viernes, 18 de junio de 2010

TEXTO ECONTRADO BAJO UNA ALMOHADA

Estoy en una fiesta llena de gente. La gente está muy suelta de ropa. Shorts, musculosas, negros en cuero y así. Creo que estamos en Asia. Arriesgaría Tailandia. Es un patio grande y al lado mío están sentados Dani y Mati. Estado de ánimo: aburridos.

Como suele ocurrir en mis sueños antes de despertarme (los únicos que recuerdo), tengo ganas de ir al baño y no puedo. Mi inconciente no me lo permite. Suele diseñar obstáculos recurrentes como ausencia de inodoros, toalettes inexistentes o mirones entrometidos que le generan miedo escénico a mi chorrito. En esta ocasión estuvo más original y ubicó a tres negros sentados contra la pared del baño inyectándose con jeringas líquido azul en los brazos. El miedo a levantar la perdiz y recibir un pinchazo en el muslo me obliga a alejarme de los sanitarios y regresar a mis amigos, que ahora están sentados en un rincón de sillones con mesa bajita.

Apenas me siento aparece Mancuso y se suma a la mesa. Lleva puesto el mismo traje gris que usa en el banco de suplentes. Impecable. Su pelo largo parece mojado y tiene la cabeza más grande de lo que imaginaba. O quizás estoy demasiado cerca de su cara cuando empieza a hablarnos.
-Maradona te necesita, estás listo para trabajar con él?
Me quedo perplejo y recién ahí recuerdo que el papá de mi amigo Juan me había pasado la tarjeta del Diego hace un tiempo -cuando estaba desempleado- para que lo llamara a ver si con sus influencias me conseguía algún trabajo. En su momento me pareció que la propuesta no encajaba conmigo y no lo llamé. No se me ocurrió que podía haberlo ofendido. Mancuso está que arde.
-Por qué no lo llamaste al Diego? Estuvo esperando tu llamado.¡Es Maradona! A ver si te queda claro: a Maradona se lo busca. Maradona no busca a nadie, se entiende?
No se qué decir. Su cabeza es inmensa.
-Está bien -se tranquiliza-. Lo pasado pisado. ¿Estás interesado? ¿Y ustedes están interesados?
Dani y Mati niegan con la cabeza, pero yo se que Mancuso está esperando MI respuesta. Está muy nervioso. Las proporciones de su cara son de no creer. Caben muchas más expresiones de las que entran en una cabeza normal.
-Te vi en el banco de suplentes el otro día, el traje gris te queda impecable -le digo para que afloje-. Hasta parecían técnicos y todo.
Error. Ese comentario le molestó. Su cabezota incorpora una nueva expresión: furia contenida.
-O sea, quiero decir... yo sé que vos hiciste tremenda carrera en Brasil, pero en Argentina no sabíamos tanto de tus conocimientos técnicos. Por eso sorprendió que supieras hacer cambios, dar consejos y todo eso. Yo sólo sabía que allá vendías remeras con caricaturas de jugadores...
Eso no lo arregla. Creo que le tengo miedo. Sí: le tengo miedo.
-Te interesa o no te interesa?
-Para serte honesto no me pareció seria la oferta en su momento, por eso no llamé. ¿Qué precisa el Diego de mi? No se si estoy calificado. Pero a la vez me da no se qué perder la oportunidad. Me gustaría probar y ver qué onda, se puede?
-Vos tenés acceso al Club Cultural Matienzo?

Corte brusco. Vuelvo al lugar de origen. Sentado en el patio con negros de ropa suelta alrededor y Mati y Dani al lado. Pero el patio original era en realidad una calle de Tailandia llena de gente. Como carnaval. No me había dando cuenta antes. En la calle de enfrente veo a Maradona avanzando con Mancuso y el Negro Enrique detrás. Todos decididos y de traje gris. Parecen mafiosos. Maradona es Maradona, pero lleva puesta otra cara. Al menos la barba la mantiene. Llegan a una fiambrería y patotean al dueño como si les debiera dinero. Tiran mercadería al piso y se llevan unos cuantos salamines a cuenta. Luego entran a la carnicería de al lado y se escucha un ruido de palanganas metálicas golpeando el piso. El negro Enrique se quedó parado en la puerta, espalda contra la pared, para vigilar. Por si acaso desvío la mirada. Entonces sale el Diego, ahora con su cara original, pero vestido con delantal de carnicero manchado con sangre y el gorrito blanco correspondiente. Viene hacia mí. Directo. Cuando está por llegar noto que hace una seña con los ojos a alguien que parece estar detrás mío. Me doy vuelta rápido como reflejo y veo a Mancuso, traje gris impecable, a punto de ponerme una bolsa de nylon en la cabeza para asfixiarme. Al darme vuelta y descubrirlo lo descoloco. Eso no estaba en sus planes. No está seguro de cómo reaccionar. Se hace el distraído. Guarda rápidamente la bolsa detrás de su espalda y se pone a silbar.
Despierto sobresaltado. Lo recuerdo todo.

¿Qué significará todo esto? ¿Qué clave oculta esconderá esta historia? ¿Hay que dar aviso para alertar al seleccionado? ¿Y por qué no estaba Messi en el sueño? ¿Dónde está Messi? ¿Estará bien? Llego a la misma conclusión de todas mis mañanas desde hace una semana: tenemos que ganar el mundial. Este año se nos tiene que dar.

1 comentario:

Inés Royo Oyaga dijo...

coño Fer tenéis dos! dejanos unos a nosotros...