Tres putas hablaban en un lenguaje africano, casi gritando. Era difícil saber si estaban discutiendo o si ese era su tono de voz habitual. No parecían enojadas. Eran tan sólo tres negras de Senegal dejando un idioma secreto sobre mi barra mientras tomaban unos chupitos de whisky.
La más gorda llevaba un corset rojo apretado que combinaba perfecta y horriblemente con sus calzas rosas y las numerosas trencitas pelirrojas estrujadas contra su cuero cabelludo, como lombrices sometidas.
La que aparentaba ser la madama nunca miraba directo a los ojos. Tenía actitud, labios gruesos y una cruz en el cuello. Demostraba autoridad.
La más linda era la única que solía desfilar con escotes profundos por la esquina del bar. Era flaca y petisa, incluso para mí, y llevaba como sombrero natural una gran melena de rulos rubios teñidos que parecían robados de la cabeza de otra persona. De no ser por las cicatrices que recorrían su cara y el fuerte olor a vinagre que despedía su cuerpo, hubiese valido la pena alquilarla por un par de horas.
Eso mismo debían pensar los chinos, al otro costado de la barra. Ellos también discutían con firmeza. En chino. Uno de ellos solía frecuentar el teléfono público del Jackpot: era flaco, alto y tenía una mirada mafiosa. Las uñas de sus meñiques eran bien largas, adictamente largas. Su compañero parecía un cocinero oriental sacado de una película de Tarantino. Quizás lo era, y este antro resultaba ser el lugar ideal para intoxicarse después de los quince minutos de fama. El rubio de Mi pobre angelito debía estar por llegar en cualquier momento.
Del lado de adentro de la barra se encontraban mis oídos, atacados por los ladridos extranjeros. Los gritos me fastidiaban, y para no ver a las putas ni a los chinos decidí verme a mí mismo. ¿Qué hacía ahí? Era como estar en una película de David Lynch sin haber firmado el contrato. A mi nadie me avisó, pero estaba claro que no encajaba con esta gente. Para conectar con ellos tenía que ser otro.
Así es que decidí cambiar de identidad.
Le saqué un cigarrillo al chino y lo encendí. Nunca antes había fumado tabaco, siempre fui un chico sano. A excepción de las drogas, claro está. Con el cigarrillo entre mis dedos las cosas empezaron a sentirse diferentes. Entendí la escena y, poco a poco, aprendí a disfrutarla. Me reí solo, y no por el mareo. Enseguida una de las putas mantuvo contacto visual con mis nuevos ojos. Hasta ese momento parecía enfurecida, hablaba en voz alta ensimismada en sus propios pensamientos. Pero ahora me reconocía, alzaba su mano y me convidaba un saludo. Yo respondí con simpatía. Ya no era Gerardo: había hecho contacto.
Al rato me subieron los calores, sentí baja la presión y escapé hacia el sector del aire acondicionado, donde convivían las máquinas con sus mascotas. Después de refrescarme volví a la barra. No soporté mucho tiempo y tuve que huir por segunda vez. Una sensación de asfixia me atacaba cerca del mostrador.
Sentado solo frente al tubo de salida del aire acondicionado, a unos metros de esa dimensión distinta, entendí mi error. No se puede cambiar de identidad en unos pocos minutos. Falta la infancia, el pasado, la formación del nuevo carácter. Lleva tiempo asimilarlo. Puede demorar meses, como la preparación de los actores metódicos antes de cada nuevo papel.
Quizás para el final de la temporada haya terminado mi metamorfosis y ya no me reconozca. Es posible que mi nuevo yo tenga afición por los rompecabezas o los videojuegos antes que por la escritura. Por si acaso, me despido de mi cuaderno.
Después, sirvo una nueva cerveza a la madama y le robo otro cigarrillo al chino. Lo prendo, me inclino contra la máquina de café y los miro. Y los miro.
viernes, 10 de abril de 2009
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1 comentario:
Increíble. Yo suelo sentir frecuentemente que mi vida es una novela y yo un personaje creado x Kerouak.....tb me siento dentro de una película berreta de bajo presupuesto, donde me cruzo con este tipo de personajes bizarros y me mezclo con ellos, me camuflo. Utilizo su léxico, todo! Juego a esto hace mucho tiempo....
Me parecieron increíbles las descripciones de los personajes, muy divertidas las metáforas, me mató la de las trenzas de la africana jajajaj
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