El hombre se acercó a nuestro auto y me pidió que le diera mi camiseta. Era una remera de River suplente del año 86. Pero era una copia berreta. Al hombre no le pareció importar. Tampoco pidió por favor.
Me miraba desde el techo del auto, que tenía una compuerta abierta para ventilar un poco el aire. Eran las dos de la tarde de un verano invernal. El auto estaba detenido detrás de otro auto, a un par de cuadras de Libertador. Y el hombre insistía en el pedido de la remera.
Me miraba fijo a mi, específicamente. Era el único habitante del auto que tenía remera de river. Me miraba tan fijo que se me hacía difícil escapar de su mirada. La tenía clavada en mí. Un anzuelo en mis pupilas. En la comisura de sus labios bailaba una baba efervesente. Parecía un perro rabioso.
El hombre estaba muy alterado. Le pedimos que se calme, pero no quiso oír. Insistía con lo de la remera, aunque ya llevaba una puesta. De chacarita. Le dijimos que no, que se tranquilizara. Era una linda tarde de domingo. Para qué arruinarla?
El tipo no quería escuchar. Me hablaba a mí solo, asomando la cabeza desde el techo. Dame la remera, dame la remera, dame la remera. Cada vez con mayor intensidad. Era un nene caprichoso. Y a los nenes caprichosos no hay que darles lo que piden, porque sino no aprenden. Después piden de vuelta. Iba a querer mis medias, mi pantalón. Un nene caprichoso. Pero el cuerpo era más bien grandote.
Golpeó un par de veces la ventana de atrás. En su mano llevaba un cascote que excedía el tamaño de sus manotas. Tac tac tac. Golpeaba la ventana. Dame la remera dame la remera dame la remera. Tac tac tac. Nene caprichoso. La baba colgándole. Dame la remera. Sin modales de ningún tipo. Tac tac tac. Y su mirada fija. Tac tac tac. Yo encerrado en ella, inmóvil.
Se fue alejando de a poco hacia la esquina. Allá vimos que había unos cuantos amigos suyos con banderas y remeras. De chacarita. Pusimos reversa y retrocedimos una cuadra a gran velocidad. En la esquina había un patrullero que avanzó hacia ellos. También unas cuantas motos. Por fin sentí que los policías trabajaban para nosotros, y no en contra. Hace mucho que no me pasaba.
Me dio un poco de lástima el nene caprichoso. De tanto mirarlo a los ojos, ya sentía que lo conocía. En cierta medida también lo entendía. El pobre hombre no quería ser más de Chacarita. Quería mi remera de river para cantar por el millonario. Gustar, ganar, golear y gritar campeonatos. Pobre tipo. Tan desactualizado. Si leyera los diarios deportivos sabría que ser de river, hoy en día, ya no es lo mismo.
martes, 1 de septiembre de 2009
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3 comentarios:
La posta está en hacerse de racing Ferna. Vos pensalo.
Para ser de racing hay que ser muy triste o muy fanático. O las dos.
creo que no me alcanza.
Buen trabajo de los azules. Buen trabajo el de no conceder un capricho.
Lástima que no sos de Vélez, disfrutarías hasta las derrotas.
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