¿Sabés que sos mi último pasajero? Es este viaje y chau flete, qué te parece. Tampoco lo hago hace mucho. Más que nada salgo para no quedarme jugando a la play con los nenes, que mi señora no me vea sentado mucho tiempo. No me gusta. Yo más que nada fui camionero. Diecinueve años. Sí, pagan bien, pero es un trabajo esclavo, lejos de la familia. Una vuelta me ofrecieron 14 lucas para ir hasta Ushuaia y dije que no.
-Son catorce luquitas... -dijo el Coco.
-Y sí, pero no las valen. Pierdo a mi familia, me separo de mi mujer...
Y él no la ve. Ya va un año y no lleva una foto de su nena.
-¡¿No tenés foto de tu nena en la billetera?!
-Y no -dijo Coco.
Él se lo pierde, pero cuando le dije se le cayó una lágrima. Ya se va a dar cuenta. Yo cuando trabajaba eran tres días a la semana en casa, cuatro de viaje. No es fácil. En una época incluso eran dos y cinco, porque tenía una fija allá en Rosario. Mi señora nunca se enteró. Hay que ser gil para que se entere. Y eso que fueron dos años. Piba linda, diecinueve añitos. El padre tenía plata, quería casarla, pero a mí no me agarran así nomás. Le faltaba calle a la chica. Yo algo le enseñé. Un amigo de ella fue el que me mostró donde estaba la movida, allá en Rosario. Linda ciudad, pero salís un poco a las afueras y es como todo, te comen vivo. Buen pibe el muchacho, quería ser camionero. Una noche en el boliche le confesé:
-Tito, estoy hasta las manos. Yo tengo familia en Buenos Aires.
-Yo sabía: Porteño, garca.
-Y qué: Rosarino, comegatos.
Se vino a visitar a Buenos Aires años después, ¡con toda la familia! Le dije a mi señora que él me dejaba parar gratis cuando yo viajaba a Rosario y no preguntó de más. Él nunca dijo nada, pero tampoco podía estirar demasiado la cosa. ¿Y si la dejaba embarazada? A dos puntas toda una vida no me da el cuero. Por eso cuando me nació el segundo paré el camión al costado de la ruta y tiré el celular a la mierda.
-Lo perdí -le dije a mi señora.
Hice bien. Nunca más supe de ella. ¡Mirá ese culo! ¿Lo viste pasar? Lindo movimiento, eh. Pero esa mina no te lava los platos. Ojo. Se le arruinan las uñas si te lava los platos. Hay que darle plata todos los días. ¿Por un culo? ¿Por una concha? No vale la pena. Fijate que mi señora cuando me quedé sin trabajo se quería ir a limpiar pisos. Eso me dice que elegí bien.
-Con esa plata que vas a ganar le vamos a pagar a la niñera- le dije-. Vos quedate en casa.
Yo tengo el pensamiento clásico, viste. El hombre laburando y la mujer en casa limpiando. Ella se lo merece. Y para los pibes es mejor así. Son lo más lindo, los pibes. Dicen que todos los nenes son mameros pero no, eh, con el papá también. El mayor, ocho años, me dice el otro día:
-Vos sos un buen padre.
-Sí, porque te compro los jueguitos. Por eso.
-No -se quedó pensando-. Sos un buen padre.
Y yo no les pego. Los miro fijo, y ellos ya saben.
-Siempre a mí, al chiquito nunca -me dice el guacho.
Son pillos, se las saben todas. El chico, de cuatro, tira la piedra y esconde la mano. Van a ser rápidos esos. Hay que tener cuidado. Ahora que me pongo una pollería los voy a tener más cerca. Pero no me quedo con el pollo y los huevos, hay que aprovechar todo el espacio. Le pongo unas conservas, unos vinos. El albañil viene y te pregunta, ¿a cuánto tenés el vinito? Dame el vinito nomás, y así saco siete pesitos más. Todo suma. Me compro la máquina del espiedo y te vendo un pollo con ensalada a cincuenta mangos. Cuarenta para el bolsillo. Mal no está, ¿no te parece? Y si no va, a lo sumo perdí quince lucas. Mientras sigo cortando entradas los fines de semana en la cancha de Chicago y todavía me sobra bastante de la indemnización. No es para tanto. Fijate que mi hermano es canuto. La guarda toda, no se compra el auto.
-Un día te vas a enfermar -le digo yo-, tu mujer se va a ir a coger a otro, y ése es el que la va a disfrutar.
Él dice que no, pero la otra vuelta tuvo un desmayo y le agarró el julepe. Yo le insistí y se quedó pensando. Enfrente de la mujer se lo repetí. Todo bien con mi cuñada, pero es cierto. Si él queda fiambre yo también me cogería a otro. Ahora vamos a ver si se convence cuando vea mi pollería. No se si no fue para bien el perro que me quiso meter el encargado. Ese gil vio que con el Coco nos íbamos acomodando y quiso limpiarnos. Él tenía sus indios.
-Esos dos están robando -hizo su maniobra.
Abrieron el mionca y faltaba mercadería, claro, si la había cargado él. ¡Pero que vean las cámaras! Si en la filmación se ve que fue él que la cargó. Yo no chequeé y agarré viaje. ¿Pero para qué me voy a robar cajas de zapato vacías? Si me llevo más de siete de sueldo y otro tanto de lo que traigo de Rosario por mudanza. Y claro. Una vuelta me agarraron y me lo propusieron:
-¿Vos volvés con el camión vacío para Buenos Aires? ¿No me llevás esto?
Y así se fue dando, con la mudanza sacaba otro sueldo. ¿Qué necesidad de robar tenía? Además al presidente yo le cobraba todo. Traía 250 lucas encima y hablaba directamente con él:
-Héctor, me quiere pagar en dólares. Ok, a 4,26 los tomo.
Pero la secretaria le escuchaba los llamados y así se enteraba el encargado, que es el hermano. El buitre me pregunta si estoy llevando plata, que se la de a él, que él la lleva.
-Salí de acá, perejil. Yo hablo directamente con el dueño.
Ese no sabe ni para dónde va. Una vuelta fue con sus indios a hacer una entrega. Calle Bella Vista, en San Miguel. Se mandó de una y no llegó a leer que era san Miguel en Tucumán. Lo que nos reímos con el Coco. El dueño ahí le bajó la caña. Y justo nosotros, con el Coco, nos habíamos sentado con él unas semanas atrás:
-Vos tenés que vender el camión y comprarte dos: uno con pala y el otro rastrojero.
-¿Van a entregar más de esa manera?
-¿Cuánto querés que te entreguemos?
Estábamos llevando 50 mil cajas por día.
-70 mil -nos dijo.
-Y cinco más, ponele.
A la semana le entregábamos entre 80 y 90 mil por día. Por eso le dijo al encargado que lo iba a sacar del sector, que subíamos nosotros, con el Coco. El buitre la vio venir y armó la trampa. Ese quiere ir a a San Miguel por Galván, no sabe nada. ¡A San Miguel se va por ruta 8, papá! Y cuando dijo que estábamos robando se vio en las cámaras que no era así, pero el presidente ya había mandado las cartas documento. Se dejó convencer. Ya está. Mandamos carta documento nosotros, a juicio. Cuando se quiebra la confianza no hay vuelta atrás. Encima el juez que nos tocó la conoce a mi señora; después de la audiencia nos juntamos a comer y contó todo.
-¿Qué quiere usted? -le dice al abogado del dueño, después de mirar los papeles.
-Arreglamos por 30 mil para uno y 20 mil para el otro.
-Vos los estás acusando de robo y les querés pagar 50 mil pesos. Ahí te equivocaste. Vas a pagar todo lo que piden.
Y son 19 años trabajando, me dieron 125 a mí y 107 al Coco. Si íbamos a juicio eran más de trescientos. Igual, millones de dólares tiene ése. No le hace la diferencia. Pero yo ya salí, me quedo en familia. Jugando a la play con los pibes, vendiendo pollo al espiedo. Algo va a salir. Termino este viaje, y empiezo el otro.
martes, 2 de agosto de 2011
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1 comentario:
Como diría Facebook, me gusta.
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