tarjeta de subte. Del otro lado está impreso el sello de su creación: Oniriciclos.com
-¿Vos también hacés un ciclo de cine onírico?
-No. Yo fabrico las bicis altas, tengo varios modelos. En chile a la bici le dicen cletas, en Colombia, ciclos. La idea es transmitir esta sensación de ensueño en el viaje e iniciar el vínculo con las personas. Al vernos andando se acercan. Les llama la atención. Después lo completamos invitándolos a lecturas y proyecciones que organizamos.
Un borracho emerge. Tiene una bolsa atada a su pierna derecha, le faltan dientes y se acerca en actitud punga. La enormidad de su mamúa me ataja parte del miedo (eso me da cierta ventaja) y la otra parte me la ataja la tranquilidad de Juan Manuel. Jamás se inmutó. Manejar semejante vehículo debe convertirlo en un tipo de superhéroe.
-¡No! ¡Ustedes deténgase ya mismo! ¡Yo soy el hijo de Macri! ¡Tienen que darme dos pesos! ¡Se lo pido bien!
-Mentira. No lo pediste bien.
-¡Soy el hijo de Macri! ¡Vamos a la comisaría ya mismo!
Parece más el hijo del Negro Zamora, ex jugador de Newells, pero quizás se hacía llamar hijo de Macri porque él fue el que causó su indigencia.
-Disculpe, estamos teniendo una conversación. ¿Vamos para alla? –insiste Juan Manuel con total tranquilidad. En caso de emergencia imagino que de un tirón me subirá a su oniribici y escaparemos volando por el cielo.
Seguimos camino hablando de cine. El hijo de Macri camina a la par nuestro. Discutimos la última película Charly Kauffman y él, como yo, defiende a los guionistas. El hijo de Macri quiere meter bocado, pero no tiene bien masticado el tema. Jua Manuel dice que los Oscar pueden ser un mamarracho en todas las categorías menos en las de vestuario y guión. Una película nominada al Oscar a mejor guión nunca es un fiasco. El hijo de Macri no parece estar de acuerdo. A Juan Manuel le sorprendió que cuando vio El Perro en el cine, él y cinco personas se reían en unos momentos y el resto del público en otros.
Pasamos frente a la comisaría. El hijo de Macri, enojado, cabecea.
-¿Vamos adentro? ¡Vamos!
-Andá yendo, ahora te seguimos –respondo yo en voz casi inaudible.
Pero el hijo de Macri persiste. Y ya en la esquina, aprovechando el semáforo en rojo, prefiero despedirme y cruzar hacia mi parada de colectivo.
Llego a la vereda de enfrente, me doy vuelta y veo a Juan Manuel tomando velocidad con su jirafa.
Levanta el pie hasta el pedal y se sube de un tirón.
Como un caballo.
Gira la cabeza, alza su brazo y lo mantiene en alto.
Como el llanero solitario.
Nos volveremos a ver.
P.D: http://www.youtube.com/watch?v=98ff52fF5AM&feature=related
¿Cómo se sube uno a esta cosa?
-Es como subirse a un caballo –simplifica Juan Manuel.
Lo dice como si fuera fácil. Me da verguenza admitirlo, pero siempre que subí a un caballo necesité la ayuda del hombre que los alquila. Y si bien el caballo es menos obediente que la bici, si uno le suelta las riendas este rara vez se cae de costado.
-Pensá en los pedales como si fueran los estribos.
-¿Y cómo hacés para bajar si querés frenar en un semáforo?
-Desmontás y listo. Como con un caballo.
Juan Manuel me cae bien. Hace un rato compró cinco películas de mi ciclo de cine. Se quedó después de la función para charlar y, dato importante, al comprar la entrada tuvo la delicadeza de pagarme justo. Casi le doy un abrazo. La última vez que había venido, hace casi un año, vino a ver Koyaniskaatsi, lo que indica que es cinéfilo y humanitario. Eso de todas maneras ya se intuía por su vestimenta:
1-Lleva puesto los anteojos que usaría Rodolfo Walsh.
2-Su pelo, alegremente desordenado, le recorre la nuca hasta el final.
3-Usa camisa a cuadros y gorro de lana del tipo Jacques Coustau*.
4-Usa borcegos. ¿O zapatillas de lona topper? No recuerdo, pero ambas sugieren cierta conciencia social. Aunque los borcegos pueden significar lo opuesto.
*
A Jacques Coustau lo aprecio mucho más desde que vi a Steve Zisou, su alter ego, en la película de Wes Anderson. Siempre me sorprendí que ese hombre tan agudo en reflexiones usara una camisa azul, gorrito de lana rojo y se dedicara a salvar ballenas. Algunas de sus pensamientos meditados en medio del océano:
-Un egoísta es aquel que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estas muriendo de ganas de hablarle de ti.
-La juventud sabe lo que no quiere antes de saber lo que quiere.
-La moda muere joven.
-Los espejos deberían pensárselo dos veces antes de devolver una imagen.
-Sentir antes de comprender.
Más tarde aprendí que Cocteau es también poeta, pintor, coreógrafo, y, en general, otra persona distinta.
-¿Cuántas veces te la diste? ¿Me mostrás tus cicatrices?
-Es curioso –dice Juan Manuel-, casi la totalidad de las personas que se acercan a preguntarme sobre mi bici se centran en sus complicaciones. Solo uno empezó preguntándome qué se siente manejándola. Creo que tiene que ver con que la gente en general tiende a pensar en los conflictos como punto de partida. Piensan en el no antes que el sí. ¿Viste que muchos dicen que no a principio de cada oración casi por instinto? ¿Vamos a Brazil? No, me encanta Brasil! ¿Dónde compraste esa remera? No, no sabés cuánto me salió... ¿Te gusta mi bici? No, está buena en serio che.
¿Ya dije que Juan Manuel me cae bien? Tiene un pito de árbitro colgándole del cuello. No confundirse con un pene de árbitro, ese sería un collar de barrabrava. Este es un silbato. ¿Para qué? Para que el tráfico lo respete. Cuando lo quieren encerrar, le impiden el paso o hacen maniobras que lo complican, él prrriiii!. Los conductores se imaginan un policía, se contienen de hacer cualquier maldad que pueda ser penada por la ley y Juan Manuel sigue pedaleando, observando todo desde la altura de un chofer de colectivo.
-Es una experiencia increíble. En especial en la ruta. Este verano me voy de viaje al norte.
Le saca el candado y caminamos juntos hacia la esquina. Juan Manuel tiene el brazo bien en alto para llegar al manubrio y arrastrarla. Es como si sacara a pasear a una jirafa. Me da una tarjeta de subte. Del otro lado está impreso el sello de su creación: Oniriciclos.com
-¿Vos también hacés un ciclo de cine onírico?
-No. Yo fabrico las bicis altas, tengo varios modelos. En chile a la bici le dicen cletas, en Colombia, ciclos. La idea es transmitir esta sensación de ensueño en el viaje e iniciar el vínculo con las personas. Al vernos andando se acercan. Les llama la atención. Después lo completamos invitándolos a lecturas y proyecciones que organizamos.
Un borracho emerge. Tiene una bolsa atada a su pierna derecha, le faltan dientes y se acerca en actitud punga. La enormidad de su mamúa me ataja parte del miedo (eso me da cierta ventaja) y la otra parte me la ataja la tranquilidad de Juan Manuel. Jamás se inmutó. Manejar semejante vehículo debe convertirlo en un tipo de superhéroe.
-¡No! ¡Ustedes deténgase ya mismo! ¡Yo soy el hijo de Macri! ¡Tienen que darme dos pesos! ¡Se lo pido bien!
-Mentira. No lo pediste bien.
-¡Soy el hijo de Macri! ¡Vamos a la comisaría ya mismo!
Parece más el hijo del Negro Zamora, ex jugador de Newells, pero quizás se hacía llamar hijo de Macri porque él fue el que causó su indigencia.
-Disculpe, estamos teniendo una conversación. ¿Vamos para alla? –insiste Juan Manuel con total tranquilidad. En caso de emergencia imagino que de un tirón me subirá a su oniribici y escaparemos volando por el cielo.
Seguimos camino hablando de cine. El hijo de Macri camina a la par nuestro. Discutimos la última película Charly Kauffman y él, como yo, defiende a los guionistas. El hijo de Macri quiere meter bocado, pero no tiene bien masticado el tema. Jua Manuel dice que los Oscar pueden ser un mamarracho en todas las categorías menos en las de vestuario y guión. Una película nominada al Oscar a mejor guión nunca es un fiasco. El hijo de Macri no parece estar de acuerdo. A Juan Manuel le sorprendió que cuando vio El Perro en el cine, él y cinco personas se reían en unos momentos y el resto del público en otros.
Pasamos frente a la comisaría. El hijo de Macri, enojado, cabecea.
-¿Vamos adentro? ¡Vamos!
-Andá yendo, ahora te seguimos –respondo yo en voz casi inaudible.
Pero el hijo de Macri persiste. Y ya en la esquina, aprovechando el semáforo en rojo, prefiero despedirme y cruzar hacia mi parada de colectivo.
Llego a la vereda de enfrente, me doy vuelta y veo a Juan Manuel tomando velocidad con su jirafa.
Levanta el pie hasta el pedal y se sube de un tirón.
Como un caballo.
Gira la cabeza, alza su brazo y lo mantiene en alto.
Como el llanero solitario.
Nos volveremos a ver.
P.D: http://www.youtube.com/watch?v=98ff52fF5AM&feature=related
martes, 12 de octubre de 2010
MATADERO CINCO
Algunas frases de este buen libro de Kurt Vonnegut sobre la guerra con ciencia ficción y alguna que otra idea filosófica interesante:
1.
Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería, solo queda gente muerta que nada dice ni desea; todo queda silencioso para siempre. Solo los pájaros cantan.
2.
Cuando una persona muere, solo muere aparentemente. Continúa estando muy viva en el pasado, y por lo tanto es muy estúpido que la gente llore en su funeral. Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamordianos pueden contemplar todos los momentos diferentes de la misma forma que usted, por ejemplo, puede observar cualquier trecho de las Montañas Rocosas. Se dan cuenta de la permanencia de todos los momentos.
3.
-¿Por qué te llaman Billy en lugar de William?
-Por razones comerciales.
Y era cierto. Su suegro le dijo a Billy que alentara a la gente a que le llamara Billy, porque ese es un nombre que queda fijado en la memoria y porque, además, hacía que las personas le consideraran amigo suyo inmediatamente.
4.
Los seres humanos del interior del vagón organizaron turnos para repartir el estar echados o a pie. Hacían sus funciones evacuadoras en cascos de acero que luego pasaban a los que estaban en los ventiladores para que los vaciaran. Billy era un vaciador.
5.
En el octavo día, el vagabundo cuarentón le dijo a Billy:
-Esto no está tan mal. Yo puedo estar cómodo en cualquier parte.
-¿De veras? -preguntó Billy.
En el noveno día, el vagabundo murió. Así sucedió.
Sus últimas palabras fueron:
-¿Tu crees que esto está mal? Pues no, no lo está.
6.
Billy se dejaba guiar por el miedo y la falta de miedo. El miedo le decía cuando detenerse. La falta de miedo le decía cuando seguir adelante.
7.
Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos por lo que son, momentos. (...) He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de libre albedrío.
8.
Rosewater le dijo al psiquiatra:
-Creo que ustedes, muchachos, van a tener que inventarse un buen montón de mentiras bien dichas, o la gente no querrá seguir viviendo.
9.
La mayoría de los tralfamordianos no podían saber que el cuerpo y el rostro de Billy no eran hermosos. Creían que era un espléndido ejemplar humano, y esto influía de forma agradable en el estado de ánimo de Billy. Por primera vez en su vida disfrutaba de su cuerpo.
10.
Solo existe una solución para los terrícolas, si se proponen de veras practicarla: ignorar los malos momentos y concentrarse en los buenos.
11.
Ser pobre no es ninguna desgracia, pero puede serlo.
12.
El americano cree muchas cosas que obviamente son falsas. De ellas, la más destructiva es su convencimiento de que cualquier americano puede hacer dinero con facilidad.
13.
¿Ha puesto alguna vez un espejo en el suelo y un perro encima de él? El perro mirará hacia abajo, y de pronto se dará cuenta de que no existe nada debajo de sus patas. creerá que se mantiene en el aire y dará un enorme salto.
14.
Trout había escrito un libro sobre un árbol que daba dinero. Tenía por hojas billetes de veinte dólares. Sus flores eran bonos del gobierno y sus frutos diamantes. Atraía a los seres humanos, que se mataban los unos a los otros al pie del árbol, fertilizándolo.
15.
Uno de los principales efectos de la guerra es que la gente pierde la fuerza de ánimo suficiente para conservar su personalidad.
1.
Si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería, solo queda gente muerta que nada dice ni desea; todo queda silencioso para siempre. Solo los pájaros cantan.
2.
Cuando una persona muere, solo muere aparentemente. Continúa estando muy viva en el pasado, y por lo tanto es muy estúpido que la gente llore en su funeral. Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamordianos pueden contemplar todos los momentos diferentes de la misma forma que usted, por ejemplo, puede observar cualquier trecho de las Montañas Rocosas. Se dan cuenta de la permanencia de todos los momentos.
3.
-¿Por qué te llaman Billy en lugar de William?
-Por razones comerciales.
Y era cierto. Su suegro le dijo a Billy que alentara a la gente a que le llamara Billy, porque ese es un nombre que queda fijado en la memoria y porque, además, hacía que las personas le consideraran amigo suyo inmediatamente.
4.
Los seres humanos del interior del vagón organizaron turnos para repartir el estar echados o a pie. Hacían sus funciones evacuadoras en cascos de acero que luego pasaban a los que estaban en los ventiladores para que los vaciaran. Billy era un vaciador.
5.
En el octavo día, el vagabundo cuarentón le dijo a Billy:
-Esto no está tan mal. Yo puedo estar cómodo en cualquier parte.
-¿De veras? -preguntó Billy.
En el noveno día, el vagabundo murió. Así sucedió.
Sus últimas palabras fueron:
-¿Tu crees que esto está mal? Pues no, no lo está.
6.
Billy se dejaba guiar por el miedo y la falta de miedo. El miedo le decía cuando detenerse. La falta de miedo le decía cuando seguir adelante.
7.
Todo el tiempo es todo el tiempo. Nada cambia ni necesita advertencia o explicación. Simplemente es. Tome los momentos por lo que son, momentos. (...) He visitado treinta y un planetas habitados del universo, y he estudiado informes de otros cien. Sólo en la Tierra se habla de libre albedrío.
8.
Rosewater le dijo al psiquiatra:
-Creo que ustedes, muchachos, van a tener que inventarse un buen montón de mentiras bien dichas, o la gente no querrá seguir viviendo.
9.
La mayoría de los tralfamordianos no podían saber que el cuerpo y el rostro de Billy no eran hermosos. Creían que era un espléndido ejemplar humano, y esto influía de forma agradable en el estado de ánimo de Billy. Por primera vez en su vida disfrutaba de su cuerpo.
10.
Solo existe una solución para los terrícolas, si se proponen de veras practicarla: ignorar los malos momentos y concentrarse en los buenos.
11.
Ser pobre no es ninguna desgracia, pero puede serlo.
12.
El americano cree muchas cosas que obviamente son falsas. De ellas, la más destructiva es su convencimiento de que cualquier americano puede hacer dinero con facilidad.
13.
¿Ha puesto alguna vez un espejo en el suelo y un perro encima de él? El perro mirará hacia abajo, y de pronto se dará cuenta de que no existe nada debajo de sus patas. creerá que se mantiene en el aire y dará un enorme salto.
14.
Trout había escrito un libro sobre un árbol que daba dinero. Tenía por hojas billetes de veinte dólares. Sus flores eran bonos del gobierno y sus frutos diamantes. Atraía a los seres humanos, que se mataban los unos a los otros al pie del árbol, fertilizándolo.
15.
Uno de los principales efectos de la guerra es que la gente pierde la fuerza de ánimo suficiente para conservar su personalidad.
viernes, 8 de octubre de 2010
BOTELLITA ARROJADA AL FACEBOOK
Hola Pato, cómo va?
Antes que nada te aviso: no nos conocemos ni tenemos amigos en común ni quiero venderte algo ni soy un tipo raro ni soy spam.
Este es simplemente un mensaje freakie.
Como una botella de naufrago, aunque no esté solo en una isla.
Un experimento.
Te cuento:
Fui a ver a Regina Spektor el miércoles y me di cuenta que soy más fan de lo que pensaba. Tampoco TAN fan, pero me encantan sus letras, voz y singularidad.
A mitad del show se me ocurrió que tendría mucho en común con una chica a la que le encantara Regina Spektor y no tuviera quince años. Me divirtió la idea de que con ese dato alcanzara para congeniar porque resumiría varias cosas:
1-Simpatía por la picardía.
2-Gusto por la literatura.
3-Cierto conocimiento de inglés.
4-Algo de melancolía.
5-Una cuota de existencialismo.
6-Probable tendencia a la petisura.
Esta última es cuestionable:
No por apreciar a Regina una chica necesariamente sea petisa. Pero noté en el recital que, al igual que en el de Radiohead y las Fiestas Bubamara, el público es más petiso.
Por supuesto que la lista es arbitraria y podría seguir hasta el nº 23 con más y más delirio. Pero con eso alcanzaba por ahora.
Si leíste hasta acá, ya es bastante. Perdoná que me falte para escribirte el resto, pero como dije más arriba: es un experimento.
Como suelo escribir y pensar ideas, mi mente despegó a mitad del show escribiendo en el aire una idea para un cortometraje que comenzaría con un chico que decide esto mismo: que su próxima novia tiene que ser fan de Regina. Y decide buscarla a través del Facebook, eligiendo a una al azar por lo que le genera su foto de perfil.
En realidad la foto tenía que mostrar parte del cuerpo, no la cara, porque la idea era llevar el corto hacia una cita a ciegas que fuera verdaderamente a ciegas (es decir, en la total oscuridad, como si fueran ciegos) y que a partir de la conversación cada uno fuera imaginándose al otro. Pero elegí la tuya por tener un elemento indispensable, quizás el más imprescindible: la picardía.
Nota para mi:
Otro adjetivo a incorporar en la chica que es fan de la rusa es witty, no se su traducción en castellano. Buscarla.
Segunda nota para mi:
La isla de los wittys, el show que veía de chiquito, quería decir que esos muñecos eran ingeniosos, sarcásticos o irónicos?
No lo parecían.
Perdón por esto último. Si no me anoto cosas me las olvido.
Llegando casi al final del mail, lo malo de la idea es que no pude frenarla y la segunda mitad del show de Regina la viví un poco más ausente. Luego comentándolo con mi hermana y un amigo, que vinieron conmigo, me enteré que a ellos les pasó lo mismo. Parece que Regina nos hizo disparar la mente. ¿A vos te pasó?
Por penúltimo no me parecía coherente escribir el corto sin antes intentar hacerme cargo y tratar de llevarlo a cabo sin importar los desenlaces. Para ver hacia dónde lleva y, quizás, robar ideas de la realidad para incorporar al corto.
Por último, trataría de que no seamos amigos de Facebook, así no nos vemos más las caras de lo que deberíamos y mantenemos algo del concepto de cita a ciegas, aunque nunca la tengamos.
Listo, botellita tirada al océano.
Deseémosle (o desiémosle?) suerte..
beso
fer
Antes que nada te aviso: no nos conocemos ni tenemos amigos en común ni quiero venderte algo ni soy un tipo raro ni soy spam.
Este es simplemente un mensaje freakie.
Como una botella de naufrago, aunque no esté solo en una isla.
Un experimento.
Te cuento:
Fui a ver a Regina Spektor el miércoles y me di cuenta que soy más fan de lo que pensaba. Tampoco TAN fan, pero me encantan sus letras, voz y singularidad.
A mitad del show se me ocurrió que tendría mucho en común con una chica a la que le encantara Regina Spektor y no tuviera quince años. Me divirtió la idea de que con ese dato alcanzara para congeniar porque resumiría varias cosas:
1-Simpatía por la picardía.
2-Gusto por la literatura.
3-Cierto conocimiento de inglés.
4-Algo de melancolía.
5-Una cuota de existencialismo.
6-Probable tendencia a la petisura.
Esta última es cuestionable:
No por apreciar a Regina una chica necesariamente sea petisa. Pero noté en el recital que, al igual que en el de Radiohead y las Fiestas Bubamara, el público es más petiso.
Por supuesto que la lista es arbitraria y podría seguir hasta el nº 23 con más y más delirio. Pero con eso alcanzaba por ahora.
Si leíste hasta acá, ya es bastante. Perdoná que me falte para escribirte el resto, pero como dije más arriba: es un experimento.
Como suelo escribir y pensar ideas, mi mente despegó a mitad del show escribiendo en el aire una idea para un cortometraje que comenzaría con un chico que decide esto mismo: que su próxima novia tiene que ser fan de Regina. Y decide buscarla a través del Facebook, eligiendo a una al azar por lo que le genera su foto de perfil.
En realidad la foto tenía que mostrar parte del cuerpo, no la cara, porque la idea era llevar el corto hacia una cita a ciegas que fuera verdaderamente a ciegas (es decir, en la total oscuridad, como si fueran ciegos) y que a partir de la conversación cada uno fuera imaginándose al otro. Pero elegí la tuya por tener un elemento indispensable, quizás el más imprescindible: la picardía.
Nota para mi:
Otro adjetivo a incorporar en la chica que es fan de la rusa es witty, no se su traducción en castellano. Buscarla.
Segunda nota para mi:
La isla de los wittys, el show que veía de chiquito, quería decir que esos muñecos eran ingeniosos, sarcásticos o irónicos?
No lo parecían.
Perdón por esto último. Si no me anoto cosas me las olvido.
Llegando casi al final del mail, lo malo de la idea es que no pude frenarla y la segunda mitad del show de Regina la viví un poco más ausente. Luego comentándolo con mi hermana y un amigo, que vinieron conmigo, me enteré que a ellos les pasó lo mismo. Parece que Regina nos hizo disparar la mente. ¿A vos te pasó?
Por penúltimo no me parecía coherente escribir el corto sin antes intentar hacerme cargo y tratar de llevarlo a cabo sin importar los desenlaces. Para ver hacia dónde lleva y, quizás, robar ideas de la realidad para incorporar al corto.
Por último, trataría de que no seamos amigos de Facebook, así no nos vemos más las caras de lo que deberíamos y mantenemos algo del concepto de cita a ciegas, aunque nunca la tengamos.
Listo, botellita tirada al océano.
Deseémosle (o desiémosle?) suerte..
beso
fer
domingo, 3 de octubre de 2010
TENGO QUE COMPRARME UN PERRO
Nos juntamos a fumar uno y escribir en el aire. Él y yo. Cada vez menos colegas, cada vez más amigos. Esta vez definimos que nuestro protagonista usa un Ford Sierra, toma viagra y es capaz de cambiar de camisa a la mitad del día para apaliar el chivo.
-¿Querés tomar algo?
-Agua, si tiene.
Abro la heladera para servirle.
-¿No tiene agua tibia?
-¿Tibia?
-Sí, de la canilla está bien. Me gusta tibia.
Le apoyo el vaso sobre el escritorio mientras él chequea sus mensajes en el celular y cambia de expresión en un segundo. Hay un mensaje desesperado de su ex, la madre de su hija, porque se quedó sin luz y se le iba a pudrir toda la compra del supermercado. Él llama, ella no atiende. Por su nueva expresión -terror, manos temblorosas, ¿posible desmayo? -parece que está pasando algo más grave que una leche cortada.
-Usted no la conoce, ella es capaz de cualquier cosa. Me voy a tener que ir.
Le abro la puerta, está nerviosoparonoico.
-¿No me acompañaría?
-¿Yo? ¿Para qué?
-Para asegurarme de que todo esté bien. Es acá cerca.
Tiene miedo en los ojos, no se por qué. ¿Qué estará pensando?
- No se en qué puedo ayudar a ir a lo de tu ex. ¿Para calmarla? ¿Por si quiere atacarte? ¿Para hacer de buffer entre ustedes?
-Me sentiría más tranquilo si viniera.
No se si exagera o algo terrible nos va a suceder. De todas maneras, cuando se pide un favor así por primera vez, hay que hacerlo.
La próxima quedará asentado el antecedente.
Bajamos y me dice de tomarnos un taxi.
-¿No era acá nomás?
-Sí, acá. Treinta cuadras.
Me lo quedo mirando. Es de noche, bien tarde, y no se a dónde me está llevando.
-Yo pago la ida y la vuelta.
Sigo mirándolo en silencio. Quiero que me explique por qué me necesita.
-Ni siquiera tiene que bajarse del taxi: salgo, le hago la señal de que está todo ok y se vuelve.
Me subo.
En el viaje no hablamos. Él está imaginando lo que nos encontraremos al llegar, yo miro por la ventana el movimiento de la ciudad. Es un lunes a las dos de la mañana y en la calle hay gente yendo y viniendo para encontrarse. Si estuviéramos en un pueblo habría oscuridad total y algún que otro perro vagabundo. Si estuviéramos en el campo, silencio de muerte y mil estrellas. Si estuviéramos en Europa, frío helado y todo cerrado. Buenos Aires tiene sus ventajas. A veces nos olvidamos.
Llegamos. Me abre la puerta para que baje del taxi, por supuesto.
Vamos al portero del edificio y tocamos timbre.
-El tema es que si no hay luz no le va a sonar el portero.
-¿No trajiste la llave?
-No la tengo.
-¿Y a qué vinimos?
Alguien atiende y dice algo que no llego a escuchar. Él suspira aliviado.
-Ahora baja. Parece que está todo bien. ¿Quiere esperar a media cuadra?
Me lo quedo mirando en silencio por tercera vez esta noche. Voy.
Estoy a media cuadra imaginando a su ex. ¿Estará toda despeinada? ¿Tendrá una bolsa con carne descongelada en la mano? Mientras tanto veo el palier del edificio que está a media cuadra de mi colega y su ex mujer. Hay dos sillones individuales de pana verde, una alfombra roja, una lámpara de pie. Parece un living de abuelos buenos. ¿Quién decora los paliers? ¿Existirá un curso intensivo para decoradores de paliers?
Voy a ver al del edificio de al lado para comparar. Dos sillas metálicas, una mesita alta de vidrio y un jarrón apoyado. Este es un palier de paso; en el otro daban ganas de quedarse un rato con las visitas a tomarse un vermouth. Parecía un palier de otra época incluso. Este es frío, moderno y poco sociable. ¿Así somos ahora? ¿O así es como los decoradores de paliers creen que somos? ¿O así son los decoradores de paliers?
Me dan ganas de ser fotógrafo y hacer una serie de fotos de paliers.
A lo lejos veo acercarse a una mujer de rulos a paso rápido. Inmediatamente pienso en Clara, una chica que vi tres veces en toda mi vida. Me sorprende acordarme de su nombre: yo pocas veces recuerdo los nombres. Pero tengo la habilidad de conversar horas con alguien sin que lo note. Che es una palabra utilísima. Utilísima es una palabra extraña. Es raro que la hayan utilizado para nombrar a un programa popular.
Es Clara nomás. Me reconoce ella también. Y sabe mi nombre. Está bueno que te reconozcan y sepan tu nombre. En el futuro voy a hacer un mayor esfuerzo.
Clara caminaba tambaleándose y confundida escuchando música.
-¿De dónde venís?
-De Matienzo, fui a ver a Alvy Singer. Me vine a pie y acá a dos cuadras un chico me preguntó la hora y nos quedamos charlandocaminando. Me dijo de tomar una cerveza en la casa.
-¿Y le dijiste que no?
-Yo tenía ganas de tomar otra cerveza, pero no quería generar algo que no iba a querer concretar. Ahora cuando llegue a casa quizás me tomo una.
-¿Me estás invitando?
-…
-Está bueno hablar con desconocidos en la calle. Habría que hacerlo más seguido.
Le conté las razones por las que estaba solo frente a un edificio con un palier poco sociable un lunes a las dos de la mañana. Le conté de mi colega y que me había imaginado subiendo a la casa de su ex como policías, tirando la puerta abajo para encontrar a la madre sosteniendo a la hija de nueve años de los talones por fuera de la ventana con los pelos apuntando nueve pisos más abajo.
-Mi amigo es un caso... Tiene 27 años pero habla de usted. Todo el tiempo habla de usted. Yo cuando estoy con él me contagio y no lo tuteo, pero es difícil mantener el personaje todo el tiempo.
-Con el tiempo te acostumbrás. Él seguro ya es personaje sin pensarlo. Yo tengo un amigo igual, quizás es el mismo. ¿El tuyo es el Puma?
- No, no es el Puma.
La llevo al edificio de al lado y le muestro la diferencia de los paliers. Ella dice que el de su edificio parece un telo. Y que su casa también parece un telo. Eso según su mamá. Igual a ella tampoco le gusta. A fin de año se muda.
-¿A vos te gustaban las chicas no?
-Sí, pero ahora mismo no estoy de novia.
-¿Te gustan las chicas a veces o todo el tiempo? Porque cada tanto yo intuyo cierta cosquilla entre nosotros y me agarra la duda. ¿Estás segura?
-Segura segura no se está nunca.
Llega mi colega y los presento. Está tranquilo.
-Me deja solo cinco minutos y ya estoy hablando con una chica, ¿vio? Soy un crack. ¿Cómo estaba la madre de su hija?
-Tranquila por suerte.
-¿Cómo te imaginaste que iba a estar?
-Golpeándose la cabeza contra la pared. Ya me ha sucedido.
-Yo me golpeaba la cabeza contra la pared de chico. Una vez, en realidad, en la primaria.
-¿Por qué?
-Me sacaron del aula por hablar en clase y cuando estaba afuera me choqué la cabeza contra la pared unas cuantas veces para recriminarme. Yo era buen alumno. No lo hice con potencia, pero era la misma pared del aula y del otro lado retumbaba. La maestra salió, me vio y me hizo entrar. Me dijo que no haga eso, que eso mata las neuronas y las neuronas no vuelven a crecer. Eso me quedó grabado. Las neuronas se mueren y en un momento uno puede quedar tonto. Es tonto pensarlo todavía, pero me quedó. Todos en la clase se rieron.
Mi colega dice que su ex es muy loca. Le da mucho miedo lo que pueda hacer con su hija, pero para conseguir la tenencia la madre tiene que ser falopera o algo así.
Además, no quiere que la hija pase por eso.
-¿Antes no era loca?
-Siempre fue loca. A los dieciocho años solía tirarse en la calle. A mi me encantaba eso. Ahora ya no.
-Yo me tiré una vez en la calle. Bueno, en la vereda.
-¿Por qué?
-Mi novia de ese entonces me contó que había comido conejo. Yo tuve conejos de mascota, entonces la acusé de ser comemascotas. Fue una discusión en burla, pero en algún momento ella se la tomó en serio y pretendía que le pidiera perdón. Me tiré en la vereda (tenía una mochila grande que me acolchó la caída) para bajarle el dramatismo. Y funcionó: la hice sonreír. Pero siempre me quedó la duda: ¿Dónde trazamos la línea de las mascotas? ¿Los patos son mascotas? ¿Se puede comer pato sin ser comemascotas?
-Un amigo mío tenía un sapo de mascota -dice Clara.
-¿Y se lo comió su novia?
-No, no tenía novia. Era objetivamente feo.
-Yo tenía un amigo que agarraba cada sapo que veía –dice mi colega-. A mi me dan asco.
-A mí me dan asco los caracoles. De chica me regalaron una caja de zapatos y cuando la abrí estaba llena de caracoles. La tiré al piso y me persiguieron con la caja.
-A mi también me dan asco los caracoles –digo yo-. Me imagino a uno deslizándose por mi brazo y se me eriza a piel. Además no entiendo cómo siendo tan lentos apenas hay humedad aparecen. ¿De dónde salen? ¿Dónde estaban antes? ¿En el campo? ¿Cómo llegaron tan rápido?
-Se materializan ahí mismo. Cae una gota de agua y emerge un caracol.
-No tengo cigarrillos, ¿me acompañan a comprar?
Acompañamos a Clara a comprar cigarrillos a la Shell que queda a dos cuadras. En el trayecto nos cuenta que esta semana le robaron entre cuatro. ¿Con pistola? No, las armas eran sus manos. Pero eran manos largas.
La trataron bien, con respeto. Pero ella les pidió que le dejen los apuntes y se los llevaron.
-¿Para qué? Si están apurados por el robo se entiende, pero sino… qué gente jodida.
-Pasa que si te hacen un favor es el primer paso para hacerse amigos. Después les da lástima robarle a un amigo y en una de esas se arrepienten –dice él.
-A un amigo mío le pasó que le quiso robar un amigo –cuento yo-. Él trabajaba de delivery en una pizzería. Pidieron una de muzzarella y cambio de cien. Cuando llegó a la dirección lo esperaban en la puerta del edificio para robarle el cambio. Era un amigo suyo de la secundaria y se quedaron hablando. Al final, decidieron no robarle.
-¿Vio? No conviene hacerse amigo de la víctima.
-No sé, ¿no te acordás de Por fin me la quité de encima? Gran comedia con Danny De Vito y Bette Midler. Creo que ella se hacía amiga de sus secuestradores y la peli tenía final feliz. Era de Hollywood.
-Yo tengo tres amigos de la secundaria que están en cana.
-¿A qué secundaria fuiste? Así no mando a mis hijos.
-¿Vos también tenés hijos? –pregunta ella.
-No, pero ya los planifiqué. Se exactamente cómo los quiero. Y planifiqué también la decepción al descubrir que al final resultaron ser nada que ver.
Volvemos. En la Shell hay un taxista durmiendo en su asiento con la cabeza para atrás.
-No me gusta la gente que duerme con la boca abierta. Parecen muertos.
Nos separamos de Clara, se va para la casa.
-Si querés cambiar de equipo avisame –le grito.
Parece que no, por su expresión.
Mi colega me pide de volver caminando así se despabila un poco. Me da las gracias por acompañarlo; le pregunto si la exageración es parte de su personalidad.
-No es por mí, es ella. Cuando éramos novios nos peleamos en todas las avenidas. En avenida Libertador, en Cabildo, Cordoba y Callao. Eso deberíamos meterlo en algún capítulo. Una vez una señora se metió y me dijo que no le grite. ¿Usted qué sabe señora? Quizás ella se merece que le griten, le contesté. No sé de dónde salió que las mujeres son el sexo débil, con todo lo que nos hacen sufrir...
-¿Pero qué imagen tenías en la cabeza hoy antes de llegar?
-Policías o bomberos en la puerta del edificio. Ella en la calle con el refrigerador abierto o toda la comida en bolsas. Mi nena de su mano…
-Se nota que le gusta el cine. Querés una vida de película.
-Me gustan las chicas que son cinematográficas.
La noche estaba ideal para caminar. Pienso que hay que salir más a caminar de noche. El tema es buscar la excusa: tengo que comprarme un perro.
En el camino de regreso hablamos de que viene McCartney. McCartney es un genio melódico. Pero es medio tontón. Es un genio tontón. Extraña combinación. ¿Alejandro Lerner es el McCartney argentino? Salvando las distancias, claro. Y más distancia de maratón que de cien metros llanos.
De alguna manera llegamos a la leyenda que cuenta que Bob Dylan les convidó el primer porro a Los Beatles. Es raro que hayan tardado tanto en probar. Concluímos que antes no era tan accesible la marihuana, y la música evolucionaba a la par que se descubrían las nuevas drogas. Enseguida decidimos que Ballad of a thin man es de nuestras canciones favoritas y que Dylan le puso el cerebro al rock. Antes el rock hablaba de salir con chicas y quererse mucho.
Llega su colectivo y me despide con la frase de siempre:
-Chau, después hablamos.
Vuelvo a casa, la compu está encendida. Sobre el escritorio está el vaso de agua. No está tibia. Tomo un trago y me pongo a escribir esto mismo.
Hay noches que merecen ser escritas, aunque no signifiquen demasiado.
-¿Querés tomar algo?
-Agua, si tiene.
Abro la heladera para servirle.
-¿No tiene agua tibia?
-¿Tibia?
-Sí, de la canilla está bien. Me gusta tibia.
Le apoyo el vaso sobre el escritorio mientras él chequea sus mensajes en el celular y cambia de expresión en un segundo. Hay un mensaje desesperado de su ex, la madre de su hija, porque se quedó sin luz y se le iba a pudrir toda la compra del supermercado. Él llama, ella no atiende. Por su nueva expresión -terror, manos temblorosas, ¿posible desmayo? -parece que está pasando algo más grave que una leche cortada.
-Usted no la conoce, ella es capaz de cualquier cosa. Me voy a tener que ir.
Le abro la puerta, está nerviosoparonoico.
-¿No me acompañaría?
-¿Yo? ¿Para qué?
-Para asegurarme de que todo esté bien. Es acá cerca.
Tiene miedo en los ojos, no se por qué. ¿Qué estará pensando?
- No se en qué puedo ayudar a ir a lo de tu ex. ¿Para calmarla? ¿Por si quiere atacarte? ¿Para hacer de buffer entre ustedes?
-Me sentiría más tranquilo si viniera.
No se si exagera o algo terrible nos va a suceder. De todas maneras, cuando se pide un favor así por primera vez, hay que hacerlo.
La próxima quedará asentado el antecedente.
Bajamos y me dice de tomarnos un taxi.
-¿No era acá nomás?
-Sí, acá. Treinta cuadras.
Me lo quedo mirando. Es de noche, bien tarde, y no se a dónde me está llevando.
-Yo pago la ida y la vuelta.
Sigo mirándolo en silencio. Quiero que me explique por qué me necesita.
-Ni siquiera tiene que bajarse del taxi: salgo, le hago la señal de que está todo ok y se vuelve.
Me subo.
En el viaje no hablamos. Él está imaginando lo que nos encontraremos al llegar, yo miro por la ventana el movimiento de la ciudad. Es un lunes a las dos de la mañana y en la calle hay gente yendo y viniendo para encontrarse. Si estuviéramos en un pueblo habría oscuridad total y algún que otro perro vagabundo. Si estuviéramos en el campo, silencio de muerte y mil estrellas. Si estuviéramos en Europa, frío helado y todo cerrado. Buenos Aires tiene sus ventajas. A veces nos olvidamos.
Llegamos. Me abre la puerta para que baje del taxi, por supuesto.
Vamos al portero del edificio y tocamos timbre.
-El tema es que si no hay luz no le va a sonar el portero.
-¿No trajiste la llave?
-No la tengo.
-¿Y a qué vinimos?
Alguien atiende y dice algo que no llego a escuchar. Él suspira aliviado.
-Ahora baja. Parece que está todo bien. ¿Quiere esperar a media cuadra?
Me lo quedo mirando en silencio por tercera vez esta noche. Voy.
Estoy a media cuadra imaginando a su ex. ¿Estará toda despeinada? ¿Tendrá una bolsa con carne descongelada en la mano? Mientras tanto veo el palier del edificio que está a media cuadra de mi colega y su ex mujer. Hay dos sillones individuales de pana verde, una alfombra roja, una lámpara de pie. Parece un living de abuelos buenos. ¿Quién decora los paliers? ¿Existirá un curso intensivo para decoradores de paliers?
Voy a ver al del edificio de al lado para comparar. Dos sillas metálicas, una mesita alta de vidrio y un jarrón apoyado. Este es un palier de paso; en el otro daban ganas de quedarse un rato con las visitas a tomarse un vermouth. Parecía un palier de otra época incluso. Este es frío, moderno y poco sociable. ¿Así somos ahora? ¿O así es como los decoradores de paliers creen que somos? ¿O así son los decoradores de paliers?
Me dan ganas de ser fotógrafo y hacer una serie de fotos de paliers.
A lo lejos veo acercarse a una mujer de rulos a paso rápido. Inmediatamente pienso en Clara, una chica que vi tres veces en toda mi vida. Me sorprende acordarme de su nombre: yo pocas veces recuerdo los nombres. Pero tengo la habilidad de conversar horas con alguien sin que lo note. Che es una palabra utilísima. Utilísima es una palabra extraña. Es raro que la hayan utilizado para nombrar a un programa popular.
Es Clara nomás. Me reconoce ella también. Y sabe mi nombre. Está bueno que te reconozcan y sepan tu nombre. En el futuro voy a hacer un mayor esfuerzo.
Clara caminaba tambaleándose y confundida escuchando música.
-¿De dónde venís?
-De Matienzo, fui a ver a Alvy Singer. Me vine a pie y acá a dos cuadras un chico me preguntó la hora y nos quedamos charlandocaminando. Me dijo de tomar una cerveza en la casa.
-¿Y le dijiste que no?
-Yo tenía ganas de tomar otra cerveza, pero no quería generar algo que no iba a querer concretar. Ahora cuando llegue a casa quizás me tomo una.
-¿Me estás invitando?
-…
-Está bueno hablar con desconocidos en la calle. Habría que hacerlo más seguido.
Le conté las razones por las que estaba solo frente a un edificio con un palier poco sociable un lunes a las dos de la mañana. Le conté de mi colega y que me había imaginado subiendo a la casa de su ex como policías, tirando la puerta abajo para encontrar a la madre sosteniendo a la hija de nueve años de los talones por fuera de la ventana con los pelos apuntando nueve pisos más abajo.
-Mi amigo es un caso... Tiene 27 años pero habla de usted. Todo el tiempo habla de usted. Yo cuando estoy con él me contagio y no lo tuteo, pero es difícil mantener el personaje todo el tiempo.
-Con el tiempo te acostumbrás. Él seguro ya es personaje sin pensarlo. Yo tengo un amigo igual, quizás es el mismo. ¿El tuyo es el Puma?
- No, no es el Puma.
La llevo al edificio de al lado y le muestro la diferencia de los paliers. Ella dice que el de su edificio parece un telo. Y que su casa también parece un telo. Eso según su mamá. Igual a ella tampoco le gusta. A fin de año se muda.
-¿A vos te gustaban las chicas no?
-Sí, pero ahora mismo no estoy de novia.
-¿Te gustan las chicas a veces o todo el tiempo? Porque cada tanto yo intuyo cierta cosquilla entre nosotros y me agarra la duda. ¿Estás segura?
-Segura segura no se está nunca.
Llega mi colega y los presento. Está tranquilo.
-Me deja solo cinco minutos y ya estoy hablando con una chica, ¿vio? Soy un crack. ¿Cómo estaba la madre de su hija?
-Tranquila por suerte.
-¿Cómo te imaginaste que iba a estar?
-Golpeándose la cabeza contra la pared. Ya me ha sucedido.
-Yo me golpeaba la cabeza contra la pared de chico. Una vez, en realidad, en la primaria.
-¿Por qué?
-Me sacaron del aula por hablar en clase y cuando estaba afuera me choqué la cabeza contra la pared unas cuantas veces para recriminarme. Yo era buen alumno. No lo hice con potencia, pero era la misma pared del aula y del otro lado retumbaba. La maestra salió, me vio y me hizo entrar. Me dijo que no haga eso, que eso mata las neuronas y las neuronas no vuelven a crecer. Eso me quedó grabado. Las neuronas se mueren y en un momento uno puede quedar tonto. Es tonto pensarlo todavía, pero me quedó. Todos en la clase se rieron.
Mi colega dice que su ex es muy loca. Le da mucho miedo lo que pueda hacer con su hija, pero para conseguir la tenencia la madre tiene que ser falopera o algo así.
Además, no quiere que la hija pase por eso.
-¿Antes no era loca?
-Siempre fue loca. A los dieciocho años solía tirarse en la calle. A mi me encantaba eso. Ahora ya no.
-Yo me tiré una vez en la calle. Bueno, en la vereda.
-¿Por qué?
-Mi novia de ese entonces me contó que había comido conejo. Yo tuve conejos de mascota, entonces la acusé de ser comemascotas. Fue una discusión en burla, pero en algún momento ella se la tomó en serio y pretendía que le pidiera perdón. Me tiré en la vereda (tenía una mochila grande que me acolchó la caída) para bajarle el dramatismo. Y funcionó: la hice sonreír. Pero siempre me quedó la duda: ¿Dónde trazamos la línea de las mascotas? ¿Los patos son mascotas? ¿Se puede comer pato sin ser comemascotas?
-Un amigo mío tenía un sapo de mascota -dice Clara.
-¿Y se lo comió su novia?
-No, no tenía novia. Era objetivamente feo.
-Yo tenía un amigo que agarraba cada sapo que veía –dice mi colega-. A mi me dan asco.
-A mí me dan asco los caracoles. De chica me regalaron una caja de zapatos y cuando la abrí estaba llena de caracoles. La tiré al piso y me persiguieron con la caja.
-A mi también me dan asco los caracoles –digo yo-. Me imagino a uno deslizándose por mi brazo y se me eriza a piel. Además no entiendo cómo siendo tan lentos apenas hay humedad aparecen. ¿De dónde salen? ¿Dónde estaban antes? ¿En el campo? ¿Cómo llegaron tan rápido?
-Se materializan ahí mismo. Cae una gota de agua y emerge un caracol.
-No tengo cigarrillos, ¿me acompañan a comprar?
Acompañamos a Clara a comprar cigarrillos a la Shell que queda a dos cuadras. En el trayecto nos cuenta que esta semana le robaron entre cuatro. ¿Con pistola? No, las armas eran sus manos. Pero eran manos largas.
La trataron bien, con respeto. Pero ella les pidió que le dejen los apuntes y se los llevaron.
-¿Para qué? Si están apurados por el robo se entiende, pero sino… qué gente jodida.
-Pasa que si te hacen un favor es el primer paso para hacerse amigos. Después les da lástima robarle a un amigo y en una de esas se arrepienten –dice él.
-A un amigo mío le pasó que le quiso robar un amigo –cuento yo-. Él trabajaba de delivery en una pizzería. Pidieron una de muzzarella y cambio de cien. Cuando llegó a la dirección lo esperaban en la puerta del edificio para robarle el cambio. Era un amigo suyo de la secundaria y se quedaron hablando. Al final, decidieron no robarle.
-¿Vio? No conviene hacerse amigo de la víctima.
-No sé, ¿no te acordás de Por fin me la quité de encima? Gran comedia con Danny De Vito y Bette Midler. Creo que ella se hacía amiga de sus secuestradores y la peli tenía final feliz. Era de Hollywood.
-Yo tengo tres amigos de la secundaria que están en cana.
-¿A qué secundaria fuiste? Así no mando a mis hijos.
-¿Vos también tenés hijos? –pregunta ella.
-No, pero ya los planifiqué. Se exactamente cómo los quiero. Y planifiqué también la decepción al descubrir que al final resultaron ser nada que ver.
Volvemos. En la Shell hay un taxista durmiendo en su asiento con la cabeza para atrás.
-No me gusta la gente que duerme con la boca abierta. Parecen muertos.
Nos separamos de Clara, se va para la casa.
-Si querés cambiar de equipo avisame –le grito.
Parece que no, por su expresión.
Mi colega me pide de volver caminando así se despabila un poco. Me da las gracias por acompañarlo; le pregunto si la exageración es parte de su personalidad.
-No es por mí, es ella. Cuando éramos novios nos peleamos en todas las avenidas. En avenida Libertador, en Cabildo, Cordoba y Callao. Eso deberíamos meterlo en algún capítulo. Una vez una señora se metió y me dijo que no le grite. ¿Usted qué sabe señora? Quizás ella se merece que le griten, le contesté. No sé de dónde salió que las mujeres son el sexo débil, con todo lo que nos hacen sufrir...
-¿Pero qué imagen tenías en la cabeza hoy antes de llegar?
-Policías o bomberos en la puerta del edificio. Ella en la calle con el refrigerador abierto o toda la comida en bolsas. Mi nena de su mano…
-Se nota que le gusta el cine. Querés una vida de película.
-Me gustan las chicas que son cinematográficas.
La noche estaba ideal para caminar. Pienso que hay que salir más a caminar de noche. El tema es buscar la excusa: tengo que comprarme un perro.
En el camino de regreso hablamos de que viene McCartney. McCartney es un genio melódico. Pero es medio tontón. Es un genio tontón. Extraña combinación. ¿Alejandro Lerner es el McCartney argentino? Salvando las distancias, claro. Y más distancia de maratón que de cien metros llanos.
De alguna manera llegamos a la leyenda que cuenta que Bob Dylan les convidó el primer porro a Los Beatles. Es raro que hayan tardado tanto en probar. Concluímos que antes no era tan accesible la marihuana, y la música evolucionaba a la par que se descubrían las nuevas drogas. Enseguida decidimos que Ballad of a thin man es de nuestras canciones favoritas y que Dylan le puso el cerebro al rock. Antes el rock hablaba de salir con chicas y quererse mucho.
Llega su colectivo y me despide con la frase de siempre:
-Chau, después hablamos.
Vuelvo a casa, la compu está encendida. Sobre el escritorio está el vaso de agua. No está tibia. Tomo un trago y me pongo a escribir esto mismo.
Hay noches que merecen ser escritas, aunque no signifiquen demasiado.
miércoles, 29 de septiembre de 2010
RINGO PHONE HOME
.
Jugabamos al Quién es quién subjetivo con personajes cinematográficos.
Habíamos perdido los dos:
Él no adivinó porque pensó que Indiana Jones desearía tener un hijo en algún momento de su vida y yo, al ponerme entre la espada y la pared, opiné que no.
Yo no adiviné porque disentimos en algo dudoso en cuanto a Julia Roberts en Mujer Bonita. No recuerdo si fue cuando respondió que jugaría bien al fútbol, que no sabría coimear o que, de aprender karate, sólo lo usaría en defensa personal y nunca para atacar a seres indefensos.
Empezamos la revancha. Mi primera prengunta fue:
-Si fuera uno de los Beatles, ¿cuál sería?
-Y... -se río, sin dudarlo -... Ringo.
Apenas lo vi me empecé a reír. Él se río conmigo un rato largo.
Tenía todos los personajes, pero arriesgué igual:
-¡E.T!
-Era obvio.
Todavía me estoy riendo.
Jugabamos al Quién es quién subjetivo con personajes cinematográficos.
Habíamos perdido los dos:
Él no adivinó porque pensó que Indiana Jones desearía tener un hijo en algún momento de su vida y yo, al ponerme entre la espada y la pared, opiné que no.
Yo no adiviné porque disentimos en algo dudoso en cuanto a Julia Roberts en Mujer Bonita. No recuerdo si fue cuando respondió que jugaría bien al fútbol, que no sabría coimear o que, de aprender karate, sólo lo usaría en defensa personal y nunca para atacar a seres indefensos.
Empezamos la revancha. Mi primera prengunta fue:
-Si fuera uno de los Beatles, ¿cuál sería?
-Y... -se río, sin dudarlo -... Ringo.
Apenas lo vi me empecé a reír. Él se río conmigo un rato largo.
Tenía todos los personajes, pero arriesgué igual:
-¡E.T!
-Era obvio.
Todavía me estoy riendo.
domingo, 26 de septiembre de 2010
CANALIZANDO POR OTRO LADO
.
En breve, debido a la ley de medios, se realizará
un reordenamiento de la grilla de programación
haciendose efectivos los siguientes cambios:
1-El 4 será para C5N.
7-El 7 para Canal 26.
5-El 8 para CN23.
2-El 11 para Canal 7.
9-El 12 para El Trece.
4-El 13 para Canal 9.
Están tratando de confundirnos,
pero para qué veamos qué canal?
Por suerte yo ya no veo tele.
Solía pensar que la gente que decía eso era snob.
Ahora me parece sensato.
.
En breve, debido a la ley de medios, se realizará
un reordenamiento de la grilla de programación
haciendose efectivos los siguientes cambios:
1-El 4 será para C5N.
7-El 7 para Canal 26.
5-El 8 para CN23.
2-El 11 para Canal 7.
9-El 12 para El Trece.
4-El 13 para Canal 9.
Están tratando de confundirnos,
pero para qué veamos qué canal?
Por suerte yo ya no veo tele.
Solía pensar que la gente que decía eso era snob.
Ahora me parece sensato.
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miércoles, 22 de septiembre de 2010
sábado, 18 de septiembre de 2010
LA LOCA DEL EDIFICIO
Todos tenemos una loca en el edificio. Así como en cada cuadra de barrio hay un ciego, un borracho, la vieja gagá de la casa que parece abandonada. Y así. Pero los que viven en departamento saben que siempre hay una loca en el edificio. Y una conchuda, que posiblemente es la firmante en la reunión de consorcio, pero esa es otra historia.
En mi edificio se hablaba de la loca en el ascensor:
-¿Viste a la loca? El otro día la vi hablando sola en la cochera.
-¿Cuál es? Porque para mi hay tres que son locas potenciales.
-La rubia.
-¿La rubia alta? Esa no es loca, es conchuda. Nunca me saluda cuando me ve. Y yo la saludo siempre a ver si reacciona. Ni siquiera la vi sonreír.
-Esa es la lesbiana.
-No es lesbiana, la vi con un tipo una vez en la terraza. Pobre tipo.
-Yo digo la rubia platinada.
-Ah, pero esa es loca linda, no peligrosa. A mí siempre me sonríe en la calle.
Recién ahí estuvimos todos de acuerdo. Y cuando alguien dice la loca del edificio ya se nos viene la misma imagen a la cabeza: la piel arrugada y blanca, los dientes verdes torcidos, el pantalón a la altura del ombligo y ese pelo plateado y ondulado peinado atrás bien pegado al cráneo con la colita que lo sostiene.
En la calle siempre que me encuentra me habla como si fuéramos amigos de toda la vida. Es piola la loca. Tiene sentido del humor y vive justo arriba mío. Una vez me comentó de mi peluche gigante de tigre que guardo en el balcón. Está hecho mierda. Se lo había regalado una ex novia a mi hermano y yo lo guardo para darle de jugar al perro cuando me viene a visitar. Pero a ella le gustaba. Lo vi en sus ojos. Esa semana se lo regalé. Es que soy re buen tipo yo. ¿No sabías?
El otro día entré a su casa. Me había olvidado la llave adentro por vigesimotercera vez y esperaba en el hall la llegada salvadora de mi primo con la llave de repuesto para volver a entrar. En jogging, remerita y pantuflas lo esperaba. Cagado de frío. La loca entró al edificio y me trató de loco a mí. Le expliqué y accedió a prestarme un pulovercito. Subimos en el ascensor.
Su monoambiente es idéntico al mío, pero parece más grande. Tiene dos o tres cosas nomás. La heladera blanca, una mesita-escritorio de vidrio con una silla blanca, un silloncito individual de cuero blanco, el guardaropa-perchero a la vista tipo negocio chic. Y la cama. Una diván individual forrado en cuero blanco sin sábana ni frazada a la vista. Hacía juego con las paredes. Blancas. Me dio una sensación como de vampiro. Recibí el pulovercito y vi sus dientes verdes rellenandole la sonrisa. No me di cuenta, pero ese día abrí una puerta entre nosotros.
Ayer cenaba con mi hermana y a las diez de la noche sonó el timbre. Era ella.
-¿Vos tenés llave de abajo? Pero no de abajo de afuera, de abajo de la escalera. Yo al portero, decí que soy buena, pero a veces -me mostró el puño cerrado- porque él dice que se cierra pero yo se que no es así, yo con el encargado ya hace tiempo que pero también en este edificio son todos una cosa, yo te lo digo a vos porque se que hay buena onda, el otro día te presté el sweater y cuántas llaves tenés, la de abajo la tenés, yo tengo esta que es la de casa y esta otra, ya ni se, pero el encargado no tiene razón se cree que soy boluda, es una mierda de tipo ya lo voy a agarrar.
Tuve que echar la cabeza hacia atrás. El olor a whisky era intoxicante. Miré a mi hermana y ella se reía sin entender, no supe qué decirle.
-Yo tengo esta llave y esta. ¿Qué necesitás exactamente?
-No me tratés de boluda. Yo soy vieja pero no soy boluda, y te lo digo de buena onda porque el otro día el sweater y tengo el hijo enfermo pobrecito se parece a vos. Pero el portero no tiene razón, o no? Si la puerta no estaba así antes, qué llave dijiste que tenías? Esa es parecida a ésta, esta otra es de casa, y la otra?
Mi hermana quería verle la cara a la loca.
Fingió buscar algo en la heladera y se dio vuelta para verla.
-Hola querida, amor, mi cielo -le dijo la loca agitando las manos.
Le propuse ir abajo a ver el tema de la puerta. Fuimos, antes volvió a saludar.
-Amu, mami, mimi, saludos que bajo -le dijo asomando la cabeza.
Bajamos un piso por escalera. Miré para atrás con miedo a que haga rataplám y tenga que llamar la ambulancia. Pero llegamos. Abrí la puerta y se quedó zombi.
-¿Cómo hiciste? Vos me estás cargando.
La cerré y la volví a abrir. Ella no lo podía creer. Se sintió como una loca. Abrió la puerta ella misma, tomó carrera y la cerró con tanta fuerza que por el ruidó tuve que mirarme los dedos a ver si los tenía enteros. Fue el susto.
-¿Ves? Se creen que soy boluda. ¿Ves que no abre? -dijo ahora haciendo fuerza para abrir. A la tercera lo logró y quedó perpleja. La cerró con fuerza otra vez, el ruido me golpeó el pecho pero ya estaba preparado. La abrió. La cerró. ¡Caplum! La abrió. La cerró. ¡Plum! La abrió.
Subí la escalera, tengo que hacer, usted entiende. Ella subió detrás mío.
-¿Y ahora dónde estamos? -preguntó al llegar al primer piso.
-Yo voy a cenar con mi hermana, vos estás un piso más arriba.
Me miraba con una expresión indescifrable en silencio.
-¿Vas por la escalera? -le pregunté a ver si reaccionaba.
Agitó el brazo hacia abajo varias veces como quien niega algo con desdén.
-¿Te pensás que soy pelotuda? Pfff.
Se dio vuelta y se fue. Entré a casa y tuvimos que contenernos un rato para que no escuchara las risas.
La loca del edificio ya me conoce. Y yo la conozco a ella. Su hijo enfermo, su casa de muñecas, el alcohol en los dientes verdes. Hay tanta gente triste en la ciudad. Sería mejor no conocerlos. Aunque sepamos que existen, es más fácil no imaginarlos solos, en una silla blanca, tomando de una botella, conversando con la pared.
-Cagaste. Fue por el pulover. Ahora abriste una puerta -dice mi hermana.
En cualquier momento me vuelve a sonar el timbre.
En mi edificio se hablaba de la loca en el ascensor:
-¿Viste a la loca? El otro día la vi hablando sola en la cochera.
-¿Cuál es? Porque para mi hay tres que son locas potenciales.
-La rubia.
-¿La rubia alta? Esa no es loca, es conchuda. Nunca me saluda cuando me ve. Y yo la saludo siempre a ver si reacciona. Ni siquiera la vi sonreír.
-Esa es la lesbiana.
-No es lesbiana, la vi con un tipo una vez en la terraza. Pobre tipo.
-Yo digo la rubia platinada.
-Ah, pero esa es loca linda, no peligrosa. A mí siempre me sonríe en la calle.
Recién ahí estuvimos todos de acuerdo. Y cuando alguien dice la loca del edificio ya se nos viene la misma imagen a la cabeza: la piel arrugada y blanca, los dientes verdes torcidos, el pantalón a la altura del ombligo y ese pelo plateado y ondulado peinado atrás bien pegado al cráneo con la colita que lo sostiene.
En la calle siempre que me encuentra me habla como si fuéramos amigos de toda la vida. Es piola la loca. Tiene sentido del humor y vive justo arriba mío. Una vez me comentó de mi peluche gigante de tigre que guardo en el balcón. Está hecho mierda. Se lo había regalado una ex novia a mi hermano y yo lo guardo para darle de jugar al perro cuando me viene a visitar. Pero a ella le gustaba. Lo vi en sus ojos. Esa semana se lo regalé. Es que soy re buen tipo yo. ¿No sabías?
El otro día entré a su casa. Me había olvidado la llave adentro por vigesimotercera vez y esperaba en el hall la llegada salvadora de mi primo con la llave de repuesto para volver a entrar. En jogging, remerita y pantuflas lo esperaba. Cagado de frío. La loca entró al edificio y me trató de loco a mí. Le expliqué y accedió a prestarme un pulovercito. Subimos en el ascensor.
Su monoambiente es idéntico al mío, pero parece más grande. Tiene dos o tres cosas nomás. La heladera blanca, una mesita-escritorio de vidrio con una silla blanca, un silloncito individual de cuero blanco, el guardaropa-perchero a la vista tipo negocio chic. Y la cama. Una diván individual forrado en cuero blanco sin sábana ni frazada a la vista. Hacía juego con las paredes. Blancas. Me dio una sensación como de vampiro. Recibí el pulovercito y vi sus dientes verdes rellenandole la sonrisa. No me di cuenta, pero ese día abrí una puerta entre nosotros.
Ayer cenaba con mi hermana y a las diez de la noche sonó el timbre. Era ella.
-¿Vos tenés llave de abajo? Pero no de abajo de afuera, de abajo de la escalera. Yo al portero, decí que soy buena, pero a veces -me mostró el puño cerrado- porque él dice que se cierra pero yo se que no es así, yo con el encargado ya hace tiempo que pero también en este edificio son todos una cosa, yo te lo digo a vos porque se que hay buena onda, el otro día te presté el sweater y cuántas llaves tenés, la de abajo la tenés, yo tengo esta que es la de casa y esta otra, ya ni se, pero el encargado no tiene razón se cree que soy boluda, es una mierda de tipo ya lo voy a agarrar.
Tuve que echar la cabeza hacia atrás. El olor a whisky era intoxicante. Miré a mi hermana y ella se reía sin entender, no supe qué decirle.
-Yo tengo esta llave y esta. ¿Qué necesitás exactamente?
-No me tratés de boluda. Yo soy vieja pero no soy boluda, y te lo digo de buena onda porque el otro día el sweater y tengo el hijo enfermo pobrecito se parece a vos. Pero el portero no tiene razón, o no? Si la puerta no estaba así antes, qué llave dijiste que tenías? Esa es parecida a ésta, esta otra es de casa, y la otra?
Mi hermana quería verle la cara a la loca.
Fingió buscar algo en la heladera y se dio vuelta para verla.
-Hola querida, amor, mi cielo -le dijo la loca agitando las manos.
Le propuse ir abajo a ver el tema de la puerta. Fuimos, antes volvió a saludar.
-Amu, mami, mimi, saludos que bajo -le dijo asomando la cabeza.
Bajamos un piso por escalera. Miré para atrás con miedo a que haga rataplám y tenga que llamar la ambulancia. Pero llegamos. Abrí la puerta y se quedó zombi.
-¿Cómo hiciste? Vos me estás cargando.
La cerré y la volví a abrir. Ella no lo podía creer. Se sintió como una loca. Abrió la puerta ella misma, tomó carrera y la cerró con tanta fuerza que por el ruidó tuve que mirarme los dedos a ver si los tenía enteros. Fue el susto.
-¿Ves? Se creen que soy boluda. ¿Ves que no abre? -dijo ahora haciendo fuerza para abrir. A la tercera lo logró y quedó perpleja. La cerró con fuerza otra vez, el ruido me golpeó el pecho pero ya estaba preparado. La abrió. La cerró. ¡Caplum! La abrió. La cerró. ¡Plum! La abrió.
Subí la escalera, tengo que hacer, usted entiende. Ella subió detrás mío.
-¿Y ahora dónde estamos? -preguntó al llegar al primer piso.
-Yo voy a cenar con mi hermana, vos estás un piso más arriba.
Me miraba con una expresión indescifrable en silencio.
-¿Vas por la escalera? -le pregunté a ver si reaccionaba.
Agitó el brazo hacia abajo varias veces como quien niega algo con desdén.
-¿Te pensás que soy pelotuda? Pfff.
Se dio vuelta y se fue. Entré a casa y tuvimos que contenernos un rato para que no escuchara las risas.
La loca del edificio ya me conoce. Y yo la conozco a ella. Su hijo enfermo, su casa de muñecas, el alcohol en los dientes verdes. Hay tanta gente triste en la ciudad. Sería mejor no conocerlos. Aunque sepamos que existen, es más fácil no imaginarlos solos, en una silla blanca, tomando de una botella, conversando con la pared.
-Cagaste. Fue por el pulover. Ahora abriste una puerta -dice mi hermana.
En cualquier momento me vuelve a sonar el timbre.
martes, 14 de septiembre de 2010
LEVI´S TRAUSS
Recorté una nota del Diario La Razón que decía:
El antropologo francés Claude Levi-Strauss, uno de los intelectuales mas destacados del siglo XX, creador de la corriente estructuralista de las ciencias sociales fallecio el sábado a los cien años.
"Reconozco que la idea de pasar a la nada no me agrada, pero tampoco me intranquiliza", opinó alguna vez sobre la muerte: "Estoy convencido de que la vida no tiene sentido, que nada tiene sentido".
Agarré las tijeras pensando en que estaba de acuerdo.
Después me di cuenta: ¿De qué me sirve estar de acuerdo?
Además, tampoco tiene tanto mérito haber inventado los jeans.
El antropologo francés Claude Levi-Strauss, uno de los intelectuales mas destacados del siglo XX, creador de la corriente estructuralista de las ciencias sociales fallecio el sábado a los cien años.
"Reconozco que la idea de pasar a la nada no me agrada, pero tampoco me intranquiliza", opinó alguna vez sobre la muerte: "Estoy convencido de que la vida no tiene sentido, que nada tiene sentido".
Agarré las tijeras pensando en que estaba de acuerdo.
Después me di cuenta: ¿De qué me sirve estar de acuerdo?
Además, tampoco tiene tanto mérito haber inventado los jeans.
sábado, 11 de septiembre de 2010
EL PARQUE DE LOS CIERVOS
Les dejo 20 frases para leer a Norman Mailer. Estas son de El parque de los ciervos, una novela centrada en el mundo de Hollywood:
1.
La experiencia, cuando no se trasmite a alguien, se marchita dentro de uno, y esto es peor que una perdida.
2.
Tenía la impresión de que me moriría si la habitación no dejaba de moverse, y por esto, aunque no se cómo llegué a esa conclusión, pensé que tendría que matarme o de lo contrario me moriría.
3.
Ya eres lo bastante crecido para poder vivir sin héroes.
4.
El hombre trabajaba para poder beber y bebía para matarse, aunque como todos los borrachos, parecía empeñado en seguir vivo.
5.
Ella hubiera querido poder verme todas las noches, debido a que no toleraba estar sola, y a mi me hubiera gustado no volver qa verla jamás, por lo que llegamos a un acuerdo y nos veíamos dos noches por semana.
6.
-¿Quieres que te diga una cosa? Cuando me emborracho me siento a millones de kilómetros de ti.
-Y yo, cuando me emborracho, te amo.
7.
Mientras vomitaba gozó de la claridad mental que se suele experimentar en esas ocasiones.
8.
Lo que voy a decir es un consejo que estoy dispuesta a dar a cualquier chica: jamás te cases con un hombre que toca la trompeta.
9.
Con Elena puedes hacer lo que quieras. Es la clase de chica con la que puedes secarte las manos si te da la gana. Siempre y cuando tú seas quien la guíes, quien mande.
10.
Sentia el sordo dolor de saber que hubiera debido darse cuenta de que jamás llegaría a ser el artista que había esperado ser, debido a que si un artista tiene una cualidad superior a todas las demás, esta es el sentido de la vergüenza, el sentido del asco, el sentido de aborrecer toda obra que no sea la mejor que es capaz de crear.
11.
Solo un drogadicto era capaz de estar tumbado en el suelo, boca abajo, y decirle a uno que le va a matar.
12.
Marion podia llegar a ser invencible si perdía todo interés en la sexualidad, ya que esto constituía la manera de ser superior a todos los demás. Este era el secreto de la vida.
13.
La mujer infiel atrae más al hombre.
14.
Tengo la impresión de que muchas de las locuras que hice con hombres las hice con el solo fin de ser un paciente insólito para el analista.
15.
Para hacer bien el amor es imprescindible no enamorarse.
16.
Siempre he creído que todo aprendizaje es mediante la lucha contra el miedo a hacer algo.
17.
A menudo he pensado que los periodistas viven obsesionados en descubrir hechos reales a fin de poder contar una mentira, y que, contrariamente, el novelista se somete a la esclavitud de su dueña y señora, la imaginación, con el fin de descubrir la verdad.
18.
Nadie es mejor de lo que debiera ser.
19.
Todos somos tristes, si te empeñas en vernos desde cierto punto de vista.
20.
Siendo muchacho siempre te preguntabas qué era preciso hacer para csoneguir una mujer, ahora siempre te preguntas qué es preciso hacer para desembarzarte de ella.
1.
La experiencia, cuando no se trasmite a alguien, se marchita dentro de uno, y esto es peor que una perdida.
2.
Tenía la impresión de que me moriría si la habitación no dejaba de moverse, y por esto, aunque no se cómo llegué a esa conclusión, pensé que tendría que matarme o de lo contrario me moriría.
3.
Ya eres lo bastante crecido para poder vivir sin héroes.
4.
El hombre trabajaba para poder beber y bebía para matarse, aunque como todos los borrachos, parecía empeñado en seguir vivo.
5.
Ella hubiera querido poder verme todas las noches, debido a que no toleraba estar sola, y a mi me hubiera gustado no volver qa verla jamás, por lo que llegamos a un acuerdo y nos veíamos dos noches por semana.
6.
-¿Quieres que te diga una cosa? Cuando me emborracho me siento a millones de kilómetros de ti.
-Y yo, cuando me emborracho, te amo.
7.
Mientras vomitaba gozó de la claridad mental que se suele experimentar en esas ocasiones.
8.
Lo que voy a decir es un consejo que estoy dispuesta a dar a cualquier chica: jamás te cases con un hombre que toca la trompeta.
9.
Con Elena puedes hacer lo que quieras. Es la clase de chica con la que puedes secarte las manos si te da la gana. Siempre y cuando tú seas quien la guíes, quien mande.
10.
Sentia el sordo dolor de saber que hubiera debido darse cuenta de que jamás llegaría a ser el artista que había esperado ser, debido a que si un artista tiene una cualidad superior a todas las demás, esta es el sentido de la vergüenza, el sentido del asco, el sentido de aborrecer toda obra que no sea la mejor que es capaz de crear.
11.
Solo un drogadicto era capaz de estar tumbado en el suelo, boca abajo, y decirle a uno que le va a matar.
12.
Marion podia llegar a ser invencible si perdía todo interés en la sexualidad, ya que esto constituía la manera de ser superior a todos los demás. Este era el secreto de la vida.
13.
La mujer infiel atrae más al hombre.
14.
Tengo la impresión de que muchas de las locuras que hice con hombres las hice con el solo fin de ser un paciente insólito para el analista.
15.
Para hacer bien el amor es imprescindible no enamorarse.
16.
Siempre he creído que todo aprendizaje es mediante la lucha contra el miedo a hacer algo.
17.
A menudo he pensado que los periodistas viven obsesionados en descubrir hechos reales a fin de poder contar una mentira, y que, contrariamente, el novelista se somete a la esclavitud de su dueña y señora, la imaginación, con el fin de descubrir la verdad.
18.
Nadie es mejor de lo que debiera ser.
19.
Todos somos tristes, si te empeñas en vernos desde cierto punto de vista.
20.
Siendo muchacho siempre te preguntabas qué era preciso hacer para csoneguir una mujer, ahora siempre te preguntas qué es preciso hacer para desembarzarte de ella.
domingo, 5 de septiembre de 2010
ESCALERA AL SEXO
Yo: El otro día me di cuenta que si no empiezo ahora a hacer la lista de toda la gente que me cojí, pronto esa información ya nunca será fidedigna.
Igna: ¿Tanto cogiste?
Yo: No, es que tengo mala memoria.
Sofi: Yo la hice hace poco para competir con un amigo. Llegué hasta treinta.
Yo: Es bastante. Yo no creo que llegue a tanto.
Igna: ¿Las putas cuentan?
Yo: Claro que cuentan.
Sofi: No, para mi no cuentan.
Yo: Depende qué puta. Si fuiste al puterío no cuenta, pero si vino a tu casa si.
Igna: Igual no llego a treinta.
Sofi: Mi amigo sí llegó, empatamos.
Yo: ¿Conocen a alguna mujer que use el sexo como una escalera?
Sofi: Yo lo hice.
Yo: ¿Para llegar a dónde?
Sofi: A la buena vida, pero no fue conciente. Me dejé llevar. Todo empezó con unos panqueques.
Yo: Eso no tiene sentido. Si la marihuana es la puerta de entrada a las drogas, los panqueques lo deberían ser de la obseidad, no del sexo.
Sofi: Pues él me tentó al principio con panqueques de dulce de leche. Y yo caí. De todas maneras yo no tenía problemas en tirarme a cualquier chico. De joven mi mamá tenía miedo de que yo fuera ninfomana. Me llevó al psicólogo por eso.
Igna: ¿Y cómo sabía que andabas con tantos?
Sofi: Es que yo a mi mamá le cuento todo. Tenemos una relación muy buena.
Yo: ¿Y dónde está la escalera?
Sofi: Es que era un tipo muy bacán. Drogas, fiesta, departamento inmenso, coche de lujo, toda la bola. Yo le aclaré del principio que era solamente sexo. Y que me tiraba con otros tíos. Pero se lo pasaba bien.
Yo: ¿Y la escalera?
Sofi: ¡Esperaté! Y al rato él me dijo que ya había pasado un tiempo y que ya basta de andar con otros. Yo le dije que sí, pero le aclaré que no estaba enamorada. Que lo quería nomás. Después de un tiempo te encariñas. Luego se tuvo que volver a su país y me llamó para que me vaya con él a vivir en una super casa en la playa y que yo trabajaría de atender el hostel. Ya llego a la escalera... tranquilo!
Yo: Bueno.
Sofi: Me fui ahí y bueno, al tiempito me dijo de ya casarnos. Él estaba muy enamorado. Y lo pensé. No te digo que no lo pensé. Pero no pude.
Yo: Está bien. Fue una escalera involuntaria. Hay otras que usan el sexo como una herramienta para ir construyendo los escalones.
Sofi: El sexo es una herramienta.
Yo: No, el sexo puede ser una herramienta.
Sofi: Después del bacán estuve con tantísimos tipos. Pero tenía por regla siempre irme antes de que amaneciera. Con uno solo me quedé a dormir la primer noche. Y aquí me ves, enamorada. Todavía no lo creo.
Yo: Hiciste bien. El amor es una escalera mucho más fuerte. Si uno tiene amor, tiene confianza, y eso te hace crecer echando raíces al mismo tiempo.
Sofi: ...
Yo: Sí. Un día de estos voy a escribir un libro de autoayuda.
Igna: ¿Tanto cogiste?
Yo: No, es que tengo mala memoria.
Sofi: Yo la hice hace poco para competir con un amigo. Llegué hasta treinta.
Yo: Es bastante. Yo no creo que llegue a tanto.
Igna: ¿Las putas cuentan?
Yo: Claro que cuentan.
Sofi: No, para mi no cuentan.
Yo: Depende qué puta. Si fuiste al puterío no cuenta, pero si vino a tu casa si.
Igna: Igual no llego a treinta.
Sofi: Mi amigo sí llegó, empatamos.
Yo: ¿Conocen a alguna mujer que use el sexo como una escalera?
Sofi: Yo lo hice.
Yo: ¿Para llegar a dónde?
Sofi: A la buena vida, pero no fue conciente. Me dejé llevar. Todo empezó con unos panqueques.
Yo: Eso no tiene sentido. Si la marihuana es la puerta de entrada a las drogas, los panqueques lo deberían ser de la obseidad, no del sexo.
Sofi: Pues él me tentó al principio con panqueques de dulce de leche. Y yo caí. De todas maneras yo no tenía problemas en tirarme a cualquier chico. De joven mi mamá tenía miedo de que yo fuera ninfomana. Me llevó al psicólogo por eso.
Igna: ¿Y cómo sabía que andabas con tantos?
Sofi: Es que yo a mi mamá le cuento todo. Tenemos una relación muy buena.
Yo: ¿Y dónde está la escalera?
Sofi: Es que era un tipo muy bacán. Drogas, fiesta, departamento inmenso, coche de lujo, toda la bola. Yo le aclaré del principio que era solamente sexo. Y que me tiraba con otros tíos. Pero se lo pasaba bien.
Yo: ¿Y la escalera?
Sofi: ¡Esperaté! Y al rato él me dijo que ya había pasado un tiempo y que ya basta de andar con otros. Yo le dije que sí, pero le aclaré que no estaba enamorada. Que lo quería nomás. Después de un tiempo te encariñas. Luego se tuvo que volver a su país y me llamó para que me vaya con él a vivir en una super casa en la playa y que yo trabajaría de atender el hostel. Ya llego a la escalera... tranquilo!
Yo: Bueno.
Sofi: Me fui ahí y bueno, al tiempito me dijo de ya casarnos. Él estaba muy enamorado. Y lo pensé. No te digo que no lo pensé. Pero no pude.
Yo: Está bien. Fue una escalera involuntaria. Hay otras que usan el sexo como una herramienta para ir construyendo los escalones.
Sofi: El sexo es una herramienta.
Yo: No, el sexo puede ser una herramienta.
Sofi: Después del bacán estuve con tantísimos tipos. Pero tenía por regla siempre irme antes de que amaneciera. Con uno solo me quedé a dormir la primer noche. Y aquí me ves, enamorada. Todavía no lo creo.
Yo: Hiciste bien. El amor es una escalera mucho más fuerte. Si uno tiene amor, tiene confianza, y eso te hace crecer echando raíces al mismo tiempo.
Sofi: ...
Yo: Sí. Un día de estos voy a escribir un libro de autoayuda.
miércoles, 1 de septiembre de 2010
FILOSOFÍA MUSICAL
.
El tango, nostálgico, se aferra al pasado.
La música electrónica, eufórica, vive el presente.
A mi me gusta el tango electrónico.
.
El tango, nostálgico, se aferra al pasado.
La música electrónica, eufórica, vive el presente.
A mi me gusta el tango electrónico.
.
martes, 31 de agosto de 2010
TRES CA.CHORRITOS
San Isidro, tres de la tarde.
Una chica de quince años entra al local de zapatos.
Cierra la puerta, mira hacia afuera, respira agitada.
Lleva puesto un uniforme escolar de colegio privado.
Jumper gris, medias bordó, una hebilla roja en el pelo.
Y braquets.
Unos chiquitos le tironearon de la mochila rosa.
-¿Qué querés? -se dio vuelta ella.
Eran tres. Una mujercita y dos chiquilines.
Medían menos de un metro treinta.
Buzos sucios de mangas largas y carcomidas.
-¡Sacá el cuchillo, sacá el cuchillo! -ordenaba la chiquita.
Ahora ella llama a su amiga, su mamá, y la mamá de su amiga.
Con su iphone.
-Son los chiquitos que andan sueltos por el barrio, a una compañera mía la quisieron robar la semana pasada con un tenedor -me explica.
Su amiga, su mamá y la mamá de su amiga pasan a buscarla para acompañarla media cuadra hasta el colegio Saint Charles.
Me agradecen.
Cierro la puerta y me queda una imagen del primer momento:
Mirando por la vidriera llegué a verles las caras
antes que se sigan camino detrás de un auto estacionado.
El del medio miraba hacia nosotros con una sonrisa
que dejaba a la vista todo el placer
de quien descubre por primera vez
que tiene la capacidad
de generar miedo.
.
.
Palermo, cinco de la tarde.
Saliendo del subte, un chico me sobrepasa corriendo.
-La con..! Agarrenlo! Agarralo!
Abajo mío el joven grita señalándolo.
Tiene un libro en la axila y quiere perseguirlo.
Pero es lento. Ni siquiera sube de a dos escalones por vez.
El nene llega hasta arriba y se da vuelta para verlo.
No se por qué; pero se da vuelta.
El joven lo señala y yo le veo la carita.
Tiene miedo.
-Agarralo! Es un chorro! Agarralo!
Un señor le agarra la manga y el chico reacciona.
Escapa.
Manos de manteca.
Suficiente compromiso arriesgarse a agarrarlo.
-Agarralo! Agarralo! -el joven todavía no llegó arriba.
Hay que ir al gimnasio, pibe, no todo es leer en la vida.
El chico corre en la vereda a través de la gente.
Una señora lo ve venir. Es rubia, tiene anteojos.
Le pone la mano en la cara como un jugador de rugby.
El chico sigue, dobla la esquina, lo perdemos de vista.
El lenteja insiste en perseguirlo. Allá va.
Enseguida emergen del subte dos pibes más altos.
Sólo les veo las nucas y los conjuntos deportivos.
Allá van, ellos también.
Estos corren rápido.
Y no parecen tener miedo.
.
.
Avellaneda, siete de la tarde
Ella está mandando un mensajito a su amiga.
Levanta la vista y las ve venir.
Son tres, de su edad. Una es gorda.
Por la forma de andar y de vestir se da cuenta.
Antes de que lleguen tira su celular al piso y lo rompe.
A propósito.
-A mi el celular no me lo vas a robar, pendeja -dice.
La fajan ahí mismo entre las tres.
Fajar no es lo mismo que zarandear.
Fajar implica pegar y seguir pegando cuando el fajado cae al piso.
Ella terminó con cuello ortopédico.
Es jovencita y bravucona.
Todavía le falta aprender a poner las manos
donde antes puso las palabras.
-Pero el celular no me lo robaron.
Lo dice contenta, con su nuevo estilo de cuello africano,
que la hace más alta, pero le impide girar la cabeza.
Una chica de quince años entra al local de zapatos.
Cierra la puerta, mira hacia afuera, respira agitada.
Lleva puesto un uniforme escolar de colegio privado.
Jumper gris, medias bordó, una hebilla roja en el pelo.
Y braquets.
Unos chiquitos le tironearon de la mochila rosa.
-¿Qué querés? -se dio vuelta ella.
Eran tres. Una mujercita y dos chiquilines.
Medían menos de un metro treinta.
Buzos sucios de mangas largas y carcomidas.
-¡Sacá el cuchillo, sacá el cuchillo! -ordenaba la chiquita.
Ahora ella llama a su amiga, su mamá, y la mamá de su amiga.
Con su iphone.
-Son los chiquitos que andan sueltos por el barrio, a una compañera mía la quisieron robar la semana pasada con un tenedor -me explica.
Su amiga, su mamá y la mamá de su amiga pasan a buscarla para acompañarla media cuadra hasta el colegio Saint Charles.
Me agradecen.
Cierro la puerta y me queda una imagen del primer momento:
Mirando por la vidriera llegué a verles las caras
antes que se sigan camino detrás de un auto estacionado.
El del medio miraba hacia nosotros con una sonrisa
que dejaba a la vista todo el placer
de quien descubre por primera vez
que tiene la capacidad
de generar miedo.
.
.
Palermo, cinco de la tarde.
Saliendo del subte, un chico me sobrepasa corriendo.
-La con..! Agarrenlo! Agarralo!
Abajo mío el joven grita señalándolo.
Tiene un libro en la axila y quiere perseguirlo.
Pero es lento. Ni siquiera sube de a dos escalones por vez.
El nene llega hasta arriba y se da vuelta para verlo.
No se por qué; pero se da vuelta.
El joven lo señala y yo le veo la carita.
Tiene miedo.
-Agarralo! Es un chorro! Agarralo!
Un señor le agarra la manga y el chico reacciona.
Escapa.
Manos de manteca.
Suficiente compromiso arriesgarse a agarrarlo.
-Agarralo! Agarralo! -el joven todavía no llegó arriba.
Hay que ir al gimnasio, pibe, no todo es leer en la vida.
El chico corre en la vereda a través de la gente.
Una señora lo ve venir. Es rubia, tiene anteojos.
Le pone la mano en la cara como un jugador de rugby.
El chico sigue, dobla la esquina, lo perdemos de vista.
El lenteja insiste en perseguirlo. Allá va.
Enseguida emergen del subte dos pibes más altos.
Sólo les veo las nucas y los conjuntos deportivos.
Allá van, ellos también.
Estos corren rápido.
Y no parecen tener miedo.
.
.
Avellaneda, siete de la tarde
Ella está mandando un mensajito a su amiga.
Levanta la vista y las ve venir.
Son tres, de su edad. Una es gorda.
Por la forma de andar y de vestir se da cuenta.
Antes de que lleguen tira su celular al piso y lo rompe.
A propósito.
-A mi el celular no me lo vas a robar, pendeja -dice.
La fajan ahí mismo entre las tres.
Fajar no es lo mismo que zarandear.
Fajar implica pegar y seguir pegando cuando el fajado cae al piso.
Ella terminó con cuello ortopédico.
Es jovencita y bravucona.
Todavía le falta aprender a poner las manos
donde antes puso las palabras.
-Pero el celular no me lo robaron.
Lo dice contenta, con su nuevo estilo de cuello africano,
que la hace más alta, pero le impide girar la cabeza.
martes, 3 de agosto de 2010
UN KOALA ALTO, FLACO Y RUBIO
Tenía cara de Koala. Un Koala alto, flaco y rubio. Lo admito: alto, flaco y rubio no son adjetivos típicos de Koala pero yo asociaba Sudáfrica con los Koalas y el tipo era sudafricano. Además sus orejas era tan grandes que justificaban el apodo. Eran como dos alas a los costados de su cara angosta de nariz grande y ojos pequeñitos. Yo le hablaba en voz baja por si acaso (suponía que tendría una mayor capacidad auditiva) y por estado de ánimo, ya que estaba por tomarme de un trago las asquerosas raíces del San Pedro y pensaba anticiparme al efecto siendo un poco más zen.
Se llamaba Gordon. Dijo que había trabajado en construcción, en un kibutz y en una granja orgánica. Además, tenía inversiones. Era un Koala de mundo: vivió en Brasil, Bolivia, Mozambique, Israel, Inglaterra, Escocia y ahora Perú. Después de su país natal, eligió como segundo hogar a Bolivia. ¿Disculpe Mr.Gordon? Usted es alto, flaco, rubio y habla un pésimo castellano. Bolivia, insistió. Tomó todas las drogas posibles hasta los 34, pero ahora estaba limpio. Tenía 35.
Me contó su viaje de Ayahuaca:
-La planta fue muy gentil conmigo. Vi patterns. Especies de tapices de colores durante cuatro horas. Luego tomé un poco más y pude verme en forma tridimensional. Como si fuera un holograma, conciente de todo mi poder y fuerza. Alrededor mío crecían ríos plateados: eso representaba mi universo personal. Aprendí que soy capaz de crear lo que quiera en mi universo personal. Dentro de mis limitaciones, soy capaz de todo.
A mediados de la noche me senté junto a él en un asiento hecho de tronco de árbol. Yo estaba envuelto en una frazada, a unos metros de la ronda. Ya tenía el San Pedro en el torrente sanguíneo. Gordon había observado todo el proceso desde afuera junto a Dani, mi amigo abstemio, y los diez hijitos de Ricardina, la chola dueña de la cabaña. Tenía un libro grande en la mano –similar al Cosmos de Carl Sagan- y las orejas grandísimas.
-Existen quince dimensiones –explicó-. La primera densidad incluye a la 1 (atómica), la 2 (moléculas y emociones) y la 3 (organismos).
-Ok.
-Esas partículas vibran en una dirección y las de otra dimensión vibran al revés. Se rechazan entre sí como polos magnéticos.
-Ok.
-Uno con su conciencia puede lograr saltar de dimensión. El cuerpo puede quedar en una y la mente en otra. Con la conciencia se puede cambiar hasta el propio ADN.
Mientras explicaba agitaba el libro como si fuera una Biblia. Dani había dejado de prestarle atención apenas escuchó la palabra dimensión; pero yo sentía que este tipo de conversaciones debían tenerse bajo el efecto de los hongos. Aunque no me convencieran en lo más mínimo.
Gordon se agarró los dedos de la mano derecha uno por uno y dijo:
-El dedo chico es la familia y pretender; el del medio es la pasión y la furia; el anular es la unión; el gordo es la mente y el índice el ego.
-¿Y cómo es el tema del racismo en Sudáfrica?
-En Sudáfrica los blancos odian a los negros, que odian a los morenos, que odian a los blancos, que odian a los morenos, que odian a los negros, que odian a los blancos.
-Ok.
Al otro día, con la mente despejada, le saqué una foto. Ahora puedo verlo cuando quiera sin necesidad de escucharlo.
Tiene las orejas enormes.
Y está más loco que una cabra.
O no.
Se llamaba Gordon. Dijo que había trabajado en construcción, en un kibutz y en una granja orgánica. Además, tenía inversiones. Era un Koala de mundo: vivió en Brasil, Bolivia, Mozambique, Israel, Inglaterra, Escocia y ahora Perú. Después de su país natal, eligió como segundo hogar a Bolivia. ¿Disculpe Mr.Gordon? Usted es alto, flaco, rubio y habla un pésimo castellano. Bolivia, insistió. Tomó todas las drogas posibles hasta los 34, pero ahora estaba limpio. Tenía 35.
Me contó su viaje de Ayahuaca:
-La planta fue muy gentil conmigo. Vi patterns. Especies de tapices de colores durante cuatro horas. Luego tomé un poco más y pude verme en forma tridimensional. Como si fuera un holograma, conciente de todo mi poder y fuerza. Alrededor mío crecían ríos plateados: eso representaba mi universo personal. Aprendí que soy capaz de crear lo que quiera en mi universo personal. Dentro de mis limitaciones, soy capaz de todo.
A mediados de la noche me senté junto a él en un asiento hecho de tronco de árbol. Yo estaba envuelto en una frazada, a unos metros de la ronda. Ya tenía el San Pedro en el torrente sanguíneo. Gordon había observado todo el proceso desde afuera junto a Dani, mi amigo abstemio, y los diez hijitos de Ricardina, la chola dueña de la cabaña. Tenía un libro grande en la mano –similar al Cosmos de Carl Sagan- y las orejas grandísimas.
-Existen quince dimensiones –explicó-. La primera densidad incluye a la 1 (atómica), la 2 (moléculas y emociones) y la 3 (organismos).
-Ok.
-Esas partículas vibran en una dirección y las de otra dimensión vibran al revés. Se rechazan entre sí como polos magnéticos.
-Ok.
-Uno con su conciencia puede lograr saltar de dimensión. El cuerpo puede quedar en una y la mente en otra. Con la conciencia se puede cambiar hasta el propio ADN.
Mientras explicaba agitaba el libro como si fuera una Biblia. Dani había dejado de prestarle atención apenas escuchó la palabra dimensión; pero yo sentía que este tipo de conversaciones debían tenerse bajo el efecto de los hongos. Aunque no me convencieran en lo más mínimo.
Gordon se agarró los dedos de la mano derecha uno por uno y dijo:
-El dedo chico es la familia y pretender; el del medio es la pasión y la furia; el anular es la unión; el gordo es la mente y el índice el ego.
-¿Y cómo es el tema del racismo en Sudáfrica?
-En Sudáfrica los blancos odian a los negros, que odian a los morenos, que odian a los blancos, que odian a los morenos, que odian a los negros, que odian a los blancos.
-Ok.
Al otro día, con la mente despejada, le saqué una foto. Ahora puedo verlo cuando quiera sin necesidad de escucharlo.
Tiene las orejas enormes.
Y está más loco que una cabra.
O no.
viernes, 30 de julio de 2010
DIVINO TESORO
.
Miércoles, una y media de la mañana.
Regreso a casa en coletivo repleto.
Al fondo, adolescentes de ambos sexos
parados apretados contentos cantando
una melodía que no recuerdo
con un estribillo pegadizo que decía:
"Si nos organizamos cojemos todos".
Las jovencitas cantaban más fuerte que los muchachos.
.
Miércoles, una y media de la mañana.
Regreso a casa en coletivo repleto.
Al fondo, adolescentes de ambos sexos
parados apretados contentos cantando
una melodía que no recuerdo
con un estribillo pegadizo que decía:
"Si nos organizamos cojemos todos".
Las jovencitas cantaban más fuerte que los muchachos.
.
martes, 27 de julio de 2010
ESTAMOS GRANDES
.
Llega un momento en la vida
en que por cuestiones de edad
y seriedad
hay que cambiar la firma de siempre
y el mail de toda la vida.
Creo que no estoy listo
todavía.
.
Llega un momento en la vida
en que por cuestiones de edad
y seriedad
hay que cambiar la firma de siempre
y el mail de toda la vida.
Creo que no estoy listo
todavía.
.
jueves, 22 de julio de 2010
TREINTA EN UNA COMBI
Somos treinta en una combi. Vamos colina abajo levantando polvo y eludiendo las rocas del camino de ripio. Al volante, un joven de quince años.
-Hace tres años que tomo Ayahuasca –me cuenta un vecino al escucharme hablar del tema-. Debes saber que en las primeras cinco sesiones te enfrentas a los temores y conflictos que cargas desde la infancia. Hasta que logras superarlos.
La combi frenó al llegar a una calle de cemento.
Un gordo abrió la puerta:
-A la ciudad! Rapidito que vamos! A la ciudad!
No pensé que podía entrar una persona más, pero entraron cinco. El gordo de la puerta tenía una habilidad nata para jugar al tetris con humanos.
-Una vez que estás curado puedes seguir el aprendizaje –siguió mi vecino cada vez más cercano; la combi en marcha, mi vista clavada en las manitos del peruano de quince años en el volante-. Ahí fue cuando se me apareció el sapo que habla. Yo le hacía una pregunta y el sapo me guiaba hacia la respuesta. Claro que a mis amigos la planta se les presentó como distintos tipos de animales. Eso es cierto.
-Es normal que maneje un chico tan joven una combi?
-Antes en Perú llegar a manejar un coche era tan difícil como manejar un avión. Pero con Fujimori llegaron los Toyotas.
-Ah.
-Pues sigo. En mi última sesión mi chamán andaba en busca de un amigo suyo que es doctor. Estuvimos en transe un tiempo hasta que empezaron a presentarse frente a nosotros diversas caras que nos atravesaban. Una tras otra, durante quince minutos, hasta que lo encontramos. Entonces nos detuvimos a observar detalles de lo que rodeaba al doctor para tener pistas para encontrarlo en la vida real. Podríamos haberlo sabido de mantenernos en el transe un tiempo más, pero el chamán nos hizo despertar abruptamente. Dijo que se aproximaban espíritus malignos.
-Uh.
No le dije nada pero creí en todo lo que dijo porque coincidía con lo que había leído en libros de Castaneda. ¿Será que él leyó los mismos libros?
Mis monosílabos no signifiicaban falta de interés: en ese momento sentía que si todos nos concentrabamos al mismo tiempo mirando al nene que manejaba para que no se equivocara disminuirían las chances de morirnos en bloque. Odiaría ser un apellido más también en mi muerte.
Por fin el chofer quinceañero frenó apenas entramos en la ciudad de Cuzco y veinticinco personas salimos de ahí. Las puertas quedaron abiertas. Veinticinco personas nos reemplazaron.
-Arriba, arriba, que nos vamos! –gritó el gordo.
Entró el pasajero veintiséis que llegaba tarde, y se fueron.
-Hace tres años que tomo Ayahuasca –me cuenta un vecino al escucharme hablar del tema-. Debes saber que en las primeras cinco sesiones te enfrentas a los temores y conflictos que cargas desde la infancia. Hasta que logras superarlos.
La combi frenó al llegar a una calle de cemento.
Un gordo abrió la puerta:
-A la ciudad! Rapidito que vamos! A la ciudad!
No pensé que podía entrar una persona más, pero entraron cinco. El gordo de la puerta tenía una habilidad nata para jugar al tetris con humanos.
-Una vez que estás curado puedes seguir el aprendizaje –siguió mi vecino cada vez más cercano; la combi en marcha, mi vista clavada en las manitos del peruano de quince años en el volante-. Ahí fue cuando se me apareció el sapo que habla. Yo le hacía una pregunta y el sapo me guiaba hacia la respuesta. Claro que a mis amigos la planta se les presentó como distintos tipos de animales. Eso es cierto.
-Es normal que maneje un chico tan joven una combi?
-Antes en Perú llegar a manejar un coche era tan difícil como manejar un avión. Pero con Fujimori llegaron los Toyotas.
-Ah.
-Pues sigo. En mi última sesión mi chamán andaba en busca de un amigo suyo que es doctor. Estuvimos en transe un tiempo hasta que empezaron a presentarse frente a nosotros diversas caras que nos atravesaban. Una tras otra, durante quince minutos, hasta que lo encontramos. Entonces nos detuvimos a observar detalles de lo que rodeaba al doctor para tener pistas para encontrarlo en la vida real. Podríamos haberlo sabido de mantenernos en el transe un tiempo más, pero el chamán nos hizo despertar abruptamente. Dijo que se aproximaban espíritus malignos.
-Uh.
No le dije nada pero creí en todo lo que dijo porque coincidía con lo que había leído en libros de Castaneda. ¿Será que él leyó los mismos libros?
Mis monosílabos no signifiicaban falta de interés: en ese momento sentía que si todos nos concentrabamos al mismo tiempo mirando al nene que manejaba para que no se equivocara disminuirían las chances de morirnos en bloque. Odiaría ser un apellido más también en mi muerte.
Por fin el chofer quinceañero frenó apenas entramos en la ciudad de Cuzco y veinticinco personas salimos de ahí. Las puertas quedaron abiertas. Veinticinco personas nos reemplazaron.
-Arriba, arriba, que nos vamos! –gritó el gordo.
Entró el pasajero veintiséis que llegaba tarde, y se fueron.
martes, 20 de julio de 2010
LOS TIPOS DUROS NO BAILAN
Tarde pero seguro llegué a Norman Mailer y ya me dispongo a seguirle los pasos libro a libro. Un promedio de una frase subrayada cada dos páginas. Es mucho.
Acá algunas de Los tipos duros no bailan, la novela que me hizo conocerlo:
1.
"Que se acabe tu matrimonio puede ser tan duro como dejar la nicotina, e incluso provoca una sensación muy semejante".
2.
"Tenía la tal Jennifer pelo rubio y vello púbico oscuro. Esto último es lo que más exitaba la lujuria de quienes pagaban entrada para verla. Cuando una mujer decide convertirse en rubia, es que es una rubia con todas las de la ley".
3.
"Cuando era niño sus niñeras le ataban las manos a la cama. Órdenes del padre. Para impedir que se masturbara continuamente".
4.
"-¿Rubia tu? Y una mierda. Los pelos de tu coño dicen que eres morena.
-Me los chamusqué de tanto follar".
5.
"Durante mucho tiempo había seguido esta norma: no intentes recordar lo que no puedes. La memoria era como la potencia sexual. Intentar recordar lo que la memoria no puede evocar -por necesario que sea- era muy parecido a querer follar con una muchacha que se te abre de piernas cuando tu pene -¡mal bicho!- se niega a erguirse de una forma decidida, tozuda, definitiva. Hay que renunciar".
6.
"-Douglas nunca dices que me quieres. Nunca, nunca me dices que me quieres -repitió mi madre. Mi padre guardó silencio un minuto, pero luego dijo unas palabras que, viniendo de él, eran toda una declaración de amor:
-Pero estoy aquí, ¿no?".
7.
"Había en él la intimidad que procede de haber comido carroña juntos que parecen reflejar los ojos de las hienas, entre los barrotes de las jaulas, cuando nos miran. Así me miraba Nissen el Araña, y soltaba una risita, como si hubiéramos violado juntos a una chica y nos hubiéramos turnado sentandonos sobre su cabeza".
8.
"Tenía la costumbre de colgar a su mujer por los tobillos de unos ganchos que había puesto en la viga de techo de su casa. Luego la acariciaba. A su manera, claro".
9.
"Te respeto porque eres lo bastante hombre para follarte a tu esposa. Las mujeres hermosas despiertan mi timidez".
10.
"Eso es lo que más me gusta de los servidores de la ley. Le pones un uniforme a un asesino, y ya no vuelve a asesinar".
11.
"Bueno, quizás se lave las manos después de follar, pero no, no me pareció amariconado".
12.
"Sentí deseos de abrazarla. Bueno, lo que me apetecía era follármela ahí mismo, pero no era el momento oportuno".
13.
"Todo buen psiquiatra ha de tener algo de loco y no se puede ser buen policía sin llevar adentro todo un saco de posibles monstruosidades".
14.
"-¿Dónde has dejado al perro?
-Lo he enterrado en el jardín.
-¿lo hiciste antes de acostarte?
-Sí.
-Te educaron bien".
15.
"¿Tienes la facultad del deja vu? Yo la poseo en grado sumo. Me pregunto si no tenemos la misma vivencia más de una vez. A lo mejor se espera que mejoremos con la repetición".
Acá algunas de Los tipos duros no bailan, la novela que me hizo conocerlo:
1.
"Que se acabe tu matrimonio puede ser tan duro como dejar la nicotina, e incluso provoca una sensación muy semejante".
2.
"Tenía la tal Jennifer pelo rubio y vello púbico oscuro. Esto último es lo que más exitaba la lujuria de quienes pagaban entrada para verla. Cuando una mujer decide convertirse en rubia, es que es una rubia con todas las de la ley".
3.
"Cuando era niño sus niñeras le ataban las manos a la cama. Órdenes del padre. Para impedir que se masturbara continuamente".
4.
"-¿Rubia tu? Y una mierda. Los pelos de tu coño dicen que eres morena.
-Me los chamusqué de tanto follar".
5.
"Durante mucho tiempo había seguido esta norma: no intentes recordar lo que no puedes. La memoria era como la potencia sexual. Intentar recordar lo que la memoria no puede evocar -por necesario que sea- era muy parecido a querer follar con una muchacha que se te abre de piernas cuando tu pene -¡mal bicho!- se niega a erguirse de una forma decidida, tozuda, definitiva. Hay que renunciar".
6.
"-Douglas nunca dices que me quieres. Nunca, nunca me dices que me quieres -repitió mi madre. Mi padre guardó silencio un minuto, pero luego dijo unas palabras que, viniendo de él, eran toda una declaración de amor:
-Pero estoy aquí, ¿no?".
7.
"Había en él la intimidad que procede de haber comido carroña juntos que parecen reflejar los ojos de las hienas, entre los barrotes de las jaulas, cuando nos miran. Así me miraba Nissen el Araña, y soltaba una risita, como si hubiéramos violado juntos a una chica y nos hubiéramos turnado sentandonos sobre su cabeza".
8.
"Tenía la costumbre de colgar a su mujer por los tobillos de unos ganchos que había puesto en la viga de techo de su casa. Luego la acariciaba. A su manera, claro".
9.
"Te respeto porque eres lo bastante hombre para follarte a tu esposa. Las mujeres hermosas despiertan mi timidez".
10.
"Eso es lo que más me gusta de los servidores de la ley. Le pones un uniforme a un asesino, y ya no vuelve a asesinar".
11.
"Bueno, quizás se lave las manos después de follar, pero no, no me pareció amariconado".
12.
"Sentí deseos de abrazarla. Bueno, lo que me apetecía era follármela ahí mismo, pero no era el momento oportuno".
13.
"Todo buen psiquiatra ha de tener algo de loco y no se puede ser buen policía sin llevar adentro todo un saco de posibles monstruosidades".
14.
"-¿Dónde has dejado al perro?
-Lo he enterrado en el jardín.
-¿lo hiciste antes de acostarte?
-Sí.
-Te educaron bien".
15.
"¿Tienes la facultad del deja vu? Yo la poseo en grado sumo. Me pregunto si no tenemos la misma vivencia más de una vez. A lo mejor se espera que mejoremos con la repetición".
lunes, 19 de julio de 2010
NO TENGO REMEDIO
.
Cada día que pasa
naufraga en mi sangre
de pies a cabeza
la profunda tristeza
de un día que pasó.
.
Será el invierno,
será el silencio,
serán los restos
de mis muertos
o seré yo.
.
Que sea lo que sea,
menos lo último;
yo puedo reemplazarlo todo
sin contarme a mi.
Cada día que pasa
naufraga en mi sangre
de pies a cabeza
la profunda tristeza
de un día que pasó.
.
Será el invierno,
será el silencio,
serán los restos
de mis muertos
o seré yo.
.
Que sea lo que sea,
menos lo último;
yo puedo reemplazarlo todo
sin contarme a mi.
jueves, 1 de julio de 2010
SAMPI -PARTE 2
Ya estamos dentro de la cabaña sentados en ronda. Son más de las diez de la noche y la ronda está organizada sobre un círculo grande de madera que se alza unos diez centímetros sobre el piso, en el centro de la habitación. Como si fuera una pista de baile.
Sampi revuelve la olla sin dejar de hablar ni sonreír:
-¡Dicen que el San Pedro es adictivo! (niega varias veces con la cabeza) ¡Si sabe como la mierda! Si tuviera gusto a durazno o sandía todavía, porque encima pega... ¡Pero sabe horrible! Lo mejor es tomarlo de un trago. ¡Eso! Un trago largo hasta el final.
Sirve el primer vaso largo largo con agua marrón. Pareciera ser tierra líquida tibia. O diarrea. Lo que te guste menos. Se lo pasa a Xavi, el joven español que entresemana aloja a su amigo chamán (este chamancito chambón) en un cuarto de su casa de Cuzco. Su expresión no es alentadora: asco puro. Su noviecita es la siguiente y la expectativa empeora con un evidente amague de arcadas. Faltan tres turnos para mi. Estoy preocupado. Yo nunca pude dar un trago largo a una petaca sin devolver más de lo que me dieron. Soy demasiado generoso con lo que me desagrada.
Lo que me irrita son los testigos. No me molestaría retorcerme en privado, pero el vomito en público me hace sentir menos hombre. Como si la masculinidad se midiera por el aguante y no por lo que debe ser: el tamaño de los genitales, el largo de la barba y la capacidad de sostener en el tiempo una mirada intensa. Especialmente con una mujer enfrente.
Estos testigos me dan escalofríos. Están atrincherados debajo de la ronda con las peras sobre las manos apoyadas en el círculo de madera. Los diez hijitos de Ricardina, tapados con frazadas de pies a cabeza. Sólo se les ven los ojos. Que nos miran. Y cuchichean. Y nos miran. Malditos espectadores entrometidos, cuchicheando en quechua. ¡Quechuichuiando! Berta, Efrén, Hermógenes y los demás. Nadie los invitó: los invitados somos nosostros. Así que tendremos que convivir con sus miradas y susurros.
El vaso se siente caliente en mis manos. Desde arriba se ven los grumos en la tierra líquida. Peor que la nata en un café con leche. Huelo el contenido y me aguanto la primer arcada. No quiero ser un show en beneficio de los pequeños testigos en trinchera. Me tapo la nariz y doy el trago más largo que puedo dar.
No puede ser... es imposible! Esto es peor que barro derretido. Otro trago. ¡Nada es tan feo en este mundo! ¡Y faltan tres cuartos de vaso!
Respiro hondo, me concentro en controlar el estómago. Yo soy el amo, él es el esclavo. La boca quiere pararse a dar un discruso. ¡Que se calle! Los esclavos no tienen derecho a réplica... ya sabemos lo peligrosa que es la boca del estómago en estos casos. Un trago más; llega la primer árcada. Un segundo, dos segundos: controlada. Otro mini trago. ¡Segunda arcada! Tranquilo. Tranquilidad. Tranquilismo zen. Ignoro las risas tapadas en frazadas. Esas sonrisas dis-frazadas. ¡No les doy el gusto! Seremos sus invitados pero no sus bufones. ¿Otra mininada? ¡Basta señor! El cuartito sobrante se lo dejo de propina.
Gracias por todo. Que pase el que sigue.
Sampi prende unas velas. Pone música y mueve las velas bailando. Giro la cabeza y emerge la cara de Ricardina. Llegó súbita y sigilosamente desde las trincheras para depositar sus arrugas a un centímetro de mi cara.
-Sí, papito. ¿Cómo anda eso papito?
Puede tener treinta u ochenta años. No podría saber la diferencia. Ni por un segundo deja de clavarme la vista. Desde esta distancia deja de ser mujer o chola para ser simplemente un ser. Mati, acostado a mi lado, está pensando que en cualquier momento me transa. Es difícil escuchar sus palabras cuando de fondo, fuera de foco, Sampi danza y canta al fuego de las velas.
Pero más difícil es no escucharla.
-Yo tengo sesenta años, m`hijito, y cosecho la papa. Solita la cosecho a la papa, papito. Puedo cargar hasta cincuenta kilos de papa solita arriba de la montaña desde la mañanita hasta la tarde.
-Ajá, ajá -y oh oh. Empezó a pegar y ella no se me despega.
-Cinco de mis hijos estudiaron, m´hijo, y los otros están terminando la primaria. Todos cosechamos la papa, papito. La papa.
Decidí girar la cabeza, desenfocar completamente y sentir el calor de su mirada en mi mejilla sin ceder a la tentación de devolverle mis ojos. Sampi empezó su monólogo y al tiempo ya no sentí el calor. La chola regresó a la trinchera. Apoyé la espalda contra uno de los palos de madera, tapé mis piernas con una frazada y dejé que su dicurso me llevara de a poco.
Sampi bailaba elásticamente y decía:
El dia que nació el plástico nació el cancer. Fecha de nacimiento, fecha de vencimiento.
Caminaba alrededor del círculo y decía:
Eran cien de la CIA. Inventaron la CIENCIA.
Se detenía en mitad de la ronda y decía:
Antes de hacer el ridículo me quedo quieto. Eso. Quietito quietito.
Acariciaba su barba, fruncía el ceño y decía:
¿Quien dice que estoy hablando solo? ¡Estoy hablando conmigo mismo! Asi que por favor déjenos solos, que no ve que estamos ocupados?
La primer parte de la noche fue una lucha solitaria y silenciosa contra la barriga. ¡Dominarla! Y de fondo, la radio chamánica.
Al rato me sentí mejor y decidí averiguar qué tal era el San Pedro de pie. Agarré mi frazada, me la puse como capa y di una vuelta alrededor de la ronda sonriéndole a los participantes. Cuando llegué al punto de inicio me encontré con la capa de Rochi. Mejor dicho con Rochi en capa. Que no se le suban los humos. Ya bastante teníamos con los grumos.
-Creo que es mejor caminar -le dije-, y si sentís ganas de vomitar no las reprimas, me dijeron que es mejor.
Ella hizo ademán de contestarme, pero cuando parpadeó ya no estaba ahí. Me encontró de rodillas un metro a la derecha, del otro lado de la puerta de vidrio, mirando al pasto con la boca abierta. Los ojos bien grandes, y algunas lágrimas resbalando sin autorización, observaban al barro derretido siendo devuelto a la tierra. Terminado el primer turno di un respiro hondo que hizo sonar mi garganta como un alce en celo, sentí una vez más el gusto del San Pedro en el paladar y repentinamente repetí por segunda vez. Es decir, volví a devolver. O Re Repetí. Y mientras lo hacía me temblaban los dientes. No los de arriba con los de abajo, los dientes temblaban solitos en su lugar.
-Bien, bien. Sacalo todo, que no quede nada -Sampi me tocaba la espalda-. ¿Estás bien? No te preocupes.
Asentí con la cabeza. Mi chamán estaba demente, es cierto, pero cumplía con su trabajo. Me sentí cuidado. Cuidado por un loco. Y eso no estaba seguro de cómo debía hacerme sentir. Lo que sí sabía era que de ahora en más cada vez que quisiera vomitar sólo tenía que recordar el sabor del San Pedro. Meterse los dedos ya fue.
Me puse de pie y fui al baño a mojarme. El aire frío de montaña me hizo bien. No flotaba exactamente, pero mis pies estaban más ligeros. Sin embargo, me movía lentamente. Como por si acaso. Los objetos y paisajes mantenían sus tamaños originales. También los colores pero no era cuestión de desesperar. Algo no estaba del todo normal. San Pedro no era un fiasco.
Regresé a la cabaña. Rochi dijo estar tranquila. Paula apoyaba su cabeza en las piernas de Mati. Me miró y sonrió. Eso pareció suficiente. Mientras tanto, desde algún lugar, Sampi susurraba:
Si lo sabe uno es secreto.
Si lo saben dos es confianza.
Si lo saben tres es tradición.
O cantaba un poco y gritaba:
¡Yo soy autosuficiente! Y sin auto. Suficiente.
Y enseguida se repondía a sí mismo:
¿Yo sinvergüenza? ¡Pues claro! ¿Quién quiere vivir con vergüenza?
Me senté a los pies de Mati. Tenía los ojos cerrados, y al moverme para encontrar una posición cómoda los abrió y me empujó despacio.
-¿Podés alejarte un poco por favor?
-Ok.
Me paré de nuevo y choqué con Sampi, que venía del lado contrario.
-¿Aquí es donde pasa el tren?
-No, por ahí -respondí señalando el lago.
-Pues aviseme cuando venga. ¡Qué gente encantadora! -sonrió- Lo asumo, soy culpable. ¡Cadena perpetua! Pero con gente así...
Me reí por dentro y fui a acostarme en el piso junto a Rochi. Cerré los ojos. Mi inconciente no tenía filtro. Apenas apagué los párpados él encendió un río de lava verde fluorescente que navegó en mi oscuridad. Acercando la vista pude ver que eran tentáculos. Acercando la mente los tentáculos formaron figuras, que formaron criaturitas saludando, que deformaron monstruitos simpáticos con sombreros, que se convirtieron en orugas con paraguas y así.
Si hubiera tenido una cámara de fotos para mi inconciente habría hecho una fortuna vendiéndole los prototipos a Liniers.
En tanto, desde la oscuridad una voz rogaba:
Déjenlo dormir al hombre... que quizás está soñando que es libre... Pero si el hombre es policía, avisa a los compañeros!
Cada minuto que pasaba Sampi me generaba más cariño y lástima. No me olvidaba de sus años en prisión. Nos regalaba su catársis mientras nosotros le prestabamos nuestros oídos. Era un trato justo. Ahora nos ofrecía su infancia:
De niño preguntaba algo y mamá me pegaba. ¡No le digas la verdad a tus hermanos! Y para navidad, me regalaron una ametralladora...
Una mano sacudió a Rochi que se incorporó de inmediato.
-¿Estás despierta? ¿Cuántos litros de agua tomas al día?
-Cinco litros -respondió ella sin dudarlo, como si hubiese estudiado para el examen sorpresa.
-¿Cinco? -se descolocó el che man-. Cinco está bien. Hay que tomar agua, mucha agua, que limpia el cuerpo.
Y se fue. Miró hacia el ventanal que daba al lago y con el dedo meñique y gordo de su mano derecha inventó un teléfono celular que puso en su oreja.
-¿Hola Cuzco?
-¿Hola Machu Pichu? -respondió el celular de su mano izquierda.
-¿Cómo anda la situación ahí? -se preguntó.
-¡Se ha inundado todo! -se contestó- Las casas son canoas. Los techitos toman sol y mojan sus picecitos en el agua.
Vi con mis propios ojos como Sampi perdió la conciencia y recuperó la inconciencia que lo llevó sin previo aviso a un recuerdo de ayahuasca:
-Somos dos en la canoa. Y yo ya me he comido al sapo.
Recuerdé al Don Juan de Castaneda y tomé nota para tomarlo más en serio. Enfoqué la mirada en el cuadro colgado cerca del techo y pude deformar su contorno casi sin esfuerzo. Giré la cabeza y la punta de mi nariz casi le da un beso a la vela encendida. La luz se alargaba a mi voluntad y, agudizando la vista, llegué a ver en detalle el fuego disecado en pequeños puntos de diversos brillos y colores.
Sampi jamás detenía su radio:
Los sueños suben al sol... en la capa de ozono rebotan los malos sueños y caen en forma de rayos UV que se quedan en tu cara en forma de malestar y cancer de piel.
.
¿Ese culo sabe dulce? Miralo bien. ¡Es tu hermana!
.
.
Recuerdo esa noche... todos con ayahuasca hasta el culo. ¡Qué tiempos aquellos!... Los mismos que ahora.
.
.
.
Yo no soy el que era, soy el que sigo siendo.
.
.
.
.
¿Que nos vamos a morir todos un día?
¡¿Todos nos vamos a morir?!
¡Es absurdo!
.
.
.
.
.
Estoy de acuerdo.
Es absurdo.
Y me encantaría
que no fuera cierto.
.
Entonces cerré los ojos
por última vez esa noche.
Sampi revuelve la olla sin dejar de hablar ni sonreír:
-¡Dicen que el San Pedro es adictivo! (niega varias veces con la cabeza) ¡Si sabe como la mierda! Si tuviera gusto a durazno o sandía todavía, porque encima pega... ¡Pero sabe horrible! Lo mejor es tomarlo de un trago. ¡Eso! Un trago largo hasta el final.
Sirve el primer vaso largo largo con agua marrón. Pareciera ser tierra líquida tibia. O diarrea. Lo que te guste menos. Se lo pasa a Xavi, el joven español que entresemana aloja a su amigo chamán (este chamancito chambón) en un cuarto de su casa de Cuzco. Su expresión no es alentadora: asco puro. Su noviecita es la siguiente y la expectativa empeora con un evidente amague de arcadas. Faltan tres turnos para mi. Estoy preocupado. Yo nunca pude dar un trago largo a una petaca sin devolver más de lo que me dieron. Soy demasiado generoso con lo que me desagrada.
Lo que me irrita son los testigos. No me molestaría retorcerme en privado, pero el vomito en público me hace sentir menos hombre. Como si la masculinidad se midiera por el aguante y no por lo que debe ser: el tamaño de los genitales, el largo de la barba y la capacidad de sostener en el tiempo una mirada intensa. Especialmente con una mujer enfrente.
Estos testigos me dan escalofríos. Están atrincherados debajo de la ronda con las peras sobre las manos apoyadas en el círculo de madera. Los diez hijitos de Ricardina, tapados con frazadas de pies a cabeza. Sólo se les ven los ojos. Que nos miran. Y cuchichean. Y nos miran. Malditos espectadores entrometidos, cuchicheando en quechua. ¡Quechuichuiando! Berta, Efrén, Hermógenes y los demás. Nadie los invitó: los invitados somos nosostros. Así que tendremos que convivir con sus miradas y susurros.
El vaso se siente caliente en mis manos. Desde arriba se ven los grumos en la tierra líquida. Peor que la nata en un café con leche. Huelo el contenido y me aguanto la primer arcada. No quiero ser un show en beneficio de los pequeños testigos en trinchera. Me tapo la nariz y doy el trago más largo que puedo dar.
No puede ser... es imposible! Esto es peor que barro derretido. Otro trago. ¡Nada es tan feo en este mundo! ¡Y faltan tres cuartos de vaso!
Respiro hondo, me concentro en controlar el estómago. Yo soy el amo, él es el esclavo. La boca quiere pararse a dar un discruso. ¡Que se calle! Los esclavos no tienen derecho a réplica... ya sabemos lo peligrosa que es la boca del estómago en estos casos. Un trago más; llega la primer árcada. Un segundo, dos segundos: controlada. Otro mini trago. ¡Segunda arcada! Tranquilo. Tranquilidad. Tranquilismo zen. Ignoro las risas tapadas en frazadas. Esas sonrisas dis-frazadas. ¡No les doy el gusto! Seremos sus invitados pero no sus bufones. ¿Otra mininada? ¡Basta señor! El cuartito sobrante se lo dejo de propina.
Gracias por todo. Que pase el que sigue.
Sampi prende unas velas. Pone música y mueve las velas bailando. Giro la cabeza y emerge la cara de Ricardina. Llegó súbita y sigilosamente desde las trincheras para depositar sus arrugas a un centímetro de mi cara.
-Sí, papito. ¿Cómo anda eso papito?
Puede tener treinta u ochenta años. No podría saber la diferencia. Ni por un segundo deja de clavarme la vista. Desde esta distancia deja de ser mujer o chola para ser simplemente un ser. Mati, acostado a mi lado, está pensando que en cualquier momento me transa. Es difícil escuchar sus palabras cuando de fondo, fuera de foco, Sampi danza y canta al fuego de las velas.
Pero más difícil es no escucharla.
-Yo tengo sesenta años, m`hijito, y cosecho la papa. Solita la cosecho a la papa, papito. Puedo cargar hasta cincuenta kilos de papa solita arriba de la montaña desde la mañanita hasta la tarde.
-Ajá, ajá -y oh oh. Empezó a pegar y ella no se me despega.
-Cinco de mis hijos estudiaron, m´hijo, y los otros están terminando la primaria. Todos cosechamos la papa, papito. La papa.
Decidí girar la cabeza, desenfocar completamente y sentir el calor de su mirada en mi mejilla sin ceder a la tentación de devolverle mis ojos. Sampi empezó su monólogo y al tiempo ya no sentí el calor. La chola regresó a la trinchera. Apoyé la espalda contra uno de los palos de madera, tapé mis piernas con una frazada y dejé que su dicurso me llevara de a poco.
Sampi bailaba elásticamente y decía:
El dia que nació el plástico nació el cancer. Fecha de nacimiento, fecha de vencimiento.
Caminaba alrededor del círculo y decía:
Eran cien de la CIA. Inventaron la CIENCIA.
Se detenía en mitad de la ronda y decía:
Antes de hacer el ridículo me quedo quieto. Eso. Quietito quietito.
Acariciaba su barba, fruncía el ceño y decía:
¿Quien dice que estoy hablando solo? ¡Estoy hablando conmigo mismo! Asi que por favor déjenos solos, que no ve que estamos ocupados?
La primer parte de la noche fue una lucha solitaria y silenciosa contra la barriga. ¡Dominarla! Y de fondo, la radio chamánica.
Al rato me sentí mejor y decidí averiguar qué tal era el San Pedro de pie. Agarré mi frazada, me la puse como capa y di una vuelta alrededor de la ronda sonriéndole a los participantes. Cuando llegué al punto de inicio me encontré con la capa de Rochi. Mejor dicho con Rochi en capa. Que no se le suban los humos. Ya bastante teníamos con los grumos.
-Creo que es mejor caminar -le dije-, y si sentís ganas de vomitar no las reprimas, me dijeron que es mejor.
Ella hizo ademán de contestarme, pero cuando parpadeó ya no estaba ahí. Me encontró de rodillas un metro a la derecha, del otro lado de la puerta de vidrio, mirando al pasto con la boca abierta. Los ojos bien grandes, y algunas lágrimas resbalando sin autorización, observaban al barro derretido siendo devuelto a la tierra. Terminado el primer turno di un respiro hondo que hizo sonar mi garganta como un alce en celo, sentí una vez más el gusto del San Pedro en el paladar y repentinamente repetí por segunda vez. Es decir, volví a devolver. O Re Repetí. Y mientras lo hacía me temblaban los dientes. No los de arriba con los de abajo, los dientes temblaban solitos en su lugar.
-Bien, bien. Sacalo todo, que no quede nada -Sampi me tocaba la espalda-. ¿Estás bien? No te preocupes.
Asentí con la cabeza. Mi chamán estaba demente, es cierto, pero cumplía con su trabajo. Me sentí cuidado. Cuidado por un loco. Y eso no estaba seguro de cómo debía hacerme sentir. Lo que sí sabía era que de ahora en más cada vez que quisiera vomitar sólo tenía que recordar el sabor del San Pedro. Meterse los dedos ya fue.
Me puse de pie y fui al baño a mojarme. El aire frío de montaña me hizo bien. No flotaba exactamente, pero mis pies estaban más ligeros. Sin embargo, me movía lentamente. Como por si acaso. Los objetos y paisajes mantenían sus tamaños originales. También los colores pero no era cuestión de desesperar. Algo no estaba del todo normal. San Pedro no era un fiasco.
Regresé a la cabaña. Rochi dijo estar tranquila. Paula apoyaba su cabeza en las piernas de Mati. Me miró y sonrió. Eso pareció suficiente. Mientras tanto, desde algún lugar, Sampi susurraba:
Si lo sabe uno es secreto.
Si lo saben dos es confianza.
Si lo saben tres es tradición.
O cantaba un poco y gritaba:
¡Yo soy autosuficiente! Y sin auto. Suficiente.
Y enseguida se repondía a sí mismo:
¿Yo sinvergüenza? ¡Pues claro! ¿Quién quiere vivir con vergüenza?
Me senté a los pies de Mati. Tenía los ojos cerrados, y al moverme para encontrar una posición cómoda los abrió y me empujó despacio.
-¿Podés alejarte un poco por favor?
-Ok.
Me paré de nuevo y choqué con Sampi, que venía del lado contrario.
-¿Aquí es donde pasa el tren?
-No, por ahí -respondí señalando el lago.
-Pues aviseme cuando venga. ¡Qué gente encantadora! -sonrió- Lo asumo, soy culpable. ¡Cadena perpetua! Pero con gente así...
Me reí por dentro y fui a acostarme en el piso junto a Rochi. Cerré los ojos. Mi inconciente no tenía filtro. Apenas apagué los párpados él encendió un río de lava verde fluorescente que navegó en mi oscuridad. Acercando la vista pude ver que eran tentáculos. Acercando la mente los tentáculos formaron figuras, que formaron criaturitas saludando, que deformaron monstruitos simpáticos con sombreros, que se convirtieron en orugas con paraguas y así.
Si hubiera tenido una cámara de fotos para mi inconciente habría hecho una fortuna vendiéndole los prototipos a Liniers.
En tanto, desde la oscuridad una voz rogaba:
Déjenlo dormir al hombre... que quizás está soñando que es libre... Pero si el hombre es policía, avisa a los compañeros!
Cada minuto que pasaba Sampi me generaba más cariño y lástima. No me olvidaba de sus años en prisión. Nos regalaba su catársis mientras nosotros le prestabamos nuestros oídos. Era un trato justo. Ahora nos ofrecía su infancia:
De niño preguntaba algo y mamá me pegaba. ¡No le digas la verdad a tus hermanos! Y para navidad, me regalaron una ametralladora...
Una mano sacudió a Rochi que se incorporó de inmediato.
-¿Estás despierta? ¿Cuántos litros de agua tomas al día?
-Cinco litros -respondió ella sin dudarlo, como si hubiese estudiado para el examen sorpresa.
-¿Cinco? -se descolocó el che man-. Cinco está bien. Hay que tomar agua, mucha agua, que limpia el cuerpo.
Y se fue. Miró hacia el ventanal que daba al lago y con el dedo meñique y gordo de su mano derecha inventó un teléfono celular que puso en su oreja.
-¿Hola Cuzco?
-¿Hola Machu Pichu? -respondió el celular de su mano izquierda.
-¿Cómo anda la situación ahí? -se preguntó.
-¡Se ha inundado todo! -se contestó- Las casas son canoas. Los techitos toman sol y mojan sus picecitos en el agua.
Vi con mis propios ojos como Sampi perdió la conciencia y recuperó la inconciencia que lo llevó sin previo aviso a un recuerdo de ayahuasca:
-Somos dos en la canoa. Y yo ya me he comido al sapo.
Recuerdé al Don Juan de Castaneda y tomé nota para tomarlo más en serio. Enfoqué la mirada en el cuadro colgado cerca del techo y pude deformar su contorno casi sin esfuerzo. Giré la cabeza y la punta de mi nariz casi le da un beso a la vela encendida. La luz se alargaba a mi voluntad y, agudizando la vista, llegué a ver en detalle el fuego disecado en pequeños puntos de diversos brillos y colores.
Sampi jamás detenía su radio:
Los sueños suben al sol... en la capa de ozono rebotan los malos sueños y caen en forma de rayos UV que se quedan en tu cara en forma de malestar y cancer de piel.
.
¿Ese culo sabe dulce? Miralo bien. ¡Es tu hermana!
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Recuerdo esa noche... todos con ayahuasca hasta el culo. ¡Qué tiempos aquellos!... Los mismos que ahora.
.
.
.
Yo no soy el que era, soy el que sigo siendo.
.
.
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.
¿Que nos vamos a morir todos un día?
¡¿Todos nos vamos a morir?!
¡Es absurdo!
.
.
.
.
.
Estoy de acuerdo.
Es absurdo.
Y me encantaría
que no fuera cierto.
.
Entonces cerré los ojos
por última vez esa noche.
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