martes, 4 de noviembre de 2008

NORDELTA

Tres muchachos en un auto yendo a un cumpleaños en Nordelta. Yo era uno de ellos. Viajaba al lado del conductor mientras hablábamos de los colores que uno puede llegar a ver con los ojos cerrados durante la meditación.

-El nirvana es uno de los estados de conciencia posibles a alcanzar. A mí personalmente me encanta el sueño lúcido alfa: ves lo mismo que si estuvieras despierto, pero los colores son más vívidos y podés controlar todo lo que pasa. Y para alcanzarlo no necesitás de peyote o ayahuasca, sólo hay que aprender a meditar respirando de cierta manera -explicaba Pedro.

-Yo conozco gente que jugaba a respirar muy fuerte hasta desmayarse. Nunca los vi hacerlo, pero se que lo hacían borrachos y me los imaginaba a todos aplaudiendo y alentando al que respira sin parar a máxima velocidad apoyando la espalda contra la pared hasta que plok, cae muerto y todos brindan por él.

En eso me suena un mensaje en el teléfono que estaba guardado en el asiento de atrás, en un bolsillo del bolso.

-Che, está sonando el teléfono -me dice Maxi.
-Está bien, después atiendo.
-Uuuhhh... ¡Qué control! Yo apenas suena tengo que atenderlo sí o sí.

Pedro también me dio la mano para felicitarme. Yo defendí la filosofía del celular relajado ("él trabaja para nosotros, no nosotros para él") y me prometí a mí mismo dejar de llevarlo al baño cuando me ducho, para no ser hipócrita.

Llegamos al primer control. Era mi primera vez en Nordelta, y no me gustaba la idea de un grupo de gente que decide vivir apartada para estar segura. Me parecía un símbolo perfecto de a dónde nos estaba llevando la división de clases. El hombrecito de la cabina pidió documentos y que abriéramos el baúl. Por suerte había guardado mi cadáver en el bolso del asiento de atrás.

Nos dejaron pasar, y recién ahí me vine a enterar que el barrio privado era hermano de muchos otros barrios privados que compartían el mismo complejo. Habíamos entrado en una gran ciudad de barrios privados con un lugar común que incluía escuela, hospital, cines, supermercado, shopping y lago artificial. Eso no era lo único que parecía artificial. Después de pasar el segundo control descubrimos las casas cúbicas prefabricadas, una al lado de la otra, con sus respectivas familias felices.

-Acá hay multas para todo. Si vas a más de cuarenta kilómetros por hora, multa. Si la casa que empezaste a construir demora en terminarse más de lo pautado, multa. Si estacionás el auto donde no corresponde, multa. La multa es ley.

La casa era un lujo, la verdad. Techos altos, muebles de diseño, jardín con pileta y vista al hermoso lago artificial con los patitos traídos especialmente desde vaya uno a saber dónde para nadar frente a nuestra paz mental. Se movían en grupo y cada tanto hundían la cabeza en el agua. No parecían artificiales, pero yo tenía mis dudas.

Alrededor del lago nos rodeaban los patios traseros de las demás casas, generando un clima de calma similar al de Truman Show. Justo enfrente nuestro, del otro lado del agua, un cachorro de perro labrador corría por el pasto hacia una nena y volvía a su arenero personal, donde lo esperaba su juguete: un conejo inflable color rosa que nos sonreía a la distancia. Por alguna razón recordé a David Lynch. Era una escena sacada de esas películas dónde la sociedad es tan perfecta que inquieta: todos los niños rubios saludando con una extraña mueca de satisfacción. Algo no estaba bien.

-Yo lo quería a Bianchi, pero ya está. Ahora, si yo fuera Maradona lo que hago es llamarlo por teléfono al gordo Fabbiani y le digo: "si te ponés bien, te llamo". Eso haría -me decía más tarde Nico, el hermano de Lucho.

El asado fue de sándwiches. A la tarde el sol pegaba tan fuerte que parecía derretirte la cara, pero el agua de la pileta estaba helada y antes de meterte la duda era eterna. Te acercabas al borde y mirabas el agua un rato largo. La gente arengaba, dale cagón y amagaban a salpicarte, pero ellos tenían el mismo problema. Finalmente juntabas valor y chapuzón. Te decías que no era para tanto, salías refrescado y una hora más tarde de vuelta en el borde mirando el agua un rato largo.

Empezó a sonar el timbre bastante seguido. Me acerqué por curiosidad y los vi. Era la nueva ola de niños disfrazados de Halloween, extendiendo sus calabazas de plástico para recibir golosinas. Hermosas rubias en miniatura vestidas de bruja y hada madrina, nenes de cachetes colorados con traje de esqueleto. Tocaban el timbre y mostraban su calabaza hambrienta de bon o bons. Les faltaba decir algo: si vamos a importar esta festividad alguien tiene que ocuparse de traducir el trick or treat, o lo que sea que digan los yanquis. Salí a ver cómo tocaban timbres y vi la calle sin tránsito, las casas cúbicas de diversos colores a ambos lados, los padres como chaperones de sus criaturas disfrazadas y pensé que Halloween no fue lo único que importaron. La bolsa se caía a pedazos, tenías la crisis mundial y toda la alarma que puedas imprimir en tu diario, pero todo iba a permanecer exactamente igual. Miré al cielo y me pareció ver el reflejo del sol rebotando contra la burbuja. De pronto sentí lástima de esta nueva generación que iba a crecer sin ver el mundo real.

7 comentarios:

MQDLV dijo...

qué tristeza que me da... evidentemente el hombre rechaza la libertad. ¿qué van a hacer esos chicos cuando se encuentren con que existen muchas otras personas, muchos otros problemas, muchas otras formas de ver el mundo? me desespera...
me encantó el relato...
besos

PUJANDO PRODUCCIONES dijo...

Bueno, pero consideremos que ellos también tienen problemas de educación, inocentemente sin ser responsables pierden días de estudio.
Por motivo de elecciones presidenciales mañana no tienen clases. Hay que desinfectar la escuela.

Abrazo!

Libreta de flores dijo...

me da mucha impresión lo de desmayarse por respirar. nunca me desmayé.
es muy importante el control del celular.
no comulgo con el estilo de vida de los countries.
yo quería a Bianchi, pero estoy chocha con Maradona.
meterse a la pileta siempre da miedo pero después siempre está bueno.

Firulo dijo...

Qué van a hacer esos chicos? Oprimirnos, qué otra cosa.

Por allá acá arriba nunca te desmayaste? Te falta amor a primera vista.

Anónimo dijo...

Tétrico, Firulo. Muy Bueno.

Anónimo dijo...

Me encanta encontrar gente que tiene tiempo para mirar hacia otro lado y especialmente escribir estas cosas.

Anónimo dijo...

que copada la reflexión
Cada día más gente que conozco se va alejando del mundo real. Es como meterse en una pecera, como el panóptico pero invertido, son ellos los que se encierran y estimulan esa fantasía de la seguridad.

Muy gráfica tu descripción, te felicito. Espero que tengamos más charlas como aquella vez.