Antes de terminar el primer libro de Rodrigo Fresán ya me compré el segundo. Aquí, 20 razones rescatadas de Historia Argentina, su primer libro de cuentos publicado en 1991:
1.
"A veces hasta puedo hilvanar una frase entera con cierta gracia, mis palabras ofrecen una coreografía discernible y, por un tiempo muy limitado, dejo de ser la persona que soy y me convierto en la persona que el resto del mundo querría que fuera".
2.
"Los tipos con suerte viven con el terror de que se les corte la racha".
3.
"Era el sonido de un piano perfectamente domesticado por su dueño".
4.
"Dios es un científico con más fracasos que aciertos. Empezó bien, en especial durante los primeros siete días. Pero tendría que haberse retirado hace tiempo".
5.
"Movía los brazos y gritaba por todo el jardín. Entonces me di cuenta de que algo andaba mal. Cuando quise sujetarla, se paró en seco, me miró fijo y me habló con la voz de siempre. Me dijo: Mirá, qué ironía; de todas las personas que hay en el mundo venir a morirme justo delante tuyo... Y entonces cerró los ojos y se cayó".
6.
"Sépanlo: cualquier gran descubrimiento, cualquier avance revolucionario para la humanidad, ha sido posible a partir de un inicial y cuidadoso examen del pasado y su posterior reformulación.En los errores y omisiones de quienes nos precedieron se esconden los triunfos de los que vendrán".
7.
"Recuerdo su funeral como una pésima película poblada de malos actores que no podían evitar mirar a cámara".
8.
"No hay calmantes que funcionen, no hay pastillas lo suficientemente poderosas o mágicas, que te ayuden a soportar o superar el dolor que te produce pensar en un nombre en tiempo pasado".
9.
"No hay nada más derrotado que un vencedor cuando pierde. Esa cara que pone. Esa cara de ¿qué paso?".
10.
"Y de eso se trata, unos viven y otros mueren. Es sólo rocanrol pero me gusta".
11.
"La verdad es que acá en Malvinas nadie tiene la más puta idea de lo que está pasando. Hay días en los que parecen todos fumados y ¡qué lo parió, cómo extraño el fumo! I can get nou -tananán-".
12.
"Una auténtico guerrero siempre debe pensar que va a perder. Analizar las causas de su hipotética derrota y, después, ir neutralizándolas una por una, como quien apaga las velas con las puntas de las manos".
13.
"Todas mis balas encontraban su blanco y la muerte del enemigo era algo hermoso para ellos porque no era su muerte, porque su muerte pasaba a ser parte de mi vida y mi gloria. Yo los miraba caer y los sentía morir, orgulloso como un padre porque todos ellos habían nacido para que yo los matara. Habían nacido tan lejos y habían llegado hasta el fin del mundo para que, en el último acto de sus existencias, yo les regalara el verdadero sentido de sus vidas".
14.
"El mundo resulta mucho más fácil de ser asimilado cuando contemplamos nuestra vida en tercera persona. ¿Cómo negar la calma sobrenatural que producen esas fotos frías y azules de la Tierra tomadas desde la Luna?".
15.
"No hay peor fanático que el converso".
16.
"Si alguien se tomara el trabajo de recordarme, a mí me gustaría que fuera con estas palabras: Fue un hombre tan feliz que jamás llegó a ser consciente de su importancia".
17.
"Pocas preguntas más idiotas que ¿por qué a mí?".
18.
"Está escrito que un escritor puede salvar a cualquiera menos a sí mismo".
19.
"No se le deben pedir credenciales a los milagros".
20.
"En el núcleo de los grandes errores siempre duerme la posibilidad de una gran historia".
sábado, 30 de junio de 2012
jueves, 14 de junio de 2012
UN HOMBRE SOLO
Todos los días, a las seis de la mañana, Eric corta yuyos con una faca. Se compró un terreno en la mitad de la sierra, en Córdoba, y de a poco fue construyendo una cabaña con sus propias manos. Ahí vive, sin electricidad ni agua. Y se levanta al amanecer para alisar el terreno.
-Este es mi año sabático. Estoy buscándome a mí mismo.
Es extraño que un hombre que pasó toda su vida en ciudades europeas se encuentre a sí mismo en una sierra de Sudamérica. Pero intuyo que si uno quiere encontrarse a sí mismo primero debe perderse.
El silencio de Traslasierra es un buen lugar para escuchar el propio llamado y seguir la voz de uno mismo hasta enfrentarse. Entonces hacerse las preguntas correctas y aguardar las respuestas. Estas suelen llegar realizando acciones simples, como levantarse a las seis de la mañana a juntar maderas para unirlas en forma de cabaña.
Es la primera cabaña no comercial que conozco y no cuenta con un porche donde sentarse en una mecedora con una escopeta por si a los vecinos se les ocurre venir a visitar. Tiene, en cambio, alguna semejanza con las cuchas altas de los guardavidas en los balnearios. La parte de abajo es utilitaria: un cuartito con estantes y una cocina a gas. Una escalera bien alta lleva a la ventana, que es la puerta. Por ahi´se entra a la única habitación, donde se puede permanecer acostado, sentado o jorobado. El techo es demasiado bajo para una persona de pie. Incluso para mí. Entre ventana y ventana un rayo de luz atraviesa el espacio dejando partículas de polvo girando en el aire. En el piso hay un colchón flaco cubierto con un velo blanco, como si fuera el lecho de un hombre con una enfermedad contagiosa o una pareja de recién casados.
-Es para los mosquitos –me explica-. Acá hago Yoga al despertarme. Es una buena manera de comenzar el día.
Eric disfruta del diálogo como un monje zen que acaba de terminar su voto de silencio. Es delgado, tiene 47 años, pantalones con bolsillos en los costados, borcegos, el pelo de George Clooney, algo de su encanto y una paz singular en los ojos. De la que viene después de la tormenta.
-Yo solía ser fotógrafo de Vogue. Trabajé años para llegar a eso y pensé que era lo que quería: la cima de los fotógrafos. Ya viví la noche, la fama y las modelos. Hasta me pagaban para ir a la discoteca que, después de renunciar a todo, me negó la entrada por usar sandalias.
Despejando la mente en Camboya, sintió que debía construir un comedor para que los niños pudieran ahorrar su paga diaria de un dólar con cincuenta centavos. Regresó a Bélgica decidido a construirle un segundo piso a su casa con la intención de alquilarlo a turistas para financiar el comedor. Pero ser autodidacta en la arquitectura cuesta tiempo y dinero. Demoró cuatro años en finalizar la obra, y ahora el alquiler está pagando el crédito que le pidió al banco para comprar los materiales.
Uno imagina que los niños camboyanos, ahora adolescentes, sabrán esperar. Si no se tiene paciencia en situación de pobreza extrema, la vida puede tornarse algo desesperante. Eric sabe que algún día abrirá ese comedor. Hoy está cortando yuyos pero es largo el camino y ya nadie cuenta los segundos. Los relojes son objetos de otro tiempo. La época de los días que se comían a otros días quedó atrás.
-Todos somos hándicap –me dijo ya sentados en sillas plegables, el arroyo apenas audible, de fondo, angosto, más piedra que agua.
-Yo nunca jugué al golf.
-Handicap quiere decir discapacitado.
-¿Lo decís por mi altura? El doctor me dijo que estoy al límite, pero dentro de lo que se considera normal.
- Todos somos hándicap. Algunos de forma sentimental, otros por cuestiones físicas.
Hablaba de sus heridas, y cómo las sanó trabajando con chicos con síndrome de down. Ayudar le hace bien.
-Es mas lo que te devuelven que lo que das. Ahora quiero aprender a curar gente. Por eso vine a Traslasierra, a estudiar con mi instructor de Yoga. Él me iba a enseñar a curar, pero de momento estamos distanciados. No se debe hacer curaciones por dinero. Lo espiritual no debe mezclarse con el dinero.
A Eric no le gusta hablar de dinero. Decidió que la vida no pasa por ahí, ni por la ambición personal, ni por las mujeres, ni por el éxito. Me hizo bien su compañía. Sentí que lo único necesario para realizar los sueños era poder visualizarlos y trabajar para conseguirlos. Ojalá fuera cierto.
Ante la insistente curiosidad de cómo hace para ganar dinero -una pregunta que hago siempre, tal vez para encontrar la respuesta que no suelo ver -me contó los detalles de su último trabajo free lance:
-El año pasado me contrató un joven millonario para dar la vuelta al mundo en su velero. Quería alguien que sacara fotos para documentar el viaje. A los dos meses se enamoró de una chica en la costa francesa y abandonó el barco. “Sigan ustedes, los alcanzo en avión”. Era tan millonario que tenía más de una vacación a la vez. Se tomaba vacaciones de las vacaciones. Quedamos el capitán y yo, recorriendo el mundo para vivir las vacaciones de otro. Era un hombre serio y seco. Él ansiaba llegar al próximo puerto para encontrarse con una ex novia y yo quería aprovechar una oportunidad única en la vida: la posibilidad de frenar en la mitad del océano un día de sol. Simplemente estar ahí. El agua más lisa que una hoja en blanco. Nadie a millas de distancia. Sólo el sol, el agua, el cielo y nosotros. Pero al capitán la tranquilidad lo inquietaba. Era un hombre de constante movimiento y, tal vez por eso, o porque no había nadie más con quién hacerlo, nos peleamos cuando llegamos a una isla pequeña. Allí vivía una comunidad de pescadores. Durante cuatro meses sus vidas consistían en levantarse al amanecer y pescar hasta el anochecer. Luego volvían a la ciudad y vivían en sociedad por tres meses, antes de regresar. Una comunidad única de personas de manos gruesas, miradas profundas y surcos que marcaban sus caras como si fuera un mapa de lo vivido. Nunca antes había visto gente así. Quería fotografiarlos, pero para hacerlo bien es necesario generar un vínculo de confianza. Eso lleva tiempo. Quise vivir a su manera durante una semana y el capitán no lo toleró. En el próximo puerto le exigió al jefe que ya no fuera parte de la tripulación y tuve que irme.
No pudo mostrarme fotos pero prometió pasarme una página para verlas. Dice que la mejor foto que sacó fue en una campaña de jeans por la cual tuvo que viajar por la ruta 66 en Estados Unidos. Él tenía la idea de alquilar un Mustang y recorrerla de punta a punta, pero el presupuesto no alcanzaba para ese auto. Entonces lo vio, un día, detrás suyo. Un Mustang rojo, descapotable, justo como lo había imaginado. Le dijo al conductor que mantuviera el coche estable, abrió la puerta de atrás y, colgado con la cabeza a centímetros del asfalto, hizo la foto que fue emblema de la campaña. La ruta en primer plano y el Mustang rojo de fondo. Quisiera verla.
-Una vez, yendo a Las Vegas, nos perdimos en la mitad del desierto. Vimos un auto y le hicimos señas pero siguió de largo. No sabíamos dónde estábamos, así que lo seguimos. Estacionó frente a un trailer en la mitad de la nada. Le gritamos por direcciones a cincuenta metros de distancia, por miedo a que sacara una escopeta. Era un redneck auténtico. Probablemente su visión del mundo era la que extraía de la televisión. Detuvo su paso, se dio vuelta y nos miró, a lo lejos, en silencio. No dijo nada, giró y se metió en el trailer. Dimos media vuelta y nos fuimos. Tal vez era mejor seguir perdidos.
Por un momento me transportó a la curiosa realidad de un hombre completamente solo en el mundo. De pronto volví al presente, en una cabaña en la sierra, con otro hombre completamente solo en el mundo. Pero la sensación era distinta. Uno parecía el ser con la mente más cerrada que se te pueda ocurrir, el otro, de momento, con una de las más abiertas. Yo también sentía la apertura.
-Espero que me dure -pensé-. Mañana regreso a la ciudad.
-Este es mi año sabático. Estoy buscándome a mí mismo.
Es extraño que un hombre que pasó toda su vida en ciudades europeas se encuentre a sí mismo en una sierra de Sudamérica. Pero intuyo que si uno quiere encontrarse a sí mismo primero debe perderse.
El silencio de Traslasierra es un buen lugar para escuchar el propio llamado y seguir la voz de uno mismo hasta enfrentarse. Entonces hacerse las preguntas correctas y aguardar las respuestas. Estas suelen llegar realizando acciones simples, como levantarse a las seis de la mañana a juntar maderas para unirlas en forma de cabaña.
Es la primera cabaña no comercial que conozco y no cuenta con un porche donde sentarse en una mecedora con una escopeta por si a los vecinos se les ocurre venir a visitar. Tiene, en cambio, alguna semejanza con las cuchas altas de los guardavidas en los balnearios. La parte de abajo es utilitaria: un cuartito con estantes y una cocina a gas. Una escalera bien alta lleva a la ventana, que es la puerta. Por ahi´se entra a la única habitación, donde se puede permanecer acostado, sentado o jorobado. El techo es demasiado bajo para una persona de pie. Incluso para mí. Entre ventana y ventana un rayo de luz atraviesa el espacio dejando partículas de polvo girando en el aire. En el piso hay un colchón flaco cubierto con un velo blanco, como si fuera el lecho de un hombre con una enfermedad contagiosa o una pareja de recién casados.
-Es para los mosquitos –me explica-. Acá hago Yoga al despertarme. Es una buena manera de comenzar el día.
Eric disfruta del diálogo como un monje zen que acaba de terminar su voto de silencio. Es delgado, tiene 47 años, pantalones con bolsillos en los costados, borcegos, el pelo de George Clooney, algo de su encanto y una paz singular en los ojos. De la que viene después de la tormenta.
-Yo solía ser fotógrafo de Vogue. Trabajé años para llegar a eso y pensé que era lo que quería: la cima de los fotógrafos. Ya viví la noche, la fama y las modelos. Hasta me pagaban para ir a la discoteca que, después de renunciar a todo, me negó la entrada por usar sandalias.
Despejando la mente en Camboya, sintió que debía construir un comedor para que los niños pudieran ahorrar su paga diaria de un dólar con cincuenta centavos. Regresó a Bélgica decidido a construirle un segundo piso a su casa con la intención de alquilarlo a turistas para financiar el comedor. Pero ser autodidacta en la arquitectura cuesta tiempo y dinero. Demoró cuatro años en finalizar la obra, y ahora el alquiler está pagando el crédito que le pidió al banco para comprar los materiales.
Uno imagina que los niños camboyanos, ahora adolescentes, sabrán esperar. Si no se tiene paciencia en situación de pobreza extrema, la vida puede tornarse algo desesperante. Eric sabe que algún día abrirá ese comedor. Hoy está cortando yuyos pero es largo el camino y ya nadie cuenta los segundos. Los relojes son objetos de otro tiempo. La época de los días que se comían a otros días quedó atrás.
-Todos somos hándicap –me dijo ya sentados en sillas plegables, el arroyo apenas audible, de fondo, angosto, más piedra que agua.
-Yo nunca jugué al golf.
-Handicap quiere decir discapacitado.
-¿Lo decís por mi altura? El doctor me dijo que estoy al límite, pero dentro de lo que se considera normal.
- Todos somos hándicap. Algunos de forma sentimental, otros por cuestiones físicas.
Hablaba de sus heridas, y cómo las sanó trabajando con chicos con síndrome de down. Ayudar le hace bien.
-Es mas lo que te devuelven que lo que das. Ahora quiero aprender a curar gente. Por eso vine a Traslasierra, a estudiar con mi instructor de Yoga. Él me iba a enseñar a curar, pero de momento estamos distanciados. No se debe hacer curaciones por dinero. Lo espiritual no debe mezclarse con el dinero.
A Eric no le gusta hablar de dinero. Decidió que la vida no pasa por ahí, ni por la ambición personal, ni por las mujeres, ni por el éxito. Me hizo bien su compañía. Sentí que lo único necesario para realizar los sueños era poder visualizarlos y trabajar para conseguirlos. Ojalá fuera cierto.
Ante la insistente curiosidad de cómo hace para ganar dinero -una pregunta que hago siempre, tal vez para encontrar la respuesta que no suelo ver -me contó los detalles de su último trabajo free lance:
-El año pasado me contrató un joven millonario para dar la vuelta al mundo en su velero. Quería alguien que sacara fotos para documentar el viaje. A los dos meses se enamoró de una chica en la costa francesa y abandonó el barco. “Sigan ustedes, los alcanzo en avión”. Era tan millonario que tenía más de una vacación a la vez. Se tomaba vacaciones de las vacaciones. Quedamos el capitán y yo, recorriendo el mundo para vivir las vacaciones de otro. Era un hombre serio y seco. Él ansiaba llegar al próximo puerto para encontrarse con una ex novia y yo quería aprovechar una oportunidad única en la vida: la posibilidad de frenar en la mitad del océano un día de sol. Simplemente estar ahí. El agua más lisa que una hoja en blanco. Nadie a millas de distancia. Sólo el sol, el agua, el cielo y nosotros. Pero al capitán la tranquilidad lo inquietaba. Era un hombre de constante movimiento y, tal vez por eso, o porque no había nadie más con quién hacerlo, nos peleamos cuando llegamos a una isla pequeña. Allí vivía una comunidad de pescadores. Durante cuatro meses sus vidas consistían en levantarse al amanecer y pescar hasta el anochecer. Luego volvían a la ciudad y vivían en sociedad por tres meses, antes de regresar. Una comunidad única de personas de manos gruesas, miradas profundas y surcos que marcaban sus caras como si fuera un mapa de lo vivido. Nunca antes había visto gente así. Quería fotografiarlos, pero para hacerlo bien es necesario generar un vínculo de confianza. Eso lleva tiempo. Quise vivir a su manera durante una semana y el capitán no lo toleró. En el próximo puerto le exigió al jefe que ya no fuera parte de la tripulación y tuve que irme.
No pudo mostrarme fotos pero prometió pasarme una página para verlas. Dice que la mejor foto que sacó fue en una campaña de jeans por la cual tuvo que viajar por la ruta 66 en Estados Unidos. Él tenía la idea de alquilar un Mustang y recorrerla de punta a punta, pero el presupuesto no alcanzaba para ese auto. Entonces lo vio, un día, detrás suyo. Un Mustang rojo, descapotable, justo como lo había imaginado. Le dijo al conductor que mantuviera el coche estable, abrió la puerta de atrás y, colgado con la cabeza a centímetros del asfalto, hizo la foto que fue emblema de la campaña. La ruta en primer plano y el Mustang rojo de fondo. Quisiera verla.
-Una vez, yendo a Las Vegas, nos perdimos en la mitad del desierto. Vimos un auto y le hicimos señas pero siguió de largo. No sabíamos dónde estábamos, así que lo seguimos. Estacionó frente a un trailer en la mitad de la nada. Le gritamos por direcciones a cincuenta metros de distancia, por miedo a que sacara una escopeta. Era un redneck auténtico. Probablemente su visión del mundo era la que extraía de la televisión. Detuvo su paso, se dio vuelta y nos miró, a lo lejos, en silencio. No dijo nada, giró y se metió en el trailer. Dimos media vuelta y nos fuimos. Tal vez era mejor seguir perdidos.
Por un momento me transportó a la curiosa realidad de un hombre completamente solo en el mundo. De pronto volví al presente, en una cabaña en la sierra, con otro hombre completamente solo en el mundo. Pero la sensación era distinta. Uno parecía el ser con la mente más cerrada que se te pueda ocurrir, el otro, de momento, con una de las más abiertas. Yo también sentía la apertura.
-Espero que me dure -pensé-. Mañana regreso a la ciudad.
martes, 5 de junio de 2012
UNA HORA SIN FUMAR
.
-¿Y vos qué fumás?
Le pregunté al dueño de una tabaquería. Me encantan los negocios que venden pipas. Todavía no logré cambiar mi personalidad lo suficiente para ser de esos hombres que fuman habanos, pero lo sigo intentando. En parte, porque me gusta entrar al local, ver todo color madera y oler el aire que se respira ahí dentro. No es a tabaco, ni a puros, ni a humo. Es a antigüedad. A abuelo. A magnate.
-Yo ya no fumo. Un día pude dejar y me subí al tren si pensarlo. Por 45 años fumé tres atados por día. Eso a la larga te mata.
El gordo tenía ganas de hablar. La barba dejada de dos días, blanca, los anteojos colgándole debajo del cuello y la dentadura incompleta. Le faltaban dos dientes de abajo, los marcadores centrales.
-¿Y cómo se deja después de 45 años fumando? ¿Lo obligaron?
-No. Fue acá, en el local. De pronto me di cuenta de que había pasado una hora. Eso no es común. Cuando fumás tanto es uno tras otro. No pasan quince minutos sin que enciendas otro. Pero pasó una hora, de alguna manera, y yo sin fumar. Ahí mismo decidí aprovechar el envión. Fue en ese momento en que tomé la decisión sin saberlo.
-¿Ya no fumás más en casa? -me preguntó mi mujer más tarde.
-Llevo 30 horas sin fumar -le dije, y casi se cae al suelo de la sorpresa.
Pagué y me fui porque tenía que irme. Prefería quedarme.
Parecía el comienzo de una charla de varias horas.
.
-¿Y vos qué fumás?
Le pregunté al dueño de una tabaquería. Me encantan los negocios que venden pipas. Todavía no logré cambiar mi personalidad lo suficiente para ser de esos hombres que fuman habanos, pero lo sigo intentando. En parte, porque me gusta entrar al local, ver todo color madera y oler el aire que se respira ahí dentro. No es a tabaco, ni a puros, ni a humo. Es a antigüedad. A abuelo. A magnate.
-Yo ya no fumo. Un día pude dejar y me subí al tren si pensarlo. Por 45 años fumé tres atados por día. Eso a la larga te mata.
El gordo tenía ganas de hablar. La barba dejada de dos días, blanca, los anteojos colgándole debajo del cuello y la dentadura incompleta. Le faltaban dos dientes de abajo, los marcadores centrales.
-¿Y cómo se deja después de 45 años fumando? ¿Lo obligaron?
-No. Fue acá, en el local. De pronto me di cuenta de que había pasado una hora. Eso no es común. Cuando fumás tanto es uno tras otro. No pasan quince minutos sin que enciendas otro. Pero pasó una hora, de alguna manera, y yo sin fumar. Ahí mismo decidí aprovechar el envión. Fue en ese momento en que tomé la decisión sin saberlo.
-¿Ya no fumás más en casa? -me preguntó mi mujer más tarde.
-Llevo 30 horas sin fumar -le dije, y casi se cae al suelo de la sorpresa.
Pagué y me fui porque tenía que irme. Prefería quedarme.
Parecía el comienzo de una charla de varias horas.
.
lunes, 4 de junio de 2012
PELEANDO LA CONTRA
Siempre vuelvo a Bukowski, cada tanto, como para regalarme algo.
Me gusta leer y ver películas como aprendizaje,
para crecer y avanzar y adquirir cultura,
buscando una utilidad,
como todo lo que se hace,
en el sistema capitalista.
Pero a veces me doy un gusto,
y veo una serie que me hace feliz,
y veo una película que ya vi,
y leo a escritores que ya conozco,
sólo por el hecho de disfrutarlos.
Y pienso que debería ser así,
siempre.
Bukowski es uno de ellos.
Y en esta compilación cronológica
de todos los escritos de su vida
queda bien en claro por qué.
Me animé a tocarle algunas poesías
para dejar sólo lo que más me gusta.
Espero me perdone.
1.
La primera cosa que recuerdo oído decir a la abuela fue:
Os enterrare a todos!.
Lo repetiría muchas veces,
siempre antes de que empezáramos a comer.
2.
Cualquier niño que llevase a la escuela un paraguas o un impermeable era automáticamente marginado. La mayoría de nuestros padres eran demasiado pobres para comprarnos esas cosas, y cuando lo hacían, las escondiamos entre los arbustos.
3.
-Heny quieres a tu madre?
Yo la verdad es que no la quería, pero la vi tan triste que le dije que sí.
4.
Cuando estallo el acné tuve que retirarme y mirar a la gente desde lejos, como si estuvieran en un escenario. Solo que ellos estaban en un escenario y yo era el único espectador.
5.
Nadie ronca como un vagabundo, a menos que sea alguien con quien estás casado.
6.
Todos esos hombres fueron niños una vez. ¿Qué les ha pasado? ¿Y qué me ha pasado a mí? Está oscuro y hace frío aquí fuera.
7.
-¿Por qué no se ha afeitado? ¿Ha perdido alguna apuesta?
-Todavía no.
-¿Todavía no?
-No; aposté con mi casero a que podía conseguir trabajo en un sólo día incluso con esta barba.
8.
Y si decides matar a alguien, has que sea un cualquiera y no alguien.
No mates, si vas a hacerlo, a un presidente o un rey
o a un hombre que tenga un despacho.
Elígenos.
Nunca fuimos niños como vuestros niños.
No entendemos canciones de amor como vuestras amadas.
Elígenos.
Un asesinato en la bañera
o algo rápido y brillante;
nuestros nombres en los periódicos.
9.
Siempre que empezaba en algún trabajo, tenía la sensación de que pronto lo dejaría o me despedirían, y esto me hacía comportar con una relajación que era considerada, erróneamente, como astucia o alguna especie de poder secreto.
10.
Un negro viejo estaba sentado a mi lado. Su rostro era interesante; no tenía el usual aire de resignación de la mayoría de nosotros. Parecía como si estuviese tratando de no reírse de sí mismo y de todos los demás.
11.
Y los que mejor odian son aquellos que predican amor
Aquellos que hablan de Dios necesitan a Dios
Aquellos que predican paz no tienen paz
Cuidado con los predicadores
Cuidado con los que saben
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que los alaben a cambio
Cuidado con aquellos que buscan constantes multitudes
no son nada solos
Al no ser capaces de crear arte no entenderán al arte
Considerarán su fracaso como creadores sólo como un fracaso del mundo
Al no ser capaces de amar plenamente creerán que tu amor es incompleto
y entonces te odiarán
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
su mejor arte
12.
Un joven poeta diciéndome que algún día se me reconocerá sin dudas como uno de los grandes poetas mundiales. Y aunque he guardado las cartas del joven poeta, no creo lo que dicen, pero, igual que hago con las palmeras enfermas y la puesta del sol, a veces las miro.
13.
Es la serie continua de pequeñas tragedias o que lleva a un hombre al manicomio
no es la muerte de su amor sino el cordón del zapato que se rompe cuando tiene prisa
o las multas por exceso de velocidad, polillas o grillos o ratitas o termitas o cucarachas o moscas
o pasarse o no llegar
siempre hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que insiste en que son amigos tuyos
grifos que gotean
de pronto dos luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en la ropa interior
con cada cordón de zapato que se rompe de entre cien cordones de zapato que se rompen
un hombre o una mujer o una cosa van a parar al manicomio
así que ten cuidado al agacharte.
14.
Dos personas viviendo juntas sin el menor sentimiento entre ellas.
Creo que es mucho mejor vivir solo que eso.
-¿Tú te divorciaste de tu mujer, Joe?
-No, ella se divorció de mí.
-¿Y qué es lo que fue mal?
-Las orgías sexuales.
-¿Las orgías sexuales?
-Sí, ya sabes, una orgía es el lugar más solitario del mundo. Esas orgías... Me sentía desesperado... Esas pollas deslizándose dentro y fuera... Perdóname... todo el mundo babeando, y sudando, y una ciega determinación a hacerlo... como sea.
15.
Sal, viejo ogro,
sal de tu oscuro hoyo, viejo ogro,
sal a la luz del sol con nosotras y
déjanos poner margaritas en tus cabellos...
16.
Era bueno tener un sitio a donde ir cuando las cosas iban mal.
17.
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
Le digo yo sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
Luego le vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no lo he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno
como para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
18.
Y tus ojos... son hermosos. Son salvajes, enloquecidos, como los de un animal escapando de un bosque incendiado.
19.
Ahora estoy preñada y no se de quién. Tendré que esperar y ver a quién se parece el niño.
20.
Mientras la chica del teléfono erótico me grita:
"¡No vuelva a llamar! ¡Usted es un degenerado!".
21.
manténte alejado de Dios
permanece angustiado.
22.
Aquí en Estados Unidos si uno no gasta el dinero, se lo quitan.
23.
si vas a crear
crearás aunque trabajes 16 horas diarias en una mina de carbón
crearás en un cuarto pequeño con tres niños
crearás ciego
mutilado
demente
hijo, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con la creación
y no crean nada
más que, quizás, una vida más larga para
encontrar nuevas
excusas para no hacerlo.
24.
Cuando estás en la calle
es cuando te das cuenta
de que todo
tiene dueño.
25.
Mi paranoia casi siempre ha sido
el presagio de una verdad que iba a ocurrir.
Me gusta leer y ver películas como aprendizaje,
para crecer y avanzar y adquirir cultura,
buscando una utilidad,
como todo lo que se hace,
en el sistema capitalista.
Pero a veces me doy un gusto,
y veo una serie que me hace feliz,
y veo una película que ya vi,
y leo a escritores que ya conozco,
sólo por el hecho de disfrutarlos.
Y pienso que debería ser así,
siempre.
Bukowski es uno de ellos.
Y en esta compilación cronológica
de todos los escritos de su vida
queda bien en claro por qué.
Me animé a tocarle algunas poesías
para dejar sólo lo que más me gusta.
Espero me perdone.
1.
La primera cosa que recuerdo oído decir a la abuela fue:
Os enterrare a todos!.
Lo repetiría muchas veces,
siempre antes de que empezáramos a comer.
2.
Cualquier niño que llevase a la escuela un paraguas o un impermeable era automáticamente marginado. La mayoría de nuestros padres eran demasiado pobres para comprarnos esas cosas, y cuando lo hacían, las escondiamos entre los arbustos.
3.
-Heny quieres a tu madre?
Yo la verdad es que no la quería, pero la vi tan triste que le dije que sí.
4.
Cuando estallo el acné tuve que retirarme y mirar a la gente desde lejos, como si estuvieran en un escenario. Solo que ellos estaban en un escenario y yo era el único espectador.
5.
Nadie ronca como un vagabundo, a menos que sea alguien con quien estás casado.
6.
Todos esos hombres fueron niños una vez. ¿Qué les ha pasado? ¿Y qué me ha pasado a mí? Está oscuro y hace frío aquí fuera.
7.
-¿Por qué no se ha afeitado? ¿Ha perdido alguna apuesta?
-Todavía no.
-¿Todavía no?
-No; aposté con mi casero a que podía conseguir trabajo en un sólo día incluso con esta barba.
8.
Y si decides matar a alguien, has que sea un cualquiera y no alguien.
No mates, si vas a hacerlo, a un presidente o un rey
o a un hombre que tenga un despacho.
Elígenos.
Nunca fuimos niños como vuestros niños.
No entendemos canciones de amor como vuestras amadas.
Elígenos.
Un asesinato en la bañera
o algo rápido y brillante;
nuestros nombres en los periódicos.
9.
Siempre que empezaba en algún trabajo, tenía la sensación de que pronto lo dejaría o me despedirían, y esto me hacía comportar con una relajación que era considerada, erróneamente, como astucia o alguna especie de poder secreto.
10.
Un negro viejo estaba sentado a mi lado. Su rostro era interesante; no tenía el usual aire de resignación de la mayoría de nosotros. Parecía como si estuviese tratando de no reírse de sí mismo y de todos los demás.
11.
Y los que mejor odian son aquellos que predican amor
Aquellos que hablan de Dios necesitan a Dios
Aquellos que predican paz no tienen paz
Cuidado con los predicadores
Cuidado con los que saben
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que los alaben a cambio
Cuidado con aquellos que buscan constantes multitudes
no son nada solos
Al no ser capaces de crear arte no entenderán al arte
Considerarán su fracaso como creadores sólo como un fracaso del mundo
Al no ser capaces de amar plenamente creerán que tu amor es incompleto
y entonces te odiarán
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
su mejor arte
12.
Un joven poeta diciéndome que algún día se me reconocerá sin dudas como uno de los grandes poetas mundiales. Y aunque he guardado las cartas del joven poeta, no creo lo que dicen, pero, igual que hago con las palmeras enfermas y la puesta del sol, a veces las miro.
13.
Es la serie continua de pequeñas tragedias o que lleva a un hombre al manicomio
no es la muerte de su amor sino el cordón del zapato que se rompe cuando tiene prisa
o las multas por exceso de velocidad, polillas o grillos o ratitas o termitas o cucarachas o moscas
o pasarse o no llegar
siempre hay ladillas y uñas que se encarnan
y gente que insiste en que son amigos tuyos
grifos que gotean
de pronto dos luces rojas en tu espejo retrovisor
y sangre en la ropa interior
con cada cordón de zapato que se rompe de entre cien cordones de zapato que se rompen
un hombre o una mujer o una cosa van a parar al manicomio
así que ten cuidado al agacharte.
14.
Dos personas viviendo juntas sin el menor sentimiento entre ellas.
Creo que es mucho mejor vivir solo que eso.
-¿Tú te divorciaste de tu mujer, Joe?
-No, ella se divorció de mí.
-¿Y qué es lo que fue mal?
-Las orgías sexuales.
-¿Las orgías sexuales?
-Sí, ya sabes, una orgía es el lugar más solitario del mundo. Esas orgías... Me sentía desesperado... Esas pollas deslizándose dentro y fuera... Perdóname... todo el mundo babeando, y sudando, y una ciega determinación a hacerlo... como sea.
15.
Sal, viejo ogro,
sal de tu oscuro hoyo, viejo ogro,
sal a la luz del sol con nosotras y
déjanos poner margaritas en tus cabellos...
16.
Era bueno tener un sitio a donde ir cuando las cosas iban mal.
17.
Hay un pájaro azul en mi corazón
que quiere salir
pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir
a veces por la noche
cuando todo el mundo duerme.
Le digo yo sé que estás ahí,
no te pongas
triste.
Luego le vuelvo a introducir,
y él canta un poquito
ahí dentro, no lo he dejado
morir del todo
y dormimos juntos
así
con nuestro
pacto secreto
y es tan tierno
como para hacer llorar
a un hombre, pero yo no
lloro,
¿lloras tú?
18.
Y tus ojos... son hermosos. Son salvajes, enloquecidos, como los de un animal escapando de un bosque incendiado.
19.
Ahora estoy preñada y no se de quién. Tendré que esperar y ver a quién se parece el niño.
20.
Mientras la chica del teléfono erótico me grita:
"¡No vuelva a llamar! ¡Usted es un degenerado!".
21.
manténte alejado de Dios
permanece angustiado.
22.
Aquí en Estados Unidos si uno no gasta el dinero, se lo quitan.
23.
si vas a crear
crearás aunque trabajes 16 horas diarias en una mina de carbón
crearás en un cuarto pequeño con tres niños
crearás ciego
mutilado
demente
hijo, aire y luz y tiempo y espacio
no tienen nada que ver con la creación
y no crean nada
más que, quizás, una vida más larga para
encontrar nuevas
excusas para no hacerlo.
24.
Cuando estás en la calle
es cuando te das cuenta
de que todo
tiene dueño.
25.
Mi paranoia casi siempre ha sido
el presagio de una verdad que iba a ocurrir.
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