domingo, 27 de julio de 2008

JOSE SE QUEDA DORMIDO

Es una fábrica grande. El piso ocho es amplio, bien iluminado y está repleto de cubículos. En cada cubículo hay dos pelados de bigotes y anteojos que se llaman José. Es domingo y casi todos los José están hablando a la vez, por lo que un gran barullo resuena entre las paredes y sube hasta los techos, que son tan altos como en las mejores catedrales.
De pronto, una puerta se abre y aparece un hombre pelado de bigotes y anteojos que se llama José. Viste pantalones negros, camisa blanca y corbata a tono.

-¡Bueno, señores! –anuncia a todos los trabajadores -. ¡Es hora de dormir! Que hay que levantarse temprano, mañana será un nuevo día.
Y apaga las luces justo antes de cerrar la puerta.
El piso ocho de la fábrica queda entonces hundido en la oscuridad.

Después de unos minutos, los veladores de algunos cubículos se encienden y se quiebra el silencio.
En el cubículo 138, José y José, sentados frente a frente con una mesa y varias cervezas de por medio, reviven su tarde dominguera en la cancha de River. Hablan de las jugadas, repasan la fecha que vieron en fútbol de primera, analizan las posibilidades del equipo en el campeonato y se imaginan vistiendo la banda roja, quizás metiendo un gol de cabeza con la pelada y sacándose los anteojos para saludar a la hinchada mientras se acarician el bigote.

-¡Shhhhh! –se quejan desde otros cubículos-. ¡Callense que queremos dormir!

José toma el último trago de cerveza y apaga la luz. Pero entonces se enciende el velador del cubículo 54, donde un pelado de bigotes y anteojos enfundado en un elegante y aburrido traje gris enuncia en voz alta las actividades a realizarse el lunes. Mientras dice cosas como pagar las expensas, almorzar en lo de la abuela y llevar el saco verde a la tintorería, José, su compañero de cubículo, toma nota en su máquina de escribir al igual que los señores que transcriben lo que se dice en un juicio. Las teclas de la máquina de escribir avanzan a un ritmo frenético generando un ruido insoportable.

-Chicos, por favor se los pido, hay tiempo para pensar en todo eso mañana- dice la cabeza de un José despeinado que se paró en su cama para asomarse desde la pared del cubículo vecino, el número 55.

Cuando hacen caso, José despeinado suspira satisfecho y se acuesta de nuevo para ver si puede dormirse de una buena vez por todas. Al lado de su cama, en la penumbra, un señor pelado de bigotes y anteojos lo observa y susurra:
-No estás dormido, mirá como das vueltas en la cama. Te hacés el que estás durmiendo para convencerme, así me callo y te dejo en paz, pero a mí no me engañas. Yo te conozco. De toda la vida te conozco, Josecito.

De repente el pelado en penumbras interrumpe su monólogo molesto porque tiene una idea fantástica de un hombre que se mira a sí mismo durmiendo. Piensa que tiene que escribirla urgente antes de olvidársela, pero su velador tiene la lamparita quemada y para hacerlo debería ir hasta la puerta principal y encender las luces generales. Eso arruinaría el intento de todos los José de poder conciliar el sueño en un horario razonable. Habría que empezar de cero y no se lo perdonarían. Decide en cambio repetir la idea en voz alta como un autista sin parar.
-Hombre-que-se-mira-durmiendo, hombre-que-se-mira-durmiendo, hombre-que-se-mira-durmiendo…
-¡Te podés callar por el amor de Dios! –grita José como loco saliendo furioso de la cama.
El sobresalto hace que varios cubículos se enciendan.

-¡Muchachos, es en serio che, dejémonos de joder! –grita un José desde el anonimato de su cubículo-. Mañana vamos a estar todos como zombis, no queremos desperdiciar todo el día.
-¡Sí! –responde otro-. Si seguimos así el gerente va a pensar que de verdad somos tan vagos como dicen allá afuera. Despertarse un lunes después de las doce no le hace bien a nadie…

Todos vuelven a apagar las luces. Desde su cama marinera del cubículo 98, José le dice al José de abajo que ésta ya es una historia conocida, que por más que apaguemos las luces sabemos que eso no soluciona nada. El José de abajo le pregunta qué propone él entonces, y José contesta: si no puedes contra el enemigo, únete a él, y plantea una misión comando para prender las luces generales y hacer una ronda grande alrededor del pelado de bigotes y anteojos del cubículo 114 para que les siga leyendo el libro de Cortazar. O conectar el proyector a la tele y verla como cine desde la pared.

Cuando José de abajo está por contestar, se prende el velador del cubículo 69. Sentado al pie de una cama matrimonial, un pelado de bigotes y anteojos se saca los pantalones despacio, mientras lo espera en la cama José vestido de mujer, tan bien disfrazado que si le sacaran una foto en ese momento y la pusieran luego al lado de Nicole Kidman en Todo por un sueño nadie podría distinguir uno del otro. El pelado avanza arrodillado por la cama y se le abalanza sin dudarlo al José-Nicole-Kidman.

Desde sus cubículos, todos escuchan en silencio los sonidos que salen del cubículo 69. Pasa un tiempo considerable, hasta que el pelado termina, se saca los anteojos, apoya la cabeza en la almohada de la cama matrimonial y apaga el velador.

Y José se queda dormido.

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