Cata me da un sobre cerrado con cinco mil quinientos dólares en retribución por un cuento que Hemingway me dejó como herencia. Vamos a una fiesta. Una vez ahí ella se retoca la sombra verdefuxia del ojo izquierdo a la vez que me entrega su vaso de plástico color rojo.
-Me parece que lo que me diste de tomar tenía heroína. Y yo soy alérgica a la heroína. Chau, me muero.
Cae desmayada en el acto.
-¡Llamen a una ambulancia! –grito con ella en los brazos.
Dos peruanos emergen de algún lado y me la sacan de los brazos. La levantan sin camilla, uno de los pies, otro de los brazos, y la trasladan. Corremos a toda velocidad, imagino que al hospital, pero luego nos internamos en unas calles oscuras y entiendo en un segundo que fueron ellos quienes la drogaron para sacarle los órganos. Por el momento les sigo la corriente.
Llegamos a un galpón amplio con techo de zinc y goteras. Frente nuestro hay dos chicas atadas a unas sillas. Nos sentamos a esperar. No sé exactamente qué. ¿Al jefe? Cata también está atada a una silla. Sé que si los peleo me dan un tiro en la cabeza. También sé que a Cata la van a vender a un cafiolo para que labure de prostituta porque le acarician la mejilla y le dicen al oído:
-No te preocupes, te va a gustar.
Para sacarles conversación les pregunto a cuánto se vende una chica como ella e, inesperadamente, les hago una oferta mayor con la plata que Hemingway me legó. Les digo que la plata la tengo en el hostel y los convenzo. Vamos hacia allá.
De camino pasamos por las ruinas de Tipón (todo esto lo soñé en Perú). Para bajar hay que saltar de escalón a escalón. Los escalones son cinco rocas grandes cuadradas separadas un trecho de cada una. Es difícil bajar y en un movimiento los empujo como fichas de dominó, se golpean la cabeza y quedan dormiditos.
A esta altura ya me estoy despertando, pero antes de hacerlo quiero escribir la trama del sueño porque a mi entender es brillante. Claro que para escribirlo debo separar los párpados y, como todos saben, cuando amanece la luz por la ranura de los ojos los sueños aprovechan, se deslizan y fuishhh, si me viste no me acuerdo. Por eso decido escribirlo en mi mente, repasándolo.
Intento que el sueño cumpla a rajatabla los mismos pasos pero mientras las compuertas de los párpados están cerradas el inconsciente sigue despierto y se niega a dejar el juego. La historia básicamente es la misma, pero se agregan detalles. Tiene una pequeña participación Juan Roteta, que tiene el sueño de hacer una remera ingeniosa mientras el del melli, su amigo, es que sea económicamente redituable. Lindo conflicto, aunque algo incompatible. Cata ahora también es amiga de Capocha, el millonario hijo de Andreani, y nada por su pileta olímpica. Al verla se que ella tomaba merca en una época, algo que no me gusta. Ya no es tan inocente. La historia tiene grietas insalvables, se me viene abajo.
Trato de repasarla una tercera vez y en la mitad recuerdo que escribir todo en la mente es tan útil como ir al baño en los sueños. A la larga el problema persiste y solo al despertar pueden encontrar la verdadera solución. Decido entonces abrir los ojos con la idea de correr hasta mi cuaderno y escribirlo todo con urgencia.
Apenas lo hago se pierde la mitad del sueño. Los detalles, eso que hace a una historia única, personal, irrepetible. Estoy en la parte superior de una cama marinera y la lapicera y el cuaderno están allá abajo, lejos. Ya voy, ya voy.
Lo que queda es aquel bodoque de ahí arriba. Pura acción berreta de película clase b. Juro que era genial. Yo lo viví. Fue genial.
Por lo menos, en lo que quedó, sigo siendo el héroe.
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1 comentario:
Que sueños tan peliculosos! deberías juntarlos y hacerlos realidad en un film surrealista. No estaría nada mal. Me gustan mucho las películas que me dejan pensando que me quisieron decir, cuando nunca quisieron decir nada. Como decía Pessoa "el único sentido de las cosas es no tener sentido oculto"
Gracias por pasar quizás algún día vuelva a escribir, te mantengo al tanto! ja.
Abrazo
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