Toda pareja tiene algo en común (un objeto extraño, un sueño de ensueño, esa frase). Algo que es ajeno a ellos, que por separado no significa nada (una plaza perdida, la canción más caprichosa, esa línea de colectivo). Sólo cuando se conocieron empezó a tener un sentido simbólico (un libro raro, la escena de una película, esa heladería). Es de ellos, y de nadie más (una obra de teatro, el aroma inconfundible, esa contradicción). Y cuando dejen de verse, eso serán ellos (un apodo, una golosina, esa esquina). Ellos serán eso que tienen en común (un famoso odioso, el peor mozo del país, esa palabra).
La mía, en un momento, fue Adbekunkus. Pero por estos días, lo más común para tener en común no es una palabra, sino una serie de televisión. Las series vienen en paquetes, son adictivas, se miran de corrido y se consumen en pareja. Para algunas parejas será 24, para otras Six Feet Under o Los Soprano.
Qué difícil cortar una relación antes de que termine la serie. Seguirla en solitario es un recuerdo constante de lo que ya no es. Sería imposible, sólo los masoquistas o melancólicos podrían seguir con los capítulos. Son series que quedarán por siempre por la mitad, como la relación. Y siempre recordarán cual fue el último episodio. Su último capítulo.
A menos que ambos se decidan a hacer lo más sensato y vuelvan a estar juntos por lo menos hasta que termine la temporada.
Dice mi amigo de mejillas coloradas que ahora que aprovechó el fin de semana gasolero para atragantarse con todo el Lost que no había visto junto a su novia, ya alcanzó a los más avanzados y está listo para sumarse a los fanáticos. Lost ya llegó a un nivel de fanatismo tal que todos los jueves en el Cub Cultural Matienzo (sí, es un chivo) pasan el último capítulo, bien fresquito, en pantalla grande. Para verlo en multitud. Todos los freakies todos.
Dice mi amigo de mejillas coloradas que le dijo a su novia de ir a Matienzo.
-Cómo? A verlo con todos los demás?
-Sí.
-Ay, yo pensé que Lost era algo nuestro...
Para ella ver Lost con veinte personas más era algo así como una orgía.
Y, por su reacción, mi amigo de mejillas coloradas descubrió en ese momento que esa idea swinger que tenía en la cabeza era mejor guardarla en el cajón de proyectos imposibles junto al torneo de fútbol internacional de bandas de rock famosas y el cabaret revancha donde uno puede pagar para cojerse al político que más deteste.
jueves, 16 de abril de 2009
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1 comentario:
Ja ja ja. Fantstique!
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