jueves, 14 de marzo de 2013

BLADE RUNNER

Tengo ganas de ver de nuevo esta película, después de leer la novela que la originó: ¿Sueñan los andorides con ovejas eléctricas? Hace tiempo quería leer algo de Philp K. Dick, porque muchas de las películas basadas en sus cuentos me gustaron: A Scanner Darkly, El vengador del futuro, Minority Report.

De lectura fácil y ágil, el libro está lleno de ideas novedosas que pasan de largo porque, ansioso por saber cómo sigue la historia, uno las asume como parte de ese mundo que el escritor supo inventar. Pero algunas oraciones aisladas de lo subrayado queda en claro el alto delirio e inventiva del autor.

1.
Tenemos que ahorrar para poder comprarnos una oveja de verdad que sustituya a la falsa eléctrica que tenemos en la azotea. Para eso llevo todos estos años esforzándome.

2.
-Estaba en una estado de ánimo 382, acababa de marcarlo.
-Marca el 888: el deseo de mirar televisión sin importar lo que pase alrededor.

3.
La fuerte fragancia de la felicidad emanaba aún de él, la sensación de ser, por primera vez en su torpe vida, útil.

4.
Digamos que ponemos el avestruz en un contrato de treinta meses a un interés muy bajo, del seis por ciento al mes.

5.
Se manifestó de nuevo cierto odio hacia su oveja eléctrica, a la que tenía que cuidar y de la que se ocupaba como si estuviera viva. "La tiranía de un objeto -pensó-.No sabe ni que existo". Como los androides carecía de la habilidad de apreciar la existencia de otro.

6.
Los falsos empiezan a parecerse demasiado a los verdaderos. ¿Qué me dice de esos circuitos que incluyen en los nuevos para que finjan enfermedades?

7.
La mayoría de los androides que conozco tienen mayor vitalidad y deseo de vivir que mi esposa.

8.
Lo que pasa con los conejos, señor, es que todo el mundo tiene uno. Me gustaría que ascendiera a la categoría de las cabras, un lugar al que creo que pertenece.

9.
Es la condición esencial de la vida verse requerido a traicionar la propia identidad. Es la maldición de la obra, la maldición que se alimenta de toda la vida. Hasta en el último rincón del universo.

10.
Me gustaría encargar kilo y medio de moscas artificiales que sean capaces de zumbar y volar de verdad, por favor.



lunes, 4 de marzo de 2013

CICATRICES

Tengo que pedirle disculpas a Juan José Saer, por no haberlo leído antes. Voy a seguir incursionando en él con insistencia, para redimirme. Al leer Cicatrices me dieron ganas de sentarme a escribir.
Acá dejo unas frases que quedaron rebotando de este gran libro:

1.
Hace un frío de la madona. Un frío del carajo hace. En la Antártida, en comparación, uno podría andar en pelotas lo más tranquilo. Es la locura. Aquí uno echa un gallo y cae un cachito de hielo sobre la vereda. Todo el mundo anda escupiendo escarcha. Antes de ayer, sin ir más lejos, un tipo que andaba por calle San Martín abrió la boca para saludar a un amigo que pasaba por la vereda de enfrente y no la pudo volver a cerrar porque se le llenó de escarcha. Tuvieron que aplicarle un soldador para que pudiese volver a cerrarla, porque el frío que le estaba entrando por la boca abierta había empezado a congelarle la sangre.

2.
Vi a mamá contemplándome desde la puerta del dormitorio. Me miraba sorprendida. Yo me había tomado más de media botella. Me puse de pie de un salto.
-Salud -le dije, alzando el vaso hacia ella y mandándome un trago.
Ella estuvo parpadeando durante unos segundos, inmóvil, mirándome de arriba a abajo. Después volvió a entrar en su dormitorio, dando un portazo, sin pagar la luz. Recién cuando estuvo adentro me di cuenta de que yo estaba completamente desnudo y con el pito parado.

3.
Mi padre era un hombre tan insignificante que la más pequeña hormiga del planeta que hubiese muerto en su lugar habría hecho notar más su ausencia que él. Era delgado, pero no demasiado delgado; callado, pero no muy callado; tenía buena letra, pero a veces le temblaba el pulso. No tenía ningún plato preferido, y si alguien le pedía su opinión sobre un asunto cualquiera, él invariablemente respondía: "Hay gente que entiende de eso. Yo no". Pero no había un gramo de humildad en su respuesta, sino absoluta convicción de que ésa era la verdad. De modo que cuando mi padre murió, el único cambio que hubo en mi casa fue que en el lugar que él ocupaba en la cama ahora había aire. Creo que esa fue la modificación más notoria que produjo en su vida: dar espacio. Dejar un espacio libre de un metro setenta y seis de estatura y cierto espesor, de modo que lo que él interrumpía con su cuerpo volviera a convertirse otra vez en sustancia respirable para el beneficio de la humanidad.

4.
Yo estaba jugando al póker desde la noche anterior a la vuelta de mi casa. va el dueño de casa a atender el timbre y vuelve diciéndome: Sergio, es tu abuelo. Le mando a decir que pase. Se inclina hacia mí y me dice al oído: Hijo, dice tu mujer que si no vas antes de media hora, se envenena. Dígale que se envenene, digo yo. Mi abuelo se va y vuelve treinta y cinco minutos después. Se inclina otra vez y me dice al oído: Hijo, se ha envenenado. De modo que pido permiso a la mesa para levantarme antes de la hora fijada, y voy a casa y la encuentro muerta.

5.
Mi corazón se sacudía más que los dados cuando yo agitaba el cubilete y lo volcaba sobre la mesa. No se puede apostar al caos. Y no porque no se pueda ganar, sino porque no es uno el que gana, sino el caos el que consiente.

6.
Había limpiado mi casa enteramente, salvo las manchas oscuras de los gallos pardos de mi abuelo, imborrables, cobrando la mísera suma de tres mil pesos mensuales, sin gastar un centavo durante dieciocho meses, y después me había dado todos sus ahorros para que yo los perdiera en dos horas. Me levanté y le di un beso en la frente.
Que Dios te bendiga, le dije. Que Dios bendiga cada uno de tus cabellos y te tenga en la gloria, por toda la eternidad.
Delicia se echó a reír y después dijo que se iba a dormir la siesta.

7.
Todos los vicios son solitarios. Todos los vicios necesitan de la soledad para ser ejercidos. Asaltan en soledad. Y al mismo tiempo, son también un pretexto para la soledad.

8.
Si uno sabe vaciar la mente del todo, y sobretodo no engañarse, y sentirse capaz de esperar, el pálpito llega.

9.
Le dije que todas las razones eran boludas para caer preso. Que si él se abstenía de sermonearme yo iba a soportar mejor el hecho de estar preso. Marquitos me dijo que yo tenía mala cara.
Perdí la buena al punto y banca, hace tiempo, dije yo.
Te confieso que no entiendo nada de tu vida, dijo Marquitos.

10.
Cuando un tipo no sabe qué hacer para hincharle las pelotas al prójimo, hay que recomendarle que se meta en la policía.