Javier le dijo a su psicóloga que estaba de-so-la-do porque su novia lo había dejado sin explicarle por qué. Le dijo que a pesar de que le insistió varias veces que replanteara su decisión no hubo caso, y que lo que más le molestaba de la situación era que ella no le había querido decir qué pensaba realmente de él.
Javier le dijo a la psicóloga que la principal razón para la cual se había puesto de novio era que alguien externo a él fuera testigo de su personalidad, así después podría contarle como era él visto desde afuera. Por eso mismo terminar así, sin recibir razones ni detalles de su forma de ser, era como haber desperdiciado la mejor parte de la relación. Y por eso mismo, su relación había sido un fracaso.
Tres meses tirados a la basura.
Javier le dijo a la psicóloga que estaba muy triste por todo eso.
Javier hizo una pausa para hacerle sentir lástima a la psicóloga con su última frase. Se esforzó por llorar en esa pausa pero no lo logró, y debió conformarse con concentrarse en la cara de un cachorro de hush puppie abandonado bajo la lluvia para copiar esa expresión y adaptarla a la versión humana.
Luego de la pausa, Javier contó a la psicóloga que intentó convencer a su ex novia de que le diera una segunda oportunidad, así podría ganar más tiempo para averiguar qué pensaba ella realmente de él. Lograr una confesión por parte de ella, era para Javier como rescatar del tacho de basura los tres meses de relación, algo parecido a gritar un gol en el último minuto.
Para convencerla, Javier le aseguró a su ex novia que era capaz de convertirse en lo que ella quisiera con tal de que no lo dejara. Sacó una birome y un anotador y la alentó a que escribiera una lista con todas las características que no le atraían de él; y le juró que, de esa manera, él inmediatamente haría desaparecer esos adjetivos de su personalidad.
-Se lo juré por nosotros –le dijo Javier a la psicóloga.
-Jurarlo por nosotros ahora mismo no tiene mucho valor que digamos –dijo Javier que le respondió su ex novia.
Sin embargo, Javier insistió. Y subió la apuesta ofreciéndole a su ex novia que agregara en la lista nuevos adjetivos que le gustaría que él adquiriera junto con los nombres de algunos hombres que contuvieran esos adjetivos. Él se comprometía a seguir a esos hombres y estudiarlos hasta lograr incorporar cada uno de los adjetivos escritos en la lista.
Javier estaba dispuesto a cambiar su personalidad entera con tal de que su ex novia le dijera como era él realmente visto desde afuera. Pero ella se negó, sin explicarle que alto, negro y brasilero eran adjetivos muy difíciles de incorporar.
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-¿Y vos qué pensás de todo esto Javier? –le preguntó la psicóloga a Javier.
-No, usted que piensa de esto doctora –le respondió Javier a la psicóloga-. ¿Y qué piensa de mí, ya que estamos? Dígamelo de una vez.
-No, Javier. Decime vos que pensás –retrucó la psicóloga.
-Dígame usted qué pienso doctora. Y qué tengo que pensar si lo que pienso no es lo que debería estar pensando. Para qué le pago sino, atorranta –se enojó Javier.
La psicóloga guardó silencio, apretó el botón de su bolígrafo y escribió en su cuaderno alguna cosa que Javier no llegó a ver. Javier entonces se puso de rodillas en el suelo arrepentido, como si estuviera a punto de proponer matrimonio en una película de Hollywood. A Javier le encantaba hacer cosas como si estuviera en una película. Lo hacía sentirse más normal y, a la vez, más importante.
-Doctora, ya pasaron seis meses de tratamiento –dijo Javier-. Por favor haga de cuenta que tengo amnesia y no recuerdo nada. Dígame quién soy, doctora, se lo ruego.
-No me toques la pollera Javier –respondió la psicóloga-. Y volvé al diván. Si te sentás, te prometo que te lo digo.
Javier soltó a la psicóloga. Luego le alisó la pollera para borrarle las arrugas y tomó asiento en el diván. La doctora se puso nerviosa y lo miró de costado.
-Creo, Javier, que estás obsesionado con saber lo que la gente piensa de vos.
-Ajá, ajá…-dijo Javier, cruzando las piernas.
-Tenés que terminar con esto, porque no te deja funcionar. Es urgente.
-Ajá, ajá… -siguió Javier ahora también con la mano en la pera-. ¿Y usted qué piensa?
-Pienso que tenés que descubrir quién sos vos para vos. No podés guiarte por lo que imaginás que piensan los demás para tomar las decisiones en tu vida. Eso es algo que no se puede saber nunca.
-¿Lo que piensan los demás?
-Exacto. Es imposible saber lo que piensan los demás de vos.
-Saber lo que piensan todos de mí… -dijo Javier.
Javier se quedó unos segundos estudiando la pared con la mirada perdida. En su cabeza se vio como un villano que estaba teniendo una idea fabulosa para conquistar al mundo en una película de clase B. Le gustó esa expresión, por eso la sostuvo lo más que pudo. Se preguntó si los demás también verían su expresión de villano como él se imaginaba que la estaba haciendo, pero como se lo preguntó en voz baja y dentro de su mente, nadie le dijo la respuesta. Siempre que intentó verse con la mirada perdida en el espejo había terminado con dolor de ojos y una intensa sensación de fracaso.
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Javier pensó que era una buena idea inventar una máquina que permitiera intercambiar cuerpos con otra persona por el lapso de unos segundos para poder verse a sí mismo desde afuera. Recordó que había visto algo similar en una película de Steve Martin, y se le ocurrió que, como la película era vieja, quizás después de todo este tiempo alguien la había visto y ya había inventado la máquina.
Javier llamó al Centro Superior de Investigaciones Científicas, pidió habar con un científico y cuando este lo atendió, le preguntó si sabía dónde podía conseguir una máquina de esas que permiten cambiar de cuerpo con otra persona por el lapso de unos segundos. El científico le respondió que todavía no tenían, pero sugirió que se comprara una máquina filmadora para filmarse y después ver el video en la televisión. El científico dijo que era la mejor opción que se le ocurría para que Javier pudiera verse desde afuera. Javier no estuvo de acuerdo, pero le agradeció al científico por la intención y por haber pronunciado la palabra filmadora, ya que al pronunciarla le había dado una idea interesante.
Javier pensó que era una idea interesante fingir su propia muerte. Llamó a su amigo Miguel, que estudiaba cine en la FUC y tenía una filmadora, y le propuso que para su tesis final hiciera un mediometraje sobre todo el proceso. Miguel estuvo de acuerdo y esa misma semana se juntó con Javier para ultimar los detalles.
Miguel y Javier tomaron un café y decidieron que la mejor opción era que Javier se fuera de la ciudad sin avisar durante un par de semanas. Antes, Miguel se encargaría de filmar el secuestro de Javier y su posterior asesinato con una estética realista para formar parte de la ola del Nuevo Cine Argentino. Miguel dijo que después subiría el video en youtube y aseguró que nadie sospecharía de la imbecilidad que debían tener los secuestradores para subir el viedo a youtube después de realizar un asesinato, ya que hoy en día todas las personas tenían la necesidad de mostrarse y los asesinos no eran ajenos a esa tendencia. Miguel dijo que todo iba a salir bárbaro, y que él no iba a descansar hasta convertirse en el nuevo Adrián Caetano. Javier le dijo que era raro que se convirtiera en el nuevo Adrián Caetano mientras el viejo Adrián Caetano seguía vivo. Dijo qué para convertirse en el nuevo Adrián Caetano Miguel tenía que esperar a que el viejo Adrián Caetano muriera. Miguel dijo que no, que con un asesinato ya era suficiente, y que matar a un famoso era más peligroso. Javier le aseguró que Adrián Cateano era famoso de nombre, pero que su cara la conocían sólo unos pocos. Miguel dijo que de todas maneras no valía la pena arriesgarse.
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Esa semana filmaron el video del secuestro y el asesinato en un descampado cerca de la zona de Tigre. Al terminar el rodaje, Miguel acompañó a Javier hasta la terminal de Retiro para que se tomara un tren hasta Mar del Plata. Miguel le dijo a Javier que apenas se fuera llamaría a la familia para darles la noticia así organizaban el velorio lo antes posible.
A Javier le daba un poco de lástima jugar con los sentimientos de sus familiares, pero estaba dispuesto a hacer el sacrificio. Javier recordaba que su abuelo siempre le repetía que en la vida nada se conseguía sin esfuerzo. Que había que sacrificarse. Cuando Javier le preguntaba cuál era el esfuerzo que hacían los ganadores de la lotería, su abuelo siempre le respondía que era un idiota. Por ese tipo de actitudes, Javier quería mucho a su abuelo: era de las pocas personas que le daban un indicio de cómo era su personalidad. Javier decía que él sabía que su abuelo decía la verdad porque había leído en una cita textual de la revista Caras que los niños y los viejos siempre decían la verdad. La diferencia era que había muchos niños que decían la verdad antes de aprender a hablar, y que por no se les entendía y las verdades eran desperdiciadas. Por eso mismo, Javier prefería la opinión de su abuelo antes que la de su sobrino, que tenía un año y medio.
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Por consejo de Miguel, los padres de Javier decidieron organizar el velorio a pesar de que la policía todavía no había podido hallar el cuerpo. Miguel dijo que conocía a una Madre de Plaza de Mayo, y que por la experiencia relatada por ella con respecto a los desaparecidos, había aprendido que lo mejor era hacer el duelo lo más rápido posible. Había que tratar de llorar mucho mucho mucho mucho para descargarse y luego había que aceptarlo y dejar el asunto atrás porque la vida seguía y no tenía sentido desperdiciarla.
El discurso de Miguel fue muy convincente y logró los resultados esperados.
Durante el velorio, Miguel se ocupó de filmar a todos los conocidos de Javier preguntándoles qué pensaban de él. Explicó que estaba preparando un video para enterrarlo junto con el cuerpo así Javier podría descansar en paz con la seguridad de saber quién había sido él en vida, algo que todos sabían que lo había atormentado hasta sus últimos días.
Todos los familiares y amigos contribuyeron, y al final del velorio Miguel contaba con más de treinta testimonios sobre la personalidad de Javier. La ex novia había leído un papel que guardaba de recuerdo con una lista de los adjetivos que menos le atraían de Javier junto con otros adjetivos que le hubiera gustado que tuviera. Lloró un poco después de leerlo y dijo estar arrepentida de no habérselo leído en vida, pero explicó que no lo hizo porque tuvo miedo de que eso le generara a Javier falsas expectativas.
Cuando el velorio terminó, los padres de Javier anunciaron que iban a tirar las cenizas en el lugar preferido de Javier en el mundo, pero al no estar seguros de saber dónde quedaba ese lugar exactamente, querían saber la opinión de los demás. Un tío preguntó de dónde habían sacado las cenizas si la policía no había encontrado el cuerpo. Los padres le explicaron que para seguir el consejo de Miguel, decidieron hacer el duelo lo más rápido posible y quemaron todas las pertenencias de Javier, incluyendo la cama. Los padres dijeron que después guardaron todas las cenizas en una vasija y que, en cierto sentido, para ellos esas cenizas eran las cenizas de Javier.
La ex novia de Javier dijo que a su parecer lo que más le gustaba hacer a Javier en el mundo era ir a la psicóloga. Todos estuvieron de acuerdo y decidieron arrojar las cenizas en la oficina de la psicóloga de Javier. Miguel pidió disculpas por no poder arrojar el video junto con el cuerpo de Javier, porque este, al igual que su tumba, no existía. Dijo que le daba no se qué dejar el video en lo de la psicóloga al alcance de todos sus pacientes, porque según Miguel esa gente está muy conflictuada y es capaz de cualquier cosa. Nadie objetó cuando Miguel propuso guardar el video en su propia casa.
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Un domingo a la tarde de la semana siguiente, Miguel fue a recibir a Javier a la estación de Retiro en su vuelta del viaje a Mar del Plata. Apenas llegó Javier, los dos se abrazaron y enseguida viajaron hacia la casa de Miguel para ver el video. Javier no preguntó detalles de su velorio ni de su funeral, porque estaba demasiado ansioso por descubrir qué es lo que el mundo pensaba realmente de él. Su satisfacción fue inmensa al ver en la filmación de Miguel tantas palabras lindas pronunciadas por sus conocidos más cercanos acerca de su personalidad.
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Aliviado como nunca antes en la vida, Javier decidió seguir siendo exactamente como era hasta ese entonces. Regresó de la muerte contentísimo de saber al pie de la letra la opinión de todos los demás acerca de su persona y explicó que todo había sido una farsa para ayudar a Miguel a realizar su tesis para la FUC.
Desde ese día, todos coincidieron con el abuelo y pensaron que Javier era un idiota.
Menos Javier.
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5 comentarios:
Excelente!!!
Digo excelente porque no voy a decir lo que pienso, supongo, a no ser que organices un velatorio falso. Hacen buen café en los velatorios, y se cuentan los mejores chistes...
Nadie se va a perder mi velatorio, porque va a ser el estreno de mi documental autobiográfico post mortem.
Qué bueno que alguien llegó a leer hasta el final!
gracias! que lindo que alguien que no me conoce le gusten mis cositas. te dejo un beso grande y otro gracias
Está muy bueno! Entre medio de yapa y me re colgué leyendo, me re gustó che.
Hasta la vistaaaaa,
la milonga,
Javier es parte de nosotros
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