No deja de moverse. Va y viene, y vuelve a ir. Cada tanto nos mira y sonríe. Los ojos le brillan cálidos, pícaros, casi todo pupila, como los de un peluche. Es flaco y musculoso, petiso y macizo, canoso y pelado, pero bien llevado. Carga una barba gris enrulada, larga alla rabino ortodoxo aunque sin el aura de respeto. Él lo más pancho, de jogging. Va y viene, y vuelve a ir. Tiene la piel de quien pasa todo el día al sol, toda la vida al sol. Piel de cocodrilo. ¿Cuántos años tendrá? Parece viejo y joven, fuerte de cuerpo y espíritu, luchador. Como salido de una novela de Hemingway.
Nunca lo imaginé de esta manera. Es como un nene grande. Yo pensé que sería mucho más zen. Jamás juguetón ni charlatán. Tampoco tan hiperquinético. Esa es la palabra. Hiperquinético. Aunque suene a telepatía no tiene nada que ver. Cierto, el hombre maneja el poder de las plantas, pero la telepatía es otra cosa.
-Vino puesto -es lo primero que le susurré a Mati cuando lo vi.
Nos miramos como si ya supiéramos la que nos espera. Le dicen Sampi. No se desde hace cuanto. Él se presenta así y así le dicen. Sampi. El mayor experto en San Pedro de todo el Perú. Sampi a secas. Mi primer Chamán.
-Vente para aquí que ya somos unos cuantos...
Sampi va y viene, y vuelve a ir. El celular pegado a la oreja.
-Pues claaaro. Vente ya mismo, no es difícil llegar. Te tomas un colectivo, luego un taxi y te deja aquí nomás en la cabaña...
Ida y vuelta en línea recta como si estuviese en el hospital esperando su primer hijo. Siempre sobre el caminito de piedra. Más allá el pasto, la montaña, el lago. Nosotros mirando todo eso y a él de reojo.
-¡Sí! Te lleva hasta aquí arribita hombre. ¡Que yo vine hace un rato y no tuve problemas!
Esto no es un Chamán. Esto, como diría mi abuela, es un chantapufi. Y drogado. ¿Pero de qué?
-¿En serio? ¿Te vienes? ¡¡¡Uiiiiiii!!!
Dio tres saltos cortos hacia atrás como si acabara de hacer un rondó flip flap. Nunca había visto a alguien saltando de alegría fuera de una película o una cancha de fútbol. Todo esto nos hace dudar de la purificación del San Pedro como hongo espiritual. Pareciera que estamos por meternos una droga pesada que desembocará en el vicio, la fiesta, lo prohibido. Quizás orgía con nuestro guía Hermógenes que nos trajo hasta acá, tan inocentón que parecía. Y en una de esas hasta se suma su madre Ricardina, la típica chola de manual de ciencias sociales. Lo que no estaría mal como experiencia cultural; pero ese no era el plan. La idea era conocernos mejor a nosotros mismos y crecer como personas. O algo así. Veremos.
Con Mati, Rochi y Paula nos agrupamos y murmuramos. Ya es tarde para cancelar. Este es nuestro Chamán y va a haber que hacerle caso. Ponernos en sus manos. Que sea para bien. Hay que aceptar lo que viene. Aceptar lo bueno. Que sea para bien. Y no se hable más del tema.
Pasa Hermógenes con un balde:
-Aquí tienen algo de agua los que quieren lavarse.
-¿Todavía no sale agua corriente de las canillas?
-Estamos viendo, estamos viendo.
Se va. Él es el que propuso su cabaña, Sampi y el San Pedro para suplantar la excursión al Machu Pichu que ya habíamos pagado desde Buenos Aires y ahora estaba cancelada por la peor tormenta en no se cuántos años. Yo había sugerido el Ayahuasca sin animarme del todo.
-El San Pedro es más buenito - dijo-. Divertido. Yo probé en la montaña y me dieron ganas de hacer cosas. Me saqué la ropa y me hundí bajo una catarata sin sentir nada de frío. Comí bosta de toro. Hice de todo. Escuchaba un búfalo, luego unas hienas, otro rato un avión. Y no había nada.
Todo eso nos convenció. Y la confianza aumentó durante la excursión, cuando Hermógenes ya se había sincerado lo suficiente como para admitir que los peruanos siempre dicen ya llegamos sin que eso signifique gran cosa. Pero no había aclarado nada del Chamán.
Me acerqué a Sampi en la cocina. Estaba revolviendo una gran olla de la que salía vapor. Adentro estarían las raíces del San Pedro.
-¿Falta mucho?
-Falta sí. De noche se toma.
-Yo pensé que era mejor de día, por los colores.
-De noche está bien -sacó una bolsita marrón del bolsillo-, y si quieren de día ponemos un poco más y ya. Seguimos. Pero mejor empezar de a poco.
Parado frente a la gran olla, sus rodillas no dejaban de temblar. Y él se movia de lado a lado en un mismo lugar, como bailando un lento rápido. Le comenté que se lo veía muy activo y me respondió que había tomado unas hierbas para seguir fuerte.
-Hace tres días que no duermo.
-¿Tanto? ¿Y cuál es tu record?
Se quedó pensando un rato, contando en la mente.
-Veintisiete.
Eso dijo: veintisiete. Fue cuando asumió Fujimori y en Perú el pan aumentó de 0,10 soles a 1 sol. Estuvo trabajando en un taller de oro todo ese tiempo. Cuando no pudo más pidió que lo vengan a buscar y durmió una semana entera. Comer, cagar, dormir. Repetir. Comer, cagar, dormir. Repetir. Lo hizo para mantener a sus dos hijos y la hija de su mujer.
-Imagino alguna ayudita externa... -tanteé.
-Coca, café y anfeta.
-¿Probaste muchas drogas?
-De toooodo.
Pero nunca se inyectó ni se metió droga por donde no sale el sol. Dijo que una vez se puso LCD en el ojo y no lo aconseja. El efecto es inmediato.
-Pasé 22 años en la cárcel, y era inocente. Tenía 26 cuando caí por primera vez, ya tengo 54 años. Por eso ahora quiero vivir con todo. Ya no quiero dormir.
-¿Y cómo fue que terminó en la cárcel?
-Cosa del gobierno. Todo gobierno es malo. Son terribles. Que tengan bandera ya es prueba de sus intenciones. Abres el mataburros y lees:
Bandera: utilizada por bandoleros, bandas y piratas.
Fijate hoy en día; nada ha cambiado.
Siguió mezclando nuestro futuro brebaje. Preferí dejarlo solo. Ya estaba más tranquilo. No parecía Chamán, pero de a poco me iba creyendo que lo era.
miércoles, 30 de junio de 2010
lunes, 28 de junio de 2010
FUNDAMENTALISMO
.
Los envidiosos no son esos
que envidian a los osos.
Tampoco los que en el truco
siempre cantan envido.
Los envidiosos, naturalmente,
envidian a los dioses.
Pero cuando envidian a los dioses
de otros
es peligroso.
La envidia genera odio
de que esos otros
crean que sus dioses
son mejores que los propios.
Entonces hay que fuiiishh
borrarlos,
para matar a su Dios,
así todos entienden que el único,
el mejor, es el nuestro.
Y que no se lo prestamos.
Porque nosotros lo vimos primero.
Lero lero.
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Los envidiosos no son esos
que envidian a los osos.
Tampoco los que en el truco
siempre cantan envido.
Los envidiosos, naturalmente,
envidian a los dioses.
Pero cuando envidian a los dioses
de otros
es peligroso.
La envidia genera odio
de que esos otros
crean que sus dioses
son mejores que los propios.
Entonces hay que fuiiishh
borrarlos,
para matar a su Dios,
así todos entienden que el único,
el mejor, es el nuestro.
Y que no se lo prestamos.
Porque nosotros lo vimos primero.
Lero lero.
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viernes, 18 de junio de 2010
TEXTO ECONTRADO BAJO UNA ALMOHADA
Estoy en una fiesta llena de gente. La gente está muy suelta de ropa. Shorts, musculosas, negros en cuero y así. Creo que estamos en Asia. Arriesgaría Tailandia. Es un patio grande y al lado mío están sentados Dani y Mati. Estado de ánimo: aburridos.
Como suele ocurrir en mis sueños antes de despertarme (los únicos que recuerdo), tengo ganas de ir al baño y no puedo. Mi inconciente no me lo permite. Suele diseñar obstáculos recurrentes como ausencia de inodoros, toalettes inexistentes o mirones entrometidos que le generan miedo escénico a mi chorrito. En esta ocasión estuvo más original y ubicó a tres negros sentados contra la pared del baño inyectándose con jeringas líquido azul en los brazos. El miedo a levantar la perdiz y recibir un pinchazo en el muslo me obliga a alejarme de los sanitarios y regresar a mis amigos, que ahora están sentados en un rincón de sillones con mesa bajita.
Apenas me siento aparece Mancuso y se suma a la mesa. Lleva puesto el mismo traje gris que usa en el banco de suplentes. Impecable. Su pelo largo parece mojado y tiene la cabeza más grande de lo que imaginaba. O quizás estoy demasiado cerca de su cara cuando empieza a hablarnos.
-Maradona te necesita, estás listo para trabajar con él?
Me quedo perplejo y recién ahí recuerdo que el papá de mi amigo Juan me había pasado la tarjeta del Diego hace un tiempo -cuando estaba desempleado- para que lo llamara a ver si con sus influencias me conseguía algún trabajo. En su momento me pareció que la propuesta no encajaba conmigo y no lo llamé. No se me ocurrió que podía haberlo ofendido. Mancuso está que arde.
-Por qué no lo llamaste al Diego? Estuvo esperando tu llamado.¡Es Maradona! A ver si te queda claro: a Maradona se lo busca. Maradona no busca a nadie, se entiende?
No se qué decir. Su cabeza es inmensa.
-Está bien -se tranquiliza-. Lo pasado pisado. ¿Estás interesado? ¿Y ustedes están interesados?
Dani y Mati niegan con la cabeza, pero yo se que Mancuso está esperando MI respuesta. Está muy nervioso. Las proporciones de su cara son de no creer. Caben muchas más expresiones de las que entran en una cabeza normal.
-Te vi en el banco de suplentes el otro día, el traje gris te queda impecable -le digo para que afloje-. Hasta parecían técnicos y todo.
Error. Ese comentario le molestó. Su cabezota incorpora una nueva expresión: furia contenida.
-O sea, quiero decir... yo sé que vos hiciste tremenda carrera en Brasil, pero en Argentina no sabíamos tanto de tus conocimientos técnicos. Por eso sorprendió que supieras hacer cambios, dar consejos y todo eso. Yo sólo sabía que allá vendías remeras con caricaturas de jugadores...
Eso no lo arregla. Creo que le tengo miedo. Sí: le tengo miedo.
-Te interesa o no te interesa?
-Para serte honesto no me pareció seria la oferta en su momento, por eso no llamé. ¿Qué precisa el Diego de mi? No se si estoy calificado. Pero a la vez me da no se qué perder la oportunidad. Me gustaría probar y ver qué onda, se puede?
-Vos tenés acceso al Club Cultural Matienzo?
Corte brusco. Vuelvo al lugar de origen. Sentado en el patio con negros de ropa suelta alrededor y Mati y Dani al lado. Pero el patio original era en realidad una calle de Tailandia llena de gente. Como carnaval. No me había dando cuenta antes. En la calle de enfrente veo a Maradona avanzando con Mancuso y el Negro Enrique detrás. Todos decididos y de traje gris. Parecen mafiosos. Maradona es Maradona, pero lleva puesta otra cara. Al menos la barba la mantiene. Llegan a una fiambrería y patotean al dueño como si les debiera dinero. Tiran mercadería al piso y se llevan unos cuantos salamines a cuenta. Luego entran a la carnicería de al lado y se escucha un ruido de palanganas metálicas golpeando el piso. El negro Enrique se quedó parado en la puerta, espalda contra la pared, para vigilar. Por si acaso desvío la mirada. Entonces sale el Diego, ahora con su cara original, pero vestido con delantal de carnicero manchado con sangre y el gorrito blanco correspondiente. Viene hacia mí. Directo. Cuando está por llegar noto que hace una seña con los ojos a alguien que parece estar detrás mío. Me doy vuelta rápido como reflejo y veo a Mancuso, traje gris impecable, a punto de ponerme una bolsa de nylon en la cabeza para asfixiarme. Al darme vuelta y descubrirlo lo descoloco. Eso no estaba en sus planes. No está seguro de cómo reaccionar. Se hace el distraído. Guarda rápidamente la bolsa detrás de su espalda y se pone a silbar.
Despierto sobresaltado. Lo recuerdo todo.
¿Qué significará todo esto? ¿Qué clave oculta esconderá esta historia? ¿Hay que dar aviso para alertar al seleccionado? ¿Y por qué no estaba Messi en el sueño? ¿Dónde está Messi? ¿Estará bien? Llego a la misma conclusión de todas mis mañanas desde hace una semana: tenemos que ganar el mundial. Este año se nos tiene que dar.
Como suele ocurrir en mis sueños antes de despertarme (los únicos que recuerdo), tengo ganas de ir al baño y no puedo. Mi inconciente no me lo permite. Suele diseñar obstáculos recurrentes como ausencia de inodoros, toalettes inexistentes o mirones entrometidos que le generan miedo escénico a mi chorrito. En esta ocasión estuvo más original y ubicó a tres negros sentados contra la pared del baño inyectándose con jeringas líquido azul en los brazos. El miedo a levantar la perdiz y recibir un pinchazo en el muslo me obliga a alejarme de los sanitarios y regresar a mis amigos, que ahora están sentados en un rincón de sillones con mesa bajita.
Apenas me siento aparece Mancuso y se suma a la mesa. Lleva puesto el mismo traje gris que usa en el banco de suplentes. Impecable. Su pelo largo parece mojado y tiene la cabeza más grande de lo que imaginaba. O quizás estoy demasiado cerca de su cara cuando empieza a hablarnos.
-Maradona te necesita, estás listo para trabajar con él?
Me quedo perplejo y recién ahí recuerdo que el papá de mi amigo Juan me había pasado la tarjeta del Diego hace un tiempo -cuando estaba desempleado- para que lo llamara a ver si con sus influencias me conseguía algún trabajo. En su momento me pareció que la propuesta no encajaba conmigo y no lo llamé. No se me ocurrió que podía haberlo ofendido. Mancuso está que arde.
-Por qué no lo llamaste al Diego? Estuvo esperando tu llamado.¡Es Maradona! A ver si te queda claro: a Maradona se lo busca. Maradona no busca a nadie, se entiende?
No se qué decir. Su cabeza es inmensa.
-Está bien -se tranquiliza-. Lo pasado pisado. ¿Estás interesado? ¿Y ustedes están interesados?
Dani y Mati niegan con la cabeza, pero yo se que Mancuso está esperando MI respuesta. Está muy nervioso. Las proporciones de su cara son de no creer. Caben muchas más expresiones de las que entran en una cabeza normal.
-Te vi en el banco de suplentes el otro día, el traje gris te queda impecable -le digo para que afloje-. Hasta parecían técnicos y todo.
Error. Ese comentario le molestó. Su cabezota incorpora una nueva expresión: furia contenida.
-O sea, quiero decir... yo sé que vos hiciste tremenda carrera en Brasil, pero en Argentina no sabíamos tanto de tus conocimientos técnicos. Por eso sorprendió que supieras hacer cambios, dar consejos y todo eso. Yo sólo sabía que allá vendías remeras con caricaturas de jugadores...
Eso no lo arregla. Creo que le tengo miedo. Sí: le tengo miedo.
-Te interesa o no te interesa?
-Para serte honesto no me pareció seria la oferta en su momento, por eso no llamé. ¿Qué precisa el Diego de mi? No se si estoy calificado. Pero a la vez me da no se qué perder la oportunidad. Me gustaría probar y ver qué onda, se puede?
-Vos tenés acceso al Club Cultural Matienzo?
Corte brusco. Vuelvo al lugar de origen. Sentado en el patio con negros de ropa suelta alrededor y Mati y Dani al lado. Pero el patio original era en realidad una calle de Tailandia llena de gente. Como carnaval. No me había dando cuenta antes. En la calle de enfrente veo a Maradona avanzando con Mancuso y el Negro Enrique detrás. Todos decididos y de traje gris. Parecen mafiosos. Maradona es Maradona, pero lleva puesta otra cara. Al menos la barba la mantiene. Llegan a una fiambrería y patotean al dueño como si les debiera dinero. Tiran mercadería al piso y se llevan unos cuantos salamines a cuenta. Luego entran a la carnicería de al lado y se escucha un ruido de palanganas metálicas golpeando el piso. El negro Enrique se quedó parado en la puerta, espalda contra la pared, para vigilar. Por si acaso desvío la mirada. Entonces sale el Diego, ahora con su cara original, pero vestido con delantal de carnicero manchado con sangre y el gorrito blanco correspondiente. Viene hacia mí. Directo. Cuando está por llegar noto que hace una seña con los ojos a alguien que parece estar detrás mío. Me doy vuelta rápido como reflejo y veo a Mancuso, traje gris impecable, a punto de ponerme una bolsa de nylon en la cabeza para asfixiarme. Al darme vuelta y descubrirlo lo descoloco. Eso no estaba en sus planes. No está seguro de cómo reaccionar. Se hace el distraído. Guarda rápidamente la bolsa detrás de su espalda y se pone a silbar.
Despierto sobresaltado. Lo recuerdo todo.
¿Qué significará todo esto? ¿Qué clave oculta esconderá esta historia? ¿Hay que dar aviso para alertar al seleccionado? ¿Y por qué no estaba Messi en el sueño? ¿Dónde está Messi? ¿Estará bien? Llego a la misma conclusión de todas mis mañanas desde hace una semana: tenemos que ganar el mundial. Este año se nos tiene que dar.
martes, 15 de junio de 2010
GENERAL PAZ
.
Hubo un hombre que se apellidaba Paz y llegó a ser General.
Contra todo pronóstico y pese a las protestas de su familia.
Fue prócer y oveja negra dentro de un mismo cuerpo.
Lo tomaban de punto en la colimba, pero él les demostró.
Supongo.
Por algo llegó a ser avenida.
No cualquiera llega a ser avenida.
Yo dudo de que algún día llegue a ser siquiera una cortada.
¿Cómo es que una contradicción tan grande llegó a ser avenida?
¿Será que la única paz posible es la que existe
después de una guerra y antes de la próxima?
.
Hubo un hombre que se apellidaba Paz y llegó a ser General.
Contra todo pronóstico y pese a las protestas de su familia.
Fue prócer y oveja negra dentro de un mismo cuerpo.
Lo tomaban de punto en la colimba, pero él les demostró.
Supongo.
Por algo llegó a ser avenida.
No cualquiera llega a ser avenida.
Yo dudo de que algún día llegue a ser siquiera una cortada.
¿Cómo es que una contradicción tan grande llegó a ser avenida?
¿Será que la única paz posible es la que existe
después de una guerra y antes de la próxima?
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martes, 8 de junio de 2010
LA QUE TE ESPERA
.
En tu primer día,
prestá atención a las caras
de los que trabajan ahí.
Hacete una vuelta para saludar
a cada uno de tus nuevos compañeros.
No con voluntad de caer simpático.
Contá en secreto las ojeras violetas.
Contá en secreto las sonrisas.
Contá en secreto el malhumor.
Los pelos despeinados,
el maquillaje de más,
el olor a recién bañado,
las uñas pintadas,
los perfumes,
las barbas dejadas,
los mates compartidos.
Fijate bien cómo es
la gente que trabaja ahí
desde hace un tiempo.
Si son felices, relajate.
Si no, no dejes de buscar.
Esos detalles son tan útiles
como mirar de cerca a la madre
antes de pedirle casamiento a la hija
para saber la que te espera.
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En tu primer día,
prestá atención a las caras
de los que trabajan ahí.
Hacete una vuelta para saludar
a cada uno de tus nuevos compañeros.
No con voluntad de caer simpático.
Contá en secreto las ojeras violetas.
Contá en secreto las sonrisas.
Contá en secreto el malhumor.
Los pelos despeinados,
el maquillaje de más,
el olor a recién bañado,
las uñas pintadas,
los perfumes,
las barbas dejadas,
los mates compartidos.
Fijate bien cómo es
la gente que trabaja ahí
desde hace un tiempo.
Si son felices, relajate.
Si no, no dejes de buscar.
Esos detalles son tan útiles
como mirar de cerca a la madre
antes de pedirle casamiento a la hija
para saber la que te espera.
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