lunes, 4 de agosto de 2008

CAOS Y CONTROL

Hoy decidí que para ordenarme la vida necesito una agenda.
Admito que me resistía a la idea porque pensaba que eso significaría tener una vida ordenada y previsible, cuando yo siempre aspiré a una vida llena de giros sorpresivos. Quiero abrir la puerta y que aparezca un chino inesperado. Es así, me divierte el fuera de contexto.
Pero hoy decidí que tener una agenda no impide que puedan hacerte fiestas sorpresas. Y de alguna manera tengo que matar a la culpa anónima. Es una sensación que me persigue: la sospecha de tener que estar haciendo algo sin saber qué. (A veces ordeno el monoambiente y lavo los platos sólo para sentir que hice algo que debía ser hecho). Quizás el trauma se remonte a la época en que debía correr a mi cuarto apenas intuía que mi padre llegaba a la casa para que no me viera viendo tele en el living, algo que le molestaba enormemente y lo llevaba a darme tareas hogareñas inservibles que justificaran mi existencia.
Cconseguir una agenda significaría una batalla ganada al zapping e internet, dos rivales temibles. El problema es que hoy tengo un día complicado, no me queda tiempo para nada. Y no se dónde agendar que tengo que comprar una agenda un día de estos.
Seguro todo terminará en la nada: un nuevo pilón en mi montaña de culpa anónima.
No es la primera vez que me pasa.

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