lunes, 29 de noviembre de 2010

SEÑALES - PARTE 1

Estaba viendo cortos argentinos en el Festival de Mar del Plata y me atacó la autocrítica. ¿Y si cuando haga un corto me sale como este? Ese, particularmente, no me gustaba. ¿Y si me sale peor y ni me doy cuenta?

Uno necesita, por lo menos, dos años de distancia para poder evaluar lo que hizo con cierta objetividad. En dos años puede pasar cualquier cosa. Se pierden cientos de oportunidades a cada semana; en especial si uno tarda en darse cuenta. Es imprescindible darse cuenta a tiempo, y para eso los más neuróticos elegimos la filosofía de la autoevaluación constante. No es una filosofía que recomiende, pues cuenta con grandes desventajas si uno disfruta de vivir en el presente. Uno de los efectos secundarios, por ejemplo, es tratar de seguir la trama de un corto y que la mente se te vaya, como un reflejo o un tic nervioso. Aunque el corto tampoco contribuya a mantenerla en el aquí y ahora, es una molestia fijar la vista en una pantalla sin que la mente te corresponda. Yo sentía como si padeciera de un repentino hipo cerebral. Veía los cortos y pensaba en mi futuro. Pero entonces el Universo me habló. Todavía estoy tratando de entender qué quiso decirme.

El Universo nos habla constantemente, incluyendo domingos y feriados, a través de señales. Nosotros lo ponemos en mute para no detenernos a cada paso -hay que seguir corriendo, el tiempo es tan poco y no queremos llegar tarde-; pero él, testarudo, insiste. Por lo general nos amparamos en las casualidades para seguir caminando y sin embargo, muy cada tanto, prestamos atención. Eso puede cambiarte la vida en un segundo. O volverte loco.

Yo vi un zapato. Estaba en la pantalla (era el primer plano del siguiente corto) y lo había hecho mi hermana. Al zapato, no al plano. Mi hermana diseña y hace zapatos, para eso respira, y yo este año abrí un local para que sus zapatos hagan feliz a la gente y la gente haga feliz a mi billetera. Yo, con mi billetera, trataré de hacer feliz a mis amigos y todos los que me conocen. Empezando por mí, que me conozco mejor que nadie. Pero eso todavía no sucedió, y hasta que mi billetera deje de sufrir, los zapatos se roban mi tiempo. Tiempo que podría gastar filmando cortos que, dos años después, serán buenos o malos. Mientras tanto alguien tiene que hacerlos; y yo no los estoy haciendo por los zapatos. Por eso me despertó mi curiosidad ese primer plano de un zapato Patidifusa (ésa es la marca, búsquenla y vacíen sus bolsillos en ella) justo en el climax de mi autocrítica. Estaba dispuesto a tomarlo como un Deja Vu y dejarlo ir, pero entonces vi otro zapato. Patidifusa. Y luego otros cuatro. Y luego un muchacho sentado en uno de los locales de mi hermana justo antes de que aparezca el título del cortometraje: "Pies".

Sobresaltado, miré a ambos lados sin poder creerlo. Casi codeo a mi vecino espectador para explicarle mi sorpresa, pero era una explicación muy larga y no llegaba a verle la expresión de la cara. ¿El Universo también le había hablado a él? ¿O me hablaba solo a mí? ¿Eso me hacía especial? ¿Era el preferido del Universo dentro de esa sala de cine? No. El Universo le habla a todos todo el tiempo. Yo no soy especial. Menos si lo que me estaba diciendo era que deje el cine y me dedique a los zapatos. ¿O no? Porque los zapatos estaban dentro de la pantalla. ¿La pantalla era el marco del mensaje, el medio del mensaje o formaba parte del mensaje? ¿Tenía que filmar zapatos? Sí. La conclusión era clara: Tenía que filmar zapatos.

Salí de la sala entusiasmadísimo. Yo no le era indiferente al Universo. Todo tenía un sentido. El Universo me conocía, había seguido mi trayectoria, y quería que filmara zapatos. O que dejara el cine y me haga comerciante, eso no estaba claro. Vi a la protagonista de Pies fuera del cine -una chica preciosa, posiblemente Gloria Carrá o una versión más joven y mejorada de Gloria Carrá- y le dije canchero que yo era el hermano de la autora de los zapatos que aparecían detrás de su cabeza en el corto. ¿Ella conocía a Patidifusa? No, eso era cuestión del director. Le expliqué en resumen mi encuentro íntimo con el Universo y me prometió que apenas viera al director me lo señalaría. Él me ayudaría a atar cabos sueltos.

domingo, 14 de noviembre de 2010

THE PALERMO MANIFESTO

Gran libro de Esteban Schmidt, colaborador de la Rolling Stone. Les dejo unas cuantas frases, otras tantas quedaron afuera, y me las tomo a Mar del Plata.

1.
"La esperanza es un sentimiento demencial, y como la desilusión no mata, el ciclo de ilusión desencanto puede repetirse al infinito"

2.
"Un radical podía dormir, pero no recordar los sueños. Muchos problemas para imaginar. (...) Un radical no construía una balsa ni con palitos de helado. Poca fábrica en el cuero un radical".

3.
"Dios sabe que, si algo valiera la pena en serio, no estaríamos tan dedicados a nosotros mismos".

4.
"Así estamos, entonces. Apretados entre todo lo que no se puede hacer y todo lo que no se puede aguantar, solo nos quedan los deportes y el arte".

5.
"En Caballito, donde arrancó nuestro sueño de salvación de la patria, los chicos todavía recogen el Sugus que se les cayó al suelo, sin el papelito, y se lo meten en la boca. Y lo chupan para sacarle todo el jugo y no se han muerto. (...) Y si los nenes piden helado, compañeros, los padres no le compran. Y si la abuela se muere les dicen: Vestite, la abuela se murió".

6.
"¿Cómo es que deseamos ser uruguayos? Seguramente, el complejo de tenerlo todo, pero no tener ganas de hacer algo con eso".

7.
"Los uruguayos creen que tienen que temer a los argentinos y odiarlos por agrandados, por cancheros, cosas así, pero esta gente es cortona, evidentemente. ¿Sabés, uruguayo, desde dónde habla un croata? Desde un cohete, loco. Están completamente dados vueltas de ego. Se consideran superbananas y, que sepamos, los croatas no llegaron a la luna, no descubrieron la vacuna contra la polio. Quien entre a Wikipedia y escriba Croacia en el search, verá que el sistema le devuelve: quilombo, quilombo, quilombo".

8.
"Y si en una universidad privada pagás las cuotas, se te conceden casi todos los deseos. Un día los argentinos van a tener que hablar de esto, si queda alguien con quien hablar".

9.
"En cuanto se reconoce al famoso se lo niega y el segundo extra que duró el reconocimiento y que el famoso detectó, se lo compensa dedicando, a la vista de todos, un segundo igual a mirar al repartidor de Coca que entró por la puerta de servicio, para que el famoso vea que vos mirás así y que no lo reconocés una mierda, porque sería admitir que mirás televisión y que tenés una idea formada sobre él, y mirar televisión es una desgracia. Todos lo sabemos".

10.
"Los chinos son compañeros prácticos. Por eso no perdonan los centavos. Demuestran que el tremendo sacrificio de la migración y el horario animal de atención valen cada moneda, ni una menos".

11.
"Nosotros vimos sobreactuación absoluta en el macrismo (...) porque la gente rica y de derecha no festeja tanto. Brindan con una sonrisa, unas palmadas, for he´s a jolly good fellow, compañeros. Es gente que gana todos los días. Ganar es el tipo de cosas que le suelen pasar. Lo que se veía era un disparate absoluto: treinta chetos haciendo un pogo descontrolado sobre un escenario (...) por haberle ganado a unos tipos que en términos materialistas históricos han sido y serán siempre sus empleados. No da. No se festeja ganarle a la servidumbre".

12.
"Todos los argentinos nos merecemos un barco (...) Todos queremos tener lo mismo, y solo cien tipos lo pueden tener. La puta que los parió a esos cien".

13.
"A lo mejor lo que más nos irrita de los demás es lo que menos podemos ver en nosotros mismos".

sábado, 6 de noviembre de 2010

TURISTA EN MI CIUDAD

Cada tanto fumamos uno que pega de verdad. Así estábamos, esperando el tren a las once de la noche en la estación de Vicente López. En pantalones cortos y camiseta de fútbol.

Pasan tres muchachos en jeans, gorro viscera y botines de fútbol cinco hablando y riendo con una tonada del interior.
-¿Sabés qué me pasa a veces cuando me drogo?
-Qué buena forma de empezar una frase.
-Me siento turista. Como si estuviéramos de vacaciones en una estación de tren en Salta, despreocupados por tener que llegar a algún lado. Mirando a un perro viejo, estudiando el comportamiento de la gente que pasa. Me da la sensación que si camináramos una cuadra hacia cualquier lado podemos encontrar una aventura. ¿No te pasa?
-A veces. Pero en tu lugar no me pasaría ahora mismo. ¿No dijiste que viviste más de veinte años en Vicente López?
-Por eso. Podría caminar por las mismas calles y en una de esas me encuentro a mí mismo jugando a la pelota en medio de la calle. ¡AUTO! Y correrme hasta el cordón en la misma posición para seguir enloquecido apenas pase.
-Con la pepa sí me pasa. Siempre soy extranjero con la pepa. No importa dónde esté.
Nos reímos compartiendo con la mirada dos recuerdos distintos pero exactamente iguales.

El tren no venía. Una señora llegó decidida para ir a cierta parte y al vernos nos preguntó por Avenida Libertador. Le indiqué que fuera hacia el lado contrario con la seguridad de saber dónde estaba parado y a dónde pretendía ir. Me volvi filosófico en un segundo. Suele sucederme.

-A veces me gustaría conformarme con tener un laburito que no demande demasiado. Cumplir horario y luego disfrutar del resto del tiempo. Pero uno pretende cierta cosa de sí mismo. Y eso requiere el esfuerzo de intentar convertirse en esa cosa, con el riesgo de fracasar y resignarse a ser otra. Y hay que ver si con el tiempo uno puede dejar de lamentarse por lo que no fue, y aceptar lo que es con alegría. ¿A vos no te pasa? ¿No te gustaría hacer algo con humor?
-Sí, pero pienso hacerlo en mi tiempo libre.
-¿Y tiene su encanto ser visitador médico?
-No es la alegría de vivir, pero qué se yo. Conocés ciertos personajes. Es como ser defensor. Elegís el puesto para ser titular, porque sino no jugás más de quince minutos. Y después le vas buscando el gustito. Te encariñás con tirarte al piso, putear al nueve y, cada tanto, salir jugando. Encontrás la manera de divertirte... pero en el fondo todos queremos jugar de diez.

Hay risas que uno las hace sonar fuerte porque la gracia llega más profundo, aunque no resulte natural la carcajada. Los dos nos reímos un rato de esa manera. Es como escribir jajajaja cuando algo te hizo reír solo frente a la computadora, con la diferencia que al escribirlo ya se siente falso. Nadie se ríe y escribe al mismo tiempo. Son acciones incompatibles. Por eso no me sale el jajaja. Trato de poner jjj en todo caso, para no ser antipático, pero me cuesta. En vivo es más fácil. La chispa de la risa emerge, y solo hay que darle un empujoncito.

Llegó el tren. Nos pusimos de pie para encaminarnos hacia ese colectivo de estímulos que suele encontrarse ahí dentro cuando te sentís turista. Él se acomodó y yo me senté enfrente suyo.

-Yo voy a seguir luchando para ganarme el puesto. La pregunta es si en algún momento voy a tener la tranquilidad de ser el diez, o estoy eligiendo la lucha eterna.

No supo responderme. El tren arrancó.