Ante la ausencia de Jovic decido bajar del tercer piso del cine Ambassador para ir a comer algo al shopping. A la salida emerge de un salto Tián entregándome un volante para la proyección de su corto en Historias Breves VI. Tián, uno de esos tipos queribles que se las arreglan para parecer desarreglados, es uno de los creativos de Nah!, la productora amiga que cree firmemente en mi otra miniserie y trata de venderla. Tián, me corrigieron, no es diminutivo de Sebastián sino de Cristian. A mí me había confundido el acento. El acento en la gramática del nombre. Tián no habla con un acento distintivo de Sebastianes. Tián lleva puesta una barba de náufrago en sus comienzos y esa ropa de superantihéroe que, como buen superhéroe, suele ser un mismo uniforme fácilmente reconocible, y, como buen antihéroe, el uniforme consiste en camisa a cuadros abierta con dos o tres pines enganchados a la altura del corazón, remera simpática colorida, pantalón marroncito y zapatillas de lona turquesa. Tián me cae bien.
Dice que mi miniserie ahora mismo está en Chile presentándose junto a otros proyectos de Nah! como la adaptación del Auto Fantástico a los tiempos modernos: el Celular Fantástico. Pinta bien. Subtexto del Universo: (cine sí). Le comento que vi el final de su corto –me colé a la función y llegué a ver solo la segunda mitad- y que, por lo que llegué a ver, me gustó. No tuve que mentir. Me dice que lo mire entero, insiste con el volante viste, y le prometo tratar. Total prometer tratar no significa nada. Es la promesa más fácil que hice en mi vida. Pero la dije con sinceridad. La próxima vez voy a tratar de prometer, que es más difícil.
Mientras le doy el primer bocado a mi hamburguesa en el shopping y trato de conectarme a internet y pregunto la clave del wifi y como papas fritas tibias y pienso en otras cinco o seis cosas, veo el cartel promocionando la hamburguesa de pollo de Mostaza y me ataca un flashback. En el flashback estoy en la productora Nah! y Tián me adelanta algo de su cortometraje. Lo protagoniza un tipo y su gallina.
-Viví ocho meses con la gallina para entrenarla.
-¿Sí? ¿Y cómo se llama?
-Pechuga.
-Si hay algo que no entiendo es la gente que prefiere pechuga. Quiero uno de esos por favor, ¿pero no lo tiene más seco, aburrido y con menos sabor? Gracias. Si no es por razones dietéticas, es inentendible.
Tián sonrió con la sonrisa de un comediante. Me sentí como un mago tratando de sorprender a otro mago. Esas cosas no se hacen.
-¿Y qué tal Pechuga como mascota? ¿Si la llamabas venía?
-Sí, esos trucos los aprendió. La iba a traer al estreno, pero la tuve que mandar al campo de mi tía un tiempo y se murió allá. La agarró un perro.
-Las gallinas nunca mueren de viejas. Como las ovejas y las vacas, esos animalitos nacen tontos para ser masticados. Son pan comido. Se merecen su suerte. Si se rebelaran un poco, despertaran un poco, me daría culpa. Pero no. Por eso no soy vegetariano.
De nuevo esa sonrisa de comediante. Tengo que dejar de hacer esto.
-Igual es una lástima. Me hubiera interesado saber si Pechuga te reconocía en el campo luego de unos meses sin verte. O si se resentía porque la abandonaras. A mí me pasó con mi perro bóxer, todavía no me perdona. Siempre me mira de reojo, deja que lo acaricien todos menos yo. Está muy dolido. Nunca le pude explicar bien. Los perros entienden todo, menos ese tipo de cosas. ¿Cómo le explico a un bóxer lo que es un monoambiente? Yo lo hice para que tenga una mejor calidad de vida, y él no me lo perdona. Para abrazarlo tengo que traerlo a la fuerza. No es lo mismo.
¿A que no adivinan como me miraba Tián en ese momento? No me acuerdo. Ahí terminaba el flashback. Algo pasó y el presente se hizo presente.
Chequeando mails (uno puede tener flashbacks y chequear mails mientras tanto; hoy en día uno puede hacer casi cualquier cosa y estar chequeando mails al mismo tiempo) encontré uno que me llamó soberanamente (?) la atención. De: Universo, Para: Ferito. Era un mail que venía esperando desde hacía seis meses. El Ministerio de Educación finalmente dio luz verde al proyecto En Cortos y en Diciembre seré uno de los sesenta capacitadores que viajarán a lo largo y ancho del país a convencer a chicos de que ellos también pueden hacer cortos. Claro que para lograr eso primero tengo que convencerme a mí mismo. Yo puedo, ellos pueden, nosotros podemos. ¿De verdad puedo? Sí, puedo. Creo. ¿Por qué? Sin dudas esta señal es favorable al cine. Y entonces me llega un mensaje de texto al celular que dice: “Vendimos 2600 pesos!”. Es la venta diaria más grande desde el año y medio que llevo manejando calzado. Léase manejar calzado como tener un comercio de zapatos. Yo no tengo auto ni revolver debajo del asiento. El Universo y sus contradicciones. El cine quiere. Y yo quiero que el cine pueda. Pero Patidifusa resiste.
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