Se establecieron detrás de un médano y prepararon las bebidas. El Misionero se despachó con su especialidad: Fernet en balde metálico.
-Es la Gatorade del momento! –dijo él después de probarlo.
-Cómo la Gatorade del momento?
-Claro… Después del fútbol no hay nada mejor que la Gatorade. Nada. Es exactamente lo que necesitás. Y en este preciso momento, este Fernet es mi Gatorade.
Sin embargo, enseguida la Rubia se despachó con un Fernet Menta totalmente inesperado. Y aunque no era tan refrescante, el suyo era ADICTIVO.
Él probó y no lo pudo creer. Convidó para certificarlo y Chocho tampoco lo pudo creer. Cuando se lo dieron a Pocahontas, descubrieron su naturaleza adictiva.
Ella bajo ninguna circunstancia accedió a devolver el vaso. Primero intentaron con chistes, después con el policía bueno y malo, y por último con amenazas directas.
No hubo caso.
Decidió que Pocahontas sería una heroinómana con pésimo compañerismo, y la tachó de su lista de posibles amigos en caso de convertirse en junkie.
A lo lejos vieron luces raras. Había varios colores: amarillo, rojo, verde, azul. Estaba oscuro y por la distancia no se distinguían bien; pero descartaron la posibilidad de que fueran autos porque las luces se movían individualmente. Como si un grupo de extraterrestres bajara a la playa a explorar con linternas de colores.
Hicieron lo que suele hacerse cuando aterriza un plato volador: se quedaron mirando.
-Qué es eso?
-No, pero fuera de joda, qué es eso?
-En serio, qué es eso?
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se quejó José Paranoico.
Los más valientes empezaron a avanzar lentamente hacia las luces.
Adelante iba una línea formada por Difusa, Experienced Girl y la Rubia. Detrás, en la segunda línea, seguían él, Chocho y el Misionero.
-Las chicas adelante, como debe ser –dijo el Misionero.
-Y sí… imaginate si son extraterrestres. Es una buena táctica: les enviamos mujeres drogadas y contentas. Básicamente, lo mejor que tenemos. Si eso no les gusta, estamos perdidos.
Cuando llegaron, por supuesto, no vieron nada. Las luces habían desparecido.
Decidieron seguir camino y mudarse a la carpa inmensa de los cuatriciclos, en caso de que volviera a llover. Desde ahí también se veían luces raras. Era en la terraza de una casa cercana; salían chispas como si estuvieran haciendo un asado. Pero las chispas eran verdes. ¿Estaban asando a un humano? ¿Eran fuegos artificiales?
-Creo que ya se lo que es –dijo la Rubia, recién llegada a la carpa.
-Si es la del boliche de los bichos ya la pensamos –respondió Chocho.
Los misterios se acumulaban.
Una vez dentro de la carpa, todo lo externo resultaba sospechoso. Él, Chocho y Experienced Girl se quedaron un rato largo al borde del límite de la carpa mirando hacia la orilla. Veían a una figura difusa a unos diez metros de donde estaban parados; pero no era Difusa (ella estaba sentada con Invalid Man).
Los tres veían algo, no quedaban dudas.
-Es un fantasma.
-Es neblina concentrada.
-Es un voyeur.
-Es uno de nosotros que se pregunta si esas tres figuras son fantasmas, neblinas o voyeurs.
En silencio, también se preguntaban si lo estaban inventando.
-Basta, vamos los tres a ver qué es –dijo él-. La sugestión me está matando.
-No, no se puede. Hay que dejarlo ser sin preguntar. No podemos saber nunca –dijo Experienced Girl.
La película había cambiado de género. La última parte de la trilogía ya no era comedia existencialista, sino un thriller sobrenatural.
Para distraerse se quedaron charlando un rato sentados en ronda dentro de la carpa. Después de un tiempo notaron que hacía más de media hora que el Misionero estaba parado en un médano cercano. Lo podían ver desde ahí, pero no llegaban a vislumbrar qué estaba haciendo exactamente. Era imposible que se pasara tanto tiempo meando.
-Parece estar hablando por teléfono.
-Con quién? Tiene novia el Misionero?
-Le pasará algo?
-Para mí que está tirando facha al horizonte.
-Quizás es un espía de los extraterrestres, y está pasandoles nuestras coordenadas.
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se quejó José Paranoico, una vez más.
Esta vez él sí se animó a acercarse. Subió lentamente el médano y lo vio hablando muy concentrado por celular. Le llamó la atención y le preguntó con los dedos gordos si estaba todo Ok.
-Y? Qué le pasa? –le preguntaron a la vuelta.
-Todo bien, dice que ya viene. Está hablando con su contestador.
Todos ríeron, aunque era una de las imágenes más tristes que podían llegar a existir. Un hombre llamando a su contestador para contarse a sí mismo lo bien que la estaba pasando con los chicos y todos los detalles del viaje.
Desolador.
Difusa le hizo puchero a Invalid Man y, a pesar de que la arena todavía estaba mojada, Mr. Barrabrava, el Misionero y Siempre Voluntario se embanderaron en una travesía hacia ninguna parte en busca de troncos secos. Siempre Voluntario no se andaba con chiquitas: su primera aparición era una Misión Imposible.
Ya sin Mr. Barrabrava, los miedos se incrementaron. ¿Y ahora quién iba a defenderlos? Estaban desprotegidos. Cada vez que alguien salía de la carpa, ya sea a hacer pis o mirar el infinito, la película de suspenso volvía a empezar.
-Mirá, ves eso? –señaló él a una figura poco visible a la distancia.
-Si qué pasa?
-Esa es la Tercera Persona. Nadie sabe quién es. Puede ser Chocho meando. Pero también puede ser un asesino, un Alf o un fantasma.
La Tercera Persona empezó a acercarse muy lentamente hacia la carpa. Era una sombra, podía ser cualquier cosa.
-Ahí viene. Seguramente es Chocho, pero ahora una parte de tu respiración se paraliza y pregunta: y si no es Chocho? La sentís a la respiración quietita, preguntando?
La sombra estaba más cerca, ya no había tiempo de escapar.
-Sí –dijeron las chicas.
Chocho llegó y vio una serie de caras de espanto.
-Qué les pasa?
-Nada, que eras la Tercera Persona, pelotudo. Cómo no avisás? –se quejó Pocahontas.
-Chocho no tiene la culpa -lo defendió él-. En un rato voy a ir a hacer pis, y cuando vuelva la Tercera Persona voy a ser yo. Todos vamos a ser la Tercera Persona porque siempre hay alguien externo, al acecho. Y en la oscuridad la Tercera Persona es una incógnita. Hasta que en un momento ya nos vamos a relajer. Y, como ent oda película de terror, cuando eso pase, el que se acerque va a ser alguien inesperado.
-Basta chicos, con eso no se jode… a mi no me vengan con estas historias. Así no –se hubiera quejado José Paranoico si estuviera con ellos. Pero la Tercera Persona en ese momento era justamente J.P.
Estaba arriba de un médano, mirando hacia el mar.
-Voy a hacerme Tercera Persona, ya vuelvo –dijo él, y fue hacia el médano.
José Paranoico estaba en paz, como un Hombre Mirando al Sudeste, pero con malla, sombrero de cowboy y anteojos de sol. Él lo copió y juntos fueron secuela: Hombres Mirando al Sudeste.
Hablaron del resentimiento que uno lleva a todos lados; esa especie de nube negra alrededor de la cabeza que oscurece los pensamientos dejándolos parcialmente nublados. Se dieron cuenta de que en ese momento la nube se había disipado por completo y decidieron recordar lo bien que se sentía no sentirla para tener por siempre la certeza de que era posible vivir sin ella.
El viento le volaba el flequillo. La luna ya se veía en el cielo y desde arriba del médano él se sentía como si todo lo que hubiera abajo, incluyendo el horizonte, fuera suyo.
-Qué cosa esto, no? –dijo -. Es una continuidad de momentos inolvidables.
-Lástima que en la práctica todo se pierde, hasta los momentos inolvidables –dijo J.P -Y más si vienen en continuado. Los aislados son más fáciles de recordar.
-A mí eso me desespera un poco. El dolor que siento cuando se escapa y se pierde un recuerdo… es como si YO fuera el que va desapareciendo de a poco. Creo que por eso me gusta escribir… para atraparlos.
-Es imposible. Aunque los atrapes igual se pierden. No es lo mismo.
-Yo creo que hay una forma de salvarlos. Sólo UNA, y es compartiéndo el momento con alguien. Porque en cada reencuentro los dos pueden recordarlo y revivirlo con sólo verse a los ojos. Y si lo revivís, ese momento sigue existiendo.
-Hasta que uno de los dos muera. Y después el último también se apague, como todo.
Se quedaron en silencio mirando al mar. Parecía que ese era exactamente el lugar para tener ese tipo de conversaciones.
J.P. miró abajo hacia la carpa, donde estaban los demás
-Fijate: nosotros ahora estamos como afuera. Somos los externos, los personajes secundarios.
Él iba a explicarle lo de la Tercera Persona, pero no dijo nada. Para qué, si ya lo había entendido todo.
Bajaron a ser Primeras Personas nuevamente. La ronda de Fernet seguía viva, y todos tuvieron conversaciones que no se recuerdan porque no fueron debidamente registradas. En una película, esta parte los mostraría riendo con música de fondo.
En eso vieron que desde la orilla, a lo lejos, llegaban tres nuevas Terceras Personas, pero aparentemente todos ellos estaban adentro de la carpa. ¿Sería Mr. Barrabrava y compañía? Pero si fueran ellos debían traer troncos y no precisamente del mar.
Nerviosos, todos se lamentaron de la ausencia de Mr. Barrabrava, garantía de seguridad, y de la maldita paradoja de que, cuando regresara Mr. Barrabrava, su regreso iba a ser tan terrorífico como este (si es que este no era efectivamente su regreso).
Las tres Terceras Personas ya estaban más cerca y no cabían dudas de que se dirigían hacia la carpa. Hacia ellos. Ya podían distinguir que venían con palos en las manos y pañuelos tapándoles las caras.
-Hola, quiénes son? –gritó Chocho asustado.
Las tres Terceras Personas no respondieron. Siguieron avanzando con sus palos y pañuelos, imparables, temibles. Sin Mr. Barrabrava ellos eran pan comido.
-Quiénes son? Misionero? Siempre Voluntario? –siguió Experienced Girl.
-Respondan por Dios!
-Dónde está Mr. Barrabrava? Dónde?
Ya estaban dentro del límite de la carpa. Todos se prepararon para lo peor. El más alto de los tres plantó su palo en la arena y se sacó el pañuelo, heróico.
-El Príncipe! –gritó él.
-Y Guitarrista… Duendecilla!
-Hijos de mil putas, por qué no respondieron?
-No los escuchábamos, por los pañuelos.
-Casi nos matan del susto, de dónde vienen con esos palos?
-Del bosque –respondió Duendecilla-, estuvimos todo el tiempo en el bosque. Salimos de ahí hace un ratito. Fue una travesía interminable.
Él se acercó y los abrazó a los tres.
-Bueno, pero lo lograron. Bienvenidos al final de la trilogía. Vamos a terminar con esto de la mejor manera.
Los invitaron a instalarse y tomar del Fernet-Gatorade (el Menta seguía sellado en las garras de Pocahontas). Brindaron e intercambiaron peripecias.
-Vimos unas luces de colores alienígenas –contó J.P.
-Nosotros también las vimos! –dijo Duendecilla-. Pero las vimos del otro lado. Eran seis o siete, de distintos colores… vinieron desde el bosque y fueron a la playa hasta el mar. Después volvieron al bosque y desaparecieron. Eran duendes!
-En serio?
-Duendecilla sabe, deben ser parientes.
-Basta, con eso no se jode –dijo J.P-, en serio eran duendes?
-En realidad no los vimos bien –explicó Guitarrista-, pero para nosotros era una Visita Guiada al Mar para Duendes.
-Ah, entonces no saben. Quizás eran los Hendicitos que querían ver el mar..
-Los qué?
-Nada, los Hendicitos… son de un chiste. No importa.
Una vez aclarados los asuntos incomprobables, se prepararon para lo que venía con buen ánimo. Todo estaba saliendo perfectamente.
Él fue a mear a los médanos y vio el milagro: Mr. Barrabrava avanzaba corriendo arrastrando un árbol entero!
Llevaba un tronco detrás de la cabeza agarrado con ambos brazos como Jesucristo, y de ese tronco salían sogas que se conectaban y ataban a una serie de ramas inmensas detrás de él. Era un hombre de fuerza sobrehumana demostrando su poder.
-Alabado sea Mr. Barrabrava! Y perdónanos tu crucifixión voluntaria...
Detrás de él venían Siempre Voluntario y el Misionero con más ramas. Llegaron con el último suspiro, apoyaron todo en la arena y se sentaron.
-Hacemos el fogón acá? –preguntó Chocho.
-No, vamos allá, donde escribimos “¡Es acá!” –dijo Difusa.
-Pero ahora ¡Es acá! es allá, y allá es acá. No tiene sentido.
-Pero lo habíamos subrayado!
Chocho se acerco a las ramas y notó que estaban mojadas.
-Me parece que esto no va a prender ni en pedo.
Después del esfuerzo, Misionero, Siempre Voluntario y Mr. Barrabrava quedaron mudos y sentados. El resto ya no dependía de ellos. La Misión Imposible estaba cumplida. ¿Qué más querían?
Chocho apiló las ramas de forma rudimentaria e intentó prender el fuego con ramas pequeñas y hojas sueltas.
Era imposible.
-Ya vuelvo –dijo, y salió a buscar alguna solución sin demasiada esperanza.
Los tres voluntarios eran testigos del fracaso del fogón. ¿Tanto esfuerzo sin sentido? El sonido de la desilusión es el silencio, y ellos lo estaban practicando.
Cuando alguien muere la gente suele callarse por un minuto, pero en la muerte del fogón el velatorio duró diez veces más. Fueron los primeros diez minutos tristes después de mucho, mucho tiempo.
La felicidad perfecta había sido contaminada, esa era la mayor tristeza.
Hasta que se escuchó un motor.
Nadie tuvo miedo esta vez (Mr. Barrabrava estaba de este lado de la cancha). El motor se oía cada vez más nítido, como una locomotora acercándose a una estación de tren. Y de pronto lo vieron: un cuatricilo iluminaba el velatorio.
Lo manejaba un desconocido, pero atrás suyo iba Chocho, más chocho que nunca, sonriendo con su gran boca chocha bien abierta, abrazado al conductor y agitando al viento un sombrero de cowboy. Fue la entrada estelar de su vida, y la estaba disfrutando como nadie. Chocho: el vaquero heróico. Chocho: el jinete cósmico a caballo del cuatriciclo, rescatando el fogón para limpiar la felicidad perfecta.
-¡Viva! ¡Viva! ¡Viva!
El desconocido del cuatriciclo trajo hojas y gasolina, y el fuego subió como un gran festejo. Sabio de perfil bajo, el desconocido supo ser héroe de incógnito y dejarle los flashes a Chocho. Todos le agradecieron, aunque el nunca supiera cuanto.
A la luz del fuego, los momentos inolvidables continuaron su continuidad.
La Rubia alzó al viento su molino de papel –regalo de Siempre Voluntario de camino a Gesell, para que no moleste- y sus hojas de plástico giraban rodando como si convocaran al pequeño extraterrestre de Mi Amigo Mac. Uiiiuuuu.
Invalid Man repartió las cartas imaginarias y él, Chocho y Experienced Girl jugaron un Chancho Inflado: el último que descubría los cachetes inflados perdía. Fueron las carcajadas más baratas que conocieron.
Después el cielo se abrió en un chasquido de dedos y subió el telón a toda su gama de estrellas. Él y Duendecilla bautizaron Perro Deprimido a un grupo de ellas, y se las guardaron para sí mismos junto con otros detalles que no deben escribirse.
Todo llegaba a su momento. Y ese momento siempre era ahora mismo.
Con el fogón aparecieron las chicas y chicos abstemios, sanos y salvos, entonando canciones de la infancia. Las cantaron de memoria, una tras de otra, con el mismo orden de los fogones del pasado.
Siempre Voluntario y su batucada propuso una canción de alabanza al sol, pero Guitarrista respondió con la canción antisol interpretada por el Polaco Albino amante del vodka y los días nublados.
Y el sol, con su silenciosa canción antipolacos, llegó para despedirlos.
Ya en la casa, él hizo lo posible para soñar, pero la pócima lo hacía imposible. Era como intentar dormir con las luces prendidas.
Finalmente decidió levantarse y bajar a escribir un poco.
Encontró una birome con forma de atrapa mariposas y se puso a cazar momentos. Uno por uno fueron cayendo. Y hasta encontró algunos recuerdos sin estrenar, como una reflexión que escribió sobre una película que todavía no había visto.
La película se llamaba Historias Extraordinarias; había leído sobre ella durante el último Bafici. Las críticas decían que la película iba a contracorriente del cine argentino solemne de historias mínimas, silenciosas, casi imperceptibles. Decía que era una épica de cuatro horas con historias infinitas que se iban contando e iban quedando en el camino para dejarle paso a las siguientes. Como una gran reivindicación de la ficción.
Pensó que la pócima era exactamente como la sinopsis de esa película. Que si se la toma con la gente adecuada, la vida se convierte en una ficción infinita de Historias Extraordinarias que van quedando en el camino.
Pensó que también era como volver a ser niños, porque en la infancia todo se ve con ojos nuevos y la imaginación es tan grande que se inventa ficciones en obras abandonadas, jardines traseros, sótanos, áticos e incluso habitaciones neutras.
Pensó todo eso y lo escribió justo antes de la palabra FINAL.
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2 comentarios:
Casi no entro a mi viejo blog, que tal vez renazca algún día. Me encontré con un comentario de Fernando Milsztajn, que no se si es el único editor de este blog o si son varios. Bien, ya somos varios que pensamos lo mismo sobre lo que pasó con Los Simpson.
Y si, esa notita en HC la leí hace año y medio, y fue lo único diferente que encontré.
Leeré tu blog. Y aún no pude ver Historias Extraordinarias.
Saludos.
Gracias fero por no dejar que muera el momento...
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